Dejó en su mano el vaso, pero en cuanto perdió la atención del letrado supo que sólo había sido algo relacionado con la educación, dirigirse a ella, en cuanto supo que era una guardaespaldas, dejó de hacerlo. No es que le fuera del todo mal eso. Se apartó un poco y dejó la bebida, apenas sin probarla, en una de las mesitas del despacho.
Pero esa insistencia en que se olvide del asunto, aunque estén en el planeta equivocado, le hizo pensar diafanamente que muchos magistrados estaban interesados en ella. ¿Cuántos de ellos conocían su secreto? Cestmir no iba a revelarlo, ninguno de ellos lo haría. ¿Pero hasta dónde se podían apretar las tuercas para que finalmente dijera algo? ¿Cuánto estaba dispuesto a ganar para hacerlo? Ella no lo sabía, tampoco sabía si ella misma lo haría.
De momento tenían ese as en la manga. ¿Cuánto les duraría?
-Verá, señor Tyoder, se que en esa estatua hay algo muy valioso. Usted también lo sabe o no insistiría en que me callara. Y no me salga con que estoy paranoico. No es que me moleste que intenten acabar con mi vida, sino que me intenten engañar. Además, todos nos volvemos bastante paranoicos cuando comienzan a barajarse números con muchas cifras, ¿verdad? ¿Quiere participar de una pequeña parte de los beneficios? Infórmeme. Soy todo oidos.
Bocazas -pensó Ulrich en el mismo momento en que esas palabras salieron de su boca- acabas de utilizar casi todos tus ases de una vez, ¿es que no has aprendido nada?
El letrado carcajeo fuertemente tras las palabras del magistrado.
—Buen intento señor Cestmir. Muy buen intento pero las plazas ya están cubiertas. Se le ha contratado por un trabajo y se le va a pagar por ello. El resto no es asunto suyo.
El gesto del letrado Tyoder se endureció por momentos.
—Hágame caso, déjese de niñerías y vamos a cerrar esto de una vez.
—Dígame, ¿me contrataron porque pensaban que era poco inteligente o suficientemente fiel? Es para sentirme ofendido, o no. En cualquier caso, resulta que por avatares del destino no sólo he sobrevivido, sino que además estoy en posesión de la estatua. Si la quieren, póngase en contacto conmigo, si no, seguro que hay otros compradores. El contrato no era justo y es perfectamente recurrible. Pueden intentar acabar conmigo, pero además de salirles más caro de lo que piensan, no encontrarán la estatua y, lo que es más importante, su contenido. Desagradables sabemos ser todos, señor Tyoder, no hace falta tratar a nadie de niño. Cuando quieran pactar una cantidad, háganmelo saber.
Dicho esto, el largo magistrado se levantó y se dirigió hacia la puerta sin titubeo alguno.
Miró de reojo al letrado y se encogió ligeramente de hombros. Bueno, por un momento había pensado que había enseñado toda la mano, pero no, se dirige a la puerta, bien, Daynee le sigue, sin volver de nuevo su mirada, pero a la vez esperando que les frene.
Ya había visto hacer esas cosas otras veces, sabía cómo funcionaban. Esto le demostraría que Cestmir iba en serio, y que no conseguiría la estatua, ni su contenido a no ser uqe fuera más... ¿generoso?
El letrado no paraba de reír a carcajadas y volvió a tomar asiento en su sillón.
—¿Hasta donde cree que llegará Cestmir? ¿De verdad cree que no le encontraremos?
Tyoder dio un largo trago hasta acabar su bebida y mantuvo la mirada sobre el magistrado esperando su reacción.
—¿Usted me amenaza? Le recuerdo que hace muy poco han tratado de acabar con mi vida y, contra todo pronóstico, he sobrevivido. ¿Cuánto tiempo tardarán en encontrarlo a usted cuando vean que no cumple? Creo que es usted bastante más localizable que yo... -dejó caer Ulrich de manera sugerente a la vez que siniestra- Vámonos, Daynee, este hombre está tratando de extorsionarnos en vez de hacer tratos con nosotros.
Un negociador duro. Demasiado duro. Se siente demasiado seguro. Nada más sencillo de corregir...
Curiosamente, por primera vez desde que le había conocido, Cestmir la estaba tratando como casi una igual. Más o menos. ¿Sería una baza suficiente para hacer que el letrado evitara que salieran de allí. Iban a comprobarlo en breves instantes. Pero no, no volvería su mirada hacia Tyoder. No lo haría, seguiría esto hasta el final.
Asintió levemente, avanzando un par de pasos más en dirección a la puerta. Donde se encontraba ya Cestmir. ¿Cedería el letrado? Era cuestión de tiempo. Si no, volverían y esperarían, tampoco les quedaba otra.
Una vez más el letrado sonrió. Desde el sillón en el que continuaba sentado pulsó un botón situado encima de la mesa y habló a lo que parecía ser un comunicador.
—Nuestro invitado desea marcharse. Por favor, que alguien le acompañe a la puerta.
Siverus soltó el botón y dirigió la mano al lateral del sillón.
—La diferencia entre usted y yo, señor Cestmir, es que yo si he hecho mi trabajo —dijo mientras sacaba un discreto fusil con el que apuntaba al magistrado.
En ese momento la puerta de entrada se abrió y tres hombres armados entraron a la sala con el arma apuntando a los dos invitados.
—No tiene elección, señor Cestmir. Ahora dígame, ¿dónde esconde la estatua? Si colabora usted cobrará su parte y nos olvidaremos de todo esto; en otro caso... bueno, ya sabe lo que pasará si no colabora, ¿verdad?
—¡Jajajajajaja! -las risotadas del señor Cestmir resonaron en la habitación- Si hubiera hecho su trabajo no me necesitaría. Para cuando pueda sacar algo en claro lo habrá perdido todo, señor Tyoder. Si es eso lo que desea, adelante, no es que me guste el dolor, pero me reconfortaré sabiendo que he destruido su carrera, su vida... Yo y mis colaboradores -remarcó esa palabra- no pedimos un porcentaje elevado, sabemos que no podemos, nos conformamos con sólo una cantidad significativa. Sea razonable, Siverus, está a punto de perder el control y eso es siempre desagradable.
Siverus caminó despacio hacia Ulrich con el discreto fusil en la mano, sin dejar de apuntarle.
—Por supuesto señor Cestmir, ya se lo he dicho. Usted cobrará su parte puesto que ha hecho su parte del trabajo. Sería una lástima no cobrar absolutamente nada por las penurias que ha pasado, ¿no es cierto? Cobrará su parte, claro que sí, incluso su amiga será recompensada. Hoy me siento generoso.
La media sonrisa sarcástica siempre adornaba la cara del abogado. Tras las irónicas palabras su mirada se dirigió a Daynee y caminó lentamente hacia ella. La miraba de arriba a abajo casi pudiera decirse con lástima mientras continuaba dirigiéndose a Ulrich.
—Además, me está pareciendo usted un buen tipo Cestmir. Quien sabe si en adelante podemos volver a hacer negocios usted y yo. ¿Qué me dice, lo toma o lo deja?
Generoso, se sentía generoso. Daynee miró a Cestmir, esperando respuesta, no le gustaba nada el cariz que había tomado el asunto, pero parecía que el letrado iba en serio, mortalmente en serio.
Miró el arma que portaba en la mano, y su entrecejo se frunció ligeramente, apretó un poco más su petate. Sabiendo que su estoque poco podía hacer en contra de esos cuatro matones.
-Deje de mirarme así, señor Tyoder.- No supo de dónde sacó las fuerzas para hablar, pero lo hizo. - No tendría ningún problema en terminar con su vida, aunque después sus... hombres lo hicieran conmigo, ya no podría disfrutar de la estatua. -Sonaba a amenaza, pero otras veces lo había visto hacer, con mayor o menor fortuna, ahora mismo estaban en clara desventaja, y lo sabía, era otor farol, otro de tantos, sólo podía esperar que funcionara.
Miró de reojo a Cestmir, como pidiendo permiso para actuar. Rogando internamente que cediera, al fin y al cabo el vial ya no estaba dentro de ella.
-Le indico por su bien que cese en su tono condescendiente -dijo en un tono tan frío que parecía como si hubiera bajado la temperatura de la habitación- Que crea que tenernos encañonados cambia las cosas no significa que sea así. Ahora, ¿quiere la estatua? Magnífico. Permítame conducirle hasta ella -dijo extendiendo el brazo hacia el exterior a la vez que y el magistrado corrigía a toda prisa su tono para que no se notara su esbozo de sonrisa.
¿Cedió? Sí. ¿A tiempo? Estaban a punto de averiguarlo. Al menos abría un atisbo de esperanza... para todos.
Siverus asintió con la cabeza y le devolvió la cortesía permitiendo primero el paso a la mujer y al magistrado. ¿Cortesía realmente? Pocas acciones parecían no estar realizadas con vistas a otra cosa; probablemente esa tampoco.
—Extraordinaria decisión, señor Cestmir.
Después de la intensa negociación Ulrich y Daynee salieron de la habitación y salieron de nuevo al callejón por donde uno de los hombres de Tyoder les había traído. Tras ellos el letrado Tyoder y sus tres hombres les escoltaban de manera discreta. Habían guardado sus armas, por apariencia seguramente, pero habían visto que las tenían cerca por si fueran necesarias.
Entiendo que camináis hacia el lugar donde dejasteis la estatua. En seguida os abro la nueva escena