Partida Rol por web

Dándose cuenta de lo que pretendía Dyanee el joven novicio avanzó detrás de la muchacha con la clara intención de cubrirla con sus disparos mientras ella devolvía el artefacto. No podía ver nada en aquella humareda pero al menos sabía hacia donde se encontraba la puerta.

Daynee se concentró unos instantes antes de correr hacia el objeto que habían tirado desde fuera. Pronto comenzó a descubrir formas que se movían a todos lados. Cerca de la puerta, por donde habían lanzado la granada, había seis formas quietas, quizá flanqueando la entrada.

Inmediatamente después Daynee recogió la granada pero ya no humeaba. Era tarde, todo el contenido de la granada había sido expulsado al aire y arrojarla fuera ya no iba a ayudarles.

Algo alertó el oscuro sentido de Daynee. A su espalda, una figura corría rápidamente alejándose de la zona. No podía verla pero detectaba su movimiento. ¡Un momento, no había ningún pasillo en la sala que no fuera el de salida!

Daynee se detuvo unos instantes antes de correr hacia donde había caído la granada y pronto estuvo junto a ella. Detrás de la mujer el novicio Nicarius disparaba a ciegas igual que lo hacía Ilias.

—¡No sean ridículos! Detengan el fuego y nadie sufrirá daño —volvió a decir aquella voz—. Llegará un momento en que tengan que parar de disparar, su munición tiene límite. No sean estúpidos.

El objeto ya no sacaba humo, eso podía verlo, así que no serviría de nada devolverlo a los que hubiera en el pasillo, lo sopesó un momento, para dejarlo caer inmediatamente, no, eso no funcionaría.

-Espera, espera.

Susurró mientras miraba a su alrededor, como si buscara algo. Su mano sujetó el brazo del novicio que disparaba.

-Tienen razón, pero...

Siguió susurrando, para que no la escucharan desde fuera.

-Son seis, no les podemos ver, pero ellos tampoco a nosotros.

La joven parecía pensar con rapidez. Señaló hacia un punto.

-Vamos, por ahí.

No soltó al novicio, señalándole una dirección, se acercó a Ilias que seguía rociando con su lanzallamas.

-Vamos, vamos, no tenemos mucho tiempo.

No se paró ahí, siguió caminando hasta llegar donde estaba el magistrado.

-¿Quieres vivir? Vamos, creo que he encontrado una salida.

Miró al sacerdote, arrugó el entrecejo, probablemente lo mejor sería dejarle ahí y que se arreglara por su cuenta y con esa gente, pero entonces nunca tendría las respuestas que necesitaba.

-Lo mismo para tí, sacerdote.

Su tono fue alfilado, pero no tenía tiempo para más, giró su mirada hacia el fondo, y empezó a correr hacia allí, ¿qué es lo que encontraría? No lo sabía, pero era una única oportunidad para salir de allí. De esa maldita ratonera.

Nicarius no comprendía que estaba pasando pero no se iba a parar a discutir. Nuevamente era arrastrado por los acontecimientos. 

Ilias parecia cegado por el fragor de la batalla y el olor a aceite Ka que se mezclaba con el humo. Le escocian los ojos y los tenia hinchados y enrojecidos.

No obstante, al escuchar a Dayne asintió ... no sin antes parar a Nicarius.

Le tomó la pistola de la mano y disparo varias veces a la mesa donde se cubría a bocajarro, causando un agujero.

-Puede que nos quedemos sin munición, pero alguno de vosotros caerá antes- Dijo hacia la puerta con voz amenazante.

Mientras hablaba puso el cañón de su lanzallamas por el agujero de la mesa, se quitó la mochila para que la culata se mantuviera en el y trabó el gatillo para que no dejara de soltar llamas hacia la puerta.

Luego siguió al grupo, empujando al sacerdote con la pistola prestada de Nicarius. Mortinus no tenia elección posible.

Todos comenzaron a correr por el camino que marcaba Daynee. Ese pasadizo no estaba allí antes. Ahora todos podían ver a la figura que había descrito Daynee: era Mortinus. Al parecer el sacerdote si que conocía una salida alternativa.

Al final del pasillo por fin se vio una luz y pronto el grupo estaba fuera, en una callejuela en la parte posterior del gran edificio que hacía de iglesia para Mortinus. El viejo sacerdote tropezó y se quedó tumbado sobre unos escalones, cansado.

Ilias se acercó al sacerdote y le dio la vuelta con precaución, no fuera caso que ocultara alguna arma entre sus ropajes y estuviera haciendo teatro para atacar a traición.

-No es momento para descansar, Mortinus- Dijo secamente. -Movámonos antes de que salgan-

A un lado y a otro fue su mirada antes de seguir avanzando, comprobó su espalda, la salida de la iglesia, no fuera que hubiera quedado abierta, era algo que había aprendido con los años, no dejar nada al azar, nada, salir corriendo de donde fuera era una especialidad suya, demasiadas veces, sí, demasiadas. Negó ligeramente con la cabeza, no, no era el momento de pensar en esas cosas, luego, cuando estuvieran a salvo.

Avanzó hasta el avestita y el sacerdote.

-Y rápido, si nos la vuelves a jugar yo misma te mataré con la espada de mi padre.

Su tono fue seco, antes de mirar a Ilias.

-Gracias.

Una sola palabra, con un tono totalmente diferente al anterior, no importaba lo que hubiera hecho en el pasado, eso era el presente, y en ese presente habían confiado en ella y la habían seguido, más que eso, había dejado su arma dentro de la iglesia para proteger su huída. Sin preguntas. Tal vez sí que podía confiar en ellos. Tal vez.

- El avestita está en lo cierto, debemos irnos mientras aún suponen que nos encontramos dentro de la Iglesia. Dirijámonos a la nave; con suerte no habrá nadie esperándonos allí para arrebatarnos el vial. Este lugar se está volviendo bastante inhóspito.

Si sentía gratitud por haber salvado el pellejo gracias a sus acompañantes Cestmir no lo aparentaba.

- Vamos. Podremos continuar las preguntas allí, cuando aseguremos nuestra vía de escape.