Partida Rol por web

¡Uy! se sorprendió Aire. ¿Por ser una mujer soy una inútil? Qué vergüenza dijo. Ni se movió más del sitio. Sacó su arco con una flecha. Apuntó al hombre que había señalado su sexualidad correctamente y disparó, por maleducado.

Así aprenderá a no menospreciarme.

Damian se puso en pie gracilmente, de sus ojos había desaparecido por completo la actitud divertida de antes y su mirada se había tornado fría y sagaz. Rodeado como estaba le resultaría inútil utilizar el arco, incluso aquellos paletos podrían desarmarle fácilmente.

Aprovecho la distracción que los recién llegados habían provocado para saltar a un costado, colocando a los agresores en medio. Dio un giro sobre si mismo y desenvainó la espada corta, estirando el brazo trazo un arco buscando el pecho del hombrecillo delgado.

Timertikos resolpló en el mismo momento en que lo llamaron "niño". Pero como podían ser aquellos tipos tan racistas. ¿Acaso no habían visto a un norin en su vida?

Tak hizo un leve gesto con la mano y tomó su arco que estaba colocado en su espalda y después apuntó con una de las flechas que tenía en su carcaj.

Después apuntó en la entrepierna del que le había llamado niño.

-Ahora verás quién es el que se convierte en un niño.

Al final, tras llamar a la puerta, alguien la abrió finalmente, y resulto ser el mismo hombre que nos había guiado antes por los túneles en la posada, aunque tarde un poco en darme cuenta, pues a la luz del día, la impresión que daba era diferente.

Venimos a buscar información en los libros- le dije, contestando a su pregunta -¿Que íbamos a hacer si no en una biblioteca?- añadí desconcertado por la pregunta, pues para mi era algo obvio.

-Se pueden hacer tantas cosas en una biblioteca...- respondió Sigmund-, leer, robar, modificar los libros, o a los visitantes, o incluso pervertirles- les miró con una sonrisa picarona y, con un gesto, invitó a entrar a Danae.- Las damas primero.

El viejo miró a Danae y con el ceño fruncido se apartó, pero cuando Dwerinn pasó a su lado le murmuró algo. Estaban en una sala pequeña con unos escritorios mal dispuestos. La luz era intensa y provenía de faroles anclados en las paredes de la habitación. Se notaba que el uso original de aquella sala no era el que se le daba, ya que el mobiliario, los libros y los escritorios estaban fuera de lugar. La puerta estaba entornada y daba a la gran sala de la biblioteca. El silencio era absoluto. Casi hacía daño.
-Cuando salgáis de aquí- murmuró, su tono era casi imperceptible, pero en la quietud de la biblioteca parecía un grito a pleno pulmón- no me conoceréis. Si tenéis cualquier duda, no me preguntaréis a mí, y si sucede algo no os ayudaré. ¿Entendido?

Las espadas de Marcus dieron en el blanco, el del hacha logró zafarse un poco y la punta de la espada que iba al vientre no hirió ningún órgano vital, la otra hoja no la vio venir y la hirió el hombro. La flecha de Tak se abrió paso por el aire y casi le inutiliza el brazo derecho. La sangre brotó por los aires y la sucia nieve de la plaza, pisoteada y embarrada, se manchó de un color rojo vívido. Damian aprovechó la confusión para herir al hombrecillo de la daga en el pecho que de un grito, saltó hacia atrás con la mano izquierda en el pecho. El del garrote no parecía entender qué estaba pasando y no vio venir la flecha que se le clavó en el costado y profirió otro grito.
Una ventana se abrió por algún lado y luego otra, y al final un ventanal se abrió en la plaza y se escuchó a alguien gritar. No sabíais bien si era una mujer, un hombre, un anciano o un niño; pero entendisteis a la perfección qué gritaban.
-¡Guardias!
El matón del hacha gruñó y dando un paso atrás atacó a Marcus con su hacha, no prestaba atención al hombre, intentaba más evitar que se acercara que dañarle.
-Hay que irse- sollozó el hombrecillo que no veía, ocupado como estaba en vigilar a Damian, cómo su compinche intentaba poner pies en polvorosa. Alzó la daga y cortó el aire cerca del rostro de Damian, pero no llegó a herirle.
El del garrote no dijo nada, estaba pálido y furioso, no sabía de dónde había venido la flecha, si del norin o de la mujer, en cualquier caso levantó el garrote y se lanzó contra Marcus por su flanco, peor el joven lo esquivó sin problemas.

Aire tocó el hombro de Tak y apretó. No podemos quedarnos aquí, va a venir la guardia dijo mirando a todos sitios, buscando el mejor lugar para escabullirse.

Vamos, tenemos que movernos. ¡Vamos, vamos!

El joven cazador se acercó rápidamente a los compañeros recien llegados, y mientras guardaban aún sus armas paso a su lado con prisa. 

- La niña tiene razón, moveros...- 

Y desapareció como una exhalación. 

Doy una patada al suelo para echar algo de nieve a la cara del tipo que sigue intentando atizarme, envaino las espadas y me vuelvo a echar la capa por encima de sus empuñadura. Damian pasa a mi lado a toda prisa, y yo me apresuro a seguirle. Si tenemos que separarnos, nos vemos allí. Le susurro a Aire mientras me giro y me pongo en marcha.

Ansioso como estaba de entrar, apenas me percate de la respuesta de Sigmund. La sala en la que entramos era pequeña, con varios escritorios y no demasiados libros... aunque para mí no lo parecía en absoluto, por lo que me quedé en silencio observando la sala.

Hay tantas cosas que podrían aprenderse aquí- pensé mientras miraba los libros, aunque las palabras del anciano me sacaron de mi ensimismamiento.

¿Y a quien preguntamos entonces?- le pregunté, también en susurros -Con tantos libros no será fácil encontrar lo que buscamos- añadí, sin ser del todo consciente de que esos no eran sino una mínima parte de los libros de la biblioteca.

Danae miró de reojo a Sigmund al oir la respuesta que le dio a Azoth y bajó la mirada rapidamente escuchando poco despues como la invitaba a pasar de manera cortes. Entró cruzando la mirada por unos instantes hacia el hombre que les había abierto al que su amigo el enano le había susurrado algo.

Les dio un rotundo aviso de que hicieran como si él no estuviera, no les ayudaría en ninguno de los casos que lo necesitaran, la muchacha no lo entendió pero no quiso preguntar al haber notado el timbre de voz tan imperativo, se limitó a asentir con la cabeza. Su compañero no parecía muy conforme y se lo demostró con mas preguntas mientras ella se había adentrado en la biblioteca y comenzó a mirar alrededor, la disposición de los escritorios era realmente extraño, no de la manera que hubiera imaginado pero intentó no darle demasiada importancia. Hacía tanto silencio que podía sentir la respiración de todos los que se habían adentrado en la sala.

Se dispuso rápidamente a buscar algo que los ayudara, ya fuesen mapas, libros que hablasen sobre la ciudad, sobre posibles tuneles, lo que fuese. Pasaba su dedo indice por el lomo deslizandose por todos ellos en su busqueda.