Al escuchar a Runi, casi como un resorte, puso la mano sobre las de Mara para evitar que acercara la Llave Maestra al lugar donde se activaría de nuevo la energía de Krar Drom. Trató de coger entonces el artefacto con delicadeza de las manos de la pelirroja, con una delicadeza bastante impropia de ella fruto de la precaución que las palabras del mago le provocaban.
En caso de que se lo entregara, miraría el pesado objeto con extrañeza antes de pasar su mirada por el Rey y por último lugar, en Runi.
—Él nos lo pidió, el espíritu del Rey de Krar Drom, esta fortaleza. Fue lo que le prometimos a cambio de que nos guiara hasta la salida... entendí que usarlo era la opción correcta dado que Murgin quería evitarlo a toda costa. Entiendo por tus palabras que tienes algo en mente, Runi, y he hecho una promesa a alguien que ha ayudado a salvar nuestras vidas. Si quieres que la rompa tendrás que darme motivos mucho más poderosos que 'tengo un mal presentimiento'... porque los tienes, ¿verdad?
El brillo de la duda apareció en sus ojos, sí, pero la miradade Ingelyn seguía siendo determinada. El anciano la conocía bien y sabría que iba a necesitar ser muy claro para hacerle cambiar de opinión. Alzó la voz una vez más, mirando ahora de reojo al espíritu.
—Rey Enano, si usáramos la Llave Maestra... ¿se quedaría en este lugar para siempre o podríamos llevárnosla para cumplir nuestra misión original?
El espíritu del monarca enano escuchó la pregunta de Ingelyn. Se irguió y contestó con voz clara.
—El Corazón y la Llave forman un todo —explicó—. Su razón de ser es estar unidos. Cuando deposites la Llave en el Corazón, la energía que reposa en él podrá fluir con libertad a cada rincón de mi reino. Pero para que continúe siendo así, la Llave debe permanecer en su interior. No hay otra manera...
Aquello planteaba un dilema a Ingelyn, pues el rey Thoran había confiado el Brazal a la princesa para que ella pudiera utilizarlo en su negociación con el Rey Grummdar. Pero si decidía cumplir la promesa que había hecho a ese Rey del pasado, tendría que renunciar para siempre a la reliquia...
Runi asintió ante la pregunta de la Ingelyn. Aunque se fijó en cómo se sujetaba la princesa el costado y recordó que había sido herida. Una vez más, la mano del viejo skaldi se tiño de un azul invernal que pasó a la herida de Ingelyn y esta empezó a cerrarse.
-Permitidme un momento antes de continuar.-
Una vez solucionado el problema más urgente siguió contestando a la joven noble.
-Por supuesto princesa. Jamás se me ocurriría sugerir que faltaráis a vuestra palabra. Y desde luego que el espíritu del Rey de Krar Drom no querría nada que no fuera el bienestar de su pueblo. Por lo que no tendría ningún problema en dejar que se lo demos a ellos para que hagan los honores.-
Parecía que Runi estaba desvariando un poco, incluso el cuervo graznó un poco para que se centrara.
-Lo que quiero decir princesa, y su majestad, es que según las leyendas sólo el Rey de Krar Drom podía activar todo el potencial de la llave y del corazón. Así que lo mejor sería que el actual monarca fuera el que lo activara. No faltaríais a vuestra palabra, pues activariais el mecanismo, y a su vez cumpliriais la misión de vuestro padre, el Rey, de realizar un gran acuerdo con los señores enanos. ¿Quién no podría estar conforme con semejante acuerdo?-
Se giró al espíritu del Rey enano.
-Después de todo, que son unas horas más para alguien que lleva esperando tanto tiempo. Pues imagino, que habrán pasado muchos siglos desde que este reino cayó en el casi olvido. Los humanos desde luego no lo recordamos. Los enanos saben alguna cosa poca, y puede que los elfos también. Pero ¿Y la cuarta raza? ¿La olvidada? ¿Creeis que ellos recordarán algo de lo que sucedía cuando estaban aquí?-
Se había plantado delante del espíritu, como desafiandolo.
Motivo: Curar
Tirada: 1d6
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El viejo chochea. Ta claro. XD
Por cierto, que lo dije pero no tiré el dado de curación. Sorry. La Princess recupera 3 puntos de vida.
—En unas horas no sabemos lo que puede pasar —razonó Ylva nerviosa. La arquera no mostraba ni un ápice de desconfianza hacia el espíritu, pues no era ni remotamente parecido a Sonrisitas. Tampoco entendía la desconfianza hacia los enanos por parte del anciano skald. Parecía que pensase que había una gran conspiración y que la princesa fuese a sufrir un daño terrible por activar aquel extraño mecanismo. —Murgin podría derribar todo esto y acabar con esa posibilidad... No podemos perder tiempo volviendo. Ni siquiera sabemos si las puertas están abiertas. O si siguen los seres metálicos. No podemos dejar de actuar por desconfiar de otros, es... es... como si no sacásemos a alguien que se a ahoga por miedo a que nos muerda un pez y volvemos al pueblo a buscar una cuerda. ¿Tú que crees Glyrhel?
-No podemos permitirnos unas cuantas horas. El nigromante estará al acecho y usará cualquier artimaña para arrebatarnos la llave. Salir de la fortaleza le dará una oportunidad de oro. Está claro que hemos vencido porque este lugar ha hecho que seamos capaces de hacer cosas increíbles.
Sin duda, toda la magia que ha habido en el combate ha sido potenciada por ese lugar. Había cosas que no podrían haber pasado a esa escala de no ser por la ubicación. Miró a todo el mundo.
-Si tenéis miedo de la represalia enana, yo lo haré. Podréis culpar a Volaria por esto.
Miró a la princesa antes de proceder. No dejaría que Murgin, o cualquier otro, tomara ese objeto de poder. Sin duda, el nigromante no quería que lo usasen en el Corazón de Cobre. Además, usarlo allí significaba, igualmente, devolver el esplendor de antaño al pueblo Enano. Confiaba en el Rey Enano y no iba a faltar a su palabra.
Sin dejar que aquella cuestión se discutiese más, y antes de que nadie se lo impidiera, acercó la Llave Maestra a su lugar de descanso final. Lo hecho, hecho estaba.
Aún regodeándose en el roce de la mano de Ylva, con una sonrisa bobalicona en la que ocultaba el rubor que sentía y que podía definir a la perfección la alegría inesperada que le embargaba, le pilló casi más por sorpresa la pregunta de su amiga que la aparición de un espectro en un lugar lleno de magia. Porque… Los dos seguían siendo amigos, ¿no?
- Eh… ¿Yo?
La miró no sabiendo muy bien qué decir. La verdad que todos tenían su parte de razón y, a falta de más información, era difícil tomar una decisión. Aún así, si se tenía que decantar por una de las dos opciones, entre la confianza y la suspicacia, su naturaleza cautelosa tenía la respuesta. A punto estuvo de compartirla con todos, pero no le dio tiempo antes de que actuara Mara.
- Nada, ya da igual. - dijo señalando a la exploradora volariana.
Al contrario que Ylva ella no parecía tener en cuenta la opinión del muchacho, ni la de nadie más. Había hecho lo que le había venido en gana sin contar con los demás. Debía ser ese el egoísmo de Volaria del que había oído hablar en no pocas ocasiones a los ancianos, y no tan ancianos, de Skald. Y no debían ir muy desencaminados cuando acababa de comprobar de primera mano que una volariana, una exploradora sin más, consideraba su criterio como el único válido hasta el punto de actuar sin tener en cuenta a una princesa, miembro de una familia real. Pero es que también había ignorado a elfas, enano y arbóreos, además de al resto de los humanos. Su voz parecía ser la única que importaba de verdad.
Agradecida por el gesto de Runi, la princesa escuchó atentamente las palabras del anciano. Enarcó una ceja cuando este terminó de hablar, teniendo muy claro que el mago estaba dándole más vueltas al asunto, pero... ¿por qué? ¿Qué le impedía hablar claramente de sus preocupaciones?
Cuando Mara anunció que iba a usar la Llave ella misma su cuerpo reaccionó con rapidez para ponerse en medio, dado que se había acercado a ella antes con la ayuda de Ylva. —No. Nada de decisiones precipitadas. La responsabilidad del uso que se le de al artefacto no solo impactará en todo Skald, si no en mi persona de manera directa. No permitiré un acto que, de ser erróneo, nos provocaría una guerra. Suficientemente tensas están las cosas con Volaria como para dejar algo así al azar. Recapacita, Mara, y entrégame la Llave. Por favor. —una mano estaba extendida hacia Mara para evitar que se acercase... pero la otra estaba sobre el pomo de la espada
—No quiero verme obligada a hacer esto de la manera inadecuada.
Viendo la amenaza de Ingelyn, sus facciones se endurecieron. Así que con esas estaban. Se alejó unos pasos de la princesa y del corazón, pero su postura dejaba claro que no era por temor a lo que ésta pudiese hacerle.
-Bien. Esto deja claro que la palabra de un skaldi vale menos que el barro. Y que la inteligencia no es su fuerte.
Le entregó el brazal a la princesa, aunque se veía claro que más le hubiese gustado lanzárselo a la cara para ver si entraba en razón.
-Si no pones esa Llave en su lugar, estarás haciendo lo que Murgin quiere. Sacar la llave de este lugar, ahora seguro, es una estupidez y lo lamentarás toda la vida. Pero sí, es mejor amenazar a la volariana, que para eso estamos. ¿Verdad?
Se alejó de ellos para no verse envuelta en su decisión. Su postura era clara y nada de lo que los otros dijesen iba a cambiarla. Miró al espíritu del Rey Enano para luego desviar la mirada, hastiada por la situación.
Ilwen no había dicho nada desde que el enfrentamiento dialéctico se había iniciado, pero su ceño se había ido frunciendo poco a poco. Cuando Mara devolvió el Brazal a Ingelyn, la elfa asintió con alivio. Caminó hacia la volariana para ponerse a su lado.
—Me cuesta creer que haga falta llevarse la mano a las armas, cuando hasta hace un instante estábais combatiendo codo con codo —dijo—. La decisión es vuestra, princesa. Y sí, sin duda todos sabemos que hay cosas que se nos escapan en todo esto. Pero recordad... justo antes de que se iniciase la lucha, estábais a punto de depositar la Llave en el Corazón... y Murgin trató de impedirlo.
Se cruzó de brazos y no dijo más. La decisión correspondía a la princesa, y con eso tendría que bastar. El resto de ellos sólo podía esperar.
La reacción de Mara le dolió en cierta manera, aunque no podía juzgarla por ello. Cuando le dió el Brazal lo cogió con un suspiro de alivio, alejando la mano de la espada y sosteniendo el objeto con fuerza como si se fuese a desvanecer allí mismo.
—No he desenfundado mi arma en ningún momento porque no era una amenaza, era precaución. Lo siento, Mara, pero me gustaría que me entendiérais: quiero que tomemos esta decisión. Todos juntos. Lo que no quiero y no voy a permitir es que nadie tome esa decisión de manera individual, aún menos cuando la responsabilidad de esta caerá sobre mi. Si tomamos la decisión equivocada y debo pagar por el error, quiero hacerlo sabiendo que es la decisión que creímos que era la mejor. ¿Es tan difícil de entender...? —sus ojos buscaron ahora los de Ylva y Glyrhel, casi como una manera de buscar un apoyo que ahora mismo parecía necesitar.
—Runi, necesito que seas claro y que nos dejemos de juegos: quiero saber por qué crees que el Espíritu puede estar ocultándonos algo, y si tienes motivos para pensar que esa sombra sonriente tiene algo que ver con esto. Strumni, Ylva, Glyrhel... también quiero escuchar vuestras opiniones. Ilwen tiene razón en lo que dice, y ya conocemos la opinión de Mara, pero si quieres decir algo más estás a tiempo. —alternó su mirada entre cada uno de los miembros de la expedición con la semilla de la preocupación creciendo poco a poco en su pecho—. No tendremos unas horas, como bien decía Mara, pero creo que dos minutos más no harán daño en un asunto tan importante como este...
No iba a contestar, pero se vio en la necesidad de hacerlo.
-Ya, ya. Claro. Poner tu mano en la empuñadura de tu espada no es una amenaza. Dime en que país de este mundo o de cualquier otro eso no es una amenaza.
Estaba claro ahí que las únicas opiniones que importaban de verdad eran las de los skaldi y las de nadie más. Ni siquiera las promesas valían para ellos. Al menos, esa era la impresión que daban. En verdad, siempre se había sentido fuera de ese grupo y no era más que una extraña.
—Mara, ¿juzgarías a toda la raza enana por lo que haga Murgin?
Ylva notó la mirada de la princesa puesta sobre ella y Glyrhel. Parecía pedir apoyo, o ayuda pero no estaba segura de que pidiese realmente opinión, al menos no a ella. Había sido clara al respecto, pero ahora preguntaba directamente de nuevo, como si quisiera que cambiase la respuesta. A pesar de que ya había dado su opinión antes, una y otra vez. Y aunque quería mucho a su amiga, en aquel momento, no pudo evitar sentirse ninguneada. Pero a pesar de todo, era su amiga, y no la dejaría tirada. Lo cual no sigificaba que iba a decir lo que ella quería. Al igual que Ilwen y Mara quería que pusiese el Brazal. Era lo que les había llevado allí.
—Lyn... Confío en ti. —Ylva apretó la mano de Glyrhel y, pese a aquel extraño sentimiento, sonrió y miró directamente a su amiga. — Creo que harás lo correcto, que no te dejarás llevar por el miedo. Creo que tomarás tu decisión y que debes hacerlo tú. Ahora. Creo que no romperás tu promesa por miedo a que te pase algo, pues pedir al rey o a Uma que hagan lo que debes hacer tú es pedir que se haga lo mismo, pero dejando las responsabilidades a otros. Pero por favor, hagas lo que hagas, hazlo ya. No podemos discutir esto eternamente. Y yo estaré aquí para ayudarte hasta el fin, aunque tu decisión no sea la mía. Por favor, Lyn...
Nada de rondas, que todavía Murgin nos hace explotar ><
A Runi no le preocupó demasiado la mala cara de Mara, y estaba bastante orgulloso de cómo se había desenvuelto Ingelyn. Como bien decía era algo que recaería sobre ella, y seguramente repercutiría en los Skaldi. Para bien o para mal, ella era Volarana. La princesa ya era bastante amable con ella al pasarle por alto todas aquellas acusaciones y malos modos.
No obstante volvían al tema principal. La llave, y el espíritu. La joven tenía todo el derecho a pedirle explicaciones.
-Tenéis razón princesa. Estoy siendo bastante desconfiado. Es la primera vez que veo este espíritu, en cambio nos hemos encontrado varias veces algo parecido a una sombra que nos ha ayudado. Entre otras formas guiandonos y abriendonos pasos cerrados imposibles de franquear por nuestro medios. Y hasta donde sé, ha hecho lo mismo con vos, o eso nos ha dicho.-
Suspiró porque no tenía pruebas.
-No sé qué es esa sombra, pero aparte de a nosotros también ha ayudado a Lognar y Murgin. Tiene sus propios planes, eso está claro. Y creo que es el colocar el corazón en su sitio. No digo que eso no sea bueno, para los enanos. Pero creo que será mucho mejor para esa sombra. Y eso puede no ser bueno para el resto. Pero...
Pero no tengo pruebas. Lo siento. Así que si lo que quiere es colocar el artefacto en su lugar, obviamente no voy a impedirselo, e incluso ayudaré en lo que pueda para que los enanos lo entiendan. Simplemente tengo mi intuición. A vos os toca decidir, con todo lo que ello conlleba. Lo siento.-
No si vamos a liberar a la sombra esa, ya veréis. XDDD
Miró al Ylva, pero pasó de responder. Al fin y al cabo, ellos no eran nadie para hablar de juzgar a las personas. Habían juzgado a todo un pueblo por los actos de su realeza. Así que ella también se veía con derecho de devolver la misma moneda. Juzgaría a todo Skald por los actos de Ingelyn.
Glyrhel miró a la princesa y sonrió, una sonrisa que ensanchó al apretar con fuerza la mano de Ylva.
- Yo…
Se rascó la nuca no sabiendo muy bien qué decir. Todos los que podían saber más sobre la situación ya habían intervenido y ahora guardaban silencio, expectantes ante la decisión que tomara la princesa. Pero ella, en el último momento, había recurrido a él. Quería saber lo que opinaba a pesar de que la decisión última le correspondía a ella. Porque ella era heredera al trono de Skald y porque ella, y solo ella, era la responsable única del Brazal. Nadie más. El resto de las personas allí presentes formaban parte de su comitiva. Aun así, a pesar de todo, estaba dispuesta a escuchar la opinión del resto.
¿Era eso muestra de sabiduría en una futura reina? ¿Era aquello magnanimidad?
- No lo sé, Princesa, la verdad. Es cierto que le habéis hecho una promesa a él – dijo señalando vagamente la forma difusa del espectro. – Pero si no cumplís la misión que os encomendó vuestro padre, estaríais faltando también a vuestro deber. Cierto es que quizá los enanos vean con buenos ojos que devolváis la gloria a estos túneles olvidados haciendo uso de la llave, y que se haya desenmascarado y derrotado al traidor Murgin también hablará bien de vuestras intenciones, pero no sabemos si eso será suficiente para el rey enano, si eso bastará para que ayude a Skald con los orcos, que es para lo que estábamos aquí. Si supiéramos lo que el rey Grummdar piensa, la decisión sería fácil. Si el Brazal se queda aquí, quizá la diplomacia no baste para conseguir la ayuda que Skald necesita, pero si os lo lleváis quizá no exista otra oportunidad de usarlo aquí. Quizá estos túneles desaparezcan de nuevo y el bien que pudiera hacer restituir la llave a su lugar nunca llegue a ocurrir. O quizá la llave abra algo que se suponía que debía permanecer sellado. Supongo que de ahí nacen las sospechas de Runi, y puede que estén bien fundamentadas teniendo en cuenta el interés que tenía Sonrisitas en que llegáramos hasta aquí. O puede que solo fuera un juego para él. La verdad… - se encogió de hombros. – La verdad es que no lo sé. Lo siento.
Antes de que las palabras y las acusaciones se sucedieran con velocidad, Strumni estaba fumando apaciblemente la pipa de la victoria cuando observó al espectro aparecer. Su sorpresa fue mayúscula, tanto que el humo que ingería se marchó por mal lado provocando una sonora y seca tos, propia de aquel que fuma en exceso. Tras carraspear y recuperarse, guardó su pipa apagando el fuego que ella quedaba y se apresuró a retirarse la capucha e inclinar la cabeza ante el espectro.
—Majestad —dijo a modo de saludo disculpándose por su actitud indecorosa de instantes anteriores. Entre los presentes había varios que le eran desconocidos y a los conocidos no los conocía tanto como le hubiera gustado pero la situación era algo tensa y se veía en la necesidad de intervenir para calmar las aguas.
—Como único representante vivo de la raza de los enanos —dijo mirando al espíritu de nuevo, pidiendo perdón con los ojos por aquella matización—. Me veo en la obligación de exponer mi opinión. No soy un alto señor entre los míos, ni entre ninguno de los otros pues no soy más que un montaraz. No obstante conozco bien la artesanía y las habilidades de mi pueblo y en este lugar he visto cosas que han deslumbrado a mis ojos. No hay duda alguna de que antaño fue un poderoso reino y que la posibilidad de ayudar a recuperar su esplendor pasado es algo que debemos de valorar.
Se acercó un par de pasos hacia la princesa Ingelyn y apoyó la mano en el pecho, cerca de su propio corazón, en modo solemne.
—Como forzado representante de mi raza creo que colocar la llave es lo más óptimo y por eso os lo pido, como enano individual que soy os lo agradeceré si lo hacéis y a cambio no puedo daros más que mi palabra, que es lo único que poseo, de que hablaré ante mi rey del enorme esfuerzo que hizo la princesa Ingelyn de los skaldi para ayudar a los enanos a recobrar su gloria. De como ella misma arriesgó su vida en tal cometido y de que gracias a eso se pudo detener al traidor de Murgin. Trabajaré todo lo que pueda para lograr que mi pueblo ayude al vuestro con el mismo esfuerzo que vos habéis puesto para con el mío.
Aferrada todavía al Brazal, la Princesa escuchó atentamente las últimas opiniones de sus compañeros. Tragó saliva mirando a izquierda y derecha, como si buscase la opinión de alguien más que no estaba ahí para terminar cerrando los ojos y asentir. Había tomado una decisión.
—Bien... es la hora. Quiero daros las gracias a todos por haber puesto de vuestra parte: este viaje ha sido una locura y aún nos queda parte del camino hasta Kaz-Umdur, pero las circunstancias exigen que nos adaptemos. Cuando todo esto acabe, Strumni, recuerda dejar claro que vosotros la arriesgasteis tanto o más que yo y que sin vuestra ayuda no habríamos llegado hasta aquí. —sonrió levemente al montaraz enano y se giró al espíritu del monarca—. Colocaremos la Llave Maestra en el Corazón de Cobre, como prometimos. Que nuestra decisió sea la más acertada... no podemos permitir arriesgar todo lo conseguido hasta ahora.
—Perdóname, padre. —susurró al girarse al Corazón, acercando la Llave Maestra a su lugar para activar el mecanismo y devolver toda a aquella energía a la fortaleza de Krar Drom.
Sabía que aquella decisión podría provocar la ira de su padre o, mucho peor, la ira del pueblo enano. Ni siquiera tenía claro que la palabra de Strumni sirviera para mediar tanto como le habría gustado, pero no les quedaba otra alternativa.
Ingelyn estaba dispuesta a cumplir la promesa que había hecho. ¿Qué legitimidad podría tener como heredera de un trono si su palabra no era lo más valioso para ella? Mientras el resto del grupo la observaba, avanzó hacia el Corazón de Cobre. La inmensa e intrincada maquinaria parecía brillar con luz propia más que reflejar las vetas doradas que recorrían el suelo y los muros de la estancia. Sus tubos despedían volutas de vapor y emitían leves silbidos mientras sus engranajes giraban. Sin embargo, parecían debilitados, como si les hiciera falta alguna medicina revitalizadora.
La princesa de Skald alzó el Brazal. No tuvo que buscar mucho. Había un hueco perfectamente tallado, en el que la pieza de oro encajaba a la perfección. Introdujo la Llave Maestra en el lugar que le correspondía, y enseguida se escuchó un clic, antes de que una tapa metálica la ocultara para siempre de la vista.
Inmediatamente, el espíritu del Rey enano desapareció. Los engranajes dejaron de girar, las volutas de vapor desaparecieron, los sonidos enmudecieron y las luces de la sala se atenuaron y se apagaron. Todo quedó en silencio y en tinieblas.
- Fin del capítulo -