Nicarius no podía dar crédito a aquello. ¿El Hermano de Batalla que esperaba encontrar? Abrió la boca para decir algo pero no llegó a pronunciar palabra. Luego lo intentó de nuevo, con tono dubitativo:
- Entonces creo que me lleváis ventaja señor, pues no he tenido visión alguna que me guiase... Salvo que se trate de alguien a quien debo conocer, cosa que me parecería excesivamente casual para ser cierta.- concluyó sin bajar el arma.
Aunque veo el nombre debajo del avatar del otro mi PJ no conoce personalmente al interfecto y sinceramente no cree que sea él ;)
El monje se puso de pie haciendo gala de una tremenda resistencia. La herida de la pierna no era ligera y sangraba abundantemente pero el monje no parecía darle importancia.
—Tenemos una misión. El padre Malakias me habló de ti. Tu parte era entregarme algo en Madoc pero las cosas se torcieron. Creí haber fallado mi misión.
El monje interrumpió sus palabras para autoculparse pero pronto su gesto volvió a cambiar para dirigirse al grupo.
—Traté de expiar mi culpa y fue ahí cuando me cogieron. Ellos quieren la llave pero no han conseguido quitármela. Me atraparon aquí pero no han conseguido quitarme la llave.
El monje rebuscó bajo su túnica y finalmente sacó un símbolo que mostró a todos.
—Esta llave, novicio, abre el objeto que Malakias te dio para mí. Creí haber errado mi misión cayendo atrapado en esta nave pero el Pancreator mi habló de ti y entonces volví a creer en mi misión. Creo que tu presencia aquí no es casual, Nicarius. Creo que todos formamos parte del mismo juego.
El nombre está debajo del avatar, es cierto, pero el hombre no se ha presentado aún. Entiendo que somos mayorcitos, ¿verdad? XD
Sois buenos jugadores y estoy seguro que evitaréis el metarol ;)
Comprobó que no pasaba nada, y que el resto ya habían bajado por la escalerilla. Y estaban hablando con el monje. Bueno, entonces si hablaban, no pelearían. Suponía.
Bajó los cinco pisos mientras seguían hablando, ¿qué hacía otro monje, además herido, en esta nave? Si hasta hacía poco no había soporte vital, ¿cómo había sobrevivido ese monje? Se subió la mano al pelo y lo echó atrás, pero volvió a caer hacia delante, cubriendo a medias su ojo.
Quizás pudiera tener respuestas en el objeto. Pero no quería quedarse sola.
El Cara Gris, con una expresión adusta congelada en su semblante (como era habitual en él, por otra parte), comenzó el largo descenso hacia el piso donde se encontraban los religiosos. Malo era estar en esa situación, pero peor todavía podía ser dejarse llevar por lo que una congregación religiosa pudiera decidir que hiciéramos. Y si algo había aprendido en sus años de tratos económicos es que los más fieles seguidores del Pancreator eran inflexibles e irracionales. No podía permitir que le dejaran de lado en las decisiones, así que su paso fue firme y decidido, más bien rápido, adelantando a varios de sus compañeros por las escaleras.
-¿Y bien? -inquirió al llegar junto a los monjes.
Me he perdido la parte en que la gente se quitaba el casco, ¿alguien me lo cuenta?
Nicarius no podía dar crédito a todo aquello. De repente su misión se veía entremezclada con todos aquellos extraños sucesos. Los caminos del Pancreator eran inescrutables... y en aquel caso totalmente sorprendentes.
Rebuscó entre los pliegues de su túnica y sacó una pequeña caja de madera, insignificante, sellada. Miró un momento la caja y luego al Hermano de Batalla:
- ¿Quiénes son ellos?- preguntó sosteniendo todavía la caja entre sus manos - ¿Y por qué quieren el contenido de esta caja?
No recuerdo si el soporte vital estuvo siempre operativo o si nosotros decidimos no quitarnos los cascos por precaución. De hecho yo llevo el mío puesto por el momento.
El monje agachó la cabeza para saludar al magistrado.
—Me presentaré —dijo terminando el gesto de saludo—. Mi nombre es Limper Semperius, de la orden de los Hermanos de Batalla.
Se había presentado en voz alta para que todos le escucharan según se acercaban a la conversación. Acto seguido se volvió al novicio Eskatónico para procurarle respuestas.
—No se quienes son ellos y creo que no muchos de los que trabajan para ellos lo sepan. Probablemente alienígenas, por lo que puedo concluir del asunto que se traen entre manos. Realmente, novicio, no quieren el contenido de esa caja, sino de esa otra —dijo señalando la estatua que el grupo había visto por las pantallas—. El contenido de esa caja abre la estatua y, sea lo que sea lo que ésta oculta, tiene que ser devuelto a mi orden.
El monje se detuvo y miró a su alrededor.
—Andar con cuidado, las paredes oyen. Este lugar esta plagado de tecnología alienígena. Pueden espiarnos desde cualquier lado gracias a esos diabólicos aparatos. Nos los ponen delante de las narices para que los usemos, no caigáis en su trampa a no ser que sea estrictamente necesario —dijo mientras miraba la caída máquina pensante que estaba utilizando cuando el grupo le encontró.
- Cajas dentro de cajas...- masculló Nicarius - Eh... Pues creo que si los 'otros' saben lo que estamos haciendo quizás deberíamos apresurarnos a sacar el contenido de la estatua ¿no cree Hermano Semperius?
El novicio le tendió la caja a Limper mientras miraba la estatua con algo más de atención. Lo que estaba sucediendo allí se escapaba de su entendimiento, pero su misión era tajante: debía entregarle la caja a Limper Semperius, y eso acababa de hacer. Ahora sólo faltaba salir vivos de aquella nave alienígena.
La gruesa mano de Ilias detuvo a Nicarius.
- Un momento, no tan deprisa - Dijo con tono despectivo.
- Hay muchas formas de vida en este universo ... y algunas son cambiaformas - Añadió luego con una mirada furibunda.
- ¿Como sabemos que no nos intenta engañar? ¿Que no quiere tu caja y luego traicionarnos? -
Aparto al Eskatonico hacia atrás.
- Las cosas no son tan fáciles ... ¿O es que pensáis confiar en el primero que pase después de comprobar que las maquinas pensantes nos engañaban? -
-En este momento unas simples credenciales servirían para acabar con la desconfianza, ¿verdad? Papeles, todo el mundo los odia, pero son taaaan útiles -apuntó el magistrado en un tono tan cargado de sarcasmo que parecía que si se mordiera la lengua en ese momento padecería sólo unos momentos de agonía antes de morir envenenado. Y mientras tanto sus ojos estaban clavados en la máquina pensante tratando de averiguar algo más de lo que allí estaba sucendiendo.
Nicarius miró al avestita. Esos mismos pensamientos habían pasado antes por su cabeza, pero no había tardado en desecharlos.
- Ya... Podría ser un cambiaformas pero ¿y cómo me conoce? Es más: ¿cómo sabe mi misión? No tengo manera de comprobar su identidad pero si no es quien debe ser no tendrá la llave. A veces hay que hacer un acto de fe.
Diciendo esto aparta la mano del avestita con un gesto suave pero decidido y tiende la caja al Hermano de Batalla.
Terminó de bajar las escaleras y vió cómo el monje eskatónico hablaba con el otro sobre la estatua esa otra vez.
-¿Y qué tiene esa estatua de especial?
Su tono bajo apenas debería haber sido escuchado, pero la voz reverberó en el amplísimo espacio de carga. Tanto que miró a su alrededor pensando que debería haberlo susurrado. La verdar es que como ella no confiaba en nadie, la reacción del avestita le pareció de lo más sensato. Sobretodo teniendo en cuenta que estaban en una nave alienígena. En la que pasaban demasiadas cosas raras.
El novicio Eskatónico retiró la mano del Avestita suavemente. Tras las palabras volvió a alargar la mano para ofrecer la pequeña caja a Limper.
Otra mano interrumpió el ofrecimiento de Nicarius cuando estaba cerca de su objetivo.
—Muy sagaz, novicio —dijo la voz del capitán Moss dirigiéndose a Ilias—. Lástima que su sospecha fuera mal dirigida.
El ruido de múltiples armas al alzarse aumentado por el eco de la gran cámara alertó al grupo. Detrás de ellos el piloto les apuntaba firmemente y a lo largo de toda la escalera cuatro hombres más apuntaban al grupo.
—No ha sido tan difícil, sólo cierta paciencia. Por favor... ¿Nicarius?... yo me encargaré de guardarlo a partir de ahora. Y vosotros —dijo dirigiéndose al resto del grupo—. Mi querido Grant les acompañará a sus habitaciones.
Las palabras del capitán Moss resultaron socarronas y cargadas de ironía.
—Y... no intenten nada. Recuerden que las paredes pueden vigilarles.
Una histérica sonrisa acompañó las palabras del supuesto capitán mientras volvía la mirada al Hermano de Batalla.
—Muchas gracias por su ayuda... padre —dijo haciendo una burlesca reverencia.
Mantenía la mano sobre la de Nicarius esperando la decisión del novicio.
—¿Ha tomado ya una decisión? —preguntó.
La mirada de Limper Semperius estaba cargada de ira. Quizá una ira generada contra si mismo. La mirada transmitía odio, un terrible odio hacia la persona que tenía delante, hacia este tal Jacob Moss que había traído hasta aquí al grupo.
—Lo pagarás —dijo simplemente.
Uno a uno fue mirando a todos los miembros del grupo, quizá pidiendo perdón por la encerrona.
-Muchos "efectos especiales" para que todo sea un montaje. Entiendo que todavía tenemos un peligro real, ¿o acaso la nave que nos perseguía formaba también parte de la escenografía? Hubiera sido mucho más barato simplemente contratar unos cuantos matones o envenenarnos la comida. Lo que me hace pensar: ¿Ahora qué? ¿Ha pensado en qué hará con nosotros? ¿Tal vez pudiéramos serles útil en alguna tarea? O suponerle algunos beneficios bien comercializados ante algún representante de la Asamblea. Desde luego yo soy buen contable y no dudo que esta traición debe haberle reportado cuantiosos beneficios...
¿Rastrero? ¿Pragmático? Había muchas palabras que podrían encajar con su comportamiento en estos momentos, pero una cosa estaba bien clara, Ulrich no había perdido la calma y era, ante todo, un hombre de pensamiento frío.
El imponente cuerpo de Ilias se giró lentamente, casi parecía tiritar ... ¿Quizá el ruido de las armas lo había acobardado? Su mirada, cargada de furia, parecia demostrar lo contrario ... con una tremenda vena hinchada en la frente y los dientes apretados fuertemente.
Hacia los imposibles para mantener su bestia interna en sus cauces.
Varias armas lo apuntaban y cualquier movimiento podría ocasionar la muerte de sus compañeros, tenia que frenarse ... pero la traición ... la sangre le empezaba a nublar la vista rápidamente y un instinto primal empezaba a llenar su mente.
El Pancreator - Pensó Ilias. - El Pancreator no aprobaría sus muertes, debes calmarte.
Entrecerró los ojos, clavándolos acusadoramente en el capitán. Relajó ligeramente los músculos.
- Reza por tu alma Jacob, pues conocerás horrores que la desgarrarán por culpa de tus pecados. - Terminó profetizando el Avestita.
Nicarius miró sorprendido al capitán. Luego a los otros. En su otra mano sostenía todavía el laser pero, al igual que el avestita, sabía que sería una locura intentar nada. Y él además no era un guerrero. En realidad estaba aterrado, tanto que era incapaz de expresarlo. Quizás por eso pareció calmado cuando le tendió la caja a Jacob:
- Supongo que no tenemos elección... Pero el que pierde el camino de la Luz no encuentra más que Sombras a su alrededor, los justos siempre verán la Esperanza brillar con fuerza. Lo dijo el Profeta en el Salmo de la Resurrección. No he sido un guardián digno de lo que quiera que contiene esta caja, pero el Pancreator a veces escoge caminos extraños para expresar su voluntad.
Vive para ver otro día. Era un viejo lema que su tío, que había servido como escudero del Caballero de la Búsqueda Geoffrey Antoine Hawkwood, solía decir que repetía el famoso caballero. Nicarius quería vivir otro día, quería ver brillar la Esperanza.
-Hijo de... - no terminó el susurro, tampoco valía la pena.
Daynee seguía sin entender demasiado. Pero esto si lo entendía. Demasiado bien. Y no le gustaba. No por la caja. No por la estatua. Sino porque ella no debería estar aquí, sino aterrizando en algún planeta y empezando una nueva vida.
Si no hubiera estado tan sorprendida, quizás hubiera hecho igual que el magistrado. No sería la primera vez que hacía algo así para salir de alguna situación comprometida. Pero esta vez. Esta vez estaba totalmente descolocada. ¿De verdad se estaban moviendo? ¿El ataque había sido real? Movió la cabeza. Negando. Sería mejor esperar a que les llevaran a las habitaciones, y luego allí intentar escapar. Tampoco sería la primera vez que tenia que hacerlo. Aunque esta vez no sería en un planeta, donde siempre era fácil encontrar escondrijos.
Y lo peor de todo es que debería haberse dado cuenta antes. ¿Qué decía Kfinn? ¡Ah! Si, que las traiciones llegan desde donde menos te lo esperas. Por eso trabajaba solo. Y por eso ella también lo hacía.
El piloto, Grant Levon, levantó el rifle y lo apuntó directamente a la sien del magistrado.
—No hay más preguntas magistrado —le dijo susurrante.
Con el arma les indicó el camino a las escaleras.
—Moveos —ordenó—. Y tú, novicio, ayuda al padre.
Dijo dirigiéndose a Nicarius. Los hombres que esperaban en la escalera mantenían la posición apuntando a cada uno de los miembros del grupo.
Limper se apoyó sobre el hombro de Nicarius y avanzó junto a él hasta la escalera.
Seguimos en: Capítulo 3: Recluidos