Marchorys se levantó del suelo con las manos congeladas de estar en contacto con el frasco, era increíble. Estaba eufórico y a la vez asustado. Todo aquel proceso que le había causado tantos quebraderos de cabeza estaba completo. No sabía que pasaría al engullirlo, pero si todo había salido bajo sus planes, revitalizaría cuerpo y mente. Abrió el frasco, el edor que procedía de dentro era insoportable, tanto o más que los orines. Cogió la cantidad calculada para una gota y la depositó en su lengua. Era algo amargo. Dejaba un leve sabor ácido, como el de las rutas cítricas. Tras engullirlo del todo se le quedó un mal sabor de boca y no sintió nada. Unos instantes más tarde, se sintió empujado por una oleada de renovada energía, se puso en pie, No se sentía cansado, y eso después de varios días de pocas horas de sueño, un intenso y castigador trabajo de concentración y poca comida. Se sentía con ganas de saltar, correr, dar una vuelta, gritar desde lo más alto de la montaña de Cavestone... perdió la noción del tiempo y el lugar.
¡soy Marchorys Illston un hombre completamente nuevo y vital!
Recuperó la conciencia. Estaba en el mismo lugar que recordaba pero fuera era de noche- Volvió a tapar el frasco que llevaba en la mano y tras mirarlo de nuevo lo guardó en un sitio seguro. Cogió sus herramientas y se dispuso a lavarlas tarareando una canción. Pasó la noche lavando utensilios y amaneció con el canto del gallo de los Blyick, allá en el campamento. Marchorys cogió su antiguo cuchillo y se lo colgó en el cinto. Salió a esa primera hora, con un poco de vino, una hogaza de pan y algo de queso seco. Andó hasta llegar al lago, y allí se estiró a observar lo bello de la naturaleza cuando era atravesada por los primeros rayos de sol. No recordaba apenas nada de lo que había hecho el día anterior, ni su noche. Tampoco sabía muy bien porqué estaba tumbado frente al lago, pero se encontraba tranquilo, a gusto y feliz. Se levantó para acercarse al lago y remojarse la cara.
Era un buen dia...
El sol daba los buenos dias con unos acogedores rayos que transmitian una agradable temperatura, unas nubes blancas viajaban lentamente hacia el norte mientras mutaban de unas formas a otras de manera casi imperceptible y el agua del lago dibujaba circulos concentricos cada vez mas amplios cada vez que el alquimista lanzaba a su seno una pequeña piedra recogida en la orilla.
Era un buen dia...
Marchorys tambien se sentia asi. Una tremenda paz y alegria le inundaba por dentro. Era concsiente de lo que habia hecho y, aunque habia pensado que podrian ocurrir otras cosas al tomar el Agua de la Vida, en su fuero interno sabia que lo habia logrado y es que muchas fueron las noches que dedico a intentar vaticinar que ocurriria si realmente conseguia tal prodigio a aquel que la tomara. Habia llegado a la conclusion de que habria una renovacion en todos y cada uno de los tejidos de su cuerpo. Por ejemplo, su cabello caeria para dejar paso a otro pelo recien brotado, su piel se descamaria perdiendo la capa de celulas muertas que cubria su superficie dejando el sitio a una nueva piel mas joven y tersa, pensaba que podria sufrir grandes fiebres, signo de que su cuerpo se desembarazaba de cualquier toxina o microbio y lo expulsaba a traves del sudor, grandes diarreas o tal vez vomitos y para ello estaba preparado. Sin embargo, los efectos secundarios de tomar aquella pocima habian sido apenas inexistentes. Solo habia perdido el conocimiento unas horas pero habia despertado como si hubiera estado durmiendo mas de un año seguido.
No obstante, no podia dejar lugar a la duda. Debia comprobar de forma empirica e irrefutable, como todo alquimista merecedor de pertenecer a tan selecto grupo, que realmente lo habia conseguido. Debia conseguir ver el efecto claramente. Por esta razon, estaria atento a todos los chismes que, inevitablemente, corrian cada dia por el feudo. Si alguien estuvira gravemente enfermo seria un fenomenal sujeto de estudio para comprobar el alcance de su formula. Una mejora de su estado seria la clave. Si pasara el tiempo y no encontrar en el feudo ningun sujeto de estudio, sabria donde podria encontrar mucha mas gente que necesitara de su ayuda. Estaba muy lejos y tardaria muchas jornadas en llegar pero si la formula cumplia sus expectativas no habria mejor lugar para cumplir su cometudo: las cruzadas...
Marchorys se sentía más lleno de lo que se sentiría un noble tras un abundante banquete. Era hora de empezar a trabajar de nuevo, ahora, directamente con el aqua dê vitae. Debería probarla con sujetos sanos y sujetos enfermos, a fin de indagar sobre su diversidad de efectos. Si bien el no había notado más que una ligera pérdida de conocimiento y se sentía fresco, pero todos sus otros efectos, no se habían manifestado aún, y era posible, que tuviera que ver con la anatomía o el estado de salud de cada persona. Aunque nunca lo habría pensado, por un momento le cruzó por la cabeza la idea de viajar hasta tierra santa, ahí, podría realmente tratar a tipos con serias dificultades, como heridos de guerra, gente totalmente deshidratada, y tendría un campo ilimitado de oportunidades que no las encontraría en Scofferi. Pero por otro lado, ahora tenía un lugar cedido por el señor y pronto tendría su casa propia otra vez. La caída de una hoja delante de él, le hizo prever la llegada del otoño. Se planteaba una nueva temporada de largas noches en vela y estudio sin descanso.
Bien amigo, se acabó el verano. Espero que te hayas divertido. Tengo ganas de ver lo que pasa con los experimentos :D pronto en cuanto todos finalicen su turno, narraré el final del verano y el comienzo del otoño. Por lo que ve pensando ya en un nuevo turno :D el tercero está al caer.
La cabeza del alquimista reposaba sobre sus manos, apoyados los codos en su mesa de madera, mientras dejaba pasar el tiempo mirando las motas de polvo que, al trasluz del ventanuco de la estancia que le fue prestada por Sir Robert, bailaban a su alrededor.
Parecía apesadumbrado y no era para menos, pues los experimentos que había planeado hacer para confirmar los efectos de su Agua de Vida apenas arrojaban algún dato. Y es que, tras el diluvio, los habitantes del lugar que habían quedado con vida fueron precisamente los más fuertes...fornidos hombres, jovenes rebosantes de salud...sólo había podido encontrar enfermos menores, como resfriados, alguna que otra gripe y contados casos de diarreas y otras molestias intestinales. Marchorys se había ofrecido rápidamente a tratar esas personas, conejillos de indias sin saberlo de su estudio, obligándoles a beber agrias infusiones de hierbas en las que dejaba caer, enmascarando su poción así, una gota del preciado líquido.
Cierto es que todos habían mejorado notablemente pero bien podía haber sido por el propio efecto de la infusión que utilizaba como despiste, por lo que los resultados no eran nada concluyentes.
Por si ese gravísimo problema fuera poco para él, había llegado a escuchar en los corrillos del campamento algo sobre un purgador de almas que venía a luchar contra el mismísimo demonio. En muchas ocasiones había escuchado casos parecidos, camaradas del gremio habían sido quemados vivos acusados de herejía por esos mequetrefes asesinos. ¿le estarían buscando a él? Solo pensarlo erizó el vello de su piel. No había hablado con nadie del asunto y no había hecho nada raro, al menos más raro de las excentricidades a las que ya había acostumbrado a sus paisanos. ¿entonces?. Entonces creyó haber hallado la respuesta: el padre Wybert! Había acudido a él pidiendole lugar para llevar a cabo la fórmula y, aunque no le diera más detalles, pudo haber intuido algo e informar de ello a sus superiores.
Salió de su laboratorio y paseó por el castillo mientras meditaba, hasta que llegó a su puerta de entrada desde donde podía divisarse todo el campamento y las casas futuras a medio construrir. Todo había cambiado, la aldea donde vivió desapareció arrasada, la casa donde pasó su vida jamás podía volver a ser habitada y un nuevo pueblo, que crecía de la nada, le esperaba. Sabía que no estaba preparado para vivir allí. No logró acostumbrarse a vivir en sociedad ni siquiera en Woodtown como para tener que intentarlo en un nuevo lugar. Ahora era más fácil. No habría nada que perder y tenía en un frasco de cristal todo lo que necesitaba, el resultado de toda una vida de trabajo. Era el momento de huir de posibles acusaciones inquisitorias y usar su agua de vida como merecía, en lugar de malgastarla con simples catarros. Debía unirse a las huestes que partieron a la cruzada y, aún sin saber si disponian o no de galeno, se ofreció como tal a Sir Robert. No le diria la verdad. Daría como motivos la devolución de la generosidad que su señor había vertido en él y en todo el feudo, ayudando a sus hombres en el campo de batalla a recuperarse de sus heridas y sanar. Sin embargo, poco le importaba a él la guerra ni las consecuencias que de su resultado pudieran derivar. Solo pensaba una cosa: experimentar allí con su elixir, poniéndolo realmente a prueba.
Si Sir Robert se lo permitía, partiría tan pronto hubiera algún mensajero o alguna caravana de provisiones que se pusiera en camino.
Tras haber caminado através del patio del castillo y llegado a la entrada de los aposentos de Sir Robert, Marchorys esperaba en aquella fría y gran sala de paredes de piedra a que Sir Robert apareciera. Marius su ayudante le había dicho que no tardaría en atenderle. Como siempre se había hecho, Marchorys había recurrido a Marius, al que había contado su inquietud por partir y ser de utilidad en aquella mission sagrada por la que tanta gente se estaba ya sacrificando. Dubitativo, esperaba una respuesta afirmativa de Sir Robert, de de quien sabía, que normalmente, planteaba un sin fin de preguntas, dudas u objeciones.
Sir Robert apareció tras una puerta y andó hasta su asiento. Allí se sentó y saludo a Marchorys. Buenos días Marchorys... respiró y tosió Marius me ha dicho que quieres partir hacia tierra santa. ¿es cierto?
- Así es mi señor- respondió con una sumisa voz el alquimista, que permanecia de pie ante Sir Robert con las manos entrelazadas ante su cintura y la cabeza gacha, mirando al suelo- Desde aquel fatídico día en que éste nuestro feudo fue alcanzado con aquella horrible desdicha que se llevó por delante tantas vidas he visto complacido como todos, cada uno de los supervivientes, se desvive por entonces por borrar ese día de su memoria y de la historia propia del lugar, mientras yo, tan flaco, tan torpe, me veo imposibilitado de aunar mis esfuerzos a los suyos. Ha llegado un momento en que siento vergüenza cada mañana, cuando la luz del alba me despierta y contemplo como todas las calles bullen ya de gente de un lado para otro haciento las tareas que le son propias. Soy un inutil, no tengo fuerza para luchar, ni para levantar casas, ni para transportar mercaderias a mi espalda, pero el cerebro es la parte de mi cuerpo que más desarrollada tengo y en él se asientan múltiples conocimientos que en este momento, de nada me sirven aquí- Hizo una pausa, como eligiendo las palabras necesarias para continuar y ahora sí, miró a la cara a Sir Robert- Sin embargo, he pensado que vendrían como agua de mayo si pudiera utilizarlos para ayudar a vuestras huestes, mi señor, y de esta manera me ofrezco como galeno del feudo y poder así ayudar a restaurar la salud de sus tropas.
Robert refunfuñando pero Marchorys! no entiendo esa inutilidad que sientes por tu persona, creo que aquí en el feudo, y más ahora que no disponemos de un buen apotecario... no terminó la frase que las trompetas sonaban suena a que alguien llega ¿quien llegará? no esperaba a nadie. ¡Marius! ¡Marius! Recibe al recién llegado y no le hagas pasar a la estancia, llévale al comedor o a refrescarse, estoy tratando un asunto y no quiero que nos molesten. se rascó y peino su barba con la mano derecha Piensa buen Marchorys, que allí no vas a ver nada nuevo, ni nada bueno, te rodearás de calor, de muerte, sangre y quizá pases penurias. No es lo que dice el papado que es... lamento mucho haber mandado a mi hijo para allí, pero no tenía elección tras la muerte del rey... tenía que mostrar al nuevo rey que aún apoyando a su padre hasta el final, podíamos ahora cambiar de lado para apoyarle a él hasta el final... ¡no debería estar diciendote nada de ésto! pero se que eres un hombre sabio, que entenderá el porqué no encuentro lógica o razón qué te empuje a marchar de tu hogar, donde haces una gran labor, para acabar en otro sitio del que quizá no vuelvas...
Me hago cargo señor- dijo el alquimista con una sombra de tristeza en su rostro que contrastaba con la determinación que irradiaban sus ojos- Se que mi mente no será capaz de imaginar el calvario que se estará viviendo en esas tierras pues mis ojos, gracias a Dios que nos vela en su gloria, no han tenido el pesar de haber visto en su vida nada parecido...- se detuvo un instante, mientras recordaba algo...aquella mañana en que despertó inmerso en un mar de cuerpos sin vida que flotaban boca abajo por todas las calles de su antiguo poblado y la sensación seca que, atragándose en su boca ante semejanta horror, casi asfixiaba sus pulmones y nublaba su mirada- Soy consciente de que una guerra deba ser lo más parecido al infierno que podremos encontrar en este mundo antes de que nuestra hora llegue y que sufriré enormemente por todo lo que allí encuentre y padezca. ¿Acaso cree que ha sido una idea deliberada la que me ha puesto en marcha para pediros tal cosa? Pero también sé que, si aquí en el feudo se necesitan mis servicios, con mucha mayor razón los necesitaran allá...como usted ha dicho, piense en su hijo y en los hijos de sus aldeanos que le son fieles y colaboran con usted para el engrandecimiento colectivo. Hay acaso algo más duro que eso? Enviar a un hijo a la guerra...es mayor sacrificio incluso que ofrecerse uno mismo. Mi señor, cree que si le diera a cualquiera la opción de curar su resfriado o a su hijo moribundo en su campo de batalla no elegiría lo segundo?
Se dió un tiempo, el necesario para que sus palabras calaran en Sir Robert y ablandar su raciocinio haciendo que los sentimientos del señor feudal resurgieran por encima de éste- No soy ningún erúdito en el tema, más bien sería considerado analfabeto en este campo pero dudo equivocarme mucho al pensar que esta guerra tenga una facil solución, al pensar que haya algún desequilibrio en la balanza militar que haga llevar el triunfo hacía uno u otro bando, pues las fuerzas de ambos seran similares al igual que su número. Digame sólo una cosa y por favor, sed sinceros conmigo- pidió a Sir Robert- Si tuvierais en vuestras manos aquello que decantara la balanza hacía nuestras fuerzas no lo utilizariais? Si tuvierais un arma poderosísima con la que poder desnivelar la guerra no la usarias? Yo creo tener esa arma en mi poder, pero no es un arma de muerte y destrucción...todo lo contrario señor mio...es un arma que otorga vida...
Robert atiende a las palabras de Marchorys hasta el punto en que su retórica llega a cansarle. Bien Marchorys, bien, la decisión que pesa sobre tu vida es sólo tuya, por eso eres un hombre libre. suspira Al llegar, lo primero que harás es buscar a mi hijo y ponerte bajo su protección, quizá si no puedes salvar mi vida, me perpetuarás salvando la de mi hijo, en eso he de darte toda la razón. Le diré a Marius que te prepare un sello que almenos te facilite un poco las cosas por esas tierras... en caso de encontrar a otro cristiano, me refiero, dudo que te sirva a ojos de un infiel.
Marius entra a toda prisa a la sala interrumpiendo respetuosamente a Sir Robert. Mi señor, siento interrumpirle, se que me lo habéis pedido, pero acaba de llegar Lord Cedric de Lionheart, sobrino del Rey.
Al oír a Marius parece sorprenderse Ohhmmmmm que rápido ha llegado... sabía que tendría que llegar por estas fechas, pero no precisamente tan pronto... miró a Marchorys y relajó la expresión de perplejidad de su cara. Bien Marchorys, parece que el Señor te quiere de verdad ahí, si necesitabas con quien viajar, el ejércio de Lord Cedric va en tu misma dirección. Hablaré con él. con un gesto de su mano indicó a Marchorys que se retirara. No parecía muy satisfecho con la marcha del alquimista, pero tendría que aceptar la idea al final todos se van.
- Muchisismas gracias señor- respondió el alquimista satisfecho por haber obtenido el permiso que buscaba- Espero tener un buen papel allá donde voy y que mi misión sea fructífera- estaba dispuesto a darse la vuelta pero había olvidado un detalle- Decidme Sir Robert? Cuando será la partida del ejercito de Lord Cedric? me gustaría preparar todos mis utensilios sin causar demora en la de sus hombres...
Ah Hielo! Dime que vamos a hacer a continuación porque desde el curro no puedo postear ya, solo puedo leer los mensajes así que si vamos a seguir roleando lo único que puedo hacer es pedirte tu mail y mandarte allí los mensajes. Es lo que estoy haciendo en mis otras partidas.
No lo se Marchorys, pero por si acaso yo empezaría a preparar las cosas...
no problemo te he mandado mi mail por mp.
- Esta bien mi señor, muchísimas gracias de nuevo. Esperare deseoso a que me manden llamar para partir...si me permite...- y, girando lentamente abandonó la habitación, rumbo al provisional laboratorio que Sir Robert le había prestado...ya no hay marcha atras, no hay otra opción que seguir con este plan...se iba diciendo el alquimista mientras caminaba con las manos entrelazadas a la espalda...seguramente no partiré hasta dentro de una semana o diez días como pronto por lo que tendré tiempo de preparar mis remedios para aquellos casos que sean más leves, no puedo permitirme el lujo de desperdiciar agua de vida...puede que hasta me dé tiempo a fabricar más de este elixir, aunque sea una menor cantidad, lo peor suele ser la primera vez pero las demás van mucho más rápido...por que no? lo intentaré, apenas tendré ocasión para dormir pero con tres o cuatro iría servido, ya está uno acostumbrado, iré a primera hora a recoger todas las plantas necesarias para los aceites y el resto del día, todo el día y parte de la noche, los dedicaré en el alambique...si señor, eso haré y ahora mismo comenzaré...
jefe, te mande este mensaje por mail hace ya, no se si lo viste
mañana tienes contestación en el mail :D
El alquimista corrió hacia su casa, ordeno todo lo que no le hacía falta y lo encerró en su viejo baúl, no habría mucho espacio para cosas inútiles en aquel viaje. Extendió todos sus aparatos alrededor de la sala para ahorrar de forma que le fueran cómodos para trabajar a la mayor rapidez. Tubo que apartar la mesa y la cama y convertir la gran sala en todo un laboratorio. Luego, repasó mentalmente todo lo que necesitaba, empezó con las hierbas. Las buscó y recolectó durante ese mismo día. Las ansias por tener aquello preparado eran suficientes como para no querer parar. Por la noche estuvo atento a los procesos que debía seguir para obtener la essencia de cada una de aquellas plantas y depositarla dentro del alambique. Ahora le faltaban aquellas que procedian del reino animal. Marchorys aguantó preso de la excitación sin dormir la primera noche. llegó a oír el festejo que dentro del castillo se celebraba por la llegada de Lord Cedric, quien a la vez, sería su vehículo y protector hasta Jerusalén. El trato con el Señor le favorecía al fin y al cabo, pues podría practicar sus teorías y vivir medianamente bien, almenos, suponía que estando a cargo de Sighard, no le faltaría de nada.
Cuando los primeros rayos de sol anunciaban el alba, Marchorys ya llevaba un buen rato en los alrededores del lago. Para elaborar la primera poción había contado con la inestimable ayuda de Hake para cazar los animales que necesitaba pero esta vez tendría que arreglaserlas él solo. No estaba acostumbrado a este tipo de actividades pero tenía una cierta noción de como realizarlas y la cercanía de su partida lo motivaba para emplearse al cien por cien. Mientras dejaba una caña de pescar apostada en la orilla esperando a que los peces picaran se metía entre los matorrales sin importarle los arañazos en busca de los pequeños reptiles y también dejaba cebos en improvisadas trampas para las criaturas más grandes. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo. aquel día no había conseguido el fruto deseado y volvió al castillo con sus presas a cuestas sabiendo que no conseguiría obtener la poción completa, aunque seguramente le valiera para conseguir medio frasco que, junto al otro que ya tenía, esperaba fuera suficiente, al menos por unos meses.
Esa noche, mientras obtenía la vis de la parte animal, no pudo dejar de pensar...donde irian? cuantas jornadas tendrían que recorrer? como sería ese Lord Cedric? Imaginaba que sería también una buena persona, el hecho de participar en esa guerra así lo probaba a los ojos del alquimista, aunque este no fuera consciente de los hechos que impulsaban a los nobles a embarcarse en esas contiendas, generalmente movidos por intereses personales y no por los de su pueblo, pero Sir Robert siempre fué un señor justo que no le había dado motivos para pensar mal de la alta alcurnia... sentía intriga por saber el lugar donde acamparían, como sería el campamento, que gente podría encontrar...al menos estaría en retaguardia, o eso pensaba, puede que ni siquiera tuviera contacto directo con la lucha y sólo el sonido que llegara con el viento y los heridos que trajeran ante él fuera su único nexo con la guerra...
El alquimista suspiró, sumido en la oscuridad de la noche que sólo las llamas que calentaban su alambique eran capaz de romper, haciendo que su sombra bailara grotescamente a su espalda sobre la pared, como si desde esa posición estuviera burlandose de él...pronto lo veras...se dijo él mismo...no queda mucho tiempo...
Marchoris, tras recoger las hierbas y poner a cocer todos los ingredientes, no logró concebir el sueño. Los nervios atrapaban al alquimista, que, sin lugar a dudas, iba a emprender una gran aventura.
Aquel viaje no era como irse a Wakofield o Drestlen, no, no, ni por asomo. En ese viaje cruzaría el oceano hasta las tierras de quienes los cristianos llamaban el infiel. Estaba seguro que las cosas ahí serían muy diferentes y que tendría no solo a su disposición centenares de personas con quienes probar sus ungüentos, sinó una interminable lista de nuevas especias o especies que podrían engrandecer sus estudios.
Buscó durante un buen rato los animales entre los arbustos y matojos, hasta que al principio de la tarde había conseguido aquellas especies. La anterior ayuda de Hake le había servido para saber ahora donde buscar esos animaluchos y así había sido. Se estiró frente al lago tras comer un poco de pan y algo de queso, mientras veía la caña clavada en el suelo.
¿Como sería su vida una vez entrado en el viaje? ¿Como sería Lord Cedric? ¿Encontraría a Sighard? ¿que de él si no le encontraba?
Los peces picaron justo cuando marchorys cerraba el primer ojo. Se levantó de golpe animado. Cogió la caña y forcejó un poco con el animal. Lo sacó finalmente y con ese, pudo sentirse satisfecho y volver a su laboratorio para proceder con sus experimentos. Tras toda aquella noche de trabajo, Marchorys lo dejo todo atado y preparado. ¡Aquella pocíon era rapidísima de conseguir si se sabía el procedimiento! era algo que alegró sobremanera a Marchorys. Al rozarse el alba, marchorys cayó rendido sobre la cama que tantas noches le había sostenido en su sueño y se durmió.
La torrencial lluvia de aquella fría noche se colaba por los agujeros de la lona que servía de techo a la tienda que había sido habilitada por Marchorys para tratar a los heridos. Quince, veinte, treinta personas yacían sobre la tierra mojada en ese improvisado campamento médico, unos gimiendo, otros gritando de dolor, algunos delirando por las sustancias que el alquimista usaba para aplacar el sufrimiento de los moribundos. Éste no paraba de ir de un soldado a otro, con una túnica que hacía mucho tiempo había dejado de ser blanca para ir cobrando un tinte rojizo, como el color de la sangre coagulada, cuyo repugnante olor invadía aquel lugar. Llevaba días sin dormir. Las treguas nocturnas habían desaparecido y la batalla se recrudecía. Se estaba acercando más y más, tanto que el fragor de la guerra era nitidamente perceptible y el viento traía en volandas el entrechocar de los metales y los alaridos que sucedian a los espadazos.
De repente, un tumulto de pisadas sobre el barro se desató en la retaguardía donde Marchorys se encontraba. Al asomarse al exterior pudo ver una multitud de soldados corriendo desordenados en todas direcciones...Corre alquimista!...le dio uno cogiendolo medio ido por el miedo del pecho...nos han rodeado!
Casi de forma instintiva, el alquimista echó a correr tras él. Ese hombre estaba en lo cierto. Los gritos de la avanzadilla que carba sobre ellos estaban ya a su espalda, podía escuchar hasta el sonido del metal penetrando en la carne de los rezagados...era una matanza. Marchorys corría y corría, sin saber ni donde iba, chocando contra otros que se esforzaban en huir.
En mitad de aquel caos, un cuerpo del que aún brotaba sangre a partir de un cuello sin cabeza lo tizo tropezar. Por más que se esforzaba en incorporarse el barro hacía que se escurriera y no podía levantarse, a pesar de hinca los dedos en la tierra y apretar los dientes con todas sus fuerzas. Cuando, boca abajo, vió a ras de suelo las botas que se acercaban a él no pudo más que girarse para ver la cara de aquel hombre...un rostro desfigurado por la furia cuyos fuertes brazos se alzaban blandiendo un hacha de guerra
NOOOOOOOO!!!- gritó el alquimista despertando de esa horrible pesadilla justo cuando la hoja del hacha se precipitaba sobre él...