Partida Rol por web

Se aproximó entonces a los otros soldados que les acompañaban y se aprestó a seguir cumpliendo el resto de las indicaciones de su padre, limpiad del todo este lugar… ordenó sin más explicaciones con la vista aún fija en la disposición de los artículos que se hallaban ante ella y se dispuso a continuar esperando la llegada del muchacho.

¿Y decís que esa anciana vive en Frog Trees?... El dicho popular rezaba que para sentenciar un juicio había que escuchar ambas partes, aunque Ghela no pensaba meterse en aquel bosque que el campesino mencionaba ni por asomo, puesto que en los tiempos que corrían se hallaba atestado de ladrones y asaltadores que colgaban sin pensárselo dos veces a cualquier incauto que deambulase por aquellos lares y no cumpliera con sus disposiciones. Aún así, era consciente de que lo realmente justo sería atenerse a lo que rezaba el dicho.

De pronto, dio parte del tema por zanjado y anunció a aquel hombre, le notificaré a mi padre lo acontecido una vez terminadas las pesquisas… y con ánimo de ser cortés mientras se hallaban allí detenidos añadió, ¿entonces tenéis dos hijos y otro en camino, Rether?...

-Ese bosque es un lugar que pone los pelos de punta. Han pasado tantas cosas por allí. - se estremece solo de recordar loas felonías cometidas por los bandidos - Aquella fue la primera y la última vez que asomaré mis narices por allí. No tendría que haber atajado por el bosque...

-Sí, mi señora, mi mujer está en estado de buena esperanza. - respondió a la segunda pregunta, henchido de orgullo - Se llamará Claire si es niña y Sigfred si es un muchacho. Solo espero que salga a la madre y no a mi.- bromeó con comedimiento.

El guardia volvió con Hessel cogido de su mano y saltarineando. aquí tenéis al niño mi señora...

Hessel miró a aquella mujer... vestía muy bien e irradiaba una belleza única, quizá por eso se quedó como embobado mirándola sin saber muy bien que decir... Eh... buenas tardes señora. agachó su cabecita mirando al suelo en muestra de humildad.

Cuando vio llegar al niño tan campante cogido de la mano del soldado, Ghela no pudo evitar sonreír, recordandose a sí misma años atrás, y un sinfín de imágenes en su mayoría agradables invadieron su retina, revistiendo a la cortesana de mejor humor que el que destilaba después de haber presenciado la muerte del padre Wibbert. Esta imagen efectivamente era muchísimo más alegre, que ser testigo de cómo el pobre sacerdote se quedaba tieso sobre el mismísimo suelo de las estancias del castillo.

Acto seguido, se acercó a ambos, muchacho y soldado, se puso a la altura del hijo del campesino, colocándose de manera que fuera ella la que captara su atención y no su padre o la limpieza del escenario circundante, asunto este último que podría alertar a cualquiera, y aún risueña se dirigió a él, buenas tardes, Hessel… hizo una pausa, ¿ese es vuestro nombre, no?... Recordó las palabras de su padre, de manera que intentó no asustarlo, así que dio un rodeo, ¿os gusta pastorear? Seguro que sí… asintió y luego continuó, vuestro padre nos estaba contando algo sobre un colgante que os regalaron, ¿lo recordáis? ¿Os acordáis de quién os lo dio y qué os dijo o hizo exactamente?...Quizás no le había pedido nada, como bien decía su padre, pero a lo mejor sí que había realizado alguna acción concreta o bien le había preguntado por algo a lo que no le hubieran dado importancia.

Entonces le pasó una mano sobre el pelo revolviéndoselo ligeramente, dándole confianza, en verdad no era cuestión de acogotarlo, le alzó con suavidad la barbilla para que la mirara directamente y sin venir a cuento alguno, se preguntó si a su padre le gustaría que su hijo aprendiera a leer. Por último, apartó estos últimos pensamientos de su mente, que tenían que ver con otra cuestión bien distinta, y se centró en los ademanes y palabras que el muchachuelo pudiera realizar o pronunciar.

Hessel miró a su padre ahora que la mujer le había hablado de aquel tema, y sus facciones entristecieron. era mi amuleto de la suerte y esa mujer vieja me lo dio cuando estaba en Millstones y yo hacía pastar a las tres ovejas.

la vieja parecía muy vieja y me dio el collar y me dijo que parecía hecho a medida y que me hacía muy guapo y yo le dije que sería mi amuleto de la suerte y cuando lo enseñé a papá y lo tiró al fuego de la hoguera de casa yo lloré y papá me abrazo para calmarme.

y luego mamá y papá discutieron y dijeron que esa mujer era una bruja de verdad y que ya me habían dicho que no debía aceptar cosas de ningún desconocido... mamá se enfadó mucho con papá y siguieron discutiendo después de acostarme.

El recuerdo de aquel anochecer puso nervioso a Hessel.

Pobre criatura... que disgusto te llevaste, pero piensa que tus padres tienen razón, no debes coger nada de quien no conozcas.

Ghela apartó el pelo claro y fuerte de la frente del pequeño, haz caso siempre a tus padres, tan solo desean tu bien… le sonrió y suavizó al límite el tono de voz, tratando de calmarlo. Después repasó el relato de Hessel, puesto que tal y como había narrado aquel encuentro el zagal, parecía como si hubiera recibido un simple obsequio sin importancia, ya que la vieja a la que se refería, no parecía haber anunciado que aquel colgante pudiera ser de ninguna utilidad brujeril, aparte de la meramente decorativa, de manera que añadió, ¿así que el que decidisteis que sería vuestro amuleto de la suerte fuisteis vos? ¿Ella no os dijo nada más al respecto?… Deseaba aclarar ese punto, era sumamente importante.

Acto seguido, alzó la vista hacia el padre de la criatura y, sin ánimo alguno de entrometerse en discusiones de pareja, preguntó, ¿cuál fue el motivo de la mencionada discusión, albergabais criterios distintos respecto al tema?... No buscaba ahondar en la llaga ni mucho menos meter las narices en asuntos conyugales, pero había que aclarar términos como fuera, ya que de momento tan sólo tenía una charla en Frog Trees y un collar, cuya función parecía haber sido designada por un niño, como pruebas de la brujería de una anciana, a la que realmente y por añadidura de momento no había forma de relacionar directamente con la escena allí acontecida. No era que no creyera a Rether, sino que trataba de atar cabos y había alguno que se resistía bastante.

-Mi señora...- intervino con sutileza, para que no pareciese que interrumpía - El que va a hacer un mal, no lo pregona. Quizá, la ocurrencia del muchacho le ahorró a esa mujer el tener que inventarse un embuste para convencerle de que se pusiera el colgante.

La segunda pregunta, formulada en un lenguaje tan formal, hizo pensar un poco a Rether, quien pareció algo azorado cuando la entendió.

-Yo adoro a mi Lithya, no me malinterprete vuestra merced, pero no me gustó que me reprendiera por haber sido brusco con Hessel. Yo sé que lo fui, pero es que me asusté. Además, ya les había advertido que no se acercaran a esa mujer, que no era trigo limpio. Y ya ve el caso que me hizo este hombrecito. - miró a su hijo con reproche, pero su mirada se tornó tierna casi al instante.

Alzó de nuevo la mirada, sólo que esta vez con marcada lentitud, y la clavó sobre Rether, esa no es la cuestión, su tono se había ensombrecido al sentir interrumpida su parte de conversación con el niño, pero, a pesar de responder de manera tajante, no había muestra en él de enojo, más bien de contrariedad, sino cuales fueron las pautas exactas de la susodicha entrega, por eso he pedido que traigan a Hessel hasta aquí… desvió la mirada hacia el pequeño durante unos segundos, tratando de que no se cohibiera y pudiera responderle sin presión y con franqueza, tal y como ella esperaba.

Después la posó otra vez sobre el campesino, aunque ahora su tono era de nuevo más liviano. Para bien o para mal, admitió con sencillez, los hechos son a lo que hay que atenerse, a eso se había comprometido con su padre, y no las conjeturas sobre lo que alguien haya podido ahorrarse… por supuesto que la anciana podía haberse visto favorecida por la inocencia del pequeño, pero eso no había manera de demostrarlo. Por otra parte, tampoco se la había pillado gallo en mano, perpetrando aquella ceremonia demencial, y aún así aquel hombre era contundente en sus afirmaciones, hecho que a priori destilaba vehemencia a raudales.

Luego cambió de términos y añadió, suavizando aún más el tono de voz, no estoy aquí para juzgar vuestra relación conyugal, Rether… lamentaba sinceramente si había sonado así, tan solo deseaba aclarar términos… que en cierta medida era justamente lo que acababa de conseguir. Aquel hombre, que parecía honesto y amar profundamente a los suyos, se había asustado tanto, que incluso había sido excesivamente brusco con su esposa e hijo, ¿por un temor nacido simplemente de las apariencias, de la intuición? “Ya les había adevertido que no se acercaran a esa mujer, que no era trigo limpio”… pero ¿por qué? ¿La reacción de aquel hombre al calificar el collar tan fehacientemente de amuleto y al culpar directamente a la anciana de lo que acababa de ocurrir junto a su granero podría ser simplemente fruto del recelo provocado por las supersticiones? De hecho, las palabras exactas de Rether en un inicio habían sido: “desde el principio me pareció siniestra, aunque no sabría decir por qué”. ¿O habría algo más?

Rether se calló y agachó la cabeza. La amabilidad y cercanía de la dama le había hecho olvidarse por un momento de con quien estaba hablando y se estaba tomando demasiadas confianzas. No volvería a pasar. Sólo hablaría cuando se le preguntase.