Partida Rol por web

Desesperación

Sueños en la oscuridad

Cargando editor
03/05/2008, 19:44
Director

Una nebulosa oscura anega los alrededores, sumiendo la realidad en sombras. A través de la nebulosa, imágenes y sonidos difusos barren el ambiente, evocando extrañas escenas en el fondo de vuestras pupilas y en lo más recóndito de vuestros oídos. Las pituitarias recuerdan olores que nunca sentisteis, y la piel siente las inexistentes variaciones del calor. Advertís una extraña empatía, como una comunión entre vosotros; casi como si en cierto modo estuvierais juntos... como si os pudierais tocar. Pero no es así. Todo resulta desconcertante y ominoso, aunque vagamente familiar. En especial...

Notas de juego

Esta noche vais a soñar por fin. Cada uno debe redactar para todos los demás cierta pequeña historia, relatando su sueño, que tiene que incluir los siguientes ingredientes en la explicación. Cuando esté hecha la de cada uno, continuará la aventura. Si la historia no incluye las pautas dadas, o se va mucho de baretas, tenéis la sensación individual de que podríais perderos en esta especie de limbo inmaterial. Ese sueño es como un ancla para cada uno de vosotros con la realidad, así que poned cuidado en ello.

Tened en cuenta que es una escena colgada de ninguna parte: no tiene ni pasado, ni futuro. Toda la redacción tiene que ser absolutamente en presente, si bien puede ser tan detallada, sensorialmente, como desees. En ella cada uno es un observador externo, así que no hay subjetividades implícitas (nada de “no sé quién piensa tal, o algo así: tan solo lo que un testigo pudiera decir de la situación). El entorno temporal tiene que ser anterior al siglo XX (que empieza en el año 1.901 dC, recordemos), que es lo que tu PJ puede interpretar (nada de futurismos, ni aberraciones fantásticas: mundo real puro y duro). Los nombres y otros datos similares sobran: el narrador objetivo no los sabe. El sexo del protagonista no es opcional; también coincide con el vuestro.

Para la redacción informaré a cada uno en privado de lo que debe incluir, en un post subsiguiente. Esta información es, obviamente, secreta.

Cargando editor
04/05/2008, 13:47
Diplomático (Norbert Price / Kurt Homburg)

La habitación y los presentes en ella destilan un aire de formalidad que no hace sino ser acentuado por los trajes de todos los presentes, por las pintas se diría que son hombres de negocios, varios de ellos son de mediana edad, repeinados, con bigote (casi todos ellos) de distinto tamaño pero exquisitamente recortados en cualquier caso. El resto son más jovenes (al igual que ocurre con los más mayores, todos son varones), unos con pinta de estar recién salidos de cualquier escuela o facultad, otros con más rodaje a sus espaldas. Uno de estos jóvenes es el que mira alrededor con más interés, su color de pelo cobrizo y su imponente apariencia física lo hace destacar entre el resto de los hombres.

Varios de ellos se encuentran de un lado de una gran mesa de una madera oscura y dura, madera de calidad extraordinaria. En el otro lado de la mesa, el joven pelirrojo mira a un lado y a otro para certificar que de su lado hay el mismo número de personas. Se nota que esta reunión es importante para él, cada uno de sus gestos está medido, cada una de sus palabras cuidadosamente buscada. Del resultado de esta negociación puede depender su futuro.

El siguiente detalle de importancia son los papeles y los libros. Ambos grupos de personas tienen su pequeño montón de papeles y libros. Y libretas para apuntarlo todo. Nuestro protagonista mira hacia abajo permitiéndole leer lo que ha estado anotando hasta ahora. Los nombres de los que se encuentran sentados enfrente, nombres de ciudades, países, algunos reconocibles, otros extraños. Cerca de todos estos nombres hay números, cantidades mayores y menores con flechas que se dirigen hacia alguno de los lugares...

El sonido de su propia voz a veces le resulta desconcertante, pero en esta ocasión es agradable ver que sale de forma segura, a pesar de utilizar un idioma que no es el propio. Los gestos de aprobación del otro lado parecen estar de acuerdo con esta sensación. El gesto de admiración de un chico más joven a su derecha produce en el interior una sensación de orgullo y satisfacción.

El tiempo va transcurriendo con lentitud, el turno de palabra va de un lado a otro de la mesa, algún que otro roce dialéctico, que el hombre pelirrojo resuelve con prontitud gracias en gran medida a la templanza que demuestra cada vez que sugiere algo. Esa templanza no hace sino aumentar tanto la aprobación del otro lado como la admiración del propio. Cada vez está más cerca del objetivo final. Nuevas cifras anotadas en la libreta...

Al final un choque de manos fuerte y firme para cerrar un trato. Felicitaciones por el buen hacer y la forma de hablar una lengua que no es la suya por parte del otro lado. Felicitaciones por la consecución de los objetivos de forma holgada por parte de los miembros del propio bando. No hay como la satisfacción del deber cumplido y la seguridad de estar haciendo algo para lo que uno ha nacido...

Cargando editor
05/05/2008, 13:48
Heinrick Bevan (1907) -Patrick Davourier ( 1906)

De repente ; un recuerdo , un deseo ; una imagen invade mi sueño , una mansión de estilo victoriano aparece a lo lejos , es majestuosa , su tejado de teja roja destaca sobre el color claro de sus paredes . Es una casa de tres plantas , con unas amplias escaleras que suben y dan acceso al segundo piso , dejando el primero sin ventanas y con la puerta por la parte de atras , para las cocheras y dependencias auxiliares . Unas amplias ventanas abuhardilladas coronan el segundo piso .

La casa esta rodeada por un amplio jardín , salpicado de innumerables colores , producidos por una amplia y variada colección de flores , dotando al verde jardín de un espectáculo de color sin igual , avanzo rápido y supero la verja de hierro forjado con un extraño escudo labrado en cada una de las hojas .Paso raudo y con mi vista fija en el jardín lo que me impide identificar la enseña del propietario .

Avanzo por el jardín dejando a un lado el camino de tierra prensada para los carruajes , y me sumerjo en el verde mar que me llama .
Cipreses esculpidos con formas de animales salpican la alfombra verde , solo rota por estrechos y sinuosos caminos de losas de piedra pulida , perfectamente encajadas , que marcan el camino del paseante .Pequeños bancos de mármol blanco , sin vetas oscuras delimitan ocasionalmente el camino , proporcionando al caminante placidos lugares donde saborear el lugar . Intensos aromas invaden mi olfato al sentarme en uno de ellos ; rosas , jazmín y hortensias me embriagan con sus perfumes.
El cantar de los pájaros y el tenue caer del agua de una fuente son los únicos sonidos que aprecian mis oídos dandole al entorno una inpagable tranquilidad .
Me levanto y me encamino hacia un pequeño laberinto de setos , me acerco y el sonido del agua de la fuente se hace mas intenso , y un suave murmullo me indica la presencia de alguien entre los setos . Mi marcha se acelera , quiero saber quien disfruta de este maravilloso paraje .
El camino me guía hacia el centro , hacia el corazón del jardín , el avance provoca que el murmullo se convierta en palabras y estas en frases , el murmullo es una conversación entre un hombre y una mujer . Me detengo con miedo al borde del claro , una fuente con un ángel alado domina el lugar , el caer incesante del agua refresca el ambiente . Miro , buscando a los culpables de romper con su conversación la quietud del momento , y los veo sentados en un banco dentro de una rosaleda plagada de innumerables rosas de varias tonalidades ; rojas , blancas ,amarillas , crecen sin patrón sobre la estructura de madera de nogal que rodea el lugar .
Miro a la pareja , los veo en el banco , el hombre sentado con un libro en las manos , la mujer tumbada con la cabeza apoyada en el regazo del hombre escuchando como este le lee bellas poesías :

A word is dead
When it is said,
Some say.
I say it just
Begins to live
That day. (*)

Sin previo aviso la imagen se difumina … pero en unos instantes que parecen horas la imagen se vuelve a centrar … pero ya no estoy en el jardín sino en un amplia biblioteca . Estanterías de libros encuadernados en piel y sus tomos marcados en oro decoran las paredes .Mi mirada vaga por las estanterías y se encuentra libros mostrando signos de antigüedad , pero cuidados con mimo , rollos de pergamino , libros modernos con encuadernaciones bellamente logradas . Libros de poesía , de teatro , de historia , el sueño de cualquier amante a la lectura se encuentra en estas cuatro paredes .La única pared que no se muestra repleta de estanterías , muestra una chimenea , en la que crepita el fuego , y encima un retrato de una pareja en esa misma habitación sentados , ambos con libros en las manos leyendo . Me acerco y busco el autor , pero de nuevo las voces me distraen , me giro y como un voyeur cualquiera observo la escena .
El mismo hombre , que antes leia a la mujer , se encuentra cerca de la ventana ; sentado en un cómodo sillón orejero de cuero ; leyendo un libro , sosteniendo una humeante pipa en la otra mano . De repente me doy cuenta , el aroma de las flores ha sido sustituido por el penetrante olor del tabaco de pipa , y el cantar de los pájaros por el intermitente sonido de las hojas al pasar y por un sonido que no me es desconocido pero que no identifico . El hombre va vestido con unos pantalones oscuros y camisa blanca , no lleva corbata y su cara se me desfigura al mirarla . Delante de él , hay una mesa baja con una copa con licor que al acercarme no tardo en identificar como brandy , tanto el color como el olor me llevan a la certeza de poder afirmar este hecho . Al acercarme puedo ver lo que hay enfrente de él , al otro lado de la mesa se encuentra la mujer , sentada en un sillón similar , con una tela en las manos , y elaborando un bello paisaje con hilo , en ese momento pongo imagen al sonido que no identificaba , es una pequeña tijera de oro con la que corta los hilos . Los veo hablar y los escucho , pero no puedo comprender que dice , los entiendo pero no pongo significado a las palabras que escucho , supongo que cometan las cosas del día , de los vecinos , de los amigos ,del libro , no lo sé , pero la paz y la tranquilidad se respira en el ambiente , pasaría horas mirando y disfrutando de la estancia , acariciando la piel de los tomos , leyendo las letras de oro en sus tapas ….pero como antes justo cuando mas disfrutaba de la escena esta se difumina .

Instantes eternos de sufrimiento son los que me abordan , Me despertare y no seguiré pero cuando la oscuridad se ve rota por incontables puntitos comprendo que estoy mirando al cielo , es de noche y miro a mi alrededor , vuelvo a estar en el jardín , iluminado el camino por el que circulan carros de caballos . Estos se detienen al llegar al pie de las escaleras donde descienden gentes que no logro ver , vestidas de gala , con joyas que provocan brillos de diversos colores . Suben y allí mi pareja de extraños los saludan , y los visitantes entregan sus capas y estolas a los criados , entrando en la casa , dejando atrás el jardín que me inunda de nuevo con sus fragancias y sus claroscuros provocados por el sin fin de velas que lo iluminan .

La nueva imagen me muestra un amplio salón , y por primera vez la tranquilidad que marcaba el devenir de la casa es rota por un numero considerable de voces , muchas conversaciones se dan a la vez , y eso me impide centrarme en ninguna , pero busco , como un perro de caza un conejo , yo busco a mi pareja y allí están sentados en la cabecera de una gran mesa , con numeroso invitados degustando una opulenta cena . No logro centrar los rostros , pero allí los veo , él con un impecable frac negro , con la camisa blanca y mostrando unos gemelos de oro coronados por un diamante , ella con un vestido color canela , amplia falda salpicada de pequeñas piedras brillantes , de talle ceñido y amplio escote , que muestra el nacimiento de sus pechos , para remarcar mas su cuello muestra orgullosa un collar de esmeraldas y brillantes , engarzados en oro blanco , con unos impresionantes pendientes de verdes esmeraldas . Ríen , conversan y se miran cómplices , lo pasan bien y me acerco , soy como un depredador en busca de sensaciones , necesito saber que perfume se ha puesto , necesito tocar el tull de la falda , sentir la fina seda entre mis dedos . El olor de su perfume me embriaga , no se que es pero sin duda es algo sublime , su risa me rodea y la felicidad que despiden me reconforta . Alargo la mano quiero tocar la seda de su piel pero mi mano desaparece y con ella el salón ….

Oigo música , la imagen es muy difusa , pero siento la música que me envuelve , la imagen poco a poco se centra y allí están , dominado el salón bailando juntos , sus pies se deslizan por el suelo , parece que flotan . Miro alrededor pero el resto de la imagen es confusa , manchas de colores , solo veo a la pareja flotar por el salón bailando , las manos juntas , el la sujeta con su mano derecha en la espalda y ella le apoya cariñosamente su mano en el hombro . El vals sigue sonando y ellos siguen bailando, ella se ríe ante algo que le dice él al oído . La música para y el besa su mano con cariño , ella le hace una pequeña inclinación y la música vuelve a sonar . Y allí estoy yo mirando como dos extraños bailan y ríen llenos de felicidad .

Notas de juego

(*)EMILY DICKINSON
Aunque algunos sostienen
que las palabras mueren
al ser dichas,
me parece que sólo
ese día, y no otro,
cobran vida.

Cargando editor
14/05/2008, 17:39
Leonora Bevan-Waverly - Ludmilla Davourier

La música suena de fondo. Unas notas de piano, el nocturno nº 20 en do sostenido menor, de Chopin. Hay gente alrededor de ella, todos parecen felices. Ella lleva un vestido precioso, de color negro, sencillo pero inconmensurable. Lleva joyas, no muchas, pero deslumbrantes. Una cadena al cuello muy elegante, un anillo, pendientes.

Sonríe a toda persona que se le cruza, y se para a hablar con casi todos. Primero una mujer mayor acompañada de un joven y apuesto caballero, con los que habla sobre la poca capacidad del gobierno para hacer frente a los problemas que surgen en el país. Pronto el joven comienza a hablar sobre sus más que seguras aptitudes para hacerlo mejor que el gobernador, entrando en un juego de coqueteo ciertamente necio, basándolo en ensalzar sus cualidades, pero sin dejar patente ninguna de ellas. Eso no funciona con ella. Nunca funcionó.

Luego dos mujeres de mediana edad con quienes mantiene una charla trivial sobre los trabajos de sus maridos, tampoco puede disimular su desidia, la cual es tan evidente que las señoras se marchan. Motivo por el cual se acerca un hombre de unos cuarenta años, vestido con uniforme de gala del ejército. Divisas de general y condecoraciones varias adornan sus hombros y pechera. Ella sabe muy bien quién es, pero nunca antes han coincidido. Intercambian palabras banales, para luego ir adentrándose poco a poco en una conversación más profunda, acerca de la situación en las colonias. El general ataca a su presa y ella cae, encandilada por la charla formal de su interlocutor. Podría decirse que es casi suya, una estocada final, un toque de corneta y la batalla estará ganada, pero las circunstancias cambian y el toque ha de ser de retirada. Aparece el gobernador con su esposa y el séquito habitual de consejeros y cuervos. El orondo gobernador requiere la atención de ella y el general opta por dejar pasar la oportunidad, ya habrá otro momento.

Ella asiste al parloteo del gobernador sin ningún entusiasmo, pero con una amabilidad fuera de toda duda. De vez en cuando echa furtivas miradas en busca del general, quien ha conquistado con palabras sinceras lo que antes no pudo el joven petulante con su prepotencia. Se da cuenta de que ha perdido el hilo de la conversación en sus tribulaciones y que el gobernador le mira esperando una respuesta, también lo hace su esposa y todo el séquito. Ella acierta a decir: -sí -y todos sonríen, tuvo suerte.

Cuando al fin logra zafarse de la molesta compañía de obeso mandatario, es absorbida por la corriente de la fiesta y lanzada de una conversación trivial a otra. Risas fingidas, comentarios banales, y luego… un baile, un vals. La música cambia, aunque sigue siendo Chopin el compositor de las notas. Las parejas toman posiciones y comienza el baile. Ella busca, pero no intentando encontrar, sino esperando ser encontrada. Al fin alguien toca su mano, se vuelve anhelante y encuentra, a su marido.
Juntos bailan, aunque sus pensamientos danzan en otro lugar.

Cargando editor
15/05/2008, 09:08
Anna Vanzetti (1906) / Patricia Lyndhurst-Bevan (1907)

El sol esta empezando a salir por el este, la calidez de su abrazo se agradece pues la vigilia ha estado dominada por el fresco de la noche. El gran orbe dorado permite distinguir los rostros de las figuras que hasta el momento permanecian en el anonimato, aunque todos se conocen. El sonido de animales despertando a la nueva mañana comienza a inundar el aire que les rodea.

Llega el momento y la mujer entona la plegaria de comienzo de la ceremonia. Lo ha hecho cientos de veces y cada una de ellas ha supuesto un escalofrio de satisfaccion como si su falso temor a permanecer en la oscuridad desapareciera de repente. Los rayos de luz que empiezan a invadir el claro iluminan sus rostro de triunfo y satisfacción. Aunque normalmente conmemoran el fuego y su poderes luminosos y purificadores, en esta ocación reverencian al sol como el fuego supremo que cada mañana aleja a la noche y los calienta sus cuerpos. Ahora también puede distinguirse su sencilla toga en un tono amarillo palo que evoca a luminosidad del astro, su escaso maquillaje no es capaz de ocultar las ojeras de la noche en vela ni el comienzo del paso del tiempo en su duave piel.

En el altar la ofrenda espera quieta, callada, como si supiera que es su fin y se hubiera rendido a su destino. No es lo que le gustaria pero tendran que conformarse ya que los asaltos de los barbaros del norte son cada vez mas frecuentes y empiezan a escasear los animales. El propio altar es una imitacion del que se haya en el templo de Prometeo en el centro de Roma, tallado en una sola pieza y libre de irregularidades, muestra restos de las ofrendas pasadas que los criados no han podido limpiar. Detras de ella entre los arboles se distingue la villa de corte clásico donde ha vivido toda su vida. Delante de ella los miembros del culto, arrodillados, esperan deseosos a que llegue el momento algido de la celebracion, cuando se realice el sacrificio y todos puedan danzar y dar gracias por la llegada del dia mas largo. Son rotros conocidos desde hace años, algunos mas viejos que ella y otros mas jovenes pero todos anhelantes de la consecucion del acto. Al lado de la sacerdotisa, un hombre vestido también con una simple toga le asiste. A pesar de ser mas joven el parecido es tal qe demuestra que son hermanos; no le hace falta mirarlo para saber que tiene todo dispuesto y que en cuanto que ella clave la daga ceremonial el encendera el fuego para terminar la ofrenda. Está bien preparado y dentro de poco sera capaz de oficiar el mismo.

Entonces es consciente de que ha terminado de recitar, levanta el filo con ambas manos y tras mirar la bola de fuego del cielo lo clava con fuerza para dejar salir el rojo fluido vital.

Cargando editor
15/05/2008, 18:25
Pietro Sacco (1906) / John Price (1907)

La niebla parece haberse depositado durante toda la noche en el valle, y ahora, cuando el sol empieza a deshacerla, se mantiene un velo neblinoso, traslúcido, que da al paisaje un aspecto irreal. A mi alrededor empiezan a aclararse las formas de las tiendas, hay muchas, y entre ellas empiezo a vislumbrar siluetas, hombres, que deambulan y se afanan en sus cosas... soldados. ¡son soldados! Llevan el clásico uniforme de la Roma antigua, un casco de hierro, la cota de malla hasta las caderas, y sandalias. Algunos sacan escudos y los apilan, otros hacen volar sus pilums o se entrenan combatiendo en parejas. Pero hay en el ambiente una tensión que se corta, están esperando entrar en combate.

Una de las tiendas ocupa la parte central del valle, es más grande que las otras. Los estandartes ondean en ella, escudos brillantes en las picas de la entrada. Entro con cierta aprensión. Un hombre está de espaldas, un hombre enjuto pero fuerte, de unos trentaytantos años. El cabello muy recortado es negro, pero ya presenta algún reflejo plateado. Le rodeo, y le miro. Él no me ve, sigue concentrado en un mapa dibujado en un pergamino extendido sobre una mesa. Es muy esquemático, aunque comprendo que se trata del valle, pero centrado en una de las montañas laterales, en ella hay una especie de fortaleza, o lo que parece ser una plaza fuerte, un punto amurallado como una ciudadela. Justo al otro lado de la fortaleza, que allí se ve suspendida sobre un barranco, al fondo, un trazo serpenteante dibujado en azul. Un rio.

En ese momento alguien entra en la tienda, un joven también uniformado. Saluda, y habla sin esperar autorización. Por su actitud le comprendo: Están preparados. El otro asiente, y tomando el casco, le hace un gesto. Es la hora. Cuando se aparta veo otros pergaminos en la mesa, otros planos, mapas, dibujos. Uno más grande, muy bien iluminado en colores vivos, me llama la atención. Es la imagen de un guerrero, un hombre joven, claramente no pertenece al ejército romano. Su postura es aguerrida, y desafiante. Detrás de él se ven picos nevados, y un ejército enorme, un enjambre de puntos en el dibujo, que llegan atravesando esas cumbres. Los puntos más cercanos perfilan soldados de a pie y a caballo, y delante, en primer término, justo a la espalda del guerrero... ¡elefantes! Unos enormes animales pertrechados para la guerra, ensillados, conducidos por guías de tez oscura. Dejo de mirar el dibujo porque el hombre ha empezado a salir...

...y sí, empieza la batalla. Las tropas forman y marchan sobre la colina y la fortaleza que se encuentra en su cumbre. Los oficiales han cruzado cuatro frases con el hombre enjuto, con el hombre al mando, pero parece que ya todo estaba hablado anteriormente, y la estrategia perfectamente establecida, porque cada uno de ellos avanza y actúa con la precisión de un reloj, encadenando los avances y coordinando los ataques. Los rostros de los soldados hablan sin palabras: ellos están en su terreno, en su tierra, y la aman. Los que quedan acantonados en la fortaleza son extranjeros, invasores, deben ser aniquilados.

Todo se precipita, y a pesar de la coordinación, de la disciplina, llega un punto en el que el caos gana la partida. Y presencio un maremágnum de gritos y sangre. Los jinetes desde sus caballos, cargando, el ariete destrozando los portones, el rugido de los pulmones gritando, las hojas de las armas hendiendo, cortando, destripando, un amasijo de cuerpos en movimiento, chocando y cayendo, muriendo, matando... El hombre enjuto avanza entre los suyos también, a lomos de su caballo, lleva la capa manchada de barro y sangre, y con su espada ataca haciendo molinetes. Pero los defensores, hombres de piel tostada como el del dibujo, aunque parecen haber estado asediados durante tiempo, resisten. Hay pocos y están débiles, pero portan unas espadas largas de hoja ancha, y las manejan con habilidad. La lucha no es tan desigual, y se prolonga.

Sin embargo, poco a poco los romanos ganan terreno, penetran en cada rincón de la ciudadela, y siguen, empujan a los escasos que consiguen zafarse, el resto muere. Finalmente, la plaza cae.

El hombre enjuto, cansado, ensangrentado, llega hasta lo alto de una de las torres posteriores. A tiempo para asomarse, para asomarme con él, y ver abajo, en el río, una barcaza alejarse. Huyendo. A tiempo para ver en ella el inconfundible perfil abultado de un animal gigantesco, un elefante. Uno solo. Y de pie, en la barcaza, mirando hacia arriba, y rodeado de una docena de hombres más, un guerrero. Altivo, desafiante...

Cargando editor
16/05/2008, 09:32
Fátima Sacco-Jane Hampston

El lugar es a la vez extraño, bello, cautivador pero un poco tenebroso. Las paredes húmedas están repletas de antorchas encendidas, lo que le da al lugar una visión fantasmagórica. Se trata de una gran caverna, en cuyo centro se encuentra un pedestal al que se llega por unos grandes escalones de piedra. En dicho pedestal, hay un altar, iluminado con dos velas insertadas en unos candelabros que se asemejan a brazos agarrando un objeto.

El abovedado techo simula un mapa de estrellas, donde millones de estas se juntas formando constelaciones, y dando la impresión de ser la bóveda celeste de mediados de agosto visto de un apartado lugar en noche cerrada.

Una gran multitud vestida con ropajes estilo KuKluxKlan se mueven rítmicamente al unísono, siguiendo una dulce melodía embriagadora, cuya procedencia parece desconocida.

Todos parecen fascinados tanto por la belleza como por la gracilidad del oficiante, situado al lado del altar. Su torneado cuerpo lo cubren unas sedas transparentes, con joyas que producen destellos ante la luz de las antorchas. Sus movimientos sensuales acompañan el son de la música. En un momento determinada el ritmo va incrementándose, y con ello los movimientos de la bailarina. Se balancea a un lado, al otro, gira, da vueltas, es algo hipnótico y fascinante.

Al son de la música, las prendas de seda van despareciendo del cuerpo de la mujer, dejando al descubierto su piel tersa y suave. Las gotas de sudor que la recorren brillan como estrellas en su cuerpo. Completamente desnuda, acaba la música con ella tumbada en el frío suelo. Con porte digno, se levanta y se dirige al altar y, levantando los brazos se dirige a todos los presentes:

“Podemos dar comienzo al ritual de verano, donde las estrellas brillan más que nunca e iluminan el oscuro cielo nocturno: ¡Qué suba el elegido!”

Al decir esas palabras, un pasillo se abre entre la multitud, dejando pasar a un joven, envuelto en una sábana que avanza con la cabeza gacha. Se mueve despacio, pero con paso firme hacia el altar. Una vez allí, sube los peldaños que le llevan frente al altar. Una vez allí, espera a que la joven se acerque y retire la toga que cubre su desnudo cuerpo. Las manos de la joven se posan sobre el pecho del varón, empujándole lenta, pero firmemente al altar, hasta obligarlo a quedarse tumbado allí. Mientras la oficiante acaricia con sus manos el cuerpo del joven, primero su torso, luego su abdomen y llegando a su miembro viril, el cual toma entre sus manos y empieza a masajear. Cuando el miembro mira directamente al cielo estrellado, la joven sube al altar y con movimiento ceremonial se sienta sobre el joven, dejando que entre dentro de ella mientras la música empieza a oírse de nuevo.

Mirando el hacia las estrellas comienza de nuevo a moverse. Sus gemidos resuenan por toda la caverna, es algo tan…….irreal. Su cuerpo va tomando velocidad mientras su melena se mueve de un lado a otro, el ritmo increscendo de la música acompaña sus movimientos. Así permanecemos todos mirando hasta que, de repente, todo acaba. La joven se levanta, se acerca al altar, recoge una túnica de uno de sus compartimentos y se la coloca mientras camina con paso firme hacia una de las puertas laterales, por donde desaparece.

Cargando editor
16/05/2008, 14:25
Gianni Vanzetti (1906) / Steve Toshack (1907)?
Sólo para el director

... la humedad del ambiente, que parece no sólo pegarse a la piel sino incluso penetrarla. A pesar de lo duro del viaje, el explorador, la mujer que va con él y el guía que les acompaña avanzan con tesón a través de la frondosidad, hasta que por fin observan a lo lejos un poblado. Parece que están contentos; han encontrado lo que estaban buscando. Se detienen unos instantes y beben agua. Hablan entre ellos sobre cómo van a acercarse al poblado. El guía les dice algo, que el resto parecen aceptar con confianza. Se levantan otra vez del claro en el que estaban, y continúan la marcha.

Están frente al poblado. Justo delante suyo hay unas casas, desde las que algunos niños les observan con curiosidad. Todo allí parece congelado: había mujeres lavando frutas, pero se han detenido para mirarles. Algunos hombres estaban discutiendo entre ellos, pero ahora también les miran con recelo. El guía ahora no está con ellos; ha ido a hablar con el jefe de la tribu, y le ha llevado un cesto con avalorios y joyas.

El guía vuelve acompañado por el jefe de la tribu, que es un hombre alto y fórnido, aunque algo entrado en años, y lleva un gran tocado con plumas exóticas y vistosas. Junto a él va su esposa, y dos guardias armados con sendas lanzas y tocados de plumas azules. El jefe sonríe al grupo, abriendo los brazos en señal de bienvenida. El guía les dice que el jefe está contento de recibir a los extranjeros, y quiere que se acomoden en su casa. Los exploradores le ofrecen otras cestas, en las que hay frutos secos, carne salada y más joyas. La esposa, que les miraba tímidamente, se interesa por los nuevos regalos, y poco a poco las gentes del poblado comienzan a acercarse, cada vez menos temerosos. El jefe manda a algunos cargar con los presentes y llevarlos a su cabaña, y pide a los recién llegados que le acompañen.

El grupo está en la cabaña del jefe. Es amplia, y hay sitio para acomodarlos a todos. El jefe les pide que vayan al centro del poblado, en el que hay una plaza, donde se hará la cena y una celebración para darles la bienvenida. Los exploradores aceptan encantados, y terminan de acomodarse.

En la cena se sirve carne asada al fuego y frutas. Hay gran variedad, y los forasteros están muy complacidos. Después de comer, el jefe cuenta leyendas de su pueblo, y ensalza su valor y su armonía con los espíritus. Los exploradores escuchan atentos todas las historias. Tras terminar el jefe la historia, el hombre le pregunta por el objeto de su búsqueda. El jefe cuenta otra leyenda hablando de ello, pero en esta no parece sentir el mismo orgullo y entusiasmo. En vez de eso, su voz suena melancólica y su mirada está ausente. La gente del pueblo no está muy interesada, y poco a poco se va marchando a dormir. Finalmente, todos acaban cayendo de sueño.

Cargando editor
16/05/2008, 18:32
Ilona Vanzetti (1907) / Virginia Toshack-Lyndhurst (1906)

La escena la atemoriza tanto como la embriaga. Los colores, las imágenes, los sonidos... hasta los propios olores, se funden en su cabeza para dotar el ambiente de un halo de irrealidad, de misterio y glamour, que le instan a salir corriendo a esconderse en el primer rincón oscuro que aparezca en su camino, pero que a la vez la mantienen anclada en su lugar, en su posición de la fila, impidiéndole siquiera concebir la idea de alejarse de allí.

Aquel salón tiene algo que la hechiza. Sus elevados techos, decorados con pinturas majestuosas y elegantes, las que, tan sólo con mirarlas, le provocan vértigo y una placentera sensación de hormigueo en el estómago. Las impresionantes columnas de piedra, con sus relieves esquivos, juguetones, que invitan a perderse en ellos y dejar transcurrir la eternidad recorriéndolos con la yema de los dedos. Las vidrieras de vivos colores, que parecen adquirir vida conforme el sol realiza su recorrido por el cielo. Siempre diferentes, siempre una sorpresa. Amenazadoras con el sol de la tarde, brillantes con el de la mañana. Cálidas al medio día. Los cortinajes y tapices, de una laboriosidad y un detalle que sobrecoge el alma, representan escenas típicas de la corte. Algunos tienen cientos de años, otros son tan recientes que juraría que es la primera vez que los contempla. Los cuadros, todos ellos imágenes de gloriosos antepasados, de rostros severos y grave aplomo. Los cuadros la intimidan, se siente como si aquellos reyes la juzgasen y pudiesen penetrar en el interior de su espíritus con sus ojos de lienzo. El suelo le fascina. Mármol blanco y rosado formando dibujos de refinadas grafías, con filigranas doradas enmarcando círculos imposibles.

Pero con todo, lo que más atrae su atención no son los objetos inanimados, sino aquellos cuerpos llenos de vida y movimiento. Cada persona es un mundo en sí misma, y más allí, en la corte. Mira a su alrededor. Ve muchos rostros que le son familiares, aunque no consigue identificarlos en su interior. Otros son desconocidos. Algunos sonríen, disfrutan. Otros, la gran mayoría, mantienen una postura de tensión contenida. Algo importante ocurre.

Ella tiene su papel allí, aunque no sepa cual es. Siente el deber, la obligación y la responsabilidad. En el estrado se intercambian saludos y presentes, regalos e intenciones en igual número. Todos los ojos de la sala están fijos en aquellos que dialogan con el rey. Presienten el momento trascendental. Todos… no, no todos. En la fila que hay directamente frente a la de ella un hombre parece ignorar por completo lo que sucede en el salón. Sus mirada se mantiene fija sobre ella y provoca que un desagradable escalofría le recorra la espalda. Su sombra, la de aquel desconocido, sobre la pared del fondo tiembla bajo la luz de los candelabros, pero a sus ojos parece agrandarse hasta cubrir por completo ventanales y cortinajes. El corazón se le acelera. Se siente empequeñecer ante aquella mirada. Le sudan las manos. Sobre el estrado se cierra una importante alianza de estado, pero ella no puede girar la cabeza.

El corazón se le acelera.

Notas de juego