Partida Rol por web

Entro en tu habitación, observándolo todo con una curiosidad respetuosa, centrándome en tu mirada una vez en su interior, buscándote a ti, lo que en verdad necesito ahora.

Un hermano, sabio y fuerte, decidido. Un hermano con Fe, tal vez distinta a la mía, pero igual de inquebrantable.

- Estoy confuso, Dominic.

Mi voz se abre paso hasta ti sin rodeos. Sin preámbulos, tal vez incluso demasiado sincero.

- Dudo de mí mismo. Dudo haberme excedido ayer, dudo haber tomado un camino equivocado, dudo de mis sentimientos... Temo por Esmeralda, y a la vez la odio... Me siento demasiado... humano. Mortal.

Mi mirada te busca de nuevo.

- Llevo demasiados años sin tener que luchar contra mis sentimientos. Sin necesitar ponerles orden.

Varios minutos después, tal vez más de los esperados, la puerta de Dominic se abre de nuevo, dejando escapar mi silueta.

Miro el pasillo, ahora vacío, y suspiro, sintiéndome extraño... Cercano a mis hermanos, pero confuso conmigo mismo. Es una sensación difícil, poco habitual. Generalmente siempre siento tener el control de mis actos y pensamientos.

Despacio, me decido a dar mi siguiente paso, llegando hasta la puerta de Mariela, golpeándola lentamente, con mis nudillos.

- ¿Hermana?

Escucho las palabras de mi hermano y asiento levemente, en verdad son tiempos difíciles para nuestra manada.

Los nudillos de alguien en la puerta hacen que pare de golpear el saco, una de mis mayores aficiones en la eternidad...

Lo sujeto con fuerza haciendo que frene en seco, y agudizo el oido para ver si saco algo en claro de quien es el que ha llamado.

Cita:

La voz de Hamza es inconfundible al otro lado de la puerta.

Me acerco a la silla y tomo una toalla, aún me queda la esperanza de que este cuerpo muerto pueda seguir sudando a pesar de utilizar mi propio alimento para todo.

Me la coloco alrededor del cuello y comienzo a desvendarme la mano derecha mientras camino hacia la puerta y la abro con un ligero chirrido. Hamza está detrás esperandome.

En un principio podía haber pensado que podía ocurrir algo malo, pero con la traquilidad que lo ha dicho más parece una reunión nocturna...

La última no salio como se esperaba...

Sonrio ligeramente y le contesto.

- Dime Hamza.

Cuando la puerta se abre y percibo tu cordialidad, un sentimiento nuevo nace en mí, templado y suave. Me calmas. Siempre has tenido ese efecto.

Yo soy pragmático y pasional. Tú eres la cordura que sosega esta manada. Por éso sabes entendernos. Por éso necesito hablar contigo, ahora, esta noche.

- Buenas noches, Mariela.

Mi rostro muestra cierto abatimiento, y cierta pena. Pero mi voz se abre a ti casi con dulzura. Como una caricia verbal, a mi hermana, a mi familia.

- ¿Puedo pasar?

Sé que no habitúo a visitarte... Siempre me he sentido un tanto incómodo, tímido. Aún así, esta es una de las veces en las que oír tu voz y escuchar tus pensamientos me es necesario.

Tal vez seas la única a la que pueda confesar mis culpas, con sinceridad.

Necesitaba tu coherencia y tu verdad, tu pensamiento lógico e imparcial. Me sentía lleno de dudas sobre mí mismo, sobre mi actuación en la noche anterior.

Las palabras de mi hermano me reconfortan y me permiten abrazar mis propios sentimientos... Bajo mi mirada unos segundos, evitando su contacto, buscándome a mí mismo, mirando en mi interior.

Tal vez pensara que mis actos eran válidos... Pero sentía culpa. Dolorosa culpa, inmensa culpa. Ayer, la sangre habló por mí.

- ¿Crees que un hombre puede remediar sus errores, hermano?

Cuando alzo mi rostro hacia ti, mis ojos muestran un aspecto acuoso y conmovido.

- No deseo su sacrificio, ni su marcha. Me arrepiento de mi juramento, y aunque debo cumplirlo, sé que existen muchos modos de redención.

Mis labios tiemblan, mientras mi mente parece explorar miles de recuerdos. Yo fui perdonado una vez... Salvado por la misericordia de quién más me amaba, de a quién más he amado.

Olvidé el perdón tras su muerte, endurecido como una roca sedienta... Carcomido por mi propia sequía.

- ¿Podrías perdonarla, hermano? ¿Perdonan los hermanos sus errores?

Se lanza sobre mi e instintivamente me preparo para una proyeccion, tal vez ni pueda con ella pero se intentara. Me quedo clavada en el sitio y me rio soltandola

Vale empate, no se como es posible, no estoy ni centrada para esto. Necesito comer algo

-¿Que no sabes cómo es posible? Será porque somos igual de buenas...- le devuelvo la risa de forma despreocupada y le paso las manos por el desordenado pelo para que vuelva a tener esa imagen tan perfectamente impoluta que le gusta a ella.
-¿Quieres que vayamos a cazar algo? Supongo que no habrá ninguna reunión después de lo que están tardando- me encojo de hombros y me siento en uno de los taburetes para colocarme las botas, lo cuál no lleva mucho tiempo ya que no me molesto en atarlas y siguen bailando por mis pies cuando camino.

-Con un poco de suerte encontraremos a alguien con quién montar una "fiesta"- compongo una sonrisa traviesa y salto fuera del ring esperándola.

Recapacito sobre mis propias palabras, mirando en dirección a Steff distraidamente mientras doy pequeños golpes con mi índice sobre mi barbilla.
-Me lo he pensado mejor, voy a ver porque tardan tanto- no es demasiado extraño que cambie de idea, lo hago tan a menudo cómo cambio mi vestuario. Supongo que es bastante normal cuando dejas llevarte por impulsos y a ninguno de mis hermanos les sorprende mis cambios a estas alturas.

Me mantengo unos segundos a la espera por si quiere acompañarme, pero después me giro y salgo del gimnasio con el paso decidido y directo del que tiene un destino fijado.
El pasillo, es dónde deberían estar... O si no en alguna de las habitaciones de ellos tres, supongo. Ya me perdí una reunión importante y no quisiera quedarme tan desinformada de nuevo.

La mirada de Mariela se enturbia ligeramente cuando ve el rostro de Hamza. Él siempre había sido la viva imagen de la paciencia y la calma y ahora parecía que todo se estuviera derrumbando ante sus ojos solo por ver sus ojos.

La escena que habiais vivido antes parece que finalmente te había dejado huella, que Esmeralda sea donde estuviera no merecía ese trato, no era la culpable de lo que había sucedido ahí esa noche. Solo era una victima de la mala suerte y de un cumulo de sensaciones y sentimientos acumulados y expresados de un golpe.

Me preguntas si puedes pasar. Bueno, mi habitación no está para tirar cohetes, algo desordenada como siempre pero bueno supongo que algún sitio encontraremos para que te acomodes.

Termino de desvendarme las manos y hago  un lio a las vendas que ahora reposan sobre las palmas, las dejo en una mesilla que no queda muy lejos de la puerta, y que alcanzo con la mano.

- Por supuesto, pasa.

Observo con la mirada como caminas entrando a la habitación, y te ofrezco con la mano una silla algo vieja pero que aún aguanta y que queda justo enfrente de la cama, pasado el saco que pende del techo y que todavía no ha encontrado la forma de pararse.

Tranquilamente me siento enfrente tuya, en la cama medio hecha, metiendo una pierna por debajo de mi otra pierna y tomando una posición comoda para mí.

- ¿Qué ocurre?

-Sin embargo…una vez liberada del mal que la aflige, una vez destruida la Esmeralda que nos traiciono, a la que odiamos desde lo más profundo de nuestra alma…entonces, solo entonces mi alma se llenaría de gozo al recibir de nuevo a nuestra hermana perdida

Dejo que Semjet se marche si quiere, no me encuentro con ganas de nada, solo me apetece destrozar el saco y luego encerrarme en la oscuridad para practicar con el arma. Me quedare quieta alli esperando mientras practico, este maldito combate, la maldita discusion con....Esmeralda por que narices tuviste que hacerlo es como si tuvieras que llevar la contraria a todo el mundo.

Entro y mi mirada te agradece el poder compartir este momento. Mis labios ofrecen una sonrisa triste, inacabada, y tomo asiento frotándome las manos, deseando hallar el modo correcto de decir las cosas, de tomar una decisión, de... de pedirte ayuda.

Me apoyo en la silla, mirándote, con las manos entre las piernas abiertas, sin dejar de dar vueltas con mis dedos, de entretejer los pensamientos con los gestos.

Cita:

Alzo el rostro teñido con una extraña sensación... ¿Vergüenza?

- Ayer cometí un terrible error, Mariela.

Mis manos acuden a mis rodillas, con tensión, luchando por no apretar los dedos contra el cuero de mi pantalón.

- Ahora creo que tal vez sea tarde para corregirlo...

Mis ojos te buscan, de nuevo húmedos y rojizos.

- Nunca he tenido que pedir perdón, hasta ahora.

Cuando oigo a mi hermano contestar siento y veo mi error en sus palabras. Yo he creado ésto... Sólo yo y mi sangre, embravecida. Ha sido un error.

Un error mío, una falta de visión y compromiso. Debe ser hoy, ahora, cuando haga frente a mis problemas y a mi falta de juicio. La verdad nos hará libres, nos permitirá renunciar al odio.

He de ser sincero... Conmigo y con los míos.

Mis manos se tensan y mi voz se alza llena de dignidad y... y culpa. No me escondo en una voz rota o trémula, hablo claro y conciso.

Cita:

- Esmeralda no es una traidora. Han sido mis actos la que la han empujado a abandonar. Mi falta de entendimiento, mi escasa comprensión... Hermano, no actúe con claridad. Mis hechos estaban teñidos de una ira nueva, desconocida...

Mi mirada busca la tuya, con un misterio prendido.

- Mis sentimientos por Sejmet nublaron mi juicio... Dominic. Y ahora lo veo, y me arrepiento. Esmeralda es una de los nuestros, y yo la he echado. Fueron mis gritos en la habitación, mis amenazas, las que han hecho que renuncie.

Después de contarlo por fin, mi mirada baja y mi voz pierde fuerza.

- Deseo hablar con todos vosotros, y con ella. Deseo dejar el cargo, y que ella regrese, Dominic. No soy un buen líder... Y ella no es una traidora. Es nuestra Sacerdote y nuestra hermana, incomprendida. Será mi sangre compartida la que salde la deuda que anoche contrajimos.

Rozo la empuñadura del cuchillo que pende de mi pantalón... El mío, el que aún no ha probado mi sangre.

- ¿Me apoyarás, hermano? Necesito tu ayuda para hallar la redención que ansío.

La confusión que demuestra el rostro de Hamza hace que por un momento yo también esté confundida, esperando que las palabras fluyan y se rompa el hielo de una situación algo incomoda, parece que Hamza no ha hecho cosas como estas demasiado a menudo.

Saco la pierna de debajo de la otra, de repente la posición ha empezado a resultarme no tan comoda, me froto un poco el tobillo intentando mitigar el dolor de la posición.

Cita:

Mis ojos se abren al escuchar la confesión de Hamza, se estaba confensando ante mi. Buscando compresión y un perdón que yo no podía ofrecerle, yo no era Esmeralda ni tampoco su conciencia.

Pero al menos intentaría calmar un poco su sufrimiento con unas palabras, a veces ayudar a otros se me podía dar bien.

Me levanto y me acerco a el, apoyando mi mano algo magullada de los golpes aún sobre su hombro, buscando que esa actitud puramente humana calara dentro de él para acompañarla con mis palabras.

- Hamza, todos en algún momento nos volvemos esclavos de nuestras pasiones. Hasta un ser humano puede descontrolarse en un momento de tensión extrema como el que hemos vivido imaginate nosotros que tenemos algo que tira de nosotros en nuestro interior, que lucha por liberarse constantemente y que solo podemos controlar robando vida y vida... Esmeralda no está exenta de culpa, su actitud no fue para nada conciliadora, buscó la cizaña en la conversación y la humillación de la manada por sus redecillas internas. No debes castigarte por tú actitud, todos perdimos los nervios en esa conversación y cada uno lo sacó hacia afuera como pudo.

La mesa aún estará rajada de mi golpe...

- Piensa en ello, sopesa el porque y el desenlace. Y si aún así sigues pensando así... no todo se basa en principios, a veces es necesario reprimirlos o saltartelos para seguir adelante.

Escucho las palabras de mi hermano, por un instante me devuelven sentimientos que creí olvidados, choca contra mi alma rompiéndola en mil pedazos.