Runi había oído hablar de Durdi. Sin duda el enano era uno de los magos más habilidosos y con renombre de la actualidad. Y de los más antiguos también. La propuesta era de lo más sensata, de hecho él ya pensaba tener algún tipo de vigilancia como la que proponía.
-Por supuesto. Las acciones de Lognar no pueden quedar sin castigo, ni las de Murgin. Esa alianza ha hecho mucho daño a nuestros pueblos. Me aseguraré de que estén atentos del avistamiento de cualquiera de los dos. E incluso de sus esqueletos. Aunque dudo que sea tan descuidado.-
El problema radicaba en la comunicación.
-Lo de los pájaros es una buena idea, ya veremos cómo lo organizamos. También podríamos establecer unos viajes más o menos asiduos para ir informando. Estoy seguro de que algunos de los nuestros les gustaría estar aquí. Hay muchas cosas que podemos aprender los unos de los otros.-
Por no hablar que seguro que a cierto joven le gustaría aprender algo de magia por lo que había notado. Y Runi estaba demasiado viejo para enseñar a nadie. Tal vez Uwa podría hacerlo, y seguro que Glyrhel lo preferiría.
Glyrhel asintió con insistencia. Era un detalle muy importante saber cómo podían ponerse en contacto con Merial para avisarle que iban a Fyndol, tan importante como obvio, y aún a pesar de ello, el muchacho lo había pasado por alto en un primer momento al imaginarse con toda claridad de detalles la visita prometida sin llegar a pensar en lo más importante: cómo y, sobre todo cuándo, iban a poder hacerlo.
Imaginaba que cuando regresaran a Skald él tendría nuevas responsabilidades o, al menos, una excedencia en cuanto al cuidado de los animales mientras se instruía como mago. Aunque si uno lo pensaba bien, seguía siendo un esclavo, y todo lo que él pudiera pensar o desear solo podría ser realizado si estaba de acuerdo y se lo permitía su amo. A no ser…
Apartó la idea de su mente. No… Seguramente no fuera necesario, porque si lo llegara a ser, todo lo que había pensado se terminaría desmoronando.
Miró a Ylva más consciente que nunca de su situación y sonrió. Una sonrisa sincera, brillante y cristalina, y por su claridad dejaba ver en el fondo cierto poso de tristeza.
- Gracias a ti, Merial, siempre. Y a ti, Mawi, también. A todos. De verdad. Gracias.
Mawi se encogió de hombros ante la pregunta de Ylva.
—La verdad es que no lo sé —dijo—. Siempre he vivido en los bosques bajos de Skald, donde unos arbóreos me acogieron. Pero no nací aquí, ni siquiera soy de la misma especie de arbóreos que los que habitan estos bosques. En parte... por eso quería ir a Fyndol. Me parezco mucho más a los arbóreos de allí y pensé que...
Dejó la frase sin acabar, pero estaba claro que el afán de aventuras no era lo único que había motivado a Mawi para unirse a Wik y Kuwo en su viaje de vuelta.
Justo cuando Mawi dijo aquello, vieron que Ilwen salía ya de la atalaya enana. Llevaba al hombro el zurrón élfico donde las dos hermanas transportaban todo lo que necesitaban en su viaje, sorprendentemente pequeño para un viaje tan largo. Aunque claro, quizá fuese un zurrón mágico...
Wik y Kuwo la acompañaban, visiblemente contentos por haber salido de todo aquél embrollo con vida y estar ya a punto de poner rumbo a casa.
—Bueno, creo que eso es todo —dijo la elfa, sonriendo—. Ha sido breve, chicos, pero por lo que cuenta mi hermanita, también ha sido un placer conoceros. Si algún día pasáis por Fyndol, no olvidéis mandar un mensaje a la Foresta de Calyn. Será estupendo veros de nuevo.
Tras reiterar el ofrecimiento que ya les había hecho Merial, Ilwen hizo un gesto de despedida y se volvió para dirigirse a la superficie. Wik y Kuwo se despidieron también y la siguieron.
—Vamos, Merial.
Merial asintió, aun con algo de pesar, y dirigió una última mirada sonriente a Glyrhel e Ylva. Luego se echó una mano al hermoso arco élfico que llevaba al hombro y se lo tendió a Ylva.
—Como perdiste el tuyo... —dijo algo turbada—. Me gustaría que te lo quedaras. ¡Es muy resistente! Acuérdate de mí cuando lo uses, ¿vale?
Después se colocó delante de Glyrhel y estuvo a punto de decir algo, pero se quedó callada. Finalmente, con una última sonrisa, se adelantó y le dio un beso rápido en la mejilla. Luego, con la cara como un tomate, se dio la vuelta y corrió para seguir a su hermana y los arbóreos. Pero se volvió una última vez para hacerles un gesto de despedida con la mano antes de que todos se perdieran de vista tras una gran columna de piedra.
Uwa sonrió satisfecha ante la respuesta de Strumni y Runi. De repente, el horizonte parecía mucho menos negro para todos. Pero la reina había firmado ya, y en ese momento el soberano de los enanos volvió a hablar.
—Está hecho —dijo—. Ambos hemos rubricado el acuerdo, así que a partir de hoy, somos aliados. Y por eso, también desde hoy... ¡los enanos de Krar Umgar están en guerra una vez más!
A esas palabras les siguió un rugido de todos los soldados enanos presentes en la sala, que hicieron chocar sus armas con sus escudos produciendo un ensordecedor estruendo metálico. Tras unos segudos, el rey alzó los cortos pero fuertes brazos para calmar a los suyos.
—No hay tiempo que perder. Volveré sin dilación a mi reino para aprestar a las tropas, e iremos a apoyaros lo antes posible. Si mantenéis las líneas que defendéis actualmente, acometeremos a los orcos por su flanco este y su retaguardia, desconcertándolos. No podrán resistir nuestro asalto despiadado y contundente.
Tomó el brazo de Ingelyn en el suyo, estrechándolo. Aquello era un gesto significativo que reconocía a la reina como una igual.
—La próxima vez que nos veamos será en el campo de batalla... ¡sobre una pila de orcos muertos!
Los guerreros enanos volvieron a corear aquella arenga, y después, el rey se encaminó a la salida de la sala, seguido de su séquito y su escolta. Mientras salía, le dijo algo a Uwa a lo que la maga asintió mientras se inclinaba con respeto. Y después, el rey Grummdar abandonó la estancia.
Lo habían conseguido.
Justo en ese momento, Ylva y Glyrhel pudieron ver cómo el rey Grummdar salía de la sala, acompañado por todo su séquito y su escolta. Con paso decidido, se alejaron en dirección a la entrada del túnel que debía llevarles de vuelta a su reino. La reunión parecía haber acabado.
Ylva volvió la mirada a Glyrhel. Sentía cierta tristeza en ella, pero no sabía a que podía deberse. ¿Quizás era porque no podía irse sin permiso del pueblo? Bueno, estaba claro que ahora esas cosas cambiarían ¿O sería porque la aventura se acababa? Vivirían otras, lo quisieran o no. Durdi se lo había dicho y, estaba claro que el mago volvería a hablar con ella en cuanto Uwa transmitiera el mensaje. Y si no lo hacía... Bueno, ella se encargaría de hacer que las aventuras ocurriesen. El comentario de Mawi llamó su atención, pues no sabía que en Skald había arbóreos. Claro, que como había descubierto en aquel viaje, no sabía nada de casi nada pero que hubiese criaturas como aquellas en los bosques que tan bien creía conocer...
Pero la mayor de las sorpresas estaba por llegar: Cuando Merial le tendió su arco, la muchacha se quedó de piedra ante aquel regalo. Desde luego, su malogrado arco no podía compararse a aquella preciosa arma. Y el arco enano muchísimo menos. El arco élfico era perfecto: ligero, suave, equilibrado, resistente y tenía los ornamentos más bonitos que había visto nunca. Había visto a Merial disparar varias flechas a la vez, lo cual no solo hablaba de la increíble habilidad de la arquera, sino también de la calidad del arma. Desde luego, era un arco que estaba muy por encima de su habilidad, pero intentaría hacerle justicia.
—Grac...—pero antes de que pudiese darse cuenta, la elfa había desaparecido, no sin antes dar un beso a Glyrhel, lo cual dejó aún más confusa a la skaldi, que se quedó paralizada durante unos segundos. Vale que no había sido un beso en los labios, como el que había dado ella, pero... Lentamente giró la cabeza para mirar a Glyrhel, cuando el rey Grummdar se cruzó ante ellos, indicando que probablemente ya era hora de volver con el resto. Tragando saliva con las mejillas ligeramente enrojecidas por el apuro, la muchacha trató de romper el hielo e ignorar lo que acababa de suceder.
—La Foresta de Calyn... Suena muy bien, ¿no cr...crees?. —comentó con un deje de timidez mientras miraba el pasillo por el que el séquito enano desaparecía.
—Ha sido un viaje largo e intenso pero ha merecido la pena, lo hemos logrado —dijo de forma imprevista el enano mientras contemplaba al improbable grupo con el que había logrado unir a dos pueblos en busca de un futuro mucho mejor—. Os lo agradezco de forma sincera.
El enano se llevó la mano al pecho para dotar de mayor significado y relevancia a sus palabras. Lo hizo con un movimiento tranquilo y pausado, dejando que lo dicho se espaciara un poco en el tiempo para ganar de esta forma un mayor significado.
—Espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar y que cuando lo hagan sea en unas circunstancias más ligeras y divertidas. Pasad por la atalaya si vuestros pasos os llevan cerca y preguntad por mí, si me encuentro en ella y no estoy perdido en algún lugar disfrutaré de tomar una jarra de cerveza con vosotros y recordar los avatares vividos. La mayoría sois muy jóvenes y os espera un prometedor futuro por delante, habéis sobrevivido a eventos que hubieran hecho sucumbir a muchos expertos y bravos guerreros. Especialmente vos reina Ingelyn deseo que vuestro reinado sea largo, próspero y lleno de éxito, tenéis un sabio consejero como Runi que seguro que os será de mucha ayuda.
Sonrió con amabilidad a los allí reunidos y rebuscó entre sus bolsillos para sacar su amada pipa. Los actos oficiales habían terminado, su trabajo había concluido con éxito y por fin podía plantearse un merecido y justo descanso.
—Ahora si me disculpáis voy a salir a buscar un lugar tranquilo en el que poder fumar y beber un poco de buena cerveza enana. Los años no pasan en balde y necesito un poco de descanso.
Un arco… ¡Merial había dado un arco a Ylva! ¿Podía haber un regalo más perfecto para ella? No, probablemente no, y por ello en los breves segundos que le tomaron a la elfa prestar atención al flamante aprendiz de mago, Glyrhel esperó con impaciencia algún obsequio de la misma importancia. No es que fuera especialmente materialista, pero no era tan estúpido como para no sentir gozo al sentirse agasajado. Ahora, el regalo con el que le terminaron obsequiando fue algo que no se hubiera imaginado.
Como obra de hechicería aquel besó lo dejó helado en el sitio, pero tan solo en el exterior. En su interior una ardiente revolución de emociones que no comprendía, y para las que no tenía nombre, batallaban con más denuedo que los enanos contra los esqueletos.
Entonces Ylva rompió el silencio y el esclavo de sus emociones giró la cabeza. Mientras lo hacía y pensaba en qué cara tendría, creyó escuchar chasquidos provenientes de los sufridos engranajes de su cuello.
- Eh… Sí, creo que sí. Muy bien, sí. Claro que sí. Muy… Ehm… Evocador. Sí, eso: evocador. Te... Tenemos que ir. Eh... ¿No?
Y la verdad era que no le sonaba especialmente bien. Para él era un nombre especialmente anodino, pero qué decir cuando no se sabe qué decir y se cree que es mejor no decir nada.
—Iremos... —respondió inmediatamente antes de caer en un tono dubitativo.— Eh... ¿volvemos con el resto?
La voz de Ylva no tenía nada demasiado raro, más allá de la inseguridad que transmitía en aquel momento, pero en la mente de la arquera, había sonado aguda. O grave. O entrecortada. O... Estaba convencida de que aquella voz decía todo lo que ella no quería decir en aquel momento, más que nada porque no sabía que decir. La muchacha hubiese sido capaz de saltar sin armas a la boca de un dragón por el joven mago, pero no era capaz de decirle lo que quería decir. Ni siquiera estaba segura de extender su mano para volver agarrados de ella. Al fin y al cabo, después de aquella otra opción que se presentaba ante él ¿querría de verdad? Y a pesar de todo, la arquera estaba dispuesta a ir con él a Fyndol. Estaba convencida de que allí aprendería mucha más magia que con Runi, y removería cielo y tierra para darle esa oportunidad, igual que haría lo imposible por llegar a La Aguja de nuevo. Con una expresión indescifrable y, aún dudando de si coger o no su mano, la muchacha añadióo
—Seguro que nos esperan... A no ser que quieras explorar esto un poco más.
Al decir eso sus ojos brillaron ligeramente de nuevo, aunque no estaba muy claro si lo había dicho como broma o de forma total y absolutamente seria.
Glyrhel miró a Ylva.
En el rostro del muchacho se reflejaban las mismas dudas que habían quebrado la voz de su amiga. Probablemente regresar fuera lo que debían hacer, pero hacerlo suponía, de alguna manera, poner punto y final a aquella aventura que habían vivido. Volver con el resto significaba regresar a la normalidad.
Sí, muchas cosas habían cambiado y muchas más llegarían a cambiar, esperaba que para mejor, pero aún así no podía evitar sentir cierto dolor al pensar que con ello ponía punto y final a un capítulo de su vida que jamás podría ni quería olvidar.
- Exploremos – respondió seguro y decidido con una enorme sonrisa. – Mejor exploremos...
Runi se despidió de Strumni deseandole un buen descanso, pues se lo había ganado. Seguramente se volverían a ver antes de marcharse, pero entendía la necesidad de relajarse del enano. Le envidíaba, ojalá él pudiera hacerlo.
Miró a los jovenes y se alejó un poco de ellos, pues también necesitaba un momento de soledad, además así ellos podían hablar con más tranquilidad y confianza. Seguramente sería una de las pocas oporunidades que tendrían de hacerlo, todos tendrían que crecer muy rápido a partir de ahora. Así que se acercó a la ventana donde estaba Svartfloy esperando. Le rascó la cabeza como si de un gato se tratara y le dio un gusano del saquito que siempre portaba para esos casos.
Le gustaría que Uwa aceptara su propuesta, pues el joven estaría más seguro aquí, pero no dependía de él.
-Bah. Lo que tenga que pasar pasará. Ya nos preocuparemos del futuro cuando nos atrape. Que sin duda será pronto. Nos espera otra guerra pajarraco, y algo me dice que esta no la veré acabar. Pero ellos estarán bien, y los skald prosperarán.-
Miró al horizonte y pensó en el Rey Thoran.
-Lo hará bien. La preparaste bien y tendrá gente de confianza a su lado. Te hará sentir orgulloso, ya verás.-
Poco más quedaba por hacer. Salvo volver a casa cuanto antes y prepararse para la guerra.
Tras la salida del rey, los enanos acompañaron a la reina Ingelyn y a los suyos al exterior de la sala, hasta el gran patio subterráneo de la atalaya de Kaz-Umzur. Strumni se dispuso a fumarse una bien merecida pipa, mientras que Ylva y Glyrhel, tras despedirse de su nueva amiga elfa, se perdieron juntos para... explorar con calma aquél enclave enano. Debían aprovechar, pues ahora que la misión había concluído, tras un merecido pero breve descanso tendrían que empezar a pensar en el futuro. Habían salido con bien de aquella aventura y sin embargo, no era un alivio completo, pues aún restaba una guerra que librar contra los orcos. Y aún si ganaban, la tarea de la nueva reina para tomar las riendas de Skald sin duda no sería sencilla.
Pero ni siquiera ese era el último desafío, pues todos ellos eran conscientes ya de que había fuerzas que aún no alcanzaban a comprender moviéndose entre los ocultos bastidores de su mundo. Sin duda, los acontecimientos que se habían iniciado con su viaje, tendrían consecuencias. Pero para eso aún tendrían que esperar. Y tenían mucho de lo que ocuparse mientras ese momento llegaba.
— FIN —