Partida Rol por web

Bill el barril cayó al vacío desde la alfombra de forma que su dura cocorota fue a dar directo contra el suelo, chafando un parterre de petunias en flor que sin embargo, no fue suficiente para aplacar su caida. Sus compañeros no pudieron hacer otra cosa más que ver con impotencia la caída del lutín mientras se aferraban a la inestable alfombra que Zalakatunga se esforzaba por dominar con escaso éxito. La alfombra seguía perdiendo altura a toda velocidad sin que el lutín fuese capaz de hacer nada por evitar un violento y fatífico aterrizaje. Los tres lutines que permanecían sobre ella, salieron danto tombos como si se tratase de ovillos de lana demadejados.

La peor parte se la llevó el conductor de aquel infernal artefacto, que salió disparado varios metros por el aire, cayendo de morros contra el suelo dejándose dos dientes en el camino. Vamos, al final del camino, para ser exactos.

Más suerte tuvieron Bonnie y Batracius. La primera consiguió caer de pie con una grácil voltereta de bailarina que la sorprendió incluso a ella misma. Respecto a su amado, su facilidad para el salto le sirvió para impulsarse y hacer un salto controlado que igualmente, consiguió evitar el daño.

A sus espaldas, lo poco que quedaba en pie de la torre acababó por colapsarse con un sonoro "'¡¡¡BRRRRRUMMMMM!!!"

Y al hacerlo, todos los lutines sintieron un enorme vacío en su interior. Una sensación que solo se podía deber a una cosa: Habían perdido su vínculo con el círculo infernal del que procedían. El baúl, el baúl había sido destruído con la torre. Y al desaparecer ese vínculo, sus minúsculas habilidades mágicas, desaparecieron con él.

Nunca más supieron qué habría sido del hacendoso Algorímedes, del perezoso Gollum, de Trunkxy el pequeño cíclope carpintero o del pendenciero Danya Reshpar.

Fue de ese modo que la Torre de Rudesindus, que había permanecido impasible al paso del tiempo y sobrevivido a guerras, invasiones, hordas de orcos y a saber cuantas cosas más, se vino abajo debido a un accidente doméstico. Y faltaba por saber cuál sería la reacción del mago al regresar a su hogar y encontrarlo devastado por las llamas. Quizá no sería buena idea esperar a su regreso.
 

Mientras el mundo entero giraba a su alrededor, Bill Barril se puso en pie de manera penosa, se afianzó como pudo sobre sus rechonchas piernas y miró a su alrededor.

La torre había sido reducida a escombros y parte del servicio desaparecido en el derrumbe. ¿Qué habría sido de Lady Madina? ¿Y de Sombrita?, esperaba que todos estuvieran bien, aunque viendo el estado de la torre... bueno.

Se sacudió el polvo y se encaminó hacia sus amigos, allí estaban Patitas, la rana bibliotecaria que demostró ser un compañero fiel y Bonnie "la reina de los lutines" con su pelo quemado, y su ropa hecha jirones y con restos de aquel vómito arcoiris con olor a fresa, aún así, le pareció que tenía un porte muy "real".

También estaba aquel loco de ZalaDemolitionMan, que había terminado dando con sus huesos en el suelo. -¡Vamos maldito loco!- le gritó -Tenemos que irnos de aquí antes de que el mago regrese, por la cuenta que nos trae...-.

Después llegó a la altura de la pareja y, poniéndose entre ambos los rodeó por los hombros. Aquella sensación de pérdida al desaparecer el vínculo con el infierno era más soportable en su compañía.

-Chicos, creo que nos hemos ganado unas buenas vacaciones, ¿quién quiere un trago?- sonrió maltrecho pero feliz. En aquel mundo de tamaño humano todo era demasiado grande para un lutin... incluidas la botellas de licor.

Jamás pensé que las artes acrobáticas era lo mío, siempre luciendo como una reina bajo una actitud ponderosa me había limitado a conocer mis verdaderos atributos. Por esa razón una vez que la loca alfombra nos echó de sin piedad, automáticamente salté de ella dando un giro y tras caer de pie sentí como la adrenalina colonizó mi cuerpo. - wowowowow. - expresé anonadada conmigo misma. Salvo que mi apariencia no era la idónea. 

Luego al ver como Bill usa sus posaderas bien carnosas, comprendo que el lutín era todo un experto. No por nada tenía ese tamaño, sin dudas me había echado un gran amigo. Más aún cuando rememoro cada instante compartido con él, donde justamente ha sido el testigo del romance entre mi amado sapo y yo. 

Suspirando al recordarlo, giro sobre mi misma y al ver que cae con elegancia, mi corazón palpita de la emoción. Ahora corriendo con tal de cobijarme entre sus pegajosos brazos, le regalo el beso sagrado del amor. Consciente de que esa sustancia terminará por ensuciar aún más mis ropas, no importaba realmente porque Batracius era perfecto. 

Y tras finalizar aquel instante mágico, observo a lo lejos como Zalaellocodragón cae de bruces. Una caída más que merecida luego de haber arruinado mi cabello con sus diabluras en el castillo, era un lutín travieso pero al fin de cuentas el único que nos salvó la vida. Una de cal y otra de arena... 

Ya pensativa y junto a mi amado, es Bill que se acerca para abrazarnos a los dos. Sonriendo con esa "belleza" exótica que tengo, comprendo que mejor no podía estar. Había encontrado al amor de mi lutin vida y un gran amigo de verdad, eso si, con sus posaderas acolchadas anti caídas. - Claro, serás el padrino de nuestra boda. - bromeo entre pequeñas risas un tanto tímidas. 

Al menos era feliz, más no podía pedir... Bueno si, que Zala se quede quieto por unas horas... Eso no estaría mal. ¿Verdad?

ZalaWreck-It-Katunga  sobrevivió al accidente tras romper el record mundial de epostracismo, con obstáculos en cien metros llanos a la barrera del sonido sobre una alfombra voladora infernal (si el titulo no existía pues deberán agregarlo al Guinness). Al recuperar su postura algo humillante con su disfraz de dragón un poco dañado, ZalaElLoco escupió algunos de sus dientes lamentando tener que sacar un turno para el dentista infernal (Si es que en algún momento volvía a su círculo infernal). Además el depósito por el disfraz posiblemente no sea devuelto al desventurado lutin. – Zay, zay miz nachaz- se lamenta al sujetar su trasero con ambas manitas.

En ese momento la poderosa torre de Rudenosequé cayó sobre su propio peso, envuelta en llamas por el descuido de “otro” lutin desconocido, cuyo desquicio culinario inició el fuego en la cocina. Zala lo encontraría y daría cuentas con ese listillo luego de poner tierra de por medio con los territorios del dueño de la torre.

El espectáculo del derrumbe mantuvo al lutin absorto hasta que su compañero de desgracia lo sacó de su ensimismamiento, regresándolo a la realidad y la necesidad de beber algo espirituoso y salir pitando. - ¡Ohhh ziii! ¡A guskar una tagedna donde sigvan leshe shokolataga! – Respondió a Bill y agregó en susurros - Ahh.. y un zazegdote infegnal pa´ kazag a ezoz doz… - dijo al señalar a la reina de los lutines y al Sapo Pepe.

Y tras comenzar la marcha hacia el interior del bosque el lutin buscó una ramita, que simulando ser su fiel montura, comenzó a encabezar el grupo dando pequeños saltitos con su corcel invisible. Aunque había perdido su tenedor-lanza.

Eso sí era una pena…

Finalmente se estrellaron contra el suelo, y Zala pagó un poco por su mal karma dejándose los dientes en el empedrado del patio. Por suerte, tanto él como Bonnie consiguieron aterrizar indemnes.

Batracius buscó dónde había caído Bill y observó como se levantaba dolorido, ¡menos mal!, pero Bonnie no tardó ni un segundo en lanzarse sobre él y se fundieron en un empalagoso abrazo repleto de arrumacos y besos apasionados.

Mi amor... *muack slurrp*- la escena era digna de otorgar a esta partida el latiguillo de [+18].

Y de repente, la torre colapsó finalmente tras ellos provocando un sonoro estruendo y liberando toneladas de polvo. Todos observaron el pavoroso espectáculo, y aunque a Batracius el resto de habitantes de la torre (incluyendo los otros lutines con los que tan apenas había tratado y de los que habían perdido toda pista) no le importaban mucho, sí se preguntó que habría sido de Algorímedes, que había evacuado la torre de un modo un poco drástico...

Bueno... sólo nos queda la retirada estratégica... -dijo pensando en lo que el mago podría hacerles si les encontraba a los pies de las ruinas de su ex-torre.

Aún pegados, Bill se les acercó y los abrazó a ambos por detrás, poniéndose en medio con su voluminoso cuerpo.

Sí que nos hemos ganado un buen trago, jaja, las tres Bs se van de copas -dijo con la alegría contagiosa de su compañero, mientras se ajustaba las gafas.

Cariño, ¿cómo que el padrino? ¡que la oficie él mismo! No podemos volver al infierno por ahora, y no es que nos fueran a dejar entrar en una Iglesia ¿no?

Y así, juntos y carcajeandose, los tres amigos (y el tarado que les acompañaba) se alejaron por el empedrado camino a la puesta del sol.