PRIMAVERA de 1189 d.C.
Habían pasado cuatro semanas desde aquel temporal devastador que arrasó con todo a su paso. Si bien, ahora los supervivientes esperaban a que un nuevo pueblo se erigiera frente a las murallas del castillo. Los miles de soldados y una gran cantidad de albañiles venidos de otros feudos o poblaciones, eran los encargados en aquellos momentos de empezar la reconstrucción del pueblo y la reparación del castillo. De mientras, los aldeanos trataban de reanudar sus vidas, y volverlas a estabilizar. Todo el mundo trabajaba ahora en colectivo para que a nadie le faltara de nada. El comercio, había decaído del todo, y a diferencia de antes, pocas caravanas llegaban, todas iban directamente hacia Hidenwood o Sunscross, más al norte.
Durante aquellas cuatro semanas, sucedieron diversos acontecimientos y muchas promesas, que nadie pasó por alto.
La llegada del ejército cruzado causó una expectación sin igual. Tres mil hombres avanzando en formación, bajo estandartes de la familia Stonewall, Kirkenly y como no, los más aclamados de todo el desfile, los estandartes que portaban la cruz. A su paso, algunos de sus soldados, iban entonando melodías con flautas o marcando ritmos con tambores; otros cantaban efusivos consignas al Rey Sigmond y a la cruzada que emprendían. En la cabeza de todo aquel grupo, su líder Thomas de Stonewall, hijo y heredero del Conde de Kinkerly. Aquel hombre tenía un posado magnífico encima de su caballo, pero al bajarse de él, toda aquella magia que le rodeaba, se disipaba por culpa de su ridícula estatura. Thomas era bajito y atlético. Vestía una larga túnica de color rojo con adornos amarillos y unas botas de cuero. El ejército fue recibido en el castillo y obtuvo el permiso para acampar en su bosque.
Sir Robert, aprovechó la llegada del ejército para proclamar el encarcelamiento de Porcco y los únicos cuatro supervivientes de su banda de ladrones, en breve, serían juzgados y condenados; también habló públicamente de la ayuda que el feudo había recibido por parte del rey Sigmond y la próxima ayuda que ofrecería la madre iglesia. No contento con eso, pidió a Thomas de Stonewall ayuda para la reconstrucción del pueblo, a cambio de alimentar a sus tropas. Con la ayuda de los soldados que se asentaban ante sus murallas, el pueblo estaría hecho en poco tiempo.
Sighard de Scofferi, se había recuperado de su herida. Había vuelto a caminar y no sólo eso. Se hizo pública la noticia de su futuro enlace con Yda de Warndorf. Aquella joven que todos conocían por ser una de las meretrices que residían en aquel lugar. Se había descubierto, que Yda, ¡procedía de una familia que había perdido sus tierras durante la guerra en la Germania!. La gente no daba crédito y muchas muchachas se sintieron desalentadas después de oírlo. La boda pero, tendría lugar después de que Sighard, volviera victorioso de las cruzadas, pues éste, acompañado los mejores caballeros de Scofferishire partirían junto a todo el grueso del ejército hacia Tierra Santa.
El recaudador de impuestos Oelric Changelon, fue nombrado por Sir Robert nuevo administrador del pueblo, y a su vez, Robin Gudsues y Marchorys Illston representantes de la comunidad. Estos tres, hacían acto de presencia en todas las reuniones que se celebraban en el castillo que tuvieran que ver con el pueblo y sus gentes. Luego, procedían cada uno a su labor. Mientras que Oelric dedicaba sus días a hacer que la reconstrucción no parase, teniendo que prever que nunca faltara piedra, madera, comida para los soldados ni nada que se pudiera necesitar. Robin y Marchoris (más el primero que el segundo) se dedicaban a hacer de portavoces de todo lo que sucedía tras las puertas de la sala privada de Sir Robert además de tratar de avanzar con sus trabajos. Robin, había dicho a todos que repararía zapatos y botas, o las haría, al coste del material; era muy consciente de la situación en al que todos estaban. A marchorys se le podía ver normalmente concentrado en sus lecturas y mudas cavilaciones, durante las que solía dar un lento paseo por el campamento, parándose durante largos ratos y sin hacer caso apenas de aquello que le rodeaba.
El padre Wybert, alenatava al pueblo a asistir a todas la misadas del día, puesto que ahora vivían delante de la iglesia, y no había excusa alguna para dejar de adorar a Dios en sus debidos momentos. Cada mañana, su joven ayudante Lucas, hacía repicar la campana llamando a todos a la primera misa, y así dos veces más al día. En la iglesia nunca faltaba vino, y se descubrió a un mendigo que robaba el vino de la iglesia, el delator fue Wessel, el borracho del pueblo no se debió tomar muy bien el ver como ese mendigo robaba el vino del misal, del que éste no pasaba ni un día sin. Wessel asistía cada día a misa, siempre se sentaba en la primera fila, para poder beber el vino más fresco decía cuando alguien le preguntaba.
Al no haber taberna, se había usado durante dos días por semana un pequeño almacén construido para guardar todo aquello que era un bien común, dese telas a viandas, pasando por los barriles de vino y los de cerveza. Esos días se apartaba todo el material y se dejaba espacio para que se tocara música y se pudiera bailar. Las cervezas corrían de un lado a otro y muchos salían siempre con signos de embriaguez.
Finalmente llegó el día, y el ejército partió y el pueblo no estaba acabado. Lógicamente, no todos los soldados pudieron trabajar, pues había tal cantidad que se hubieran entorpecido unos con otros. Se había trabajado de día y de noche, por turnos, y se avanzó mucho en la construcción de los suelos de piedra y los límites del pueblo, pero no se había levantado todavía una sola pared. Ahora quedaban una cuadrilla de doce albañiles, que sólo trabajaban un turno y por tanto se alargaría el tiempo de construcción.
Tras el ejército marchaban los peregrinos, que habían llegado de todas partes durante aquellos últimos días. Estos casi constituían otro ejército, pero con aspecto de muertos de hambre. Al igual que algunos soldados y caballeros del feudo marchaban entre el ejército bajo la comandancia de Sighard, algunos aldeanos de Scofferishire se unieron al peregrinaje hacía tierra santa, cada cual por sus motivos. La marcha fue realmente conmovedora, ya que todo el mundo sabía, que muchos de aquellos hombres y mujeres, si no todos, jamás regresarían.
estaba hecho polvo, cansado de ver esa situacion y bueno siempre me pregune si alguna vez viviria algo mejor que eso, espero que la respuesta venga pronto por parte de los nobles porque nos ha tenido que pasar esto a nosotros digo mientras hecho la mirada al cielo
¿por qué te preguntas? ¿Por qué? Pues por hombres como este mendigo ladrón que robaba y se emborrachaba con la sangre de cristo... esta comunidad está infesta de vagos, haraganes y gente poco honrada. dijo Wessel al tiempo que daba un trago a su bota. Wessel había marchado unos días tras el diluvio, y había vuelto mejor que nunca, había ganado en el juego y ahora tenía dinero para mantenerse a flote durante un buen tiempo sin tener que hacer nada más que beber y ver pasar las horas.
Un guardia pasea montado a caballo, vigilando el orden en el campamento. En su cara, se puede observar lo contento que le hace, tener que llevar ese turno de vigilancia, de día, en el lugar más tranquilo del feudo. Buenos días aldeanos.
Había acudido, como muchos de los habitantes del feudo, a despedir a aquellos hombres.
Permaneció de pie, con sus manos agarradas tras su espalda, observando cada uno de los rostros que, con una alegre sonrisa, partían a las Cruzadas, en especial, uno, el de Sir Robert. Había demostrado ser un buen hombre, dando todo tipo de facilidades para la reconstrucción del feudo y escuchando y dando soluciones a todas las sugerencias que tanto el alquimista como Robin le habían hecho llegar. Por un instante, sus miradas se cruzaron, momento en el cual Marchorys hizo una ligera inclinación de cabeza, en señal de despedida y reverencia...Dios les acompañe...les deseo a todos en su fueron interno...
- Buen día señor!- respondió Marchorys cortesmente acompañando su saludo con una sonrisa mientras seguía observando el camino por el que hacía unos minutos había pasado la marcha santa.- Ojala sea igual de bueno el día del regreso de nuestra gente, tal y como ha sido hoy el día de su partida
Me salen menos destinatarios que en el post inicial, no se si estará bien.
Sir Robert contemplaba la partida de su hijo. Había temido por el en su enfermedad, si hubiera perdido la pierna, era muy probable, que el mismo rey le quitara el feudo a su muerte, y se lo entregara a otro, quedando Sighard y su Ghela sin nada. Gracias a Dios, su hijo se había recuperado y ahora montaba su caballo junto a caballeros de su confianza.
Buenos sean Marchorys. miró al hombre con el que solía hablar sobre el pueblo durante las reuniones en el castillo Roguemos a Dios para que vuelvan sanos, salvos y victoriosos.
- Espero que así sea- contestó uniendose a los deseos de Sir Robert- No solo cuentan con su valentía y fortaleza sino que la gracia de Dios guiará su camino y sus armas pues es en su honor por el que van a luchar. No puede haber mal resultado con semejante custodio
Sin embargo, en su fuero interno Marchorys era consciente de las dificultades que aquella gente iba a sufrir en su destino y que dificilmente el retorno sería completo. Al menos, si conseguian la victoria, aquellos que volvieran lo harían cubiertos de gloria y los que cayeran serían recordados como heroes que entregaron su vida por una buena causa y Dios los acogería en su reino como buenos hombres que fueron.
Sir Robert apoyó su mano en el hombro de Marchorys será deseo de Dios si vuelven o no, de lo que debemos preocuparnos ahora, es de que no se vayan los aldeanos a otro feudo más rico y con más oportunidades... suspiro tras esas palabras.
que va a pasar con nosotros? me digo mientras miro a los nobles, ya ha pasado mucho tiempo y seguimos sin saber nada de nadie mas, y como nos ganaremos la vida me levanto nos llevareis a otra ciudad? o nos quedaremos para construir la nuestra?
tu ya te la ganas bien Obe en estos momentos, no repliques tanto. soltó el señor en respuesta a la pregunta de Obe. Ya estamos reconstruyendo el feudo, lo ves cada día desde el almacén que te he prestado, si bien las obras no son lo rápidas que pudieras esperar, lo sentimos, pero no podemos hacer ya más de lo que estamos haciendo. el señor parecía seguir entristecido por lo ocurrido y mostraba una gran calma ante sus preocupados aldeanos.
De las ruinas resurgirá un nuevo prospero mas hermoso mejor y prospero, se puede escuchar desde un lado de Obe.
eso dicen eso dicen, ¿pro cuando podré comprar una casa? pregunta el borrachín.
¿y porque no en vez de comprarla las construimos entre todos? vamos a ayudar en lo que podamos y seguro que tendremos pueblo dentro de poco digo mientras cambio la cara a una de optimismo
Oelric, que parecía ausente, despierta ante la observación de Obe. Hay muchas cosas que hacer Obe, pero poco dinero, no se podría pagar a todos, y el sueldo sería mísero. Las viviendas valdrán lo quehaya costado el material, realmente todo está viento en popa.
- Deberíamos volver cada uno a nuestros quehaceres, como antes de que la desgracia se cebara con estas nuestras tierras- aconsejó el alquimista- hombre ocioso, malos pensamientos, avisa el dicho. Al menos, todos disponemos de un techo improvisado donde guarecernos y poder ir rehaciendo nuestras vidas a la vez que las hileras de ladrillos van subiendo nuestras futuras casas. De nada serviran los hogares confortables que estan por venir si no tenemos los útiles que fabrica Obe, o los guisos de Agnies, las presas de Hake para saciar nuestros estómagos y...- su mirada había ido recorriendo cada uno de aquellos nombres para pedirles que continuaran con sus actividades cuando llegó al rostro de Wessel , dudando en la función que debía desempeñar éste en el nuevo feudo- bueno, ya sabeis- dijo cambiando de tema al no venirle nada a la cabeza- debemos volver a hacer de estas tierras aquello que hasta hace poco fueron
En cosa de no más de media mañana, el ejército había desaparecido y la mayoría de los que ahí estaban durante la despedida fueron retirándose a sus quehaceres. Aquello ahora volvía a parecer vacío de nuevo. Desde el campamento se podía ver a lo lejos el emplazamiento del nuevo pueblo, pues estaba en alto y ahora había un gran claro donde un mes atrás, había un bosque. Se había tenido que talar mucha madera para el proyecto del pueblo, y también se había limpiado todo el daño que el temporal había hecho al bosque.
VERANO de 1189 d.C.
La primavera terminó un buen día, dejando paso al verano, y esa misma noche en la iglesia se celebró el oficio de San Juan. Por aquellos días, el movimiento era mayor. La gente solía salir hacia las cercanas colinas de Millstone para disfrutar de un día soleado y tranquilo o refrescarse en la orilla del río. El río había ampliado sus márgenes un buen trozo, era más ancho que antes pero su caudal había vuelto a ser el mismo ahora en verano, y en algunos tramos, era posible bañarse e incluso nadar. Al lago ya no iba casi nadie, todo lo que ahora se escondía en su fondo no traía buen presagio, y sólo unos cuantos jovenzuelos irresponsables se atrevían a nadar en esas aguas calmas.
De los bosques volvieron a salir los cantos de los pájaros y los ruidos de otros animales que regresaron a ellos tras huir de la catastrofe, por lo que la caza empezó a abundar. Tambien el campamento se levantaba desde ya hacía un tiempo con el canto del joven gallo del ganadero Rether. Es un gallo con unos buenos pulmones y un potente cacareo, que espera siempre paciente a la salida del sol para avisar a todos de ello. Gracias al gran trabajo de Rether con sus nuevos animales, ahora todos podían beber de nuevo leche, aunque sólo pudiera ser algunos días, era mejor que aquellos meses sin haber podido probarla.
La mayoría de los ciudadanos había re-emprendido su antiguo oficio y trabajaba para poder tener el dinero suficiente como para pagar una de aquellas casas, cuyas bases se extendían ahora cerca de la muralla. La obras seguían hacia delante, y ya se podían ver algunas paredes levantadas. Aquellas casas parecían mucho mejores que las que antes tuvieron, lo que alentaba a muchos. Todos aquellos hombres que no habían podido reanudar su oficio, habían sido contratados por el castillo para su reparación, cosa que el ejército había dejado a medias. A finales de la primavera el castillo estaba reparado del todo menos aquella torre desplomada, que ahora había desaparecido. Esos hombres no se quedaron sin trabajo, fueron directamente asignados a las ordenes Millius, un maestro constructor contratado para la construcción de un nuevo molino, en el que la gente pudiera volver a moler el grano sin tener que desplazarse a molinos de otras poblaciones cercanas. Las obras serían supervisadas también por el molinero Tibbe Willeween, de quien sería su casa y su lugar de trabajo. Tibbe ayudaba en medida de sus posibilidades delegando a su aprendiz William todo aquel trabajo que él no podía hacer.
Todo seguía yendo a mejor y era algo que se notaba en muchas cosas, como por ejemplo, el incremento de la venda de carne roja o la reaparición de asaltadores de caminos. Frogg Trees nunca había sido un buen lugar, a nadie le gustaba pasar por allí, si bien los aldeanos de Woltown habían tenido que cruzarlo a menudo y conocían de buena tinta los peligros que este bosque escondía. Pero desde principios de verano, y con la falta de efectivos militares para cubrirlo como antes se hacía, el fenómeno había reaparecido. Fueron muchos los viajeros asaltados en poco tiempo. Y estos llegaban o eran encontrados cerca del campamento. Pronto todo el mundo sabía de esta nueva banda que dejaba a sus presas despojadas incluso de las ropas y zapatillas, se lo llevaban todo. Parecían vulgares asaltadores a quienes les gustara humillar a sus victimas. El castillo desbordado por las muchas peticiones de demandando una solución al problema, comenzó a enviar pequeñas avanzadillas, que no han logrado dar caza a esos tipos, ni siquiera han llegado a verlos.
La tabernera Agnies, abrió de nuevo sus puertas, aunque fueran las de su casa. Todo estaba dispuesto como en una taberna sin mesas, ni sillas. Las reuniones tras un día de trabajo para refrescarse con una jarra de cerveza o emborracharse con unos buenos vasos de vino volvieron de nuevo a ser populares. Agnies ya no servía comida, por lo que sólo abría al atardecer, pero una vez abiertas sus puertas, cuando el sol empezaba a bajar, aquel lugar no tardaba en llenarse de gente, gritos, risas y jaleo.
El joven Peter Spingle, un recién llegado al campamento, arrastró su viejo carro hasta el centro del lugar para ponerse de pie sobre él y gritar a los cuatro vientos que buscaba gente que quisiera enrolarse, en la aventura de transportar todo aquello necesario al feudo. Pagaría a todos aquellos que trabajaran para él, les proporcionaría comida y viajarían junto a él a otras poblaciones para conseguir todo aquello que la gente del feudo les pidiera, aparte de lo que ya normalmente trasnportaba.
En los dos últimos días también habían llegado una gran variedad de rumores. El más escuchado, era aquel que muchos viajeros de paso comentaban sobre un grupo de gente a quienes se había visto instalandose en lo que antes fuera la aldea de Woltown; se dice que todos ellos son siervos acabados de llegar a Scofferishire. Otro rumor extendido, esta vez por un juglar de paso hacia Leafestown, era que el ejército iba camino de la isla normanda de Sibilia a liberar a la princesa Sarah de Lyoncourt en manos del malvado Tancrid de missina quien la tenía prisionera.
empieza el segundo turno.
OTOÑO DE 1089
Había pasado un apetecible verano, tranquilo y muy soleado. El calor estuvo presente tanto de día cómo de noche, incluso en aquellos días en que alguna lluvia había empapado el feudo. La vida había vuelto a los bosques, oyéndose de nuevo una gran cantidad de animales, sobretodo ciertas epecies de pájaros que hacía meses que no se escuchaban.
Scofferishire había perdido toda la productividad que tuviera en el pasado, unos meses atrás. Si bien muchos pudieron continuar con sus negocios, muchos otros se vieron forzados a buscarse de otra manera la vida. Dado a que la caza parecía volver a ser abundante, algunos chicos, alentados por Hake Strobur, se adentraron en los bosques para cazar. Otros, aunque no muchos, fueron contratados como ayudantes de los albañiles en las obras del nuevo pueblo. Finalmente, la guardia del castillo se reforzó con aquellos que no tenían otra alternativa. La taberna de Agnies seguía siendo en el campamento, un punto de reunión para los hombres cada atardecer; aunque adentrados ya en el verano, tuvieran que racionar el consumo de cerveza y vino a falta de existencias. Un grupo de hombres y mujeres liderados por un agricultor llamado Andre Woodlay, se habían hecho con los suficientes feudados para comprar una parcela cercana al campamento, en una tierra buena para conrear. El terreno comprado era vasto y estuvieron preparando la tierra para cuando llegara la época de siembra.
Los dos representantes del pueblo, estuvieron muy ausentes de sus labores extraordinarias durante aquellos meses. Marchorys Illston, uno de los representantes del campamento, había desaparecido, su casa estaba vacía, y muchos decían de haberle visto en el castillo. Se decía que ahora trabajaba para Sir Robert de Scofferi como su apotecario personal y que no salía del espacio que éste le había cedido para montar su laboratorio personal. Robin Gudsues, el otro representante, trabajaba sin descanso reparando calzado y fabricándolo para todo el feudo. También la última semana había recibido la visita de un mensajero del condado de Baylor quien le había alertado de una próxima visita del primer hombre del conde de Baylor, a su establecimiento. Su hermano había sido contratado ahora como albañil por Mathew, y tenía que dejar a su hija pequeña con Robin, quien con todo lo que caía sobre sus hombros trataba de prestar el máximo de atención sobre ella.
La familia Blyick había incrementado su rebaño durante el verano. Y Cada madrugada tras el sonado canto de su gallo, se les podía ver, padre e hijo salir hacia las colinas llevando sus cabras a pastar después que Lythia las había ordeñado un buen rato antes. Por otra parte, a su mujer ya se le notaba el embarazo y se les podía ver paseando muchas tardes como dos recién enamorados. El pequeño de la familia había empezado a dejar de ser el pequeño tras la marcha de su hermano como escudero a Jerusalén. Aquello era algo que él todavía no entendía muy bien, pero de lo que se enorgullecía y por lo que hinchaba el pecho cuando contaba a otros niños que su hermano era todo un caballero que luchaba contra el infiel y se exhibía dando espadazos al aire, con aquel arma de madera que fuera de su hermano, mientras contaba la historia. Muchos conocían al pillo de Aaron; era un muchacho realmente despreocupado pero valiente, de los más valientes del reino seguramente. Muchos se preocupaban por su estado, preguntaban a sus padres por noticias suyas y les alentaban.
El campamento seguía un poco alterado a causa de todos los rumores de brujería que corrían. Se decía que un purgador venía hacia el feudo a atrapar aquel demonio disfrazado y darle una lección divina. Pero fue un rumor desmentido por el propio Padre Wybert, quien alentó a sus feligreses a querer bien a sus semejantes y no acusar en vano. Las palabras de Wybert habían callado muchas bocas, pero no desvaneció la sensación de observancia y recelo que todo el mundo sentía y hacía sentir.
También los rumores de vandalismo preocupaban tanto a las gentes como a sus autoridades. Ya se sabía que almenos había una banda de desalmados asaltadores de caminos activa. Pero lo que antes no hicieran los hombres de Porcco, quien seguía en las mazmorras del castillo, estos ni se lo pensaban. No sólo se conformaban en desplomar de todo bien a quienes asaltaban, sinó que a los que no conseguían huir de ellos, les quitaban también la vida. La vigilancia en los caminos se había duplicado, y las tropas ahora se sentían temerosas, pues nunca habían conseguido cazar a ninguno de esos malnacidos, pero ya habían víctimas de entre los guardias. Esos bastardos no sentían respeto por nada, ni siquiera por la vida, y eso les convertía en la banda más peligrosa de las que habían campado por el bosque de Frogg Trees... Death Trees ahora, por todos los cadaveres que se habían ido encontrando colgando de las ramas de sus árboles. Corría el rumor de que eran aquellos, los mismos que habrían asaltado la iglesia, provocando posteriormente la ira de Dios, manifestada en aquel gran diluvio.
Desde la cima de la pequeña cuesta que elevaba la iglesia, siempre y cuando no se tuviera el sol de cara, se podía divisar un estado vastante avanzado de las obras del pueblo. Durante las horas de trabajo de los albañiles no se permitía la visita de la construcción, pues según Mathew, el Maestro Constructor, el paso de la gente distraía a sus chicos. Los villanos solían aprovechar los descansos de los albañiles para pasear por aquel asentamiento en construcción. Varias casas ya tenían sus pertinentes tejados y la mayoría de paredes estaban levantadas. La calidad de la piedra y la madera parecía excelente. No se había reparado en gastos y aquello desalentaba a todos los que creían no poder llegar a pagar ese suelo por lo que se verían obligados a quedarse en el campamento.
Desde el castillo, se trataba de dar la imagen de estar todo bajo control, haciendo que nunca se parara la cosntrucción del pueblo. Se habían recibido muchas visitas ese verano, y los aldeanos lo notaron en el paso de ciertas carrozas o grupos de hombres sobre caballos de buena raza. Adhus de Kriegghar, un miembro de la nobleza alemana de avanzada edad, se había establecido del todo en Scofferishire, y había empezado ya las obras de construcción de un pequeño palacete donde antes estuviera el viejo molino. Éste mismo, a falta de un capitán de la guardia, había ocupado su puesto temporalmente. Gracias a la incorporación de nuevos miembros, se pudo incrementar la vigilancia, lo que hacía que ni en el campamento ni el castillo pasara nunca nada, y se respirara cuanto menos un ambiente de seguridad frente a todos esos robos y asesinatos que estaban ocurriendo en aquel bosque no lejano.
La gente había vuelto a ver a Obe Olbtrait, el alfarero. Durante los últimos meses no había salido del castillo muy ajetreado con los preparativos y el inicio la producción masiva de platos, cazuelas, y ciertos útiles de barro que se necesitarían para las casas del pueblo, Sir Robert no parecía reparar en gastos. Obe buscaba gente que quisiera trabajar con él, pues ya había visto, que él solo no podía con toda esa tarea.
La caída de la primera hoja en el reducido bosque de pinepass coincidió con la llegada de una larga caravana de carretas. Ésta, avanzaba escoltada por algunos pocos soldados que lucían los colores de Scofferi. El comerciante Peter Spingle con su ayudante Ferro al lado, cabalgaban sonrientes a la cabeza del grupo, saludando a las gentes que habían acudido al camino a recibirles y se encaminaron hacia la iglesia. Pronto las campanas de la iglesia empezaron a sonar para alertar de su llegada a todo el feudo. Era mucha la importancia de que aquella mercadería llegara a Scofferi. La gran mayoría de sus habitantes habían pedido todo tipo de víveres y utensilios que por esas épocas y sobretodo tras la catástrofe, faltaban. Durante aquella reunión alrededor de la iglesia se había visto al actor Matthew Sunfield al lado de Oelric Changelon, el que ahora regía aquel asentamiento para continuar luego, en un futuro próximo, como regente del pueblo.
Empieza el nuevo turno, si alguien necesita más aclaraciones respecto a sus historias o a algo genérico que yo no haya incluido aquí. Lo vemos en las escenas personales.
Por otra parte, ahora que peter Spingle ha llegado al pueblo, podéis comprar cosas hasta fin de existencias. Le podéis encontrar siempre en la escena campamento, solomentad a peter spingle y le haré aparecer.