Durante la mañana, copio con cuidado el mensaje y me guardo la copia en la caña de mi bota. Un par de horas antes de la cita con Elia me adecento todo lo que puedo y me visto con esmero, agradeciendo esta vez a mi padre por incluir ropas de gala en mi equipaje. Nervioso ante la perspectiva de una cena con la princesa, me dirijo hacia su camarote, recordandome una y otra vez que el verdadero objetivo de la reunión es conocer a sus damas de compañía y a la gente a su servicio, en busca de un posible traidor.
Vestido con las ropas de gala, llego al camarote de la Princesa y sus damas de compañía por el camino más discreto que se me ocurra. Una vez en la puerta, golpeo con los nudillos esperando una respuesta desde el interior.