Partida Rol por web

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   - Hora de ir pensando en comer, ¿qué os apetece? - mientras me acerco a los demás como para preguntarles que prefieren, pero al pasar al lado en voz baja les comento.

   - Emboscada, no están siguiendo, media docena, tal vez una docena, de figuras entre las ruinas, prepararos para el combate. -

   Como quien no quiere la cosa encordo el arco mientras comento, - voy a ver si cazo algún conejo. -

   Por supuesto no pienso alejarme en solitario no borracha, pero quiero tener el arco a punto.

—Quizás sea buena idea descansar, sí— respondió la enana tratando de no mirar a donde les indicaba Yedra. Therusia estaba nerviosa. Cada vez que sentía el enemigo cerca, se apoderaba de ella una ira que, si bien era útil para librarse del enemigo, no le gustaba en absoluto. Puede que tuviese un carácter duro, pero ella no era así...

Al oí a mi amiga, me pongo más en guardia y atraigo hacia mi a Caín. Miro a Therusia y asiento con la cabeza.

-"Sí, acampemos aquí, al lado de esas rocas. Nos servirán de cortavientos y solo nos dará de frente." Dije en voz baja.

Fui andando hacia un punto donde tuviera las espaldas cubiertas por rocas o árboles y deslicé el arco, despacio, hacia mi mano, como si fuera a apoyarlo en el suelo. Estaría preparada si esas sombras terminaban acercándose...

Ithildir continuó el paripé que habían comenzado sus compañeras, tratando de posicionarse de tal forma que pudiera seguir evaluando el movimiento enemigo.

—¿Creéis que sería factible subir hasta alguna de esas viejas construcciones y hacernos fuertes allí? ¿No estamos aquí en desventaja? —preguntó mientras sus ojos oteaban la silueta de las colinas por donde había visto a sus perseguidores.

     Con un aullido que penetra en vuestros oídos provocando dolor más allá de lo que creíais posible, 3 figuras bajan a la carrera de entre las rocas y las ruinas. Figuras humanoides de no mucho tamaño vestidas con ropajes negros que parecen aletear tras ellas por la velocidad en la que descienden a pesar de la pendiente y lo inestable del terreno. Veis el brillo de algo metálico en sus manos y una luz rojiza ilumina sus rostros.

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   A puntito estoy de irme a buscar yerbajos al otro lado del río, pero me recompongo y empiezo a repartir flechas como si no hubiera un mañana, que si no ganamos, bien pudiera ser.

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Al ver a aquellos despojos del mal realizar un ataque directo, la enana se levantó rápidamente y agarró el hacha. Sentía el peso de Barukibil, la hermosa y poderosa arma de Elrond. Ese arma que era puramente enana pero aún así, tenía algo élfico que no acababa de explicarse ni comprender. La enana aguardó, adelantándose para estar en primera línea, como de costumbre, mientras las flechas de sus compañeros volaban a su espalda.

—¡¡Meta mehnu caru sig-okim rukhas!!

No había forma de saber, salvo que se conociese la lengua enana, que demonios había dicho Therusia, pero parecía evidente que nada bonito. Y desde luego, aquellas palabras era una de las cosas más groseras que podía decirse a un enemigo. El resplandor rojizo no pareció achantar a la antaño orfebre, que parecía mas que dispuesta a partirlos por la mitad.

La visión de esas criaturas me produjo un escalofrío tan intenso que me quedé pasmada, observando cómo se acercaban sin hacer nada. Tenía el arco preparado, pero algo había en aquellas figuras que me daba un pavor enorme. El ladrido de Caín me sobresaltó, al igual que el sonido del arco de Yedra. Poco a poco intenté quitarme el miedo de encima para poder disparar a lo que quiera que se acercaba a gran velocidad. La luz de la luna brillaba en lago metálico que portaban, seguramente dagas o espadas...

     La flecha de Yedra queda clavada en la pierna de una de las criaturas que pierde el paso y cae dando tumbos para acabar levantándose y renqueando vuelve a caminar. 

     Estel saca un cuchillo élfico de una bella vaina oculta en el interior de su capa y se coloca junto a Therusia a la que mira con sorpresa cuando la ve empuñar el hacha que parece relucir en sus manos y con la que reta a uno de los enemigos que parece pensárselo dos veces antes de lanzarse al combate, por su lado Estel si recibe la embestida de su rival con el que intercambia ruido de metal contra metal buscándose huecos en la defensa. Un siseo estremecedor sale de la capucha que oculta los rostros de quienes os querían tender una emboscada. El joven se agacha cuando las hojas dobles de la criatura pasan a escasos centímetros de su cabeza y aprovecha para empujarla con el hombre y hacer un golpe de abajo hacia arriba que desgarra la capa y la armadura. Eso os permite ver a un hombre de tez oscura y deformada, con colmillos alargados saliendo de su boca y ojos rojos que parecen desprender luz propia. 

Al ver que uno de los atacantes parecía retroceder ante su presencia, Therusia se giró para ayudar a Estel, que estaba siendo atacado por otro de ellos. Aprovechando que estaba ocupado con el montaraz, la enana aprovechó para atacarlo desde un lateral, sin mucho espacio para maniobrar. Por suerte, los enanos estaban acostumbrados a moverse por sitios de poca maniobrabilidad. Pese a ello, el golpe no fue demasiado bueno y, sin embargo, el filo se clavó en el cuerpo de aquel ser.

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   Disparo y fallo por poco...

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Recompuesta algo y con Caín al lado dándola fuerzas, la joven amazonas tensó y disparó la flecha hacia uno de los atacantes. Tal vez fuera por la oscuridad o por el miedo que aún le hacía temblar, el disparo pasó muy cerca, perdiéndose en la distancia.

     El sonido del metal acompaña los combates parejos entre Estel y su rival y al lado Therusia con el suyo. El joven dúnadan había logrado herirle pero a su vez recibió un golpe en la cara que le hizo trastabillar pero pudo reponerse y mantener la distancia.

     Therusia hizo girar el hacha por encima de su cabeza y cuando golpeó con fuerza el cuerpo de la criatura salieron a la vez un grito espectral de cada uno de ellos, no habíais oído ese tono agudo en la enana antes y tampoco lo esperabais del ser de ojos rojos pero era un sonido que quedaba vibrando en el interior de la cabeza, tanto que la flecha que tenía Yedra preparada salió por los aires muy lejos de su objetivo.

¡Yo protejo el flanco! dijo Ithildir mientras avanzaba hacia el ser que había recibido la flecha de Yedra y que ahora avanzaba renqueante hacia vosotros.

La enana se quedó unos segundos paralizada al darse cuenta del grito que había soltado, tan agudo como el de la criatura y que podría haber hecho estallar un cristal. Aquello hizo que reaccionase lento, demasiado lento para acertar a su enemigo. Tras dar un vistazo a sus compañeros, sin embargo, pareció recomponerse y, desde la misma posición, golpeo a la criatura, no ya con el filo, sino con el hacha plana, como si blandiese una maza, con la esperanza de poder derribarlo. El golpe dio de lleno en la cara, produciendo un desagradable sonido y haciendo trastabillar al enemigo.

Ese grito, esos ojos rojos, la presencia de esas criaturas que parecían humanas... Me estremecía cada segundo con una leve tiritona que no se me iba. Volví a sacar una flecha del carcaj y apunté al que parecía estar libre, pero nuevamente fallé. Si no me relajaba y tranquilizaba algo, no daría nunca a mi blanco.

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   Vuelvo a disparar y pasa la flecha rozando al que le di la primera vez, pero ni por estas, oye.

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