"¿Alguien necesita un guía para un viaje al Bosque Negro?"
Baldor os conduce por el sendero hasta el punto de encuentro previamente fijado. Debido a los retrasos sufridos por el ataque de los matones y los preparativos de la compañía, os veis obligados a mantener un paso más rápido de lo habitual para que la hora no se os eche encima, pero por suerte llegáis antes de que los últimos rayos del sol desciendan por el horizonte.
Al anochecer, tres almadías emergen de las brumas del río. Unas figuras cubiertas de mantos de color verde las empujan mediante pértigas hasta la orilla. Los elfos saludan cálidamente a Baldor y a todos vosotros; parece que el mercader les es muy conocido ciertamente tal y como afirmó. Los elfos además se muestran extrañados y fascinados a partes iguales por el pequeño Belgo; comentan que hay pocos niños entre ellos estos días.
Los ponis son descargados, y sus fardos transferidos a las almadías. Los animales se muestran inicialmente preocupados ante el hecho de tener que subir a las embarcaciones, pero uno de los elfos susurra unas palabras a la oreja de cada uno e instantáneamente los cuatros ponis se tranquilizan por completo, suben a las almadías trotando felices y permanecen inmóviles en el centro de las mismas.
Una vez zarpan las embarcaciones, los elfos las pilotan de forma experta contra la corriente del río del Bosque.
Os permito una ligera pausa para que podáis participar en la escena interpretando a vuestros personajes antes de seguir adelante.
Frida aguardó, impaciente, en el punto de encuentro, junto a sus compañeros, el mercader, y el hijo de éste, a que apareciesen los elfos con los que Baldor había quedado. Estaba intranquila, y cada poco tiempo miraba a su alrededor, por si surgía algún peligro. No quería que éste pudiese pillarles por sorpresa.
Cuando por fin aparecieron las tres almadías, la mujer de Lago se relajó un poco, y les devolvió el saludo a los recién llegados. Después espero a que los ponis fuesen descargados, y que tanto éstos como la mercancía fuesen colocados en las embarcaciones, antes de subir a bordo. Se sentía como una niña que salía al mundo exterior por primera vez, pues aunque ya había navegado en otras ocasiones, nunca lo había hecho acompañada de los elfos silvanos y menos aún en dirección a las estancias de su Rey.
Beran no reconocía este lado del bosque, pero los sonidos ululantes y la brisa que acariciaba las hojas eran parecidas que en el oeste. El beórnida sentía más en contacto con la naturaleza en el ocaso, cuando los hombres solían regresar a sus moradas y dejaban el bosque tranquilo, en su salvaje albedrío.
Llegadas las almadías, Beran se sorprendió de la manera en que los elfos acariciaban las aguas casi al punto de flotar sobre ellas. Le parecieron demasiado pequeñas para transportar a todos juntos con los ponis, pero cuando los tranquilizaron con un breve susurro volvió a sorprenderse de sus habilidades.
—Fascinantes secretos que consiguen tranquilizar a un animal asustado de los ríos —comentó, ni siquiera él estaba tranquilo navegando a esas horas—. ¿Compartiríais los secretos con un hombre de las montañas?
Invocando rasgo: fiable
La tranquilidad de aquellos parajes ribereños en los límites del Bosque Negro era engañosa. Resultaba difícil creer, en aquel lugar, que con dar unos pocos pasos dentro de la floresta, uno se podía encontrar en peligro, perdido e incapaz de encontrar su camino de vuelta. Rodeado de criaturas que iban desde los huargos de Dol Guldur a las monstruosas arañas. Quizás por eso Caranthir vigilaba de reojo los árboles hasta que llegaron sus compatriotas.
Intercambió algunos saludos y, aunque Baldor ya parecía ser un conocido, aprovechó para presentar al resto de la compañía. Con algo de suerte, tendría tiempo para enterarse de las nuevas del reino del bosque y ponerse al día con lo que había sucedido durante los meses en que había permanecido en Esgaroth. Aunque, por lo pronto, Beran consiguió alegrarle el día con sus comentarios.
- Es lo que los Hombres llamáis magia. Tendrías que vivir durante mucho tiempo entre los elfos para aprender tales secretos. - Por supuesto, para Caranthir, como para sus congéneres, haber calmado a un caballo con un gesto y unas palabras era algo ordinario, nada maravilloso como para despertar tal curiosidad. El elfo se interesaba más en ayudar a cargar las almadías con la mercancía de Baldor y que nadie cayera al agua.
Beli miró con desconfianza las leves embarcaciones y a quienes las manejaban.
- Lo verdaderamente mágico sería que esas palabras lograran tranquilizarme a mi, rezongó el enano mientras ayudaba a descargar los ponis y colocar la mercancía, no puedo creer que me haya dejado engañar de nuevo para subirme a una de esas cosas. ¿Alguien me explica qué tienen de malo los caminos?
El enano subió de un salto a la almadía, sintiendo el balanceo de la madera bajo sus pies, mientras la corriente del Rio Rápido pasaba por debajo de la embarcación. Pese a sus recelos con las procelosas aguas, bien sabía Beli que el río era la ruta más rápida y menos penosa tanto para los viajeros como para las bestias de carga.
Al igual que los ponis, intentó mantenerse en el centro de la embarcación para una mayor estabilidad, invocando la protección de Aule, aunque no estaba seguro hasta que punto el Padre de Todos podría protegerlo en aquel líquido elemento.
Siempre que se acercaba el momento de iniciar un nuevo viaje, Trotter vibraba de emoción con cada pequeña novedad, y se quedó tan asombrado como Beran de la capacidad de los elfos de tranquilizar a los animales para montar en las aparentemente inestables embarcaciones. No menos sorprendido quedó de la respuesta de Caranthir aunque, en su fuero interno, dudaba de que fuera magia lo que ejercía ese poder calmante, sino una mezcla entre empatía, calma y buen hacer que transmitían tranquilidad a las bestias. - ¡A mi me gustaría aprender ese tipo de cosas Caranthir, y estaría dispuesto a vivir con los elfos un tiempo para hacerlo!
Quedaba tranquilizar a Beli, que no parecía cuestión sencilla. ¡Y eso que unos meses antes él mismo había guiado la embarcación con la que la compañía se internó en el bosque!
- Tranquilo Beli, en esta ocasión no seremos más que pasajeros, no tendrás que ponerte tú a dirigir la almadía sino que sólo tendrás que disfrutar el camino... ¡Ya verás qué diferencia! Aunque como te dije entonces, tienes dotes naturales para la navegación, de tener que elegir un capitán de embarcación para que me llevara, serías siempre tú, sin duda.
- No está en nuestras manos, maese Trotter, decidir tales cosas. - Caranthir echó una mirada a los almadieros, mientras se apresuraba a pasarle un cajón al más próximo, para incluirles. - Es el rey Thranduil quien decide si permite tu estancia en el reino del bosque o no.
El elfo se giraba para recoger un fardo con la mercancía de Baldor cuando rió sonoramente la cuestión planteada por Beli.
- Tienen de malo que sólo existen dos en el Bosque Negro. El Camino del Bosque está abandonada a la maleza y va a terminar a las ciénagas en su extremo oriental, por el que nosotros deberíamos internarnos, y el sendero élfico sólo conduce a los Salones del Rey una vez se perdió el tramo que conducía hasta el linde oriental del Bosque Negro.
La risa murió en una sonrisa mientras Caranthir seguía ayudando en la medida de lo posible a sus compatriotas en la carga de las almadías.
Tras varios días de lento viaje, el terreno a ambos lados de las embarcaciones empieza a ascender y se vuelve más pedregoso y boscoso, pasando la compañía bajo la sombra de los árboles. Es como si las almadías navegaran por un túnel oscuro, puesto que las ramas se entrelazan por encima de vosotros como un oscuro dosel. Todos podéis divisar altas colinas en huecos entre los árboles, hasta que el río se ensancha y los árboles se vuelven de nuevo más escasos. Aquí se abre una ensenada y unas cuantas cabañas se arraciman en una playa de cantos rodados.
Los elfos dirigen las almadías corriente abajo por un arroyo que fluye de un cañón rocoso. Los muros del cañón se vuelven cada vez más altos hasta que las almadías pasan por debajo de un rastrillo y, de repente, os encontráis en las cavernas del rey Elfo.
Una vez allí, Baldor es recibido por un elfo que se dirige a él con los brazos abiertos en una actitud claramente amistosa.
- Baldor, amigo mío, mi corazón se llena de gozo por verte de nuevo - dice como saludo y ambos se abrazan - Ya veo que te acompaña una numerosa comitiva.
- Mi buen Lindar - corresponde Baldor al elfo - Permíteme que te presente a mi hijo Belgo. Vamos muchacho, acércate sin miedo - le dice al pequeño, que obedece a las palabras de su padre - Mis otros compañeros son la escolta que me acompaña en este viaje - dice dirigiendo el brazo hacia cada uno de vosotros por separado - Beli, enano de Erebor, Beran de las montañas, Frida de Esgaroth, Trotter de la Comarca y el elfo Caranthir
El elfo sostiene la mirada en cada uno de vosotros, con un detenimiento especial en Beli, entrecerrando ligeramente sus ojos.
- Sabes que eres bienvenido aquí, así como tu hijo, pero permíteme sugerir que tu escolta se quede aquí en las cuevas para... vigilar los suministros hasta que tengas que partir de nuevo. Os haré llegar algo de pan y vino, como no. Y por supuesto - dice dirigiéndose a Caranthir directamente con tono amable - un hermano del bosque Negro siempre tiene las puertas abiertas para recorrer nuestros salones.
El viaje hacia los salones del Rey elfo fue lento, pero pacífico. La única sorpresa vino de viajar en almadías junto a los ponis, animales nerviosos para mantenerse a flote durante tanto tiempo. Los elfos volvían a susurrar sus secretos y Beran los observaba, intentando adivinar lo que decían. Cuando el terreno cambió de bosque angosto a cañón rocoso, se dio cuenta de que su destino estaba a la vuelta de la esquina y se levantó de las tablas para tocar tierra firme.
Inclinó la cabeza para presentarse ante el elfo Lindar y directamente se dirigió donde los suministros. Beran estaba al corriente de la privacidad especial en el reino de los elfos, de modo que, sin un buen motivo para acceder a las maravillas de sus salones, ni siquiera intentaría persuadir al guardia. Tan solo tenía curiosidad, mas no un buen motivo que justificara su entrada.
La decepción de Trotter fue visible para los que lo conocían al saber que no se les permitiría el paso al Reino del Bosque, aunque no hizo ningún comentario al respecto. Estaba de todas formas advertido; sabía por las historias de Bilbo de la privacidad y recelo que mantenían los elfos en sus dominios, y además Caranthir le había frenado sus ilusiones un rato antes, pero sin embargo en su ingenuidad había mantenido la esperanza de admirar aquellos salones al llegar.
Cuando la comitiva hubo marchado, se dirigió junto con Beran a esperar. - Espero que nos traigan algo más aparte de pan y vino, que hace ya un buen rato del segundo desayuno y ya va siendo la hora de los elevenses... es verdad que se pueden dejar pasar por un día, pero esperaba comer algo caliente por lo menos para el almuerzo.
Beli mantuvo la mirada de Lindar mientras duró el escrutinio, desde luego no iba a dejarse intimidar y si quería leer en su alma, como se comentaba que los más antiguos entre los elfos podían hacer, él no tenía nada que ocultar.
- Como si tuviera el más mínimo interés, murmuró Beli de forma casi inaudible a sus compañeros, buscando en especial animar a Trotter cuya decepción era palpable, cuando queráis ver cuevas podéis acompañarme al Reino Bajo la Montaña, con todo gusto os mostraré las maravillas que albergan sus estancias subterráneas y lo mejor es que podréis hacerlo con una jarra de cerveza enana en la mano.
Acto seguido dejó los fardos que transportaba en el suelo, dispuesto a sentarse cómodamente a esperar mientras sus "anfitriones" realizaban los preparativos.
Remontar el Río del Bosque había sido la parte más tranquila del viaje. Allí, en mitad de la corriente, pocos de los peligros del Bosque Negro podían alcanzarles. Y esa tranquilidad era bienvenida aunque el precio fuera aburrimiento. Los Salones de Rey eran un refugio para épocas oscuras, además de hacer las veces de palacio, y por ello un lugar que la mayoría de los elfos prefería frecuentar lo indispensable. Caranthir no era una excepción; prefería estar al aire libre, entre los árboles, y presenciar la luz clara de las estrellas. Así que cuando Lindar le extendió la invitación para internarse en los salones, replicó con una reverencia al tiempo que, con una mano, se tocaba el pecho y la frente a modo de agradecimiento. Pero permaneció junto a la comitiva por el momento.
- Es poco probable, maese Trotter, que comamos caliente a esta hora. Los elfos no nos prodigamos tanto con las comidas. - Río suavemente la explicación. Hubiera quedado ahí, pero Beli, molesto quizás por la actitud de los anfitriones, rezongó acerca de los maravillosos túneles bajo Erebor. - No hay comparación con las galerías artificiales de los enanos; los elfos buscamos la armonía con la naturaleza, por lo que nuestros túneles son sinuosos y juegan con la roca natural y las raíces, conformando un todo orgánico de belleza natural. A diferencia de ese afán de los enanos por querer domesticar la piedra a su voluntad.
Si Beli picaba aquel señuelo, posiblemente tendrían un rato entretenido hasta que su estancia y tránsito fueran solucionados. De lo contrario, al menos habría explicado al resto de la comitiva algunos pequeños detalles sobre la vida y usos de los elfos de aquella parte del mundo.
- Mi Señor Lindar- se apresuró a decir Frida, inclinándose ante el elfo en una clara reverencia, y haciendo como que no había escuchado ni la queja del enano ni la pulla de Caranthir - Sé que soy sólo una simple humana, y que mi pueblo no posee la gracia que los Valar otorgaron al vuestro, pero os ruego que, por favor, aún sin conocernos de nada, ignoréis el comentario de mi compañero y nos permitáis acceder a un mejor alojamiento
- Llevamos varios días de viaje, escoltando a vuestro amigo y a su hijo, y os agradecería poder disfrutar de un relajante baño, de una saciante comida y de una cómoda cama - continuó diciendo la joven tras hacer una corta pausa, fijando sus ojos en los de su anfitrión. No deseo parecer desagradecida, pero nos esperan varios días más de viaje, y debemos estar lo más descansados posible para poder seguir cumpliendo con nuestro deber hacia Baldor. Sinceramente, no creo que consigamos ese pleno descansado si nos quedamos aquí, aguardando vuestro regreso -
Maestro del saber, mi intención es convencer al elfo de que nos permita el acceso. Dime, por favor, si debo realizar alguna tirada.
¡Un saludo!
El elfo estaba ya a punto de marcharse cuando escuchó las palabras de la mujer del lago. Lindar se gira hacia ella con una ceja levantada, intrigado por tan, para su fuero interno, osada intención.
- ¿Y quién decíais que erais? - parece preguntar a Frida como si cuando el mercader os presentó no hubiera prestado la suficiente atención; aunque tal vez sólo desee medir vuestras intenciones.
Aunque tus compañeros ya conocen la mecánica que vamos a llevar, he abierto en la escena de la guía un mini resumen para que puedas echarle un ojo también, Frida. Todos podéis realizar unas tiradas previas de Perspicacia para ver si obtenéis alguna ventaja en este Encuentro.
Una vez resuelva estas tiradas, te volveré a dar paso para que actúes de la manera que consideres más adecuada.
Beli se sentó con tranquilidad sobre el fardo de su impedimenta, mientras sacaba un pedazo de madera que había comenzado a tallar durante el viaje para entretenerse. La talla, que iba tomando forma poco a poco, pretendía representar un gigantesco oso que quería parecerse a los fieles compañeros de los beórnidas.
Por una vez el enano no pareció entrar en el juego que le proponía el elfo y apenas replicó con una sonrisa mientras seguía modelando la talla.
- Esta vez estamos plenamente de acuerdo, maese Caranthir, ni punto de comparación...
Motivo: Perspicacia
Rangos de habilidad: 1
NO: 14
Tirada: 2 + (6)
Total: 2 + 6 = 8
Fracaso
Tirada de perspicacia fallida.
- Soy Frida, de Esgaroth, Señor. Hija de Finnulf y Aldris, ambos miembros del Consejo Cívico de la ciudad - respondió la mujer del Lago a la pregunta del altivo elfo, mientras le sostenía la mirada. Estaba claro que había molestado a su anfitrión con su petición, dada la forma en la que éste había levantado la ceja al girarse hacia ella.
Motivo: Tirada de perspicacia.
Rangos de habilidad: 2
NO: 14
Tirada: 1 + (5, 4)
Total: 1 + 9 = 10
Fracaso
¡No me lo puedo creer! ¡He fallado la tirada de Perspicacia! (Dos tiradas que llevo en la partida, y las dos han sido fallos) :(
Maestro del saber, una pregunta: Dado que mi personaje se está presentando de forma individual, ¿debería también hacer tirada de Cortesía?
¡Un saludo!