Kugart esta en los demonios de Salmanasar, alrededor de su campamento puedes ver formaciones enteras de pirqueros con escudos enormes. Águilas negras decoran las esquinas de su tienda, dirigidas las cuatro a los puntos cardinales. Te escolta su guardia, individuos grandes, a tu parecer pequeños pero mas grandes que un humano o un gran trasgo. La guardia del rey esta embutida en armaduras negras y pesadas, no hablan, parecen tener claro que no estan para hablar sino para matar segun ordene su rey.
Entrais en la tienda donde os espera Salmanasar ante una mesa, con un mapa delante.
- Bien, bien, he oido hablar mucho de ti, toma asiento.
Quizá era una apuesta peligrosa, pero no quedaba otra manera mejor de intentar aquello que la de encontrar a un caudillo mejor posicionado, y ese era Salmanasar.
La boca del lobo, pensó, pero no quedaba alternativa a entrar en aquella tienda, y esto era necesario, así que tomó las medidas necesarias para no causar ningún estropicio, y saludar al entrar con la cabeza a falta del conocimiento suficiente como para reconocer lo que un rey en aquellas condiciones representaba.
-También es sabido mucho de tí, Salmanasar de Belurabi.-Tras lo cual volvió a inclinarse y ya aprovechó esa inclinación para dejarse caer ,no muy pesadamente, y sentarse, a espectas de lo que Salmanasar podría ofrecerle.
- Imagino que habras oido hablar de Junah y los otros -dice el Rey con tranquilidad, gesticulando sobre el mapa del continente- Grandes seres se juegan el destino del mundo y a los demás no nos queda otra que colaborar. O al menos ese es el discuros de Onikyol, el Archimago legendario que se da tantos aires. Ha formado una alianza, el Concilio Rojo, evidentemente no me ha invitado, pero he solicitado yo mi admisión. Tampoco es que le apetezca lo mas mínimo aceptarla, pero no le queda ms remedio si no quiere que su... entrañable discurso pierda coherencia.
El rey suspira en una especie de lastima sarcastica.
- Todas esas patochadas de salvar el mundo como bien te imaginaras me importan mas bien poco. El Concilio me conviene, eso es todo. Sere directo, quiero que te unas a mi, que seas una parte importante del concilio y al mismo tiempo mis ojos y mis oidos.
Kugart se limitaba a asentir ante los 'dados por hecho' de Salmanasar, parecía una intriga política un tanto extraña y difierente, pero él no estaba allí para juzgar... pero quizá si para aprovechar la situación.
-Es algo un tanto peligroso, pero con tal de recoger migas de pan, todos salimos ganando.- Le replicó, a fin de cuentas tenían intereses comunes por X o por Y, y desde luego no parecía un mal negocio, aun que podía llegar a ser arriesgado, pero que trasgo escuchimizado ni que elfo dormido.
-¿Cómo lo hacemos?- Le confesó a modo de duda, a fin de cuentas no era un diplomático, y Salmanasar no parecía ser un noble de alta cuna precisamente, y los pieles rosadas solían ser muy delicados a la hora de tratar con otros...
- De momento te convertiras en un agente de Belurabi y te pondras al servicio del concilio, ganandote su confianza. Luego podre empezar a tejer mis planes para que saquemos la máxima tajada, si algo se me da bien es aprovecharme de los ingenuos pieles rosas.
Parecía que todo cuadraba con lo que se esperaba. Aunque cuando un camino es fácil es que estás dejando algo por alto, no era mala manera de empezar. De los problemas surgen las oportunidades, y por su pierna izquierda por testigo que aquella era una bastante buena.
-Trato hecho.- Tras lo cual Kugart se preparó para dar luz verde (¿mágica quizás?) a todo el asunto, dos y tres pájaros de un tiro jamás fueron pocos para un solo golpe.