Partida Rol por web

 Cuando ella se sentó, se encontró rápidamente con el heraldo anunciando a nuevos invitados, una serie de personas que se dedicaban a sonreírle y con sus mejores galas, hacían reverencias casi vacías frente a ella mientras le presentaban sus deseos de que el rey se pusiera mejor pronto. Y entonces, un nombre retumbó en el salón con más fuerza que los truenos que la tormenta había traído.

-Lord Guillaume du Balzac y esposa...

Guillaume levantó la cabeza, había odiado que el heraldo se equivocara pero ya lo había mencionado, tampoco era una falta grave. Entonces posó los ojos en Helena. Sentada en su trono, con el cabello recogido sobre los hombros y un perfecto y hermoso vestido rojo que resaltaba su belleza. El rey no estaba, ahora confirmaba los rumores de que estaba enfermo y a su lado, un consejero, aquel debía ser el que habían mentado las niñas y que juraban estaba enamorado de Helena.

Para Terence el nombre no era del todo desconocido pero no sabía a ciencia cierta qué era lo que había sucedido, no lo sabía y al ver a aquel hombre joven acercarse, tampoco quería saberlo.

 Como con todas las familias anteriores, asentí a las reverencias y agradecí sus recuerdos al rey, pero el último nombre resonó con tanta fuerza que mi cuerpo entero se tensó.

Inmediatamente puse la espalda recta, apreté las manos contra los brazos de mi trozó y clavé mi mirada al frente

" No ... no no no " 

El panico se apoderó de mi, tragué saliva y noté que el corazón me iba rapido

" Que sea otro por dios ... "

No quería mirar a la pareja que se acercaba por temor a reconocer el rostro que tanto había odiado durante 3 años, pero al fin tuve que levantarlo.

" Que sea otro "

Recé antes de alzar del todo mi mirada y ver a los presentes

Llegó el momento, encogí mis sentimientos al máximo, “y vaya con el heraldo, que mi esposa no ha venido…” pensé, pero ya era tarde para rectificaciones.

Tomé aire y me acerqué a grandes zancadas… allí... allí no estaba el rey, pero si estaba aquel consejero “genial” saqué pecho y mirar a la reina, mirar a Helena, no era como mirar a ninguna otra persona, me turbaba de sobremanera.

Apreté los dientes, el trayecto se me hizo eterno, pero mis pasos decididos y seguros, bajé la mirada “no la mires, no la mires…” hinqué la rodilla en el suelo y tomé su mano para besarla – Majestad – “no la mires, no la mires” fue inevitable “¿Habrá cambiado su rostro? Una mirada dice tanto…” durante un instante fijé mi mirada en ella y si no tenía nada que decirme me retiraría en segundos a donde el resto de invitados.

 Noté que su mano tomaba la mia y un horrible calor se apodero de ella. Alcé la vista justo cuando el la alzaba y mis ojos se clavaron en los suyos.

Su voz ... su mirada ...

- Mi Lord - dije apenas sin voz.

Me sentí mareada durante un pequeño y breve tiempo.

" Le odias, odiale, te abandono, ODIALE "

Levanté la mirada, tal vez ver a su esposa me ayudara pero ... allí solo estaba el.

- ¿Y vuestra esposa? - pregunté con voz confusa y amarga.

Entre Francis y el, terminarían quitándome la vida, menos mal que el Rey esta noche no iba a aparecer, porque con esos dos hombres en la misma sala, me darían ganas de quitarme la vida.

Alcé el mentón, con una mezcla de orgullo e indiferencia, le había mirado y había sido un error, le había escuchado y había sido un problema y le había sentido, siendo una declaración y sentencia de muerte.

Contuve el aliento y traté de tragar y obligar al nudo de mi garganta a bajar, porque si no, no podría hablar.

Agradecí que fuera el último porque si hubiera sido el primero, no sabría como habría recibido a las demás familias.

 Nadie parecía percatarse de lo que estaba sucediendo allá frente al trono, nadie parecía notar lo que sucedía con Helena por dentro y mucho menos con Guillaume que estaba de espaldas al resto pero ¿lo conseguirían?

Ella consiguió callarse lo que sentía pero claramente pudo ver en el gesto de Guillaume, en esos ojos que tantas veces la habían mirado, el hecho de que seguían brillando como dos estrellas cuando la veían. El bullicio del alrededor pronto fue sólo un murmullo para él, una avalancha de emociones cruzaban por su cuerpo y su mano, temblorosa, que había estado tiempo de más sujetando la de ella, no se escapó de la mirada de Terence. Tenía que convencerla de hablar con él unos minutos.

Terence carraspeó suavemente, consiguiendo que ella misma retirara la mano, quizás un poco sorprendida por lo que acababa de ver en la mirada de él, quizás no, quizás había visto lo que siempre había querido ver. La música más al fondo, comenzó a sonar pero sólo como acompañamiento, aún debían cenar pero era tan difícil continuar, era como si ambos estuvieran congelados, más él que ella

 Tragando saliva traté de mantener toda la compostura que me fuera posible.

Su mirada ... era tan brillante como hacía 3 años ... por inercia llevé la mano que había retirado hasta mi pelo, en cuanto encontré lo que buscaba solté un pequeño suspiro casi inapreciable para el mundo.

Aparté la mirada, tenía que ser dura, no podía caer en las emociones que había guardado durante tres años y menos esa misma noche.

No quise levantarme hasta que el no se pusiera en pie pues me parecía una falta de respeto, pero estaba deseando poder mezclarme con la gente y alejarme de el todo lo posible, mientras no estuviera cerca de el, no tenía porque afectarme nada.

Escuché nuevamente un carraspeo de Terence y mi corazón se encogió.

Apreté los labios deseando que todo aquello pasara, porque me sentía el centro de atención y comenzaba a odiarlo.

Su voz… nuestras miradas se encontraron… Cuanto tiempo… el pasado… aquel puñal en mi corazón aún lo sentía, no debería estar aún ahí, pero estaba.

- Mi esposa… está indispuesta, hemos llegado hoy mismo de tierras sarracenas, le ruego en su nombre que la disculpe… - agaché de nuevo la mirada, me di cuanta que aún sostenía su mano, iba a soltarla como si me quemara, su tacto… ¡malditos recuerdos! Cuando la retiró ella.

¿Y a ella como la había visto? Fría, distante, ya… por eso me fui, apreté los dientes – Con su permiso… - di un par de pasos hacia atrás antes de retirarme con el resto, de camino, lejos de ella pude tomar aire

 Casi ... casi me descontrole y le dije " espera " pero de mis labios solo salió aire.

Tragué saliva e intenté ocultar el tic nervioso que acababa de aparecer en mi mentón. Mordí mi labio ahora que estaba de espaldas y cerré los ojos apenas un par de segundos

- Un segundo - dije levantandome y mirando a Terence. Necesitaba unos segundos para recomponerme porqué así no podía salir. 

Me metí en la pequeña sala privada detrás del trono y me apoyé contra la pared, me sentía mareada y fatigada, cansada y dolida.

Pero el ... no vería ese dolor en mí. El nunca sabría que seguía doliendome su recuerdo.

 Guillaume se perdió entre los nobles, esposas, hijos, hijas, consejeros. Nadie sabía mucho más de su historia y pronto, mientras Helena se perdía tras el trono, todos eran conducidos al salón comedor. Las mesas se fueron ocupando, dejando a Guillaume sólo una opción, la mesa de los consejeros y la reina. A su lado, la preciosa rubia y ambos a la derecha de Helena, junto al consejero de ésta: Terence.

Pero ella no volvió enseguida, Terence se acercó a ella y le preguntó directamente:

-¿Quién es él? ¿Por qué os pone mal?

No había reproche en su voz, sólo quería saber y lo preguntaba de una manera tan directa y honesta, que complicaba el hecho de mentirle.

 Tras unos segundos, los que tardé en reponerme, volví a la mesa con una sonrisa en los labios esperando pasar el resto de la mesa con tranquilidad pero verle que ocupaba un asiento junto al mío se me acelero el pulso y el nudo se volvió a agarrar a mi garganta

" Respira ... "

Me dije a mi misma.
Caminé junto a Terence a mi sitio, solo tenerle cerca me hacía mal, muy mal ... recuerdos, sensaciones, sueños, deseos, llantos ... era tanta la acumulación de sentimientos que sentía ganas de gritar y de llorar y por su puesto, el, no iba a ser consciente.

Poco a poco recobré la compostura, me di cuenta que aquel consejero no me había quitado la vista de encima, espero no haber echo una escena, seguro que ella se lo habrá pasado en grande… mírala con que sonrisa vuelve, no, ya no la voy a mirar más.

Al menos tenía la rubia al lado, en lo poco que la conocía y ya casi era una amiga, al menos un apoyo moral, por necesidad más que nada, ya tenía ganas de que terminase esta estúpida cena y marcharme de aquí.

Me giré a mi improvisada acompañante – Perdonad, me acabo de dar cuenta de lo torpe que he sido ¿Cuál es vuestro nombre?