Partida Rol por web

     La tarde llega, el sol se esconde pronto tras las montañas y apenas algunas hogueras y las luces que salen por las ventanas abiertas para dejar pasar el fresco de la noche dan algo de claridad. La forja se apaga con un suspiro reflejo de la sensación del trabajo bien hecho de Ithildir y Therusia. Junto a ellos Yedra, Dírhael y Amaltea han estado compartiendo las bebidas que los jóvenes leófringas amablemente iban trayendo y suficiente comida como para olvidarse de la cena y posiblemente del desayuno del día siguiente.

     A última hora Arnulf y Theolf, líder del clan más importante, se reúnen con ellos. Sin decirlo todos saben que esta es la última noche que el grupo pasará aquí y volveran a ponerse en camino y la conversación va y viene entre temas banales y lo que les espera cuando crucen las montañas. ¿y después? Solo Dírhael tiene suficientes conocimientos de las tierras más allá, Yedra y Amaltea lo poco que conocen de los viajeros que llegaban al Salón de la Montaña pero solían ser de zonas más al norte. Therusia apenas de oídas pues nunca pisó esos lugares ni tuvo contacto con nadie que llegara de allí. Ithildir conocía el antiguo reino de Arnor perdido ya hace mucho tiempo, aún resuena su gloria pasada en canciones casi olvidadas.

     No hay mucho que decidir, tan solo hay un paso por donde cruzar si no se quiere ir hacia el sur y rodear tanto Lorien como las últimas estribaciones de las montañas. Moria ni siquiera es una opción, más valdría lanzarse desde el pico más alto para tener alguna posibilidad de sobrevivir. ¿Ir hacia el norte y cruzar por los pasos del Salon de la Montaña? Parecen muchos  días de viaje para volver al mismo punto. Pero, ahora, sentados alrededor de una mesa con una jarra de cerveza tibia especiada es el momento de sacar las dudas y compartir los miedos y las soluciones.

Yedra me sacó del duermevela en el que me encontraba y fui con ella y el montaraz a la forja, donde la enana y el elfo estaban haciendo uso de la fragua. Me quedé sentada, apoyada en Caín y tomando una tibia cerveza, oscura y ácida. Al día siguiente partiríamos y había que decidir por dónde ir.

-"Supongo que lo más sensato en ir al noroeste y seguir la estribación de las Montañas Nubladas hasta llegar al Paso Alto, ¿no? Creo que es la forma más segura de cruzar las montañas." Les dije a los demás.

Poco sabía de esas otras tierras de más allá, así que no entraría a debatir nada. Si había un guía, que hiciera su trabajo. Miré a Dírhael de reojo, pensando si sabría guiarnos o no, ya que hasta ahora no había sido de gran ayuda.

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   - Algo conozco, sino de estas montañas, parecido. No en vano en mi juventud me tiré meses entre grietas y escalando las Montañas Nubladas. Iré, y si algún lobo se pone en medio le arrancaré la cola metiendo primero la mano en su garganta poniendo su sucia piel del revés. -

   Miro a las montañas.

   - Los caminos van y vienen, antes de partir, debo hacer una exploración de un par de días para ver cual puede ser el mejor camino, nieves, desprendimientos, huellas de animales, esas cosas. -

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—¿Tu juventud?

Therusia miró divertida a su amiga, que apenas llegaría a la treintena, salvo que fuese una especie de bruja con una pócima de la eterna juventud. Cierto que no había vivido mucho fuera de las Colinas, pero sí que había conocido humanos y sabía que no podía ser muy mayor.

—En todo caso, los lobos no son el mayor de nuestros problemas, como no lo serán los trasgos, mucho menos desde que mataran al infecto Azog y Bolgo.— Therusia recogió una pipa, por primera vez desde que había salido de su hogar y se puso a darle vueltas en la mano, sin encenderla ni rellenarla y respondió a Amaltea— Debemos ir a Bree, eso nos dijo Gandalf, también la gente de Ithildir nos dijo que debíamos buscar consejo, así que de momento, tenemos algo claro. Y aún así, no podemos ir por el Paso Alto. Demasiado cerca de Rivendel. Creo que sería mejor no ir por ninguno de esos dos pasos. Hay otras sendas, y tampoco propongo cruzas la Ciudad de los Trasgos pero quizás encontremos otro sendero que nos lleve*. Quizás podamos encontrar una que nos lleve a los Páramos fríos, al sur de Las Landas de Etten y seguir el río.

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   Las siguientes horas las paso preparando mi expedición y argumentando que nos den un día libre para explorar los alrededores, ya que si tenemos datos más precisos, podemos salir con seguridad y no tener que volver otra vez de vuelta.

   - Prefiero hacer una pequeña exploración en las cercanías, además de que si hay algo de interés, es bueno que en el asentamiento también se sepa. Así, con conocimiento de los alrededores con la batida, podemos salir más preparados y no tener que estar yendo y viniendo cada dos por tres. -

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     Yedra explica todos los posibles contratiempos y la ventaja que sería tener explorado una parte del camino a lo que Arnulf y Theolf intentan contrarrestrar dando prioridad a la necesidad de alejar todo mal de la ciudadela ahora que empieza a reconstruirse. La conversación entre los dos rudos hombres y Yedra va y viene apoyándose cada uno en sus propias urgencias pero al final es Yedra quien consigue un día más para poder descansar a cambio de que sea ella misma quien lidere al grupo de exploradores.

     Está claro que para los leófringas cada día adicional es una situación de peligro. Tal vez no tengan la capacidad o los conocimientos de los elfos pero saben, o creen saber, algo sobre el mal que portáis. Pero la idea de mandar avanzadillas hacia los pasos de las montañas es definitivamente una buena idea.

     Al día siguiente cuando os levantáis Yedra ya ha partido, pero veis sobre la mesa los cuencos para cada uno con los preparados para beber o extender sobre las heridas. A pesar de haber salido antes que el sol la mujer del bosque no olvida sus tareas y tampoco os va a dejar que olvidéis vuestra obligación de recuperaros.

No entendía que Yedra quisiera partir sola, dado que éramos un equipo, y más teniendo en cuenta que había exploradores leófringas allí. Con el mal tras nuestros pasos y tan cerca, salir así era una temeridad y una locura. Mucho me temía que las hierbas que preparaba podrían haberla trastornado algo la sesera. Al ver que no partiríamos de inmediato, me dediqué a descansar y a recuperarme. También aproveché para darle un baño a Caín y acicalarle para darle lustro a su precioso y grueso pelaje, que no le vendría mal.

—No os preocupéis. Partiremos tan pronto como vuelva Yedra— dijo Therusia tratando de tranquilizar a sus anfitriones— Entendemos el peligro y no queremos exponer a esta ciudad a él, especialmente ahora que parece que está resurgiendo de nuevo. Pronto acabaremos con todo, y volverá al esplendor de los viejos tiempos.

La enana miró primero en la dirección donde Yedra había ido: no le hacía gracia que fuese sola, pero no sería ella quie se lo prohibiría. Luego miró al este, territorio que les estaba vedado, pero también el camino a su hogar. No es que echase de menos estar bajo aquellas piedras todo el día, había aprendido a amar el cielo que tanta aprensión le producía al principio y, desde luego, le gustaba el camino, pero lo cierto es que temía por los suyos. ¿Estarían todos bien? ¿Sabrían acaso si seguía viva? En los últimos días, además, se había preguntado si no podrían conseguir más información tratando de hablar con el propio espectro, poniéndose el anillo, aunque lo cierto era que no se había mostrado muy comunicativo cuando se enfrentaron. Necesitaba hacer algo para alejar aquellos y otros turbios pensamientos o acabaría sucumbiendo a ellos. La enana miró al cuervo, que parecía feliz burlándose a graznidos de un empapado Cain, y trató de centrarse.

—Deberíamos poner todo a punto, pues si Yedra no vuelve en unas horas, deberíamos ir tras ella. No podemos arriesgar más a esta gente ni este lugar. Ya ha sufrido mucho por este asunto.

Ithildir agradeció el cumplido de la enana. Guardó silencio mientras meditaba sobre las respuestas que ésta le había dado, mas cuando quiso preguntar nuevamente la forja se había llenado de gente, comida y bebida, y las cuestiones del elfo se olvidaron entre la animosidad de otras conversaciones*.

—Coincido con el planteamiento de Amaltea —comentó al día siguiente mientras esperaban al regreso del grupo de exploración—. Confío en vuestra pericia y conocimiento de la zona, mas también espero y deseo que la dama Yedra haya podido hallar una ruta alternativa. Creo que cuanto menos tiempo nos quedemos a este lado de las Hithaeglir, mejor para todos. Si nos vemos abocados a recorrer la llanura del Anduin hacia el norte, estoy seguro de que antes o después tendremos que batirnos contra esas sucias criaturas.

     Cuando el sol se asoma a tu espalda ya hace un par de horas que caminas hacia las montañas junto a 3 exploradores léofringas que han protestado especialmente al tener que dejar sus monturas. Pronto queda claro que Yedra es quien debe tomar todas las decisiones, el tiempo pasado en el Salón de la Montaña le da conocimientos que sus compañeros posiblemente tardaran un par de vidas en llegar a adquirir.

     Al principio hay poco que resaltar, no hay caminos ni formas de ascender sin que sea especialmente trabajoso, pero tras un repecho descubres lo que parece ser un viejo camino enlosado que avanza a cubierto entre los dos picos gemelos de forma sinuosa aprovechando la propia roca para que desde las alturas sea prácticamente invisible. Dirías que los enanos no solo son reyes bajo la montaña viendo la calidad y pericia del camino. No puedes asegurar que el camino atraviese las Montañas Nubladas, ¿sería una locura imaginar algo asi? pero está claro que esa es la dirección que sigue y que es imposible usarlo con monturas lo que lo hace perfecto para el paso recio de los enanos.

  Después de explorar durante un día o así (¡hay que contar la vuelta!), llegamos a un lugar donde una grieta oculta un paso entre montañas, un desfiladero cortado a tajo como una hendidura donde al abrigo de miradas curiosas avanza un camino bien trazado. De seguro que no se pasan todos los veranos a hacer mantenimiento, pero parece sólidamente construido y es bastante probable que sea construido por los enanos.

   Tras alejarme un poco, no más de unas decenas de metros y memorizar la forma de la entrada, procedo a dejar algunas marcas. Una serie de "miguitas de pan", no obvias, que no duren más de unas semanas, para ser capaz de volver a encontrar el camino. ¡Sólo faltaría que después de volver y recoger a los demás, no sepamos el camino de vuelta aquí!

   Tras cruzar unas palabras con los léofringas, comento de volver. Ya hemos batido los alrededores y sabemos que no hay patrullas enemigas en las cercanías o ejércitos cercanos acechando. Y de postre, hallado un camino. Sugiero volver a casa, comentar lo encontrado y prepararnos para salir nosotros.

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   A los dos días estoy de vuelta, con alguna noticia. Después de haber avanzado hasta, más o menos, un día de viaje, ver aquello y regresar. Convoco al grupo y a Arnulf y los jefes léofringas y pongo al día.

   - Hemos llegado a un lugar donde una grieta oculta un paso entre las montañas, - describo el lugar. - Es un desfiladero cortado a tajo como una hendidura que protege de la vista un sendero que las cruza. A mí me pareció un sendero realizado por los enanos, pero Therusia podrá confirmarlo cuando lleguemos. -

   - He memorizado el sitio, y si la memoria no basta, he dejado unas marcas sutiles que los léofringas y los hombres del bosque sabrán reconocer para encontrar el sitio. Usar un paso oculto a las miradas echo tal vez por los enanos, me parece mejor idea que escalar las montañas a pulso, en cualquier caso, es hora de ponernos en marcha. -

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     La vuelta de Yedra pone de nuevo en marcha toda la preparación para vuestra partida, algunos de los líderes parecen esperar con cierta ansia ese momento aunque en ningún momento dan señales de falta de respeto pero podéis detectar algunos gestos, palabras cogidas al aire, miradas... que denotan impaciencia por veros marchar.

     Dírhael aparece equipado al modo nómada, ha perdido parte del porte noble que tenían sus ropas tejidas en Rivendel, pero a cambio ha conseguido protección ante la lluvia y los elementos. Arnulf os hace entrega a cada uno de mantas de pelo de cabra que han estado tejiendo a vuestros diferentes tamaños, os darán protección contra el frío si os toca subir hacia las alturas buscando algún paso, aunque puede que el descubrimiento de Yedra os libre de lo peor de los esfuerzos de atravesar las montañas.

     Therusia parece algo más distanciada y silenciosa, algo quizá habitual pero ahora más marcado todavía.

     Cuando el día amanece ya estáis listos para partir, muchos hombres y mujeres se han acercado a las puertas para despediros pero no hay gritos ni alegría, son gente parca en palabras y celebraciones, aún así os sentís reconfortados por su presencia pues claramente sois importantes para ellos.