Partida Rol por web

Sonrio. Es tan descortesmente honesto que me hace gracia, yo solía ser así

Evidentemente hemos venido a ver el festival pero llevamos horas recorriendo las calles y nos merecíamos un descanso. No creéis?

El bushido no solo pide decir la verdad sino que además tiene que parecer que digas la verdad, sinceridad absoluta, Makoto. Por eso Tsuruchi rompió su espada, el bushido no te permite muchas veces conseguir un objetivo por un bien mayor y es mas unas cadenas que una virtud.

-Por supuesto que cualquiera merece un descanso, no juzgo eso, simplemente me preocupaba por la decisión que habíais tomado.-Miro a la joven que me encontré en el puerto, es muy hermosa y tiene algo que me llama peligrosamente, como si fuera un pequeño animal, con un corazón salvaje-Ya os he visto dos días seguidos y aun no he conseguido que me digáis vuestro nombre,¿ deberé llamaros doncella-sama?

Odio que me hagan preguntas directas, pero sonrío tras el abanico.
-¿No os parece que doncella-sama debería ser un nombre que se pusiera de moda? -Respondo, con una risa suave. Después, decido no andarme por las ramas- Tsuruchi sama, seguro que un hombre de mundo como vos ha visto muchos gaijin, ¿conocéis a aquel sentado en esa mesa? Es verdaderamente fascinante.

¿acaba de contestar mi pregunta con otra pregunta? no se si la joven se está burlando de mi o simplemente ha sido pura casualidad.

-¿A aquel Gaijin Hime-sama?- digo sin señalar ni dirigir mi mirada hacia la mesa de ronins- No tengo el placer de conocerlo en persona, aunque un gaijin es algo extraño hasta en estas tierras, no se aprecian mucho en Rokugan y tienen prohibida la entrada de sus productos en el imperio- Así que interesadas en el gaijin- ¿Porqué os interesa ese hombre?

-¿Acaso no os parece absolutamente fascinante? Miradle. Repugnante y fascinante a partes iguales. Tan primitivo y sucio -sigo hablando mirando en dirección al gaijin. Me encantaría que me viera hablando de él, observándole descaradamente. Quizá así se acerque, jamás he hablado con uno y me gustaría saber cómo son.

Después, recuerdo que no estoy sola en la mesa, y me vuelvo hacia mis acompañantes.
-De hecho, me interesan las telas. Seguro que ha venido con algún cargamento interesante. Por cierto -sonrío de nuevo, apoyando los codos sobre la mesa y cruzando los dedos bajo la barbilla- Me gusta lo de hime sama. Podría acostumbrarme a ese nombre.

Cuando la samurai Suzume se ha aproximado al Mantis y le ha susurrado lo que le ha "chivado" el posadero, no consigue evitar que este le oiga, poniéndose muy pálido. Tartamudeando, suplica al samurai Mantis entre susurros:

- Yo...yo no se para quien trabajáis. Un amigo me dijo que os vio salir de la oficina del magistrado... y bueno... tengo miedo de ese demonio extranjero... ¿no podéis pedirle papeles o algo?

Los personajes están conversando en la mesa de la esquina, el posadero les deja una bandeja con tres tacitas pequeñas y un pequeño frasco de sake. Se gira con su bandeja y el gaijin está de pie justo en frente de él.
El posadero tartamudea y tropieza, se le cae la bandeja y pide disculpas. El extranjero, alto como una torre le mira serio mientras aprieta su mandíbula, luego le sonríe y con un grave tono de voz le dice en rouganí con un extraño acento:

- No tiene porque disculparse, plebeyo...- Le aparta y le deja pasar mientras mira de lado a las dos mujeres con un atrevida sonrisa que desde luego no es para nada discreta o pudorosa - He visto numerosas bellezas en estas islas de maravilla, pero todas me parecen minucias al lado de la belleza que se sienta en esta mesa.

Disculpen si mi utilización del idioma es incorrecto... llevo años practicando pero a veces me cuesta transmitir lo que quiero decir.
¿Puedo sentarme con ustedes, samurai?
 

El avispa hace una señal al posadero para que se retire, mientras dirige su mirada hacia el gaijin que acaba de llegar.

-En nuestro país es mas importante en como y cuando se dicen las cosas, que en una correcta pronunciación de nuestro idioma-digo mientras observo atentamente como va vestido.- Por mi no hay problema que ocupéis la mesa, pero no soy el único sentado en ella, además solo soy un invitado.

Me oculto media cara tras el abanico con el corazón aleteando en el pecho como un colibrí que acaba de descubrir una nueva flor. De pronto me entra la timidez, y temo que se me refleje el rubor en el rostro, así que sin mostrarlo, siempre escondida tras el abanico, dijo con voz bajita.
-¿En vuestras tierras podéis sentaros a la mesa con desconocidos así, simplemente preguntando? Pero... si a la dama Suzume no le importa vuestra presencia, a mí no me es del todo ingrata.

Mis padres eran unos aventureros, yo me dedico a la.humilde profesión de cuentacuentos. Serias un perfecto protagonista de muchas historias. Por favor sentaos.

Le sonrío y le hago un gesto con la mano para que se siente.

Lamentablemente entenderéis ser el objeto de nuestra curiosidad. Pero me ha parecido ver que ya conocíais a los presentes de la sala?

El Gaijin se sienta tras inclinar la cabeza ante la aceptación final de la samurai Suzume.

- Muchas gracias samurai... mi nombre es Daniel Hackerman.
No es la primera vez que visito estas islas o las Islas Mantis... y sigo .... asombrándome de ciertas ... cosas. Por ejemplo

Señala con sus dedos enguantados por el cuero hacia la dama Kitsune 
¿Como puede la belleza ocultarse tras un abanico en lugar de mostrarse de forma abierta?

O vuestras armas...- Dice señalando el arco cubierto - Hace ya un siglo que las armas de fuego desbancaron a los arcos y las ballestas. Es fascinante que sigan usando estas reliquias.

Finalmente señala a la dama Suzume - Por supuesto lo que más me llama la atención... una mujer hermosa con espada...inconcebible en mi tierra. 

Sonrío tras el piropo, pero sus palabras albergan más preguntas que respuestas.
-Nosotros tenemos armas de fuego -replico, defendiendo nuestra cultura- una vez vi a un maestro shugenja invocar una katana llameante. Y si las mujeres no llevan espadas, ¿con qué se defienden las guerreras?

Cómo me gustaría desplegar mi abanico de encantos con el gaijin para que me contara absolutamente todo sobre su tierra, pero en una posada así, y en presencia de la Suzume y el Tsuruchi... me contento con ser cortés y educada, y esperar que mi belleza haga el resto.

El arquero levanta la ceja ante semejante comentario sobre su arco.

-Las armas de fuego solo son usados por aquellos que desconocen el concepto del honor, son armas que no respetan el alma de su enemigo.-El tsuruchi acaricia la tela de su arco- Hablar de forma despectiva del valor de nuestras armas, es un insulto hacia nosotros, cuando posiblemente vuestras armas de fuego tengan mucho menos alcance del que puedo tener con mi arco, ademas de menos precisión. Pero imagino que no es vuestra intención, solo es curiosidad, pero como os he dicho, es mas importante el como y el cuando decís las cosas.

Ante la entrada del mantis, el Tsuruchi levanta la cabeza, dirigiendo su mirada hacia el hombre de la barra, tiene algo que hacer pero no puede dejar a las dos mujeres con semejante barbaro.

Tsuruchi-san. Estoy segura que el extranjero no desea ser descortés.

Me dirijo al extranjero
Debo por vuestras palabras entender que las mujeres en vuestra tierra no son capaces de defender a los suyos? Eso sí que me resulta una revelación.

Y en referencia a las armas... El arma más poderosa señor no se guarda en una vaina. El arma más poderosa es la dialéctica, como os ha dicho Tsuruchi-san el que digáis, como lo digáis y a quien os puede llevar a una muerte segura. Alguien sin moverse de su asiento incluso tapando su bello rostro puede ser responsable de muchas muertes

Tiro para percatarme de q el Tsuruchi busca a alguien

Entras en la posada de la Merluza Sonriente, ya sabes que a pesar del nombre gracioso, es una posada muy limpia, amplia y famosa. Está muy concurrida, y hay don zonas separadas, una sala central con chimenea donde hay numerosas mesas con heimin y samurai; y otra zona más alta separada por unas escaleras de madera en forma de caracol donde hay mesas amplias solo reservadas para samurai.

En su interior hay numerosas mesas ocupadas y una barra donde la gente es servida más rápidamente. Dos heimin tocan con un tambor y una flauta una agradable melodía clásica. Lo que más te llama la atención:

• Una mesa con 5 ronin, están jugando un extraño juego de cartas con un buen montón de monedas en el centro de la mesa. Uno de ellos parece el líder del grupo y es el único que no bebe, solo juega con una silenciosa concentración.
• Una mesa con 3 samurai del clan Cangrejo. Los tres comen y beben mientras hablan divertidos de sus cosas
• Un Gaijin, ha entrado antes que tú y se ha acercado a los ronin como si ya se conociesen, ha dicho algo asintiendo con aprobación y se sienta en una mesa cercana mientras uno de los sirvientes de la posada le pregunta que desea tomar.
• Dos hermosas mujeres se han sentado en una esquina, contemplando toda la posada y un samurai esbelto se sienta con ellas. Al poco tiempo, el demonio extranjero se levanta y se sienta con las mujeres y el samurai avispa.

Mientras observo la escena, pido una botella pequeña de sake al posadero. Cuando éste vuelve con una pequeña jarrita de sake caliente y una copa, la coge y se despega de la barra.

Durante un segundo, patece mirar fijamente la mesa de los ronin, pero meneando la cabeza, se dirige a la mesa donde el gaijin, las 2 damas y el otro samurai se han sentado.

Ruego me perdonen si interrumpo algo. Mi nombre es Toushiro. Quiza no sea el momento, pero no he podido evitar fijarme en vos. ( Dirigiéndose al samurai Tsuruchi ). Tengo asuntos que tratar con usted... aunque si lo preferís podemos hablarlo más tarde. 

O si no incomodo a los presentes, ¿gustarían de tomar conmigo un poco de sake?.

Byako Aimi:
-Nosotros tenemos armas de fuego -replicó Aimi, defendiendo su cultura- una vez vi a un maestro shugenja invocar una katana llameante. Y si las mujeres no llevan espadas, ¿con qué se defienden las guerreras?

El extranjero mira muy serio a los ojos directamente de Byako Aimi, un atrevimiento claro de alguien que no conoce las costumbre y la educación, y pronto se empieza a dibujar una sonrisa en su rostro.
- En mi tierra no hay maravillas tales como espadas de fuego o mujeres guerreras. Es por eso que esta tierra me fascina tanto.

Tsuruchi Kô:
-Las armas de fuego solo son usados por aquellos que desconocen el concepto del honor, son armas que no respetan el alma de su enemigo.-El tsuruchi acaricia la tela de su arco- Hablar de forma despectiva del valor de nuestras armas, es un insulto hacia nosotros, cuando posiblemente vuestras armas de fuego tengan mucho menos alcance del que puedo tener con mi arco, ademas de menos precisión. Pero imagino que no es vuestra intención, solo es curiosidad, pero como os he dicho, es mas importante el como y el cuando decís las cosas.

El gaijin se gira hacia el Tsuruchi y niega con la cabeza. Se sienta tras pedir permiso con un gesto

- Sin duda la diferencia de lengua me ha traicionado una vez más y quizá no me he expresado como hubiera querido. Nada más lejos de mi intención que querer insultar sus costumbres o sus armas, precisamente quería hacer mención a que en nuestro pueblo se ha perdido la costumbre de utilizar estas armas, y que es una lástima porque por más que he observado, sigo sin explicarme como hacen diana sin apuntar siquiera. Otra cosa es a nivel práctico, créame que si el uso de las armas de fuego ha desbancado en la guerra desde hace más de un siglo a las armas de cuerda, será por algo.- El hombre entrelaza los dedos de las manos y te observa con una mirada penetrante - Pero no nos engañemos, señor samurai, un arma es un arma, y su existencia solo tiene un fin... que es matar.

Suzume Annaisha:
Debo por vuestras palabras entender que las mujeres en vuestra tierra no son capaces de defender a los suyos? Eso sí que me resulta una revelación.

Y en referencia a las armas... El arma más poderosa señor no se guarda en una vaina. El arma más poderosa es la dialéctica, como os ha dicho Tsuruchi-san el que digáis, como lo digáis y a quien os puede llevar a una muerte segura. Alguien sin moverse de su asiento incluso tapando su bello rostro puede ser responsable de muchas muertes

El extranjero se gira hacia la dama Suzume y la mira de arriba abajo, sobre todo a su espada.
- En mi tierra no es común que las mujeres manejen armas, aunque si es cierto que dominan artes que ningún hombre puede aprender, y sin duda saben hacer caer hasta un imperio con las palabras adecuadas, aunque mucho me temo que eso es algo posible también en esta isla tan remota... quizás incluso de forma más literal si me atrevo a aventurarme.

El hombre prueba el sake que ha traído el tabernero, haciendo un gesto amargo y luego riendo al mirar la taza vacía.