El origen del fluido era desconocido pero todas las investigaciones apuntaban a un origen alienígena. Un extraño noble compró una estatua con una muestra del fluido pero no por las propiedades por las que más tarde se interesarían los escatónicos, si no por las capacidad del fluido de participar activamente en el avance científico de su casa, los Hazat.
Cuando los escatónicos se enteraron de que el fluido podía atacar activamente la carne corrompida vieron el fluido como un perfecto aliado en Estigma. Si conseguían reproducir la mezcla y fabricarlo a gran escala podrían utilizarlo como arma contra la infección simbionte. Es por eso que mandaron a su agente Kfinn para robar la estatua. Kfinn había hecho antes algún trabajo antes para los escatónicos, era su hombre de confianza pero no estaba dentro de la orden. Eso era perfecto para esa labor, ni siquiera tenía que saber lo que contenía la estatua. Pero Kfinn no contaba con que el transporte de la estatua había sido confiado a un grupo bien organizado: la corporación Marxant. Éstos habían sido bien pagados para que la estatua llegara a su destino y volviera a manos de su comprador y naturalmente defendieron su negocio.
El movimiento de Kfinn obligó a mover ficha rápidamente a Marxant y encargaron el transporte oculto de la estatua a uno de sus miembros: Ulrich Cestmir. De alguna manera el transporte de la estatua no fue todo lo bien que Cestmir había planeado. La nave fue atraída a la gigantesco cementerio espacial de naves. La tripulación de la Persius Omega fue suplantada por cierta fuerza alienigena y eso fue lo que les llevó a la gigantesca nave. Los movimientos del grupo fueron suficientemente rápidos y gracias a la rápida actuación de Limper Semperius consiguieron sacar el fluido de la nave alienígena.
Limper Semperius era el agente los escatónicos habían enviado tras el descubrimiento que Kfinn había hecho en el intento de recuperar el fluido. Era un agente leal y gracias a él el grupo pudo salir de la nave.
Mortinus había sido comprado por Marxant. En un principio trabajaba con los escatónicos pero la corporación había hecho su trabajo con Mortinus. El doble juego del sacerdote fue bien hasta que tuvo que entregar al grupo al grupo. Sin quererlo Cestmir se vio envuelto en los juegos de su corporación. Intentaron avisarle pero Siverus Tyoder, consideró que era demasiado riesgo.
Ahora el grupo tenía el fluido en su poder y podían decidir su próximo movimiento... ¿qué harían?
El grupo salió de aquel lugar apresuradamente. Delante de ellos, siguiendo el ritmo que Ilias marcaba, caminaba el sacerdote Mortinus.
Una vez en las cercanías de la nave Mortinus sabía que era la hora de las explicaciones. Las amenazas de Ilias hicieron derrumbarse al sacerdote que les explicó su parte en el doble juego y su implicación con Marxant.
—Debéis acabar conmigo... es lo que el Pancreator desea de mi —dijo afligido el traidor.
Bueno, os dejo esto abierto para que decidáis que queréis hacer con el sacerdote y con el fluido. Una vez tomada la decisión narraré el final.
Gracias por la infinita paciencia... una vez más.
- No podría estar más de acuerdo.
La mirada del joven Nicarius no traslucía ningún tipo de piedad. Durante toda aquella epopeya había ido de un sitio a otro arrastrado por los acontecimientos pero poco a poco iba comprendiendo que los hombres como él y sus acompañantes no eran más que meros peones de fuerzas superiores.
Quizás el más sorprendido al escuchar el sonido del blaster fue él mismo, pero si así era el rostro de Nicarius no lo dejó traslucir. Vio caer al traidor atravesado por su disparo en el pecho. Sospechaba que si él no se hubiera dado prisa en dispara Illias se habría encargado del asunto. Pero en su fuero interno el novicio sintió su rabia compensada por aquel acto. No, el avestita ya había disfrutado de su buena cantidad de venganza, ahora le tocaba al eskatónico. No sentía pesar por sus actos. En el fondo comprendía que a veces el Pancreator necesitaba una mano firme que defendiese la justicia divina.
- Llevaremos el fluido con los de mi orden.- intentaba que su voz sonase más firme, pero pese a todo el chico comprendía que era el más débil del grupo - Ellos darán buen uso de él en Estigma.
Su mirada se fijó en la de Illas. Si de alguien esperaba algún tipo de apoyo era del otro sacerdote.
Ilias observó como Mortinus era ejecutado, contemplo al cuerpo inerte unos segundos meditativo.
-Que el Pancreator cuide de tu alma.- Murmuró antes de dejar el tema por zanjado.
Asintió a las palabras del Eskatonico sobre el destino del preciado fluido. Esperaba que la orden realmente fuera capaz de realizar una cura en Estigma, pero temía que no lo convirtieran en una arma sin mas. Eso seria una desgracia.
Recordó brevemente las tierras de Estigma y no pudo evitar toser un poco, quizá como acto reflejo de las heridas del pasado.
Si bien Ilias comprendía la necesidad de utilizar le vial para erradicar la simbiosis y los horrores que se sucedían en Estigma, aún albergaba dudas sobre su utilidad final.
Poco a poco el mismo entendía que su estatus no podía ser curado. El Ilias de ahora no era el de hace unos años estudiando en el claustro Avestita.
¿Era el realmente un monstruo?
¿Acaso no había luchando junto a los demás por la gloria del Pancreator? ¿Acaso no había demostrado tener moral, sentimientos, comprensión?
Podía imaginar a los demás simbiontes en Estigma, sintiéndose amenazados por la guerra, luchando por su supervivencia que era observada con horror y repulsión. Había manzanas podridas, simbiontes con afanes bélicos y ganas de conquista, pero también los había mas pacíficos.
Esa guerra ... solo servia para dar la razón a los primeros. Ese vial, seria el catalizador de algo horrible.
Es por eso, que de camino al espacio y a su destino, Ilias comprendió que no quería "curarse", que no quería participar en otro genocidio sin sentido y que el vial ... tenia que desaparecer. No quería daño a Nicarius, aunque no tenia el mismo apego por el cara gris o Daynee.
Si el tiempo se lo permitía, le contaría al Eskatonico la verdad. Su origen, sus motivos. Le daría la oportunidad de elegir ... dejar que Ilias se marchara con el vial o recibir el mismo destino que Mortinus a la mano de Nicarius.
No pudo evitar sonreír con tristeza.
- Bien.
Todo había concluido para el magistrado. Con el contratante muerto el fluido podía pasar a otras manos sin violar el espíritu del contrato, aunque era más que probable que la casa Hazat mantuviera que conservaban el derecho al vial. Le preocupaba más la postura que adoptara la corporación Marxant con respecto a su eficiencia y al papel que había representado en los hechos que llevaran a la muerte del perceptor Hazat, ya que para apaciguar a la casa nobiliaria de éste podían emplearle como satisfacción. Debería jugar la baza del traidor Mortinus y el pobre papel de Tyoder ante la magistratura, por lo que si el vial acababa obrando en manos de la Orden Eskatónica sus alegaciones quedarían reforzadas.
- De las tres facciones interesadas en el fluido el Hazat está muerto y los alienígenas no resultan un cliente adecuado. Es apropiado que acabe en manos de vuestra Orden. Deberíais contactar con miembros fiables de ella cuanto antes. Estoy deseando apartarme del camino de esa infame substancia; en mi vida he pasado por tribulaciones como las que me ha acarreado esta ponzoña. Si vosotros - añadió dirigiéndose a ambos clérigos - sois de la misma opinión, me atrevería a sugeriros que recomendéis a la orden que efectúe un pago como compensación simbólica a la compañía Marxant. Independientemente de lo que vosotros y vuestra orden veáis justo, eso contendría las represalias que se tomarán en nuestra contra por parte de los Hazat y de la corporación.
Minimizar las repercusiones negativas de un fracaso, ¿a esto se reducía una carrera de éxitos? Al menos no quedaría interrumpida por una incómoda ejecución y podría remontarse en el futuro.
¿Y ahora qué?
Había escuchado todas las explicaciones, sus manos se habían cerrado en puños con ira, pero no era una asesina, no lo era, ni siquiera cuando el sacerdote traidor confirmó sus sospechas, esas que le habían estado rondando desde hacía rato, había intentado salvarlo, ¿pero de qué? ¿para qué? Había querido conocer la verdad, el motivo por el cual Kfinn había muerto, el motivo por el cual había tenido que abandonar toda su vida.
Ya no había vuelta atrás, lo sabía demasiado bien, solamente podía seguir yendo hacia delante.
El disparo del novicio rompió sus pensamientos, realmente no fue una sorpresa, se lo merecía, por llevar a la muerte a tanta gente por ese maldito líquido, o tal vez bendito. Daynee no era demasiado creyente, no iba a empezar a serlo en ese momento, aún así sabía que el joven tenía razón, llevar el vial a donde hiciera falta realmente, donde su padre hubiera querido que fuera llevado.
Apoyó la mano en el estoque que de nuevo estaba colgado en su cintura, suspiró suavemente antes de acercarse al novicio.
-Te acompañaré.
Lo que no dijo en voz alta era que tal vez la orden podría darle algún trabajo como hizo con su padre, tal vez podría empezar una nueva vida, tal vez no la encontraran los que la buscaban en su planeta natal.
Tal vez.
Daynee, Ilias y Nicarius emprendieron el viaje con el vial. Sólo contemplar el insignificante líquido amarillo evocaba una inmensa amargura en el joven novicio eskatónico. Se sentía fuera de lugar, como si el tuviera que cargar demasiado peso para su reciente estado de iniciación. A su lado Ilias caminaba callado, siempre con su túnica cubriendo su rostro, rumiando momentos sin compartir nada con nadie.
Pocas palabras cruzaron durante el viaje y un inmenso tedio se apoderó del grupo, pero ya casi todo había acabado. Frente a ellos estaba el final del viaje, la decisión que podría o no cambiar las cosas.
Nicarius tomó aire y se dispuso a avanzar. Tan sólo tenía que hablar con un superior en la orden y olvidarse del problema. Que la orden decidiera cual sería el siguiente paso. Estaba dispuesto.
Ilias se mantuvo quieto un instante, pensativo, incluso más que habitualmente. Su cabeza daba vueltas; él también tenía que tomar una decisión y el tiempo se acababa.
Daynee observaba a los religiosos. Hasta ese momento se había dejado llevar por ellos esperando su oportunidad, una oportunidad que la hiciera seguir los pasos de su padre, para bien o para mal.
Ulrich emprendió su camino de vuelta. Sabía que las cosas no iban a ser fácil, que los hechos serían marcados como un estigma en su carrera. Pero sabía que nada había acabado, había muchos negocios por abrir y mucho dinero que ganar. Eso era algo que los magistrados llevaban codificado en su genética.
Ilias, te dejo un instante para que intervengas, si lo deseas.
Ilias no parecía encontrarse muy bien ese día, la tos lo sobrevenía demasiado frecuentemente. La mente jugaba malas pasadas y quizá eran sus demonios interiores queriendo aflorar.
Su pesada mano se puso en el hombro del Eskatonico.
-Nicarius, tenemos que hablar- Anunció con voz pesumbrosa.
Se apartaron hacia un lugar privado, donde el Avestita permaneció silencioso durante un breve tiempo.
-Las cosas nunca son fáciles, eh?- Dijo en un ademan de tristeza después de toser y tragar saliva violentamente.
-No ... no puedo dejar que entregues ese vial Nicarius. No puedo cargar con lo que significa, con los que van a morir. Con el genocidio que implica la construcción de algo que ... mate ... a la simbiosis.- Su voz era tenue pero decidida.
-Ese vial destruirá a todos por igual ... buenos y malos ... no todos los simbiontes son seres despiadados.- Las manos del avestita se levantaron hacia su capucha y la retiraron lentamente.
Su rostro empezó a cambiar, hileros de ojos salieron al lado de una cabeza que se deformaba y crujía mientras el pelo se convertía en pinchos y donde antes había una boca, ahora solo residía un amasijo de tentáculos.
Su forma general cambiaba, se removía mientras los huesos humanos crujían y se dislocaban, mientras adquiría una posición medio agachada pero imponente, mientras sus garras crecían y todo su cuerpo era cubierto por un caparazón grueso y resistente.
La nueva forma simbionte del avestita permaneció en silencio unos segundos, saboreando por fin la libertad de su forma, volver a sentir el mundo a través del tejido vivo, de ver a todos los seres a su alrededor como las formas de energía que eran ... de ver el mundo con sus verdaderos ojos.
Su tos había terminado por completo.
-No todos los simbiontes son maquinas de guerras, los hay pacíficos, con sus propios miedos y demonios ... que solo escapan para conseguir un momento de paz en un mundo que parece haberse vuelto loco.-
Ilias se arrodilló ante Nicarius.
-Llevo pensando en ello desde que conocí el destino del vial ... siempre he repudiado mi origen, mi forma, pero entiendo que ya no soy el antiguo Avestita que quemaba a culpables e inocentes por igual.-
-El vial no me curaría ... me mataría-
Su voz se volvía lenta, meticulosa.
-No puedo dejar que entregues el vial ... pero no soy capaz de hacerte nada. La decisión reside en ti Nicarius, como cuando tuviste la vida de Mortinus en la yema de tus dedos.-
-Mi vida o el vial.-
Nicarius contempló horrorizado la transformación de Illias. ¡Era un demonio! ¡Un infectado! Un peligro inconmensurable para la humanidad. Desde pequeño había crecido aleccionado por el odio y el temor a los simbiontes, aquellos seres capaces de pervertir la humanidad del Pancreator para transformarla en horrores como aquel que ahora se postraba a sus pies.
El joven sacerdote estaba sobrepasado por los acontecimientos. Todo se derrumbaba a su alrededor: su vida, sus creencias, su fe... ¡y ahora aquello! ¡El suero! ¡Era su única salvación! El arma que destruiría definitivamente a los simbiontes.
Abrió el frasco. Y derramó el líquido en el suelo, lejos del transformado avestita. Contempló como cada preciada gota de aquella extraña solución se mezclaba con el suelo de tierra. Tanta sangre derramada a su paso y ahora no se obtendría más que un puñado de mojado barro.
- Todo lo que sabía era mentira.- dijo el avestita - He perdido la Luz que el Pancreator entregó a mi orden, pero quizás pueda encontrar la llama en nuevos lugares.
Lanzó el vial vacío lejos. Luego apoyó una mano en el hombro del avestita. Le costó contener el miedo primal que este pequeño gesto despertaba en su cerebro aleccionado.
- Quiero saber. Quiero saber la verdad. O al menos la otra verdad. Cuando mi vida estuvo en peligro la salvaste, cuando mi fe falló estabas a mi lado. Me da igual que seas hombre o simbionte. Creo en tus palabras. Ahora debo escuchar la voz de los demás. Llévame con los tuyos con la promesa de que no seré... infectado... y quizás haya una oportunidad de solucionar esto sin que deba derramarse la sangre de ninguna raza.
El que hablaba ya no era el joven novicio Nicarius. Su alma inocente se había perdido en aquel extraño periplo. Ahora era un hombre decidido a descubrir la luz que se oculta en las sombras.
Los planes del Pancreator resultaban siempre inexcrutables...
Desde la lejanía Daynee vio como Ilias se arrodillaba frente a Nicarius. Había visto como Ilias se retiraba la capucha de la túnica pero no pudo ver su rostro. Poco después Nicarius derramó el liquido que contenía el vial junto a él y puso una mano sobre el hombro del avestita.
Es todo cuanto Daynee alcanzó a ver. Un instante después los dos hombres se alejaron y Daynee comprendió que el joven Nicarius había encontrado por fin un motivo a su fe.
Quizá Ilias tuviera razón y el vial era una manera de justificar el genocidio. O quizá los Hazat tenían razón y Nicarius había evitado el despliegue científico de la casa. Nunca lo supieron.
-- FUNDIDO EN NEGRO --