Estaba esperando a Yda, mientras sus dedos resbalaban por la superficie del libro que sostenía en sus manos con cierta dejadez, su mirada se mantenía perdida a través de la ventana, en cuyo frío y pétreo alfeizar lateral se hallaba sentada. Las tropas partirían en breve y su pensamiento se perdía en divagaciones acerca del regreso incierto de Sighard. El peligro era consabido, muchos no regresarían y Ghela esperaba que la fortuna sonriera a su hermano.
Oyó el ruido de la puerta al abrirse y, sin retirar sus ojos del paisaje que la atrapaba, murmuró: ¿Yda? Pasad, quería hablar con vos… la veía cada día en las clases de Dewekinus, pero allí poco o nada podían charlar en privado, no era que deseara ocultarle asuntos al resto de cortesanas, es decir, a sus amigas, pero sabía que la verdadera historia de Yda era privada, debía quedar entre las únicas personas que la habían vivido en primera persona. Bueno, ¿qué tal vais sobrellevando vuestra estancia en el castillo?... le preguntó.
Ghela le había proporcionado ropas acordes a la posición que ahora ostentaba y la había ayudado en todo lo que había podido en beneficio de su hermano y por respeto a él, pero en realidad no conocía a la muchacha. No sabía si su corazón era de hielo, o latía por Sighard, no sabía si agradecía al destino su estancia allí o si se trataba de simple oportunismo y, lo que era mucho más importante sin duda, si Yda iba a permanecer junto a ella, era su deseo conocerla e integrarla en el grupo de cortesanas, además de su deber hacia la futura esposa de su hermano.
¿Algún inconveniente o inquietud?... Le instó a ser sincera. No resultaba aceptable que Yda estuviera a disgusto en una casa que de un tiempo a esta parte también era la suya. Las relaciones de Ghela con la plebe nunca habían sido excelsas ni boyantes, sino más bien imperativas en el sentido estricto de la palabra, nunca les había tratado como a iguales ni muchísimo menos, pero ahora era consciente de que con la presencia en el castillo de aquella mujer y los nuevos giros de su vida personal las cosas en cierta medida habían cambiado, de manera que no había nada más alejado de la mente de la hija del Señor de Scofferi que ofender a la muchacha escogida por Sighard, de hecho, desde un primer momento ella misma era la que había urdido y participado en la trama creada para hacerla parecer una dama digna de desposarse con su hermano a los ojos de los demás . Se giró, miró hacia la puerta y sonrió con franqueza.
Hola, Yda!!!
Bueno, pues ya siento no haber estrenado antes la escena, pero es que este mes en mi curro es de lo peor.
Oye, he empezado como si las tropas estuvieran a punto de partir, pero todavía no se hubieran ido, no sé si va bien, pero así nos da más margen a conocernos ;)
Antes de entrar a la habitación, había respirado profundo, sabía que Ghela era muy buena, pero no por eso dejaba de sentir cierto nerviosismo al hablar con ella a solas, tantas cosas habían ocurrido que apenas podía creerlo... abro cautelosamente la puerta y escucho su dulce voz invitándome a pasar, la voz de aquella dama era tan hermosa, sólo esperaba poder escucharme algún día como ella. Para conseguirlo tendría que estudiar mucho y esforzarme por ello, mis clases apenas comenzaban y estaban siendo algo duras para mí. Cita:
Al fin entro y cierro la puerta, Ghela no se había girado aún y le agradecía, me daba tiempo de sentirme de acostumbrarme a la estancia Como esta el día de hoy señorita Ghela? no he tenido la oportunidad de hablar con usted desde que comenzaron mis clases..
siento no haberte contestado ántes esque andaba corta de tiempo y no quería escribir por esceribir, apresurada.
Yda de Warndorf… la miró de frente, sosteniendo la mirada de aquella mujer, que deambulaba por los pasillos del castillo sin darse cuenta de que quizás algún día fueran suyos, tened fe en vos… la había visto entrar algo decaída, como si le faltara confianza en sí misma, sois una mujer que ha luchado por sobrevivir hasta el día de hoy, ahora os toca una ardua labor, la de hallar aquí vuestro puesto… se levantó y se aproximó a ella, poniendo la mano bajo su barbilla y alzando su rostro hacia ella, la vida aquí puede ser complicada, lo sé… como también sé que el resto de cortesanas os trata lo justo, pero no se lo tengáis en cuenta, a pesar de que no os tengan mucha deferencia. Ya cambiaran… hizo una pausa, acompañadnos cuanto más tiempo mejor, venid al lago con nosotras y haceos un lugar, aunque sea a nuestro pesar… le sonrió. Las cortesanas somos orgullosas, estamos acostumbradas a observar el mundo a nuestros pies, no os amilanéis por ello, tan solo es vanidad… lo estaba descubriendo.
Se acercó a la ventana y observó de nuevo el paisaje, suelo leer algunos ratos con Letta después de las clases, si deseáis acompañarnos, yo misma os ayudaré con los estudios en lo que pueda, sé lo arduos que pueden resultar, no os subestiméis… le gustó entrever que parecía amar a su hermano y Ghela no pensaba fallarle a él, dejando abandonada a su suerte a su futura esposa, sentíos en vuestra casa, podríais llegar a ser la señora de este feudo algún día, recordad… respiró hondo, se giró de nuevo hacia Yda, que parecía sentirse entristecida entre las pétreas paredes del castillo, si os sentís sola, venid a hablar conmigo, no esperéis oportunidad alguna… alzó una ceja y continuó, sí, ya sé que se rumorea que muerdo, pero no os preocupéis, parece ser que al menos no contagio nada… sonrió de nuevo y, suavizando el tono de voz, añadió, intentando animarla, a Sighard no le gustaría veros cabizbaja, de manera que habéis de levantar ese ánimo... se aproximó lentamente a la muchacha y se sentó junto a ella.
Tranquila, últimamente yo ando a rastras con el tiempo también.
Ghela entró en la sala de las doncellas, buscando con sus ojos toparse con los de su padre, para así intentar atisbar en ellos cualquier indicio de las noticias que habría de relatarle, pero al irrumpir en su interior, como un huracán que trataba de no hacerse esperar más, se dio cuenta de que Robert de Scofferi todavía no había llegado, de manera que la estancia se hallaba desierta, cosa que agradeció.
Puso una mano sobre su vientre en un intento de frenarse a sí misma y respiró en profundidad para no mostrar desasosiego alguno cuando su padre se reuniese con ella en el interior de aquella sala. Seguro que son buenas noticias… se repitió, se acercó a la jarra de agua fresca, que reposaba junto a unas piezas de fruta, y la asió con una mano, mientras que con la otra acercaba un vaso para verter en él algo de aquel líquido transparente.
El guardia les había traído a buen ritmo y aún mayor presteza le había imprimido ella a sus pies tras dejar el corcel en el establo. Bebió con lentitud, reposando, se sentó y sonrió expectante, sin saber ni siquiera si alguien más acudiría también.
Cuando llega Ghela, a la sala está ya está ahí Yda sentada, mirando por la ventana esperando. No les da tiempo a las dos chicas a intercambiar una palabra cuando cruza el umbral de la puerta Robert de Scofferi. Luce ropas engalanadas y su porte es rígido, su paso firme y su rostro está lleno de júbilo. Sus pasos seguros, uno tras otro, le llevan a plantarse delante de su hija y la que puede que en un futuro sea su nuera. Con un gesto les manda sentarse y callar.
Toca su barba y la peina con la mano mientras mira a las dos. Querida hija y querida Yda, tengo mayúsculas noticias que daros, y muy buenas. Escuchad, escuchad deja de tocar su barba para abrir los brazos y alzar sus manos a la altura de sus hombros Sighard está camino de la ciudad de Missina, en la isla normanda llamada Sibilia. Han tomado ruta hacia allí para encontrarse con el Rey Sigmond quien ya está asediando el castillo para lograr liberar a su hermana Sarah de Lyoncurt, prisionera en ese castillo. Batallaran a principios de otoño y si Sighard demuestra su aplomo estoy seguro que el Rey tomará buena cuenta de ello. Pero para que todo esto sea como debe ser, necesito hacer llegar a Sighard un objeto, hace poco que lo acabaron de hacer saca de su bolsillo un anillo majestuoso, pesado, con el águila, emblema de la familia Scofferi, grabado en relieve con dos pequeñas piedras preciosas incrustadas a cada lado. Necesito darle esto, pues con esto estoy seguro de que volverá sano y salvo. Vuelve a guardar el anillo. Ahora su cara muestra preocupación, el júbilo había desapaecido pero no se a quien dárselo para que lo lleve, mis hombres de mayor confianza están con Sighard, y Marius... a Marius le necesito aquí sin él no podría ocuparme ni de la mitad de mis quehaceres. Es algo que me preocupa mucho... demasiado... no me deja dormir últimamente. Querida Yda... ¿te verías capaz de llevarselo? El viaje está ya organizado, sólo necesito que alguien a quien realmente le preocupe Sighard le lleve esto. ¡Es más, así podríais disfrutar el uno del otro hasta su partida hacia Tierra Santa! el hombre ahora se muestra animado otra vez ¿Qué me dices? ¿Serías capaz de hacerlo?
El padre de mi amado Sighard entra en la sala un segundo después que lo haga Ghela, la expresión de su rostro era de júbilo, sabía que le daría las buenas nuevas a su hija, Sighard se encontraba sano y salvo pero que tendría que cumplir una misión más en aquella isla.
Cuando el Señor cruza la puerta me levanto y hago una pequeña y respetuosa reverencia a modo de saludo, fue entonces cuando nos narró las buenas nuevas, las palabras salían de su boca con alegría y satisfacción hasta que sacó aquel anillo, el que debía ser entregado a su hijo, pidiéndome a mi que se lo hiciera llegar...
No dude un segundo en responder a la petición pues amaba a Sighard y haría lo posible para que se mantuviera sano y salvo hasta su vuelta Por supuesto mi Señor, me tiene a su disposición y le llevaré este anillo y lo cuidaré como a mi propia vida hago una vez más una reverencia, no tenía temor alguno de viajar hasta aquellas tierras y comenzaba a pensar que me reuniría con mi amado pronto, aunque fuera sólo por poco tiempo le volvería a ver y le ayudaría, eso llenaba mi corazón de alegría.
Me vuelvo hacia Ghela y le tomo las manos a
oh querida Ghela, mi mentora, has sido mi maestra todo este tiempo y te lo agradezco tanto! te prometo que llevaré a cabo este pedido con la mayor la disposición y le haré llegar a Sighard cualquier cosa que me pidas
Cuando su padre entró en la estancia, Ghela se levantó y se acercó a él, saludándole con la misma efusividad y cariño acostumbrados, con la misma deferencia y admiración que siempre le dedicaba. Después escuchó en silencio, emocionada de igual manera que la otra mujer que se hallaba a su lado, a sus oídos llegaron las buenas nuevas, procedentes de allende el mar, hablando de viajes, remotas islas y rescates de doncellas, todas ellas hazañas en las cuales su hermano podría ganarse un renombre. Son grandes noticias sin duda… sonrió, hoy es un día grato para estos muros, que tanto han sufrido últimamente, por fin la esperanza los llena de nuevo.
Su padre estaba satisfecho, lleno de alegría y el corazón de Ghela se regocijó junto al de las otras dos personas que se hallaban en su compañía en aquella sala. El anillo era hermoso, se preguntó la razón por la cual su padre estaría tan convencido de que era estrictamente necesario para el bienestar de su hijo que aquel anillo llegase a sus manos, pero no dijo nada. A veces era mejor callar y esperar.
Yda aceptaba el encargo de buen grado y los ojos de Ghela mostraron su satisfacción, llevadle mi cariño y los mejores de los augurios posibles y decidle que aquí esperaremos su regreso con los brazos abiertos… respondió a las palabras que la futura esposa de su hermano le había dedicado y, siguiendo un impulso, añadió, y entregadle esto también… a continuación hizo algo totalmente inhabitual e inesperado, la abrazó y la besó en la mejilla, un último regalo para Sighard de Scofferi, que le sería entregado junto al anillo por la mujer que él amaba, id con Dios y que Él guíe vuestros pasos y os proteja… le hubiera gustado acompañarla, emprender ese viaje con ella y ver con sus propios ojos el mundo mucho más allá del feudo, en cierta forma la envidiaba, pero sabía que aquella decisión no estaba en sus manos, sino en las del hombre que tenía delante y que parecía haber meditado todo aquello con anterioridad. Se imaginó lo sólo que se sentiría su padre sin nadie de su casa junto a él y se lamentó de sus propios pensamientos.
Robert mostró tras las palabras de Yda una gran sonrisa enmarcada por su barba. Tus palabras honran y demuestran el gran amor que sientes por mi hijo, cosa que me hace muy feliz. Hablaré con Marius para que prepare todo lo necesario para el viaje. Te acompañaran cuatro hombres de confianza. Si necesitas que alguien más te acompañe, sólo hazle saber a Marius.
Tras el silencio, el señor de aquel feudo, se dispuso a abandonar la sala no sin antes, dar un paternal beso en la frente de ambas doncellas.