Raquel se quedó quieta mientras encontraba a su próxima víctima. Dio unos pasos vacilantes y... Allí estaba.
Era como un helado de chocolate perfectamente formado. La boca de Raquel empezó a babear al imaginarse que se tomaba un helado a su lado. Comenzó a caminar primero lentamente y después echó a correr.
Las muy zorras seguro que me le quieren quitar pensó mientras miraba a su alrededor.
Si el chico tuviera un vaso de agua a su alrededor, la situación le recordaría a Jurassic Park. Raquel llegó al lado de Charles respirando con dificultad y sudando como un pollo.
Ho... hola. Sooy.... Dame un segundo... un segundo... Soy Raquel. Y ahora nos tocaaaaa... terminó la palabra aspirando sonoramente para recuperar el aliento.
Charles no pudo evitar poner una mueca de desagrado cuando vio llegar a la gorda. No tenía ningún problema en relacionarse con ella, es más estaba allí para conocerlas a todas, y no tenía problemas con su aspecto físico ni nada por el estilo. Pero cuando llegó hasta ella, fatigada y empapada en sudor... bueno, eso ya no le agradó tanto.
Cerró los ojos y acercó sus prominentes labios a sus mejillas y le tendió dos besos.
Hola, mi nombre es Charles, Charles Standford. Dijo mientras llevaba sus manos a la cara para eliminar el sudor de Raquel de sus propias mejillas.
Raquel se sonrojó cuando aquel hombre de ébano le dio dos besos. Juntó las manos por detrás de la espalda (realmente, sólo lo intentó, porque su grueso cuerpo no se lo permitía) e hizo dibujos con el pie.
Vio como una gota de su sudor caía al suelo y, rápidamente, echó mano de su escote y sacó un pañuelo rosa perfumado y se lo pasó por la cara. Miró a su alrededor y buscó una papelera para tirarlo, pues estaba empapado y ya no servía. Afortunadamente, había una a dos pasos, así que se acercó sin dejar de mirar a Charles y la tiró. Volvió sonriendo.
Encantada, Charles dijo con la respiración ya normalizada. Le hubiera encantado acariciar su brazo marcado, restregarse en él e, incluso, dar algún que otro lametazo. Pero no era apropiado.
¿Qué te apetece hacer? ¿Cenar? ¿Dar un paseo a la luz de la luna?
Charles se quedó un rato pensando, seguir bebiendo ya no era una opción, pues terminaría el programa con un serio colocón. ¿Qué tal si nos vamos al restaurante que hay junto al puerto? Tiene muy buena pinta, y he leído que se come muy bien. Además, creo que tenemos los gastos pagados. La organización se ocupa de todo, ¿verdad? Dijo como buscando algún tipo de cámara que hubiera por allí.
¿Qué tal si vamos por allí a ver si hay mesa? Creo que es tipo buffet. ¿Te apetece? Dice mientras respiraba profundamente al darse cuenta que la gorda se había secado ya el sudor. Al menos ya no tendría tanto problema en seguir a su lado. Y al menos no parecía generar ningun mal olor. Eso al menos haría la cita más cómoda.
¿Los gastos pagados? ¿Buffet? ¡Y a qué estamos esperando! dijo Raquel agarrando del brazo a Charles y tiraba de él. En otras circunstancias, o bien se le hubiera echado a la espalda o bien le hubiera dejado tirado. Pero aquel hombre le recordaba demasiado a un helado de chocolate y eso le gustaba mucho.
Y dime, Charles, ¿a qué te dedicas? dijo Raquel mientras evitaba babear pensando en el buffet.
Charles y Raquel fueron camino del buffet que había comentado el negro. Le tendió la mano, con gesto más de estilo inocente, que de novios. Por alguna extraña razón, aquella oronda chica le hacía sentirse sobreprotector, como si sintiera que habría sufrido mucho en su vida, y que debía protegerla. No era ni de lejos su chica ideal, de hecho dudaba mucho que aquella cita desembocara en algo más. Pero mientras, si podía tomar algo, podría ser interesante conocerla un poco.
Charles se sentó en una de las mesas que estaban más cerca de la zona de pasta, la parte "italiana" del restaurante. Y desde allí pidió al camarero algo de bebida para los dos y luego ya se dispuso a contestarla.
Esta vez sabía lo que tenía que decir, lo había ensallado en la cita con la chica anterior. Soy informático. ¿Y tú?
Me ha cogido la mano... ¡Me ha cogido la mano! El corazón de Raquel saltó de alegría y casi le da un infarto. Eso se estaba acercando a su cita ideal. ¡Un hombre le iba a llevar a un restaurante! A Raquel le empezó a sudar todo, pero no se soltó de Charles hasta que se sentaron. Sacó el pañuelo de su entreteto y se secó disimuladamente las gotas de sudor de la cara.
Yo soy crítica de restaurantes. Entre tu y yo dijo mientras se intentaba arrimar a la mesa, lo que provocó que todo se desplazara hacia el chico. Soy de las representantes de la Estrella Michelin se echó para atrás, esperando ver la reacción de Charles, ya que eso era una profesión muy importante y una de las cosas de las que más se enorgullecía Raquel
Charles pensó que Raquel le estaba tomando el pelo. ¿Acaso ella misma es capaz de jugar con su propio estado de peso? Desde luego que si aquella chica se sentía orgullosa de su peso, es que no le faltaba carisma y personalidad y eso era algo que, sinceramente, era digno de alagar. Estrella Michelín había dicho, y él que iba a ser un Astro Negro, o algo así.
El juego de palabras le hizo sonreír al chico. ¿Crítica de restaurantes? Eso es genial. Ahí seguro que puedes comer todo lo que quieras y lo que te apetezca y encima seguro que te tratan genial. ¿Representante de estrellas con michelínes? Soltó una risotada para después tomar algo de bebida de la mesa. Colocó todo un poco mejor, pues Raquel lo había movido y continuó hablando. Cuéntame más sobre tu trabajo, parece divertido. ¿Qué hacéis las representantes como tú?
¿Divertido? Mucha gente nos odia dijo negando con la cabeza. Ella hacía perfectamente su trabajo, pero estaba segura que si algunos restaurantes se enteraba de cuándo iba y de quién era, la envenenarían.
Los representantes de la Estrella Michelín vamos de restaurante en restaurante evaluándolos. No podemos decir quiénes somos, porque si no la atención sería preferente y nada objetiva. Llegamos al restaurante y evaluamos la cocina y el servicio de los camareros, la calidad de la atención... Todo, en general. Un restaurante puede tener hasta tres estrellas y nosotros se las damos o quitamos.
Bebió un poco de agua. Era el primero chico que le prestaba atención y no quería estropearlo.
Cuando le concedemos a un restaurante la Estrella, se hace bastante famoso. Sube su caché y los precios, la gente va para comer y decir que ha estado en un "Estrella Michellín". Peor es cuando se la quitamos a uno... Puede llegar a cerrar, porque cae en desgracia
Charles contempló atónito lo que le explicaba su oronda compañera. No sabía que alguien se dedicase a ese tipo de trabajos. Conocía los críticos culinarios, al fin y al cabo en su verdadera profesión también habia críticos, pero lo que no se esperaba es que hubiera un grupo exclusivo que se dedicase a ello.
Es como si los críticos de cine se mantuviesen en el anonimato para juzgarlos a ellos en momentos en los que no supieran que estaban allí. Aquello no le gustó mucho, entendía por qué les odiaban, e incluso la intención de algunos por envenenarlos.
Un tono de ligero enfado se notó en la voz de Standford. Pero... ¿en serio os dedicais a esto? Es decir, sois un grupo de personas que se dedican a ir juzgando a unos y a otros y en función de vuestra decisión puede depender su futuro? ¿Y en serio te gusta tu trabajo? Es como si jugarais a ser dios con los demás. No se... me parece demasiada responsabilidad para un solo grupo de gente, ¿no?
Dentro del enorme interior de Raquel, había hueco para muchos sentimientos. Y entre ellos era la ira cuando le hablaban mal de la comida o de su trabajo. Entrecerró los ojos y la carne que le sobraba de toda la cara parecia que se le iba a caer. Pero le modificó totalmente el rostro.
No soy creyente, así que dios me da bastante igual. Y no, no jugamos a ser ese dios tuyo. Evaluamos a los restaurantes en su labor. En el mundo de hoy, todo el mundo evalua algo. Siempre hay un grupo de gente que evalua el trabajo de otros. Dime, si no, un campo donde no se haga. le retó.
Charles se dio cuenta que aquella cita había reventado en mil pedazos. No es que Raquel fuera su mujer ideal, que desde luego no lo era, sino porque tras ver la cara que ponía creía haberla ofendido, y eso ya no habría quien lo solucionase en un programa de citas rápidas como aquel.
Charles no tardó nada de tiempo en reaccionar, en el mundo del espectáculo, por ejemplo. El cine, o el teatro. ¿Acaso crees que una crítica mala de un espectáculo, puede hacer que la gente deje de ir? Hay miles de críticos, y cualquiera que tenga un boli y un papel, u hoy en día, un blog, puede hacer cualquier tipo de crítica. Luego la gente puede ir o no, pero digamos que no hay críticos cuya opinión sea relevante. Fíjate en los oscars, las películas nominadas, o que ni si quiera lo han estado, no son peores que las que los han ganado. Y además, a una peli una vez que le dan un oscar, no se lo quitan. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
No, me estás intentando cambiar de tema. Yo critico la comida y el servicio de un restaurante. No son críticas destructivas, si no constructivas. Si no hubiera nadie que dijese "hay que mejorar", nadie lo haría. Muchos negocios se irían a pique porque la gente no se esforzaría. Si quieres estar en la cumbre, no puedes relajarte ni un segundo. Si quieres tener más ingresos que la competencia, no puedes dejar que nadie te diga lo malo que eres, si no lo bueno.
Cogió el vaso de agua con demasiada fuerza, tanto que notó como se empezaba a romper por el borde. Tomó un sorbo de agua por el lado no agrietado y se levantó.
Voy al baño, ahora vuelvo dijo mientras se daba la vuelta y, mientras se acercaba al baño, abría la caja que le habían dado en el concurso.
Charles se quedó muy sorprendo tras contemplar el ataque de ira de la muchacha. Había sido demasiado agresiva y no quería que llegara a esos extremos. Así que, simplemente se limitó a levantarse y tomar otro vaso para cambiárselo y ponerle agua nueva y fresca.
Raquel había hecho bien en irse un momento, lo mejor sería templar un poco los ánimos y empezar con mejor pie en el siguiente "round".
Raquel volvió del baño algo mustia. Lo que tenía la caja no le había ayudado en nada. ¿No voy a poder librarme de este imbécil que se cree superior a los demás? ¡Si sólo es informático, por favor! pensó acalorada, tomando asiento y contemplando la comida.
No se molestó en abrir la boca. Él había sido el causante de esa situación, si quería algo, que hablara él.