Salgo por la puerta de el lugar que me sirve para reposar, hoy menos que nunca lo considero mi hogar. Camino despacio, después de todo no tengo ningún rumbo fijo, solo quiero caminar alejarme de todo, de todos…
Los sentimientos chocan en mi interior formando una tormenta tenebrosa, que me empuja, que me aleja incluso de mi mismo. Los acontecimientos se han precipitado, y no he estado a la altura. He perdido a una de mis hermanas y he estado a punto de perder a otra, nuestra causa se vuelve difusa…”Padre ¿por que me has abandonado…?” pero el lamento no es la solución, solo un nuevo problema…debo caminar poner en orden mi mente…calmar el ansia que tortura mi alma…
Noto el olor fuerte del pueblo, un olor corrupto a humanidad decadente…es tarde pero aun así hay gente en la calle, incluso algún niño…jugando, riendo…ajeno a los peligros de la noche, a los diablos que caminan con pies de hombre…o tal vez no tan ajenos, la vida es dura en este lugar, y la inocencia es breve, solo un instante, un parpadeo...me inspiran lastima, piedad…odio, por recordarme a cada paso el fracaso de nuestra causa.
Cuanto mas camino mas perdido me siento, nada tiene sentido esta noche, he sido derrotado y así me siento, se que debo aguantar, ser el pilar donde mis hermanos puedan apoyarse…sigo caminando, tal vez me sorprenda el amanecer, poco me importa esta noche…”Señor que se haga tu voluntad y no la mía”
La gente pasa a mi lado, me evitan, tal vez me ignoran….mejor eso salva sus patéticas vidas…el sentimiento de derrota, hace que la oscura criatura que habita dentro de mi alma, este ahora a flor de piel, noto como lucha por el control, como me susurra lo poco que importan todos mis remilgados principios ahora…como acaricia mi espíritu con sibilinas promesas…”Que sean ellos quienes sufran, déjame salir y yo te aliviare con su sangre, con sus almas…” Simplemente sigo caminando buscando algo que me salve de mi mismo, algo que espero encontrar en un lugar que no conoce la salvación…tantos años, siglos…y aun soy un idealista un iluso, simplemente no puedo evitarlo.
El Destino parece responderte... Con la claridad difusa de los creyentes. ¿Es real? ¿Es sólo una coincidencia? La Fe se basa tan sólo en perspectivas...
Y en la tuya, a lo lejos, se perfila una iglesia...
La visión de su cruz, coronando su fachada, te sobrecoge...
Es como un símbolo. Un mensaje.
Tu Señor te guía, hacia una nueva luz, dejando atrás tus dudas y tu oscuridad.
¿Te atreverás a creer en él o seguirás pensado?
Mientras rezas, un ruido sordo y parpadeante comienza a murmurar, en todas partes, llegando desde el exterior, y golpeando la piedra que compone la Iglesia, de igual modo, como la voz de dios omnipresente, capaz de estar en cada lugar, al mismo tiempo.
Unas cuantas velas se apagan en el interior, marchitas a causa de una ráfaga de viento, que mueve ligeramente la puerta por la que has entrado.
Fuera, una lluvia inmensa y repentina, fruto de una tormenta de verano, llora sobre la ciudad, impía, que recibe sus lágrimas como una bendición.
Normalmente soy capaz de concentrarme, de eludir los sonidos de este marchito mundo, de alcanzar por unos breves instantes la paz. Esta noche es distinto, mi alma esta demasiado inquieta por lo sucedido, incapaz de calmarse pidiendo a gritos el ser saciada de un modo sucio y diabólico.
Tus pasos te encaminan hacia una nueva puerta, contraria a la que entraste. La sensación es húmeda y fría con cada nuevo paso... refrescante y a la vez entumecida.
En el exterior la lluvia cae... De un modo demasiado triste para ser ignorado. Es un diluvio denso, una tormenta de verano en la que el mundo llora, en la que Dios escucha como la gente reza y suoplica, en la que todos los pensamientos son grisáceos.
Una noche de pensamientos derramados... sobre la ciudad.
Con cada nuevo paso hacia el porche, sientes una sensación extraña... Poderosa y amenazante, palpitando y bulliendo, intensa. Te afecta... Puedes sentirla en tu cuerpo, latiendo... Irradiada de forma intermitente y sin embargo firme.
Cuando has caminado varios pasos hacia la verdadera noche a cielo abierto, a través de la pasarela de bóvedas de la Iglesia, la presencia de un hombre no te puede pasar inadvertida.
Es él... Puedes sentirlo.
Él te produce esa sensación vigorosa y aterradora... llena... inmensamente llena, de Fe.
Tengo ganas de gruñir como la criatura infame que soy, gruñir, aullar, saltar sobre aquel hombre arrancar su corazón con un solo gesto simple, brutal…
El hombre oye tus pasos, sin dejar de observar la lluvia, absorto en un sentimiento profundo, que le hace saber su lugar en el mundo. Todo es tan inmenso, tan grande, tan perfecto... él, como todos los hombres, era tan sólo una estrella más en un firmamento oscurecido, en el que todas las soledades juntas creaban la verdadera compañía.
Cita:
- El pastor ama a cada una de sus ovejas. Tu presencia es un regalo, hermano.
Su voz es profunda, y dulce al tiempo. Templada, masculina, y sin embargo llena de vitalidad y fuerza. Es como el propio reflejo de su alma, virtuosa.
Sabes qué siente. Sabes que por primera vez en años, lo siente de verdad. Sabes que su alma es pura, digna, fuerte. Sabes que ante ti hay un verdadero hombre de Dios.
Su mirada parece amar cada gota de lluvia que se derrama sobre vosotros.
- Hermano, ¿crees que Dios llora?
Su acento es peculiar. Habla perfecto castellano pero... ¿hay un deje familiar? ¿Es italiano?
El agua cae sobre mi cabeza incluso en un lugar tan corrupto, tan sucio como esta ciudad…la lluvia sigue siendo tan clara, tan pura.
Cita:
Cuando respondes no hay ninguna reacción inesperada. No hay temor o inquietud. No se siente inseguro, no pierde su calma, casi infinita. Te acompaña en la noche, sin más, como una presencia muda que se muestra ante ti como una caricia sin tacto.
Que sin tocarte apaga tu soledad.
- Sin lágrimas la culpa es más densa, hermano. Más dolorosa.
Saborea sus propias palabras, como si pudiera sentirlas como suyas, hablando de su propio destino, de una incapacidad compartida.
- ¿Deseas compartir tu culpa, hermano? Mis hombros son anchos y fuertes. Compartamos tu carga. La eternidad es demasiado larga para sentirse solo, hermano. Dios siempre está contigo.
El hombre te mira, con una ternura casi inexpresable.
- Dios vela tus pasos, como vela los míos, en esta infinita oscuridad.
Las palabras de aquel hombre, resultan tranquilizadoras al menos para la mayor parte de mí ser, la parte mas oscura de mí se retuerce con cada silaba en una agonía infinita.
Escucha tus palabras con una comprensión que casi parece imposible. ¿Lo sabe? ¿Cuánto sabe? ¿Por qué lo sabe? ¿Por qué te entiende? Su cuerpo, su postura y su mirada parecen aceptarte, sin más, sin palabras, sin necesidad de explicaciones.
Cita:
Su voz no se hace esperar, con la lluvia llorosa acariciando sus palabras como fondo.
- Y sin embargo, hermano, sé que Dios te perdona, como nos perdona a todos. No hay nada que Dios no pueda perdonar... Espero que también tú te perdones. Que aceptes la noche de tu alma, y aprendas a besar tu Oscuridad. No hay nada en ti que ofenda a Dios... Todos somos sus hijos. Cada criatura que camina entre nosotros. Todos, formamos parte de su plan.
Vuestras miradas se cruzan, y ves con claridad que su alma no alberga ningún temor. Parece llena por completo de una paz misericordiosa que casi podría envolverte, hasta hacerte sentir como un niño, hasta encontrar tu inocencia.
Cita:
- No hay condenas eternas cuando uno comprende su lugar en el mundo, hermano.
Ha un silencio largo, en el que la mirada del sacerdote parece largamente pensativa.
- Si el dolor del mundo, de esta ciudad, aflige tu alma... Lucha por cambiarlo, hermano. Tú tienes el poder para hacer de la noche algo diferente. Ilumínala, hermano. Sé un cruzado de nuestro Padre... Lucha por nosotros, por tu alma. Cambia tu destino, y el de nuestras calles.
Suspiras, y mi mirada parece dulce, suave y tibia.
Cita:
- Así es, hermano. Tal vez no seas un condenado... Tal vez, seas el Cordero de Dios en esta ciudad sin ley. La fe conoce caminos que la razón no se aventura a comprender.
Escucho las palabras de aquel, sin duda, hombre santo. Buscando en ellas la luz que hace tiempo me fue negada. Asiento ante las verdades que se revelan a mis tan cegados ojos. Miro al cielo durante un instante, un cielo negro y sucio que revela la misma esencia de esta ciudad.