Sin perder su sonrisa, Mawi cogió la mano de Glyrhel con una de las suyas. Era suave, como la de un niño pequeño, y curiosamente fresca.
—¡Hola, Glyrhel!
El arbóreo orondo que se llamaba Kuwo volvió a bufar, y el delgado, Wik, tembló. Parecía muy asustado con todo lo que estaba pasando.
Al sentir el roce de la mano de Mawi, Glyrhel no sintió sorpresa alguna. Al fin y al cabo es difícil sorprenderse cuando no se alberga ninguna espectativa o, como en aquel caso, cuando se albergan todas, y el muchacho, intentando adelantarse a la sensación, se había imaginado todas las posibilidades aunque ninguna había sido tan satisfactoria como la obtenida a través de la experiencia.
Glyrhel sonrió a la arbórea y cabeceó reiterando su saludo antes de separar su mano de la de ella, no sin cierta reticencia.
- Y... ¿Y quién te enseño a hacer magia? ¿Y ese truco de dónde lo aprendiste?- preguntó a la elfa repitiendo el gesto de la explosión con sus manos.- Nosotros conocemos a un mago. Está en la granja con el resto de los nuestros, adonde debemos ir. La casa de ellos, ¿está muy lejos? Quizá pille de paso y... No sé... Podríamos ir todos juntos.
–¡Espera! No os vayáis tan pronto, por favor...– Ylva miró primero a Ilwen para después posar la mirada en Merial, que, por sus palabras, parecía más dispuesta a ayudar. – ¿Y si nos ayudamos mutuamente? Sé que sois más hábiles que nosotros, pero...
La petición de Ylva se perdió en un murmullo. Estaba claro que aquellas dos tenían más poder y experiencia en la punta de un dedo que ella en toda su vida. Casi podía oír el "tsk tsk" que probablemente estuviese pensando Kuwo. La niña miró a los arbóreos. Si la granja no estuviese asediada, su primera y única petición habría sido poder acompañarlos y conocerlos mejor. Pero las circunstancias eran muy diferentes.
–Pero estamos– la niña miró a Mara y Astrid, dudosa, antes de recuperar la firmeza en el tono– pero haré lo que haga falta para ayudaros a llevarles a casa o cualquier cosa que necesitéis. Además, nuestros compañeros han venido para formar alianzas contra los orcos y otras amenazas. Por favor, acompañadnos a la granja y hablad con Runi, el mago... Quizás juntos sepáis que hacer con los esqueletos y descubráis quién los ha levantado.
Seguramente Gunnar se enfadase con ella por prometer ayudarlos cuando terminasen la misión en lugar de volver a casa e Ingelyn se disgustaría, pero los grandes peligros requerían grandes acciones.
Primero el troll, luego verse rodeados... parecía que nada de eso iba a acabar y que esa maldita pesadilla de esqueletos vivientes nunca iba a llegar a su fin. Pero de un lugar cercano se pudo escuchar el familiar silbido de las flechas cortando el aire. No solo eso, sino que sus salvadores sabían como usar magia. Una magia muy poderosa que había dejado a los esqueletos como una pila de huesos.
Sin pensarlo ni un momento, siguió a los demás en pos de encontrar a aquellos que los habían salvado de una muerte segura en manos de sus esqueléticos enemigos. Lo que se encontraron escondido en el claro era bastante curioso. Dos elfas, bastante jóvenes, y tres arbóreos. Miró tanto a una elfa como a la otra. No entendía que hacían ellas en ese lugar.
-Estas cosas solo han salido cuando ha llegado la noche. Sería mejor que nos acompañaseis hasta el amanecer. Creo que la magia negra pierde fuerza a la luz del día. Y cuantos más seamos, más seguros estaremos.
Aunque más difícil sería moverse y evitar a esas cosas, pero no iba a decir eso en alto.
-Por cierto, soy Mara de Volaria.
Ilwen estaba a punto de responder a unos y a otros, cuando de repente miró a la espalda de los chicos y algo que vio pareció alarmarla. Glyrhel e Ylva se volvieron justo a tiempo de ver cómo Astrid caía redonda al suelo, justo al lado de Mara. No se había escuchado ningún ruido, ni habían detectado el menor movimiento en el claro, pero la guerrera skaldi había caído fulminada sin remedio.
La elfa se acercó rápidamente y comprobó el estado de Astrid. Después, sacó una daga y la sujetó en una posición de guardia, mientras miraba alrededor y le daba a la guerrera palmaditas en la mejilla.
—Dormida —dijo—. Y no hay forma de despertarla. Esto no me...
Pero se interrumpió y se llevó una mano a la cabeza.
—¡Hay que salir de aquí, ya!
Tirada oculta
Motivo: Perc Ylva
Tirada: 3d6
Resultado: 4, 6, 3 (Suma: 13)
Tirada oculta
Motivo: Perc Glyrhel
Tirada: 3d6
Resultado: 3, 1, 3 (Suma: 7)
Tirada oculta
Motivo: Perc Mara
Tirada: 3d6
Resultado: 5, 5, 3 (Suma: 13)
Mientras Ilwen gritaba aquella advertencia, los ojos de Ylva se entrecerraron. Sus párpados parecían estar hechos de plomo, y le costaba un esfuerzo sobrehumano mantener la concentración en la escena que la rodeaba. Las rodillas le fallaban. Nunca en su vida había sentido tanto sueño...
El miedo y la alarma se hundieron en un mar de sopor. Sólo quería dormir. Tenía que dormir...
Mientras Ilwen gritaba aquella advertencia, los ojos de Mara se entrecerraron. Sus párpados parecían estar hechos de plomo, y le costaba un esfuerzo sobrehumano mantener la concentración en la escena que la rodeaba. Las rodillas le fallaban. Nunca en su vida había sentido tanto sueño...
El miedo y la alarma se hundieron en un mar de sopor. Sólo quería dormir. Tenía que dormir...
Mientras Ilwen gritaba aquella advertencia, los ojos de Glyrhel se entrecerraron. Sus párpados parecían estar hechos de plomo, y le costaba un esfuerzo sobrehumano mantener la concentración en la escena que le rodeaba. Las rodillas le fallaban. Nunca en su vida había sentido tanto sueño...
El miedo y la alarma se hundieron en un mar de sopor. Sólo quería dormir. Tenía que dormir...
Glyrhel se giró con lentitud, una lentitud que aquellos que le conocían sabían que era impuesta y no premeditada. Entonces vio a Ylva. La vio a ella, a través de ella y mucho más allá de ella. Allí encontró una inmensa nada que le devolvió la mirada y que con sus generosos brazos abiertos le invitó a que se acercara.
El muchacho sonrió.
Alzó el dedo señalando. Un dedo fláccido que no tardó en unirse a la languidez de unos brazos que cayeron inertes a sus costados.
- Y... Yl... Ylv...
Se escuchó a sí mismo como si fuera otro, como un eco lejano, y se vio intentando articular ideas, sonidos y palabras que se le escaparon entre los dedos como si fueran agua.
- Y... Yo... Eh...
Su voz fue perdiendo fuerza poco a poco por una lengua que se negaba a hacer su trabajo. A ella se sumaron párpados, piernas y brazos hasta que el sopor terminó por engullirlo todo.
Ylva no tuvo tiempo de preocuparse por Astrid. Un intenso mareo la invadió, haciendo que su respiración se acelerase por el pánico... momentáneamente. Lo siguiente fue una debilidad terrible en todo el cuerpo, una horrible sensación que no había tenido nunca agudizada por la visión, entre penumbras, de Glyrhel desmayándose.
–Glyr...
Haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedaban, dejó caer su adorado arco para intentar llegar hasta su amigo. La niña metió la mano en el bolsillo, buscando a la desesperada aquel preciado tesoro para hacérselo tragar al muchachillo. En su cabezonería infantil, no iba a permitir que a Glyrhel le pasase nada. Aunque fuese un esclavo, era su mejor amigo y lucharía por él.
Por desgracia, en ocasiones, ni toda la voluntad del mundo era suficiente. A veces, aunque no se aceptase la derrota, esta llegaba, seguida de una implacable oscuridad.
Pueeeees no creo que llegue, pero por si acaso...
Ninguno de los tres pudo hacer nada para sacudirse aquella pesada somnolencia. Como un manto oscuro que lo cubría todo, se cernió sobre ellos y les invadió hasta que les obligó a cerrar los ojos. Durante un fugaz instante, notaron en sus mejillas el frío tacto de la hierba y supieron que se habían derrumbado igual que Astrid. Probablemente, las elfas y los tres pequeños arbóreos estaban corriendo la misma suerte. Pero pronto aquello dejó de importar, y sus consciencias se fundieron con la oscuridad...
- Fin del capítulo -