Partida Rol por web

Ithildir escuchó las palabras de sus compañeras, agachando las cejas con el comentario de la enana.

—¿De quién se trata? ¿Quién nos busca aquí? En cualquier caso, creo que será mejor tratar de evadir esas patrullas.

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   - Bueno, qué ¿emboscamos? ¿les damos esquinazo? - Mientras se preparaba para andar con algo más delicadeza... intentando no pisar la cola a ningún gato ni tropezar con ninguna piedra suelta...

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     Nadie os busca responde secamente el hombre la buscan solo a ella dice mientras mira con sus acerados ojos grises a Therusia. Podemos despistarles, ganar tiempo, pero en algún momento volverán a estar sobre su pista. Si ahora conseguimos pasar inadvertidos habremos logrado mucho...

—Pues si la buscan a ella nos buscan a todos, mi buen señor, pues hemos realizado voto y estamos juntos en esto. Hasta el final —respondió con voz rotunda y señorial al tiempo que apretaba el hombro de la enana.

—Está bien. Intentemos movernos sin ser... —murmuró antes de que se escuchara un fuerte chasquido, producto de su pisada sobre un conjunto de ramas secas—... ahem, percibidos.

—Y si bien no es mucho, mi agradecimiento por ello será más longevo que las propias montañas...

Therusia sonrió al elfo y le palmeó la mano, antes de mirar a las humanas. Sabía lo que arriesgaban sus compañeros acompañándola y también que no le dejarían tirada y aunque viviese mil vidas no lo olvidaría aquello. La enana devolvió la mirada al montaraz, que parecía que se fiaba de ella lo justo, algo que le hizo hervir la sangre, más dadas las circunstancias, decidió que no era momento para discutir con él. 

Tras salir de Bree, llegamos a un espeso bosque o floresta, donde no veíamos nada, por lo que nadie nos vería.

-"Creo que lo más sensato es seguir escabulléndonos sigilosamente y aprovechar la oscuridad reinante. Si hemos pasado inadvertidos para salir de la posada, no veo el por qué ahora no hagamos lo mismo." Dije algo enojada.

No pensaba abandonar a mi amiga enana, ni a ningún otro de la compañía, pero había que usar la cabeza en estos momentos.

     Tras asentir al resto del grupo, el hombre os hizo una señal con la mano para indicaros la dirección a seguir. Era fácil darse cuenta que podría hacer este camino con los ojos cerrados, os avisaba con tiempo de posibles zonas a evitar y en qué lugares se podía pisar con firmeza sin miedo. Yedra abría la marcha del resto siguiendo las indicaciones y mostrando a los demás por dónde había que ir, tras ella Ithildir aprovechaba esos gestos para no romper las ramas secas o hacer rodar piedras, sin la ayuda de la mujer seguramente hubiera provocado una atención indeseada. Therusia, a pesar de ser la más cargada, demostró que los enanos sabían hacer bien las cosas con su equipo y nuevamente se deslizó en silencio a través de las lomas que rodeaban Bree. Cerrando la marcha Amaltea y Caín iban intentando ir ocultando el rastro que iban dejando y por eso casi terminan encima de la enana cuando por indicación de Yedra se detuvieron brúscamente, los buenos reflejos de la mujer le ayudaron a evitarlo en el último momento.

     Tras cerca de media hora de avanzar, parar, girar, avanzar y vuelta a parar la figura del hombre se alzó y se retiró por primera vez la capucha alzándose en toda su envergadura. Medía alrededor de 1,90, no parecía tan alto cuando caminabais bajo tierra o acechando a vuestros perseguidores, ahora sin embargo su cuerpo parece agradecer dejar de estar en una posición encorvada y sus brazos y piernas, de aspecto largo y delgado, crujen como recuperando su posición y distribución normal. No parece haber superado la veintena de años pero algo en sus ojos grises, acerados, dicen que ha vivido mucho más de lo que aparenta su rostro juvenil.

     Podéis llamarme... Estel. Soy descendiente de los hombres que hace siglos poblaron estas tierras, guardián de la sabiduría perdida y protector de los caminos, como el resto de los míos. Un montaraz que vigila desde las Montañas Nubladas hasta Bree. De ella he sido informado dijo señalando nuevamente a Therusia y también conozco a Dírhael que os acompañaba. ¿Quiénes sois el resto y qué buscáis tan lejos de vuestros hogares?

   Mientras esperaba que el portavoz presentara con buenos modales, me quedo indagando con la vista, el oído y esos sentidos a ver que percibo.

La enana parecía ajena al comentario del tal Estel, concentrada como estaba en seguir el camino sin llamar la atención de sus perseguidores. La voz de ese hombre, sin embargo, pareció atraer la atención por unos instantes, haciendo que, sin dejar de caminar lanzase una mirada llena de curiosidad, casi al tiempo que este la señalaba.

Los luceros de color olivino del elfo brillaron con la astucia de saber que el tipo que tenían delante escondía mucho más de lo que aparentaba su simple fachada de montaraz.

—Oh, disculpad. Lamento habernos conocido en tales circunstancias, Estel, y agradezco enormemente vuestra disposición y ayuda.

Ithildir agilizó una breve reverencia antes de presentar al grupo.

—Mi nombre es Ithildir, provengo de Lórien y estoy aquí debido a los tormentosos sueños de mi señora, y al mal que creo hemos ayudado a desatar. La aguerrida enana se llama Therusia, como sabéis es la que soporta la mayor carga del grupo, y lo hace con un tesón como sólo los de su estirpe podrían hacerlo. Las dos jóvenes son oriundas de los bosques y las montañas del Anduin. La doncella de fragantes olores entremezclados es Yedra, nuestra experta en hierbas y saber popular del gran valle. La otra es una diestra exploradora y cazadora. Su nombre es Amaltea y Caín el de su fiel compañero. Pero... Bueno, no sé si queréis añadir algo más —dijo, observando a las féminas en busca de alguna posible reacción.

—Buscamos la forma de terminar con nuestro problema Estel. El sabio al que llaman Gandalf nos dijo que vos seríais la persona más indicada para ayudarnos en esta empresa.

Tras mucho deambular de aquí a allá, pudimos parar unos instantes para hacer las presentaciones oficiales. Parecía que habíamos dejado atrás el peligro y podíamos descansar unos instantes. Lo que pasara a partir de ahora, no tenía ni idea. Éramos unas forasteras en tierras lejanas y sin saber qué hacer.

-"Poco más que decir." Dije secamente cuando el elfo preguntó.

Therusia no habló mientras el elfo les presentaba a todos, tan solo mantuvo la mirada firme en aquel hombre que parecía tener problemas con ella, o más bien parecía saber que iba a tener problemas a causa de ella. Sin embargo, no se dejó amedrentar por el imponente y noble aspecto del tal Estel. Por un momento, consiguió incluso acallar aquellos susurros incomprensibles que la atormentaban.

—Ninguno elegimos este camino, ni nadie nos preparó para lo que nos esperaba. Nos hemos enfrentado a seres de los que tan solo había oído hablar en viejas historias, prácticamente olvidadas y no comprendemos como llegó al lugar donde lo encontramos, solo que desató la destrucción de un noble clan enano— la voz de Therusia resonó grave, como una antigua campana de cobre. Barukibil, el hermoso hacha que Elrond le había hecho llegar, parecía brillar con suavidad mientras hablaba.—. Más aunque el buen elfo quiera hacer una carga común en la culpa del mal desatado, tan solo cargan con la decisión de acabar con dicho mal, y mucho es ya, pues el camino que se nos ha mostrado es sombrío. Y sin embargo, es el único que podemos seguir si queremos evitar que el mal tome forma. 

     Las palabras de Ithildir parecen sorprender a Estel pero la intervención de Therusia hace que se le abran los ojos y os mire con una profundidad y respeto renovados.

     -No se quien es el tal Gandalf que os ha mandado, dudo que os enviara en mi búsqueda ya que apenas acabo de salir de la casa de Elrond y poca gente sabe de mi fuera de esos muros. Pero si es cierto que alguien me ha hablado de vos, dama Therusia, y de lo que portáis y protegéis. Lleváis un anillo que encierra el espíritu atormentado de un edain de la casa de Bëor, un hombre noble antes de su caída y un mal que debe ser redimido.

     Hago mío vuestro camino, os llevaré hasta el lugar donde deberéis acabar con él o al menos encerrarlo para que pasen nuevas eras antes de que otros más poderosos puedan hacerlo pues la empresa no es sencilla. Hacia las ruinas de Fornost, en el norte, debemos viajar. La antigua capital de los Reinos de los Hombres es vuestro destino y ahora el mío. Tiempo tendremos de hablar sobre cómo enfrentar al mal hecho espíritu.

-Así que el malvado espíritu es un antiguo señor de estos montaraces... Pensé.

Me quedé dubitativa, pensando en la nueva información dada por aquel desconocido. Hacia un nuevo destino marchábamos ahora. A Fornost, la antigua capital del reino caído de Arnor. Al norte, muy al norte. Alguna vez la había oído nombrar, pero solo en cuentos y leyendas. Ahora mis pasos se dirigirían allí irremediablemente.

-"Más tarde tendrás que contarnos más cosas sobre ese malévolo espíritu de tus antepasados y sobre todo, de cómo librarnos de él." Le dije al montaraz.

Miré a Therusia, que era la portadora del mal, para ver qué pensaba de todo aquello.

—Yo también como quien dice, acabo de salir de las Colinas de Hierro y sin embargo, te han mandado en mi busca. Y eres el único que encaja con la descripción que nos dieron— respondió con un tono que podía parecer seco, pero en realidad estaba lleno de curiosidad por las palabras de aquel extraño— ¿Quién es sin embargo quien os ha hablado de nuestra misión? No son muchos los que saben de ella. De hecho, ni siquiera los que nos pidieron ayuda en un primer momento deberían saber de ello

Therusia se había guardado bien de decir el nombre del gran Balin. Pero parecía que las noticias habían volado muy rápido, ya que primero Elrond mandaba a Dirhael, luego el Viejo Gris se les aparecía hablándoles de un contacto y ahora, otro montaraz andaba tras su rastro.

—Fornost... Desde luego son tierras peligrosas, marcadas por la Sombra. Pero tampoco es que esperásemos que fuese un viaje por senderos agradables con agradables tabernas cada pocas millas.

     Elrond medioelfo fue quien me habló de vuestra presencia a este lado de las montañas, pero también puedo deciros que hay más poderes que conocen la carga que llevas dama Therusia. Nadie me ha enviado en vuestra búsqueda, pero si sabía de vosotros y descubrí a vuestros perseguidores hace dos noches.