Partida Rol por web

Runi asintió a las palabras de Rurik.

-Tranquilo. No hay ofensa alguna. Tienes toda la razón. La princesa nunca habría podido atravesar esta puerta por sí misma. Si lo ha hecho ha sido con ayuda. Pero lo cierto es que nosotros no vamos a poder hacerlo por mucho que lo intentemos. La magia que la protege es demasiado poderosa, y antigua. Si vosotros no sabéis cómo, desde luego nosotros menos.-

Suspiró. La princesa estaba fuera de su alcance ahora mismo. Lo único que le impedía volverse loco de los nervios es que tenía la sensación de que sus captores tampoco podrían alcanzarla. Pero le preocupaba bastante la sospecha que tenía de quién era la personas, o ser, que estaba ayudando a Ingelyn.

Se volvió a los demás a tiempo para escuchar cómo preguntaban por los demás enanos. Dejó que fuese Strumni el que hablara, las noticias serían mejor recibidas si las contaba él.

-Al menos veremos a los jovenes. Tal vez tengan alguna noticia importante que dardos.- Pensó el viejo skaldi.

La alegría producida por encontrarse al grupo de enanos le había nublado temporalmente pero cuando recobró la consciencia y se centró en el lugar y sitio en el que estaba, se dispuso a hablar.

—Capitán Urri perdón si la pregunta es incómoda pero ¿qué hacéis aquí y con un grupo nutrido de hombres? Y puestos a seguir preguntando ¿qué es este lugar en el que nos encontramos? El acceso cuando entramos estaba cerrado y hemos tenido que combatir contra goblins.

No se enviaba un destacamento como aquel por nada, algo había en aquellos profundos túneles, no tenía la menor duda. Una puerta infranqueable, armas de exquisita manufactura y demasiados enemigos. Hasta un enano como Strumni, con demasiada afición a la luz del sol, era capaz de ver que había muchas cosas desconocidas en esos túneles.

—No he visto a Murgin en persona —dijo Strumni repitiendo el nombre del pérfido mago, quería repetirlo hasta que éste perdiera fuerza. Hasta que dejara de causarle un escalofrío escucharlo—, pero tengo informaciones que me hacen concluir que es él. Tiene completamente rodeada la atalaya de Kaz-Umzur.

—Gungnar y Mormnir vinieron con nosotros y combatieron conmigo, hombro con hombro. Se quedaron en una de las granjas del exterior vigilando a unos presos skaldi. No he vuelto a verles —dijo el enano adoptando mucho pesar en su voz—. Encontramos a los presos en unos túneles hace relativamente poco. Ahora ignoro que ha sucedido con Gungnar y Mormnir.

Tressa observó la extraña puerta, con que de ahí provenía ese ruido... ¿Pero qué era lo que lo causaba? Seguramente solo quienes la cerraron tendrán esa información, aunque es preocupante que solo la Princesa haya sido capaz de entrar, esperaba que no hubiera nada peligroso allá adentro.

Al escuchar las sospechas de Astrid, Tressa asintió ligeramente con la cabeza.

- Sí, tiene sentido, ¿Por qué iban a dirigirnos hasta este lugar por las buenas? - Respondió en voz baja. - Pero tampoco tenemos muchas más opciones, las pistas hacia la princesa nos llevan aquí y el objetivo principal es encontrarla aunque eso nos lleve directos a una trampa. - Dijo volviendo la vista hacia la puerta. - Aunque la idea de ir directos a una trampa como si nada no me gusta...

Urri se volvió hacia Strumni y no dudó al responder.

—Os buscábamos a vosotros y a la princesa —dijo—. Vuestros chavales nos pusieron sobre aviso de lo que estaba pasando, ellos también acabaron en estos túneles y les zarandearon bien... pero están hechos de una pasta más dura de lo que hubiera esperado en unos críos humanos. Bueno, y una elfa, y una arbórea que les acompañaban. Pero supongo que os lo explicarán mejor ellos mismos.

Se pasó una mano enguantada por la calva cabeza, pensando cómo responder a la siguiente duda del montaraz.

—Ninguno de nosotros tiene la menor idea de qué son estos túneles. Ni siquiera Uwa o Edrin lo saben. Está claro que es un emplazamiento enano, pero... no existen registros sobre el lugar. Simplemente, de repente se abrieron varios accesos a él desde los Caminos Subterráneos. Tiene todo el aspecto de ser algo mágico, y no me gusta nada. Igual que las nuevas sobre Murgin acechando Kaz-Umzur.

Las noticias de que la atalaya estaba rodeada habían ensombrecido el semblante del capitán. Se volvió hacia la puerta dorada con una expresión de impotencia en el rudo rostro.

—Creo que no podemos hacer mucho más aquí. Es un contratiempo no poder seguir la pista de la princesa, pero no vamos a poder abrir esta puerta. Debemos seguir buscándola, por supuesto... pero no será por esta ruta. Creo que deberíamos ir a Kaz-Umzur para informar a Uwa y asegurarnos de paso de que nuestros invitados llegan allí a salvo. En cuanto a Gungnar y Mormnir, sin duda irán también a la atalaya.

Astrid asintió. Estaba de acuerdo con Tressa.

—No sé dónde estará la princesa —dijo—. Y me temo que, por lo visto, vamos a tardar en saberlo. Pero como guerreros que somos, os propongo que si la encont... bueno, cuando la encontremos, no volvamos a separarnos de su lado a no ser que sea para ir a nuestra tumba.

Alargó un brazo con la palma de la mano hacia abajo. Era la manera skaldi de sellar un juramento, y dejaba muy claro la seriedad con la que Astrid estaba diciendo aquello.

Por primera vez desde que llegó a la sala se centró en la puerta. Grande e imponente, tanto que hacía complicado imaginar que se pudiera derribar de alguna forma. Una puerta cerrada tras la que estaba el motivo de su viaje, la princesa Ingelyn. Tras todas las prisas, las carreras, los combates y desalientos la chica estaba fuera de su alcance comenzando su propio camino acompañada de a saber quién y yendo a saber dónde. El enano abrió la boca para enunciar algo que finalmente nunca dijo. Su labio inferior tembló y con pesar cerró la boca. Resopló con más pesar que nunca y agachó la cabeza mirando al suelo, no había duda, había fracasado. Si los ingenieros o los magos no eran capaces de abrir la puerta, él desde luego no iba a ser capaz. Era un montaraz al que únicamente le habían encargado una simple tarea que no había sido capaz de llevar a cabo.

Frustrado, Strumni miró las armas que había tomado prestadas de la sala anterior y se sintió sucio. En el momento de tomarlas había duda pero en aquel momento ya estaba seguro, no era digno de ellas.

—Encontramos una sala repleta de armas y utensilios de excelente calidad. Quizás algún ingeniero o artesano de los nuestros sepa datar su fecha de forja, eso puede ayudar a saber qué es este sitio.

Agarró la capucha y la bajó más de lo habitual para taparse un poco la cara, aunque la tela daba lo justo de sí. Cabizbajo todavía rebuscó en su bolsa y saco su vieja pipa de madera, que no tardó en echarse a la boca. Amontonó un poco de tabaco en el hornillo y comenzó a encenderla.

—Espero que no os moleste el olor, pero voy a fumar un poco y a recuperar mis viejas armas. No creo que vaya a dar uso a estas ya.

Astrid tenía razón, sentía que hasta ahora había fracasado completamente en su objetivo de proteger a la princesa, eso debía acabar. La encontrarían, en estos momentos no tenia ni idea de cómo ni cuándo, pero la encontrarían y cuando eso pase Tressa deberá estar dispuesta a protegerla incluso si eso significa perder su vida.

- Que así sea. - Dijo estirando el brazo imitando el gesto de Astrid.

No debía dudar, puede que fuera joven y aun le quedara mucha vida por delante, pero ya había aceptado que la vida de la princesa era más importante que la suya y eso es algo tendría en mente sobretodo en el momento en que estén en medio de una batalla.

Urri no se volvió hacia Strumni, pero respondió al abatimiento del enano.

—Yo que tú las conservaría de momento, Strumni —dijo—. Si la mitad de lo que los chicos nos han contado es cierto, necesitaremos toda la ayuda posible.

Con un último vistazo a la puerta, el capitán se dio la vuelta y enfiló el camino por el que todos habían llegado a aquella sala.

—Pongámonos en marcha. Cuanto antes lleguemos a la atalaya, mejor para todos. Y recemos a los Forjadores para que la princesa encuentre su camino por sus propios medios...