Partida Rol por web

  El silencio que Zafira había dejado en el salón comedor, pronto fue roto por el heraldo de la casa y capitán de guardia de Guillaume.

-Buenas tardes, mi señor. Bienvenido Millepointe. Me permito recordaros que esta noche es el baile de inauguración de la época invernal en el castillo y como noble importante de la ciudad, se os espera. Por supuesto, tengo lista una guardia descansada para vos y vuestra esposa.

No se movió, estaba esperando órdenes.

Suspiré por sus palabras, supuse que quizás desde su óptica… pero no me gustó nada que se fuera de ese modo como si se hubiese ofendido, el ofendido era yo. Brrr mujeres, va, ya se le pasará.

Me iba a retirar pronto cuando habló el heraldo – Buenas tardes y gracias – escuché el resto de cosas, vaya justo hoy, no me van a dejar tener si un solo día tranquilo, pero tampoco podía ignorar una cosa así sería poco menos que un agravio – Está bien, asistiremos – aunque a Zafira aún no se lo había dicho - y gracias por lo de la guardia – esperé a ver si tenía algo más que contar o se retiraba

 El heraldo se retiró, tenía pocos años al servicio de Guillaume pero podía confiar en él plenamente, cuando lo hizo, el lord se retiró a sus aposentos, era mejor descansar un rato antes de volver a subir al carruaje para una cena que no iba a ser nada divertida. Cuando entró en la alcoba, Zafira estaba sentada en el medio de la cama, se veía hermosa. Cubría su cabello con un velo dorado con hilos rojos y piezas de joyería, muy caro, regalo de su padre pero lo que más llamó la atención de su esposo, era una horquilla negra que tenía en las manos, fina, demasiado pero no era de ella. La había encontrado en aquella alcoba, tirada a un lado de la cama y se la mostraba a su esposo.

El heraldo se retiró, me gustaban mis muchachos, y ahora vuelto de una guerra sabía apreciar mucho más todas esas cosas.

Volví a la alcoba para descansar, además quería hablar con Zafira, aunque estaba hermosa, me mostraba una horquilla, pero si quería saber algo tendría que preguntar – ¿Siempre que no te entienda te vas a retirar a la alcoba? – Si antes estaba un poco molesto por su comentario ahora lo estaba por que se hizo la ofendida

 Me puse de rodillas en la cama.

-No me he ido porque no me entendáis, sidi. Me he ido para no molestaros pero parece que eso os ofendió más aún... Si deseáis que no opine sobre lo que hacéis en vuestra casa, Zafira va a quedarse callada pero antes de eso...

No me moví, dejé que se acercara un poco.

-Bonita horquilla... ¿Tiene dueña?

Era una pregunta simple, no esperaba ser la única mujer en su vida pero si la última. No sabía qué me estaba pasando pero me sentía muy celosa.

Escuché lo que tenía que decir, quería ser razonable dentro de lo posible – podéis opinar y no quiero que os quedéis callada, pero… me gustaría que me entendieras si te pido que… bueno, cuando seáis tan tajante en una opinión me lo digáis en privado, no delante de todo el servicio – realmente parecía que me había contradicho, que había insinuado cosas, que eso era aún peor, pero suavicé mis palabras.

Ahora toda mi atención se centraba en la orquilla, mis instintos me decían que la tomara para olerla, seguro que aún conservaba aquel perfume… haciendo un gran esfuerzo me quité esos pensamientos, aquello formaba parte del pasado.

- Pues… - era inútil disimular, lo importante era no darle mucha importancia, realmente no la tenía, bueno, quizás la tuviese pero me lo negaba a mi mismo, una vez mas… aquello era cosa del pasado – De la mujer que te comenté una vez, la que amaba antes

 Bajé la cabeza un tanto cabizbaja por su respuesta, no estaba siendo del todo honesto pues sabía que algo le había molestado pero al menos en ese tema no iba a insistir más.

-Ya veo... Bien, lamento lo del comedor, creo que ha sido un viaje largo y Zafira está cansada.

Dejé la horquilla sobre su almohada y me di media vuelta, después de todo no tenía el valor moral para recriminarle el hecho de amar a otra mujer; yo quería enamorarme de él y lo iba a conseguir, pero no así. Cerré los ojos, tenía que tranquilizarme. Nuestros destinos estaban unidos, Alá había querido que yo fuera su esposa y simplemente tenía que aceptarlo, para eso nos criaban y no iba a herir a mi padre de ninguna manera.

Sin embargo, era inútil que en momentos como esos, no pensara en Said.

- Esta bien, no ha sido nada – dije quitando definitivamente hierro del asunto

Dejó la horquilla en mi almohada, pero no sabía muy bien que hacer con ella, no la podía tirar aunque me costase negarlo tenía demasiado valor para mi, pero tampoco podía aparentar que era algo importante ¿Sería correcto devolvérsela a su dueño? Abrí el cajón de un mueble y la dejé allí, por el momento allí se quedaría.

- Ah, por cierto, nos han invitado esta noche a una cena a la que asistir, irán todos los nobles y estaría mal que no apareciésemos – me senté en la cama y me froté la cara, seguramente intentando despejar ideas