Seis meses pasaron ya desde el comienzo de la instrucción básica, ahí en la base espacial “Bernard Law Montgomery”, ubicada en la órbita de Saturno, cerca del anillo de asteroides, principal campo de entrenamiento de soldados de la Alianza. Cada uno había llegado entonces por alguna razón, con alguna meta, y por eso mismo se habían mantenido hasta el final, hasta este día. Pero esas razones habían dejado de importar desde el primer momento en el cual pusieron pie en aquella instalación de la Alianza. Fueron seis meses duros, mucho mas de lo que se habían imaginado. Algunos tenían capacidad, otros no. Para algunos las largas caminatas por los pasillos cerrados y calurosos de la base eran un infierno, mientras que para otros era un paseo. Algunos conseguían dominar el combate con facilidad, mientras que otros apenas podían dar en el blanco. No todos pudieron superar la presión de andar por el casco de una nave, en medio del vacío, mientras las salvas simulaban el fuego enemigo. No todos soportaron los seis meses mas exigentes de sus vidas, siguiendo ordenes y manteniéndose firmes todo el tiempo, sin importar insultos, la presión o el cansancio. Algunos abandonaron, y otros siguieron, cada uno por sus propias razones, pero con un objetivo en claro: ser soldados.
La instrucción para la infantería es difícil, y no todos logran sobrepasarse a ella. No es como antes, pues al día de hoy la Alianza prefiere a mecánicos y técnicos metidos entre los cascos de las naves arreglando cualquier desperfecto por la paga mínima que andar invirtiendo en soldados, por lo que solo los aptos logran pasar la instrucción de seis meses.
Y ahí están ahora, mas de la mitad de los que comenzaron, con el traje de gala, en la sala de conferencias de la base espacial de entrenamiento “Bernard Law Montgomery”, firmes y de pie, tras seis meses de dura instrucción, frente a un reducido grupo de oficiales que preceden aquel acto de graduación, otorgando las primeras barras a los que ahora son soldados de la Alianza.
Los oficiales, muchos de ellos encargados de la instrucción durante los meses pasados, miran en silencio a los graduados mientras los últimos compases del himno de la alianza cierran el acto protocolar. Seguido a aquello, un oficial de mayor rango, un Sargento Primero, cuyos días al frente, al menos de la infantería, parecen haber quedado atrás hace mucho tiempo, da un paso delante, acercándose al estrado que hay en el escenario, resaltando entre los demás oficiales de menor rango, y acercándose al micrófono.
El oficial aclara la garganta mientras los soldados miran en silencio. Se acerca lentamente al micrófono, preparado para dar el discurso de turno.
- Soy el Sargento Primero Keon Bauer, - dice finalmente, con voz tranquila pero firme, el tono típico de un oficial dando un discurso demás ensayado - y una vez estuve en el mismo lugar que ustedes. Era joven, con ideales, y estaba decidido a servir a mi raza, a la Alianza, justo como ustedes en este momento. Y como ustedes, pese a todo el entrenamiento que había recibido, aun no estaba preparado para lo que vería en el futuro. A partir de ahora son soldados, no lo olviden, esto no es un juego, el honor mas grande al que podrán aspirar es a morir en el campo de batalla, dando muerte al enemigo y defendiendo a sus hermanos. Para eso se les a entrenado, y para eso van a vivir de ahora en adelante, hasta que mueran o se retiren.
Hace una pausa en la cual toma un poco de aire antes de continuar.
- Confío en que lo que acabo de decirles lo tiene aprendido de memoria, que no les digo nada nuevo, y así espero que sea. Tan solo quiero que lo recuerden cada día desde hoy en adelante. Ustedes son la punta de la lanza, nunca lo olviden.
Tras aquel discurso, un tanto estéril, el oficial vuelve a formar con sus pares de menor rango. Inmediatamente el acto termina, uno de los instructores da la orden de que rompan filas, y finalmente aquellas personas que entraron con la idea de ser soldados salen airosos como tales. Ya solo queda festejar durante los días de descanso, antes de enterarse a que parte de la galaxia les enviarían a cada uno para cumplir su servicio...
Quince días después...
Crucero “YAMATO”
Sistema Ixion – Sistemas Independientes (Fuera de la jurisdicción del Cónclave)
La primera noche en aquel crucero había sido difícil. Al llegar el lugar les recordó inmediatamente a los viejos submarinos del siglo veinte que se podían apreciar en los documentales de la academia. El lugar distaba mucho de la imagen que habían obtenido en la estación espacial de entrenamiento, o de cualquier otra. El ambiente a “guerra”, por llamarlo de alguna forma, se sentía en el aire. Gente yendo de un lado a otro por los pasillos estrechos, el aire cálido y viciado que llegaba a marear durante las primeras horas. Nunca había silencio en aquel lugar, nunca estaba del todo quieto, al menos desde que pusieron pie en aquella nave perdida en los Sistemas independientes, lugar a donde les habían confinado servicio.
La información sobre el destino no había sido abundante desde el principio, algo que no sorprende para unos reclutas recién salidos del horno. Tan solo les habían dicho que serian asignados a una nave que patrullaba las colonias privadas de los sistemas independientes, una modesta nave de guerra, lejos del poderío y lujo de las grandes flotas comandadas por los cruceros clase SSV, insignias de la Alianza.
No, la YAMATO era una vieja nave, ahora anticuada, pero que seguía dando pelea. Sin demasiado poder ofensivo, sin cazas de resguardo, y sin flota con la cual apoyarse, su misión era, y será hasta el día que se le pase a retiro, patrullar por las colonias lejanas pertenecientes a empresas privadas, garantizar su seguridad, y tratar de no llamar demasiado la atención del Cónclave. Algo así como hacer de seguridad privada, y de paso recaudar algo de dinero para la Alianza.
No hay muchos efectivos de infantería, su número asciende apenas a los cien, contando los recién graduados que acababan de llegar, entre los cuales se encuentran. Lo cierto es que se le considera una nave “fría” pues no ve demasiada acción, y cuando lo hace no es que sea muy intensa, pero algunos creen que es una buena forma de que los recién graduados se ajusten a lo que es la vida en el espacio.
El recibimiento no fue muy caluroso. Los quince soldados, recién salidos de la academia, arribaron en la YAMATO tras un largo viaje. Una vez ahí fueron recibidos por el Coronel de la nave, Galen Marshall, un tipo directo al cual, según dio la primera impresión, no le gusta andarse con rodeos. Tan solo les echó un vistazo, e inmediatamente los envió a los cuarteles.
-(Galen Marshall)-
Las habitaciones eran pequeñas, para cuatro integrantes, por lo que fueron divididos. Ninguno tenia idea de quien era el que estaba al lado, salvo que eran soldados recién salidos de la academia, pero que no habían compartido mas que el viaje hasta aquel lugar.
La primer noche fue difícil, con el aire viciado, ruidos por todas partes, y la sensación extraña que producía la gravedad artificial, pero finalmente quedó atrás, y se despertaron al otro día como parte mas de la nueva tripulación del crucero YAMATO.
Son las 0800, las luces se encuentran prendidas, aunque nunca se apagan, y al correr las cortinas que cubre cada una de las literas pueden ver la habitación común vacía. El día recién comienza, pero no tienen ningún tipo de programa. Ni patrullas, ni entrenamiento. Al parecer, la única función de los soldados de infantería en aquel lugar es esperar a llegar a una colonia para alguna revisión, o algún ataque, nada mas, mientras tanto, a limpiar el arma y mirar el techo.
Las caras de los cuatro soldados recién llegados son desconocidas entre si, nunca pudieron cruzar muchas palabras desde su llegada, pero parece que van a tener tiempo de sobra para conocerse, aunque eso no les suene del todo agradable.
El reloj marca las 0801, en media hora dejarán de servir el desayuno en el comedor.
Se despierta en su segundo día en la nave, en esa raquítica habitación, y un minúsculo espacio donde para dormir a oscuras no bastaba con la cortina. Abrió los ojos con pereza, y tras unos segundos de inflexión retiró las sábanas a un lado y corrió la cortina hasta el fondo, sorprendiéndose de la soledad del sitio. Se incorporó con los pies descalzos al suelo y ajusto su dispositivo digital de muñeca,del tamaño de un reloj, que entre otras cosas daba la hora; pudo comprobar que no faltaba mucho para que cerrase el comedor, pero aún tenia cosas por hacer.
Mudó la cama con tranquilidad para que quedase perfecta, sin una sola arruga; Abriendo su taquilla revisó sus objetos personales : Ropa formal, informal y de entrenamiento, enseres de ducha y una bolsa de equipaje, los últimos best-sellers y un cuaderno de anotaciones, aparte de su armadura y armas de guerra. Vistió con ropa de entrenamiento corta y fresca, para después de desayunar pasarse por el gimnasio; comprobó su reloj, 0820, en diez minutos habría tiempo de sobra para llegar. Sin más se dirigió al comedor.
Logicamente aquello no era la academia, se había acostumbrado a vivir tan bien entre las cuatro paredes de la estación que no recordaba lo duras que resultaban las noches en los lugares de mala muerte, aquél reducido camastro le trajo recuerdos del hogar, de noches en las que no sabías si iban a apuñalarte o a vender tus órganos mientras aún seguías vivo, los ruídos los ronroneos los porrazos de aquél viejo trasto no hacían más que fomentar aquella atmósfera en la que a pesar de tener conocimiento de hallarse relativamente seguro le traía tantos malos y buenos recuerdos a la vez.
Abrió los ojos fijos ahora en un techo de metal azulado que pertenecía a la litera superior en la que dormía, aquél minúsculo espacio de paz donde en teoría no debían de molestarle, sonrió antes de descorrer la antiestética cortina que daba aquella sensación de calidez, observa la vacía estancia a sabiendas de que había despertado más tarde de lo que estaban ordenados, pero para que engañarse le gustaba la sensación de estar en la cama, el descanso antes de lo que se avecinaba, que para los cuatro novatos de aquél diminuto barracón era algo tan intangible como el lugar en el que se encontraban.
Asió con sus desnudas manos uno de la multitud de tubos metálicos que componían el entramado interno del cascarón forzándolo ligeramente para comprobar su amarre, al notar que estaba seguro descolgó su cuerpo con la fuerza de sus brazos manteniéndose unos segundos en el aire para dejarse caer al suelo con un sordo golpe de sus botas sobre el frío metal como única compañía, respiró el aire viciado que escapa por los conductos de ventilación para acostumbrarse a aquella nueva sensación. En el tiempo que llevaba con el ejército sólo había llegado a una conclusión clara, ninguna, absolutamente ninguna nave de la alianza tenía el mismo aire, la misma densidado exacta, el mismo olor viciado, todas tenían matices que poco a poco habrían de ir descubriendo durante su estancia.
Sonrió tras esto para mirar el anticuado reloj de su muñeca 0815 tendría que darse prisa si quería encontrar el comedor para tomar un bocado antes de enterarse de qué narices tenía que hacer allí, vestido unicamente con los pantalones del uniforme y una camiseta sin mangas se introduce en el entramado de pasillos de la estéril nave en busca de alguien que le guiase hasta el comedor, o en busca de encontrarlo él mismo, pues los pocos personajes que se cruza en su camino tienen una cara bastante desapacible y no aparentaban tener muchas ganas de guiar a un novato por el lugar.
Me despierto asombrado por el ruido, aun no estaba del todo acostumbrado a dormir en compañía de "desconocidos" y me desvelan con su ajetreo. Tranquilamente termino de despertarme aun metido en la cama, mirando la hora en mi reloj de muñeca, viendo que aun era temprano. Veo como mas o menos van saliendo mis "compañeros" de habitación, y cuando están las cosas un poco mas calmadas, ,e bajo de la litera y comienzo a vestirme con ropa mas adecuada para la ocasión, con ropa cómoda pero que podía usar para entrenar, sin ser un "chandal". Cuando me bajo, me doy cuenta de la hora y veo que son ya y 20, si no me daba prisa no llegaría a desayunar, pero también veo que aun hay un compañero mas durmiendo - Eh chico, sera mejor que te despiertes y vengas a comer que nos quedaremos sin comida - Le digo intentando despertarle y esperándole si se da prisa para ir a comer.
A medida que se levantan, uno a uno, y sin mediar muchas palabras, cada uno sale de la cama, se despierta un poco mas, lamentándose hacia para si mismos no haber podido pasar una noche mejor, en aquel lugar lleno de aire viciado y plagado de aquel murmullo constante.
De todas formas no pueden quejarse, aunque no es que falten motivos. Sin intercambiar muchas palabras entre los nuevos compañeros, de a uno, ya vestidos con la ropa de faena, salen de la habitación camino al comedor, apurando el paso y tratando de orientarse lo mas posible para no perder el desayuno.
El comedor no se encuentra muy lleno, y eso que es mas pequeño de lo que podrían esperar para una nave así. Seguro se deba a la falta de personal, y que haya turnos para las comidas. Hay unas seis mesas largas, de metal, y de varios metros, las cuales todos comparten. Eso, y sobre un lado el bufete, nada mas. Muy austero, no se podría esperar mas.
Lo mismo se puede decir del desayuno, que no es ninguna maravilla. Pan tostado, exageradamente tostado, y limitado a dos rebanadas, y algo parecido a un revuelto, aunque es difícil saber que lleva... se ve peor de lo que sabe. Al menos el café es bastante decente, el mejor que han tomado en mucho tiempo.
De todas formas no llegan a disfrutar demasiado del desayuno, siquiera del café, pues a los cinco minutos una voz suena por los altoparlantes de la sala, indicando a los “recién llegados miembros de infantería”, según los catalogó, presentarse inmediatamente en la sala de conferencias “C”, en el ala este de la nave. Sin duda todo eso para molestar lo mas posible a los novatos, siquiera esperando cinco minutos para dejarles terminar de desayunar...