En cuanto la pequeña piedra surcó el aire en dirección a Egarthis y como por arte de magia,  Togo apareció al lado de la ventana de la puerta. El malvado sacerdote no pudo evitar clavar su mirada y fue tal la sorpresa que le produjo verlo aparecer de repente que no pudo esquivar la piedra que se le vino a la cabeza ( nunca mejor dicho) y que con certera puntería golpeó de lleno en el entrecejo de Egarthis, provocándole una importante brecha de la que empezó a manar sangre en abundancia

TURNO 7

La elfa volvía a coger una flecha que se clavaba en el marco de la ventana. La segunda se paría en el escudo, el sacerdote parecía seguir reculando en su intento por escapar. -¡RAKNA que no escape!- ordenó a su lobo algo alterada por la idea de que pudiese escapar.

A Rakna se le erizó la piel al escuchar la voz de Hostawen, el sacerdote parcía recular, pero no tenía ninguna oportunidad de huir. Rakna era mucho más rápido y todos lo sabían, el sacerdote no tenía nada que hacer más que retrasar lo inevitable. El lobo se le echaba encima y el sacerdote conseguía apartarlo con el escudo. La herida que le había creado en el hocico escocía y hacía que el gran lobo estuviese aún más agresivo.

La consecución de golpes que comenzó a recibir Egarthis cuanto trató de levantarse fue escandalosa. Al tremendo impacto de Rhylen se sucedió un golpetazo de Alétheia, un tajo en la pierna por parte de Reginar, incluso… ¡sí!, una piedra salida de la nada que golpeó su cabeza. Cualquier ser humano habría caído fulminado o al menos hubiese tratado de pedir clemencia, sin embargo Egarthis, como casi todos los súbditos de Razmir, era un hueso duro de roer en ese sentido. - ¡PERO A DÓNDE COÑO CREES QUE VAS!, preguntó Rhylen cuando el malherido sacerdote trataba de alejarse de su amenaza.

Rhylen dio un paso al frente, a pesar de lo largo que estaba resultando el combate, estaba consiguiendo desempeñar un gran papel, del que seguro Layla se hubiese sentido orgullosa. – Aún me quedan fuerzas para acabar contigo…, dijo como antesala de un nuevo ataque.

El veterano guerrero dio un paso atrás a la par que su espadón…. Pretendía que aquel fuese el golpe de gracia. Agarró con fuerza la empuñadura con las dos manos, apretó sus dientes y tensó los músculos de sus brazos mientras trazaba mentalmente la trayectoria de su próximo golpe. - ¡¡¡RAZMIR ABANDONARÁ TAMRAN CÓMO TU ABANDONARÁS HOY EL MUNDO DE LOS VIVOS!!!.... ¡¡¡¡¡MUEREEEEEEEEEE!!!!! ARRRRRRRRRGGGG…

Como si se tratase del último golpe que lanzaría en su avanzada vida, la espada de Rhylen cogió tal potencia que al alcanzar el cuerpo de Egarthis, lo cortó en dos como si tratase de madera podrida para terminar incrustándose en la pared de la taberna.

Cuando el viejo guerrero abrió los ojos y contempló el resultado de su acción, comenzó a jadear de forma continuada, miró de un lado a otro buscando algún rival más a batir sin éxito… hasta que vio al pequeño Togo, al que le brindó una amplia sonrisa para terminar hincando la rodilla en el suelo exhausto por el duro combate. – UF, UF….UFFFF… Me estoy haciendo mayor para esto… bromeó apoyado sobre su espadón. 

¡Oh no, si se descuidaba se iba a quedar sin enemigos!

Tanyl anticipó otra carga de la varita antes de que Rakna pudiese terminar con el sacerdote, él quería también poder decir que había matado algo.

Alé dejó escapar un grito mezcla de espanto y regocijo. Estaba hecho. Egarthis había caído bajo el mandoble del Paladín Del Débil. Era una evidente señal de que su Dios bendecía su sagrada misión, repudiando así la falsa fe de Razmir, para que todo Tamram pudiera saberlo y comenzaran a resquebrajarse los pilares del Templo del Dios Viviente.

Menos mal que Alé se había separado de Egarthis pues había logrado salir indemne de la sangre y trozos de vísceras que el terrible ataque del Sr. Carsson había realizado. Se merecía otro cuadro, éste ya inmortalizando aquel épico momento.

Por el otro lado, en el interior de la taberna, Hostawen y Tanyl hacían equipo acabando con la vida del resto de monjes. Formaban todos un gran equipo y eso le recordó la aparición del pequeño Togo, al que ya creía perdido.

- ¡Pequeño granuja, estás vivo y coleando!- Su intervención, como empezaba a ser costumbre, había llegado en el mejor momento posible.- Dinos niño, ¿lograste recuperar las Reliquias?- Aparte del hundimiento de la fe de Razmir recuperar aquellas joyas era lo principal. Tenían que iniciar su viaje a Kassen en esa misma noche. No podían quedarse allí por más tiempo a esperar a que los monjes se reorganizasen.

- Registremos su cuerpo.- Durante el combate habían visto la cantidad de objetos mágicos que Egarthis portaba, muestra de la multitud de robos que habían cometido su secta. Hacerse con aquellos objetos era una forma de restablecer el equilibrio que tanto predicaba el Débil y sus acólitos.- El de todos. No dejéis a ninguno con sus pertenencias. Si no nos las llevamos las dejaremos para los hombres de Réginar.- Se dirigió entonces al explorador.- Has luchado bien. Me alegro de verte recuperado. Enseguida curaré tus heridas. Ahora disfrutemos de  la victoria.

Con el combate terminado, Rhylen hizo un nuevo esfuerzo por incorporarse. – AAAaaaarriba!, dijo para ponerse en pie ayudado por su espada, para después enfundarla. – Bien… hay mucho que hacer y mucho que nos debes contar muchacho, dijo dirigiéndose al pequeño Togo. - Pero lo primero es lo primero, añadió con los brazos en jarra. - Hay que ocultar todos estos cuerpos dentro antes de que llame la atención de los guardias de la ciudad…. Ya dentro habrá tiempo para registrarlos… ¡vamos! Ayúdame con este Reginar…, dijo mientras agarraba la parte superior del cadáver de Egarthis y lo comenzaba a arrastrar al interior.

Tras amontonar todos los cuerpos en el interior de la taberna, el veterano guerrero determinó que ya había hecho más que suficiente. Mientras sus compañeros se encargaban de registrar los cuerpos, Rhylen buscaría una recompensa mucho más deseada para él y acorde a sus necesidades. – Seguro que hay alguna buena botella de vino por aquí escondida… veamos…, susurraba mientras rebuscaba tras la barra de la taberna. Ya se estaba relamiendo… 

Los sentimientos que bullían en el pecho de  Reginar iban desde el más absoluto regocijo a la más asombrosa incredulidad. ¿Los hemos matado a todos? - Preguntó, sorprendido, más de una vez. Y es que el combate en sí, y todo lo vivido durante los últimos días, había sido similar a alguna clase de sueño, un sueño del que no querría despertar. 

Mientras recogían los cuerpos al interior de la taberna, todo ello envuelto en un ambiente festivo a pesar de las numerosas heridas, el explorador acabó asimilar su victoria. Habían acabado con el sumo sacerdote de la orden y con un elevado número de sus secuaces. Fuera como fuese, con pruebas o sin ellas, la orden del Dios Viviente en Tamran no podría sobrevivir más allá de un par de días, los necesarios para que comenzasen a salir a la luz las tropelías que éstos habían realizado durante año, pues ahora, sin la sacerdotisa en la ciudad y sin los principales cabecillas dejados al cargo por ella, el templo terminaría siendo engullido por aquellos que durante tanto tiempo habían deseado alzarse contra la falsa fe de Razmir. 

¡Has llegado en buen momento muchacho! - Dijo el explorador cuando tuvo a mano al pequeño Togo a la vez que le palmeaba la espalda. Habéis hecho un magnífico trabajo, tal y como Cygar me había prometido. - Comentó con la voz tomada por el orgullo. - El culto al Dios Viviente ha terminado en Tamran, todo gracias a vosotros. - Su ojos vidriosos se posaron unos segundos en cada uno de los compañeros. Gracias de corazón. Podéis estar orgullosos de lo que habéis hecho. Y ahora, dinos pequeño, ¿encontraste algo allí dentro? - Fue creándose un corrillo alrededor del mediano y de sus compañeros en el cual sólo faltaba Rhylen, que había comenzado su particular celebración con Nael al encontrar tras la barra numerosos barriles de cerveza.

La exploradora iba cogiendo otra flecha cuando Tanyl acababa la vida del sacerdote. -Bien hecho.- dijo con una sonrisa al maestro arcano. Sus compañeros se arremolinaban en torno a Togo y antes de acercarse recogió su arco corto y 3 flechas que se había clavado en la madera y no se habían partido. -Eeeh...- dijo mientras se acercaba al pequeño bribón -Estupendo trabajo.- decía mientras se agachaba y besaba la frente del mediano -Has cumplido tu palabra, eso te ennoblece.- decía expectante por saber que respondería el pequeño Togo.

El combate había sido duro y arriesgado, pero el último y mortal golpe que  Rhylen había asestado a Egarthis y que  partió al sacerdote por la mitad puso fin a la épica batalla, tras la cual todas la miradas y preguntas fueron dirigidas hacían Togo... - Ehhhh, bueno... - el pequeño se sintió abrumado ante tanta expectación -la verdad es que no sé si deberíamos cantar victoria tan pronto. Allí dentro hay un pequeño ejército casi medio centenar de hombres bien pertrechados preparándose para salir a combatir el ataque, bueno, a estas alturas ya habrán salido... - dijo el pequeño intentando desviar la atención. El interés sobre el pequeño era máximo, pero Togo no sabía como explicarles... habían viajado hasta allí, sufrido varios días metidos en aquel maldito templo  y arriesgado sus vidas en busca de esas dichosas joyas...        - Eh ... a parte de eso... ehh... La verdad es que no ha sido fácil - dijo el pequeño subiéndose los pantalones y haciéndose el interesante -han estado a punto de descubrirme en varias ocasiones... - prosiguió Togo mientras iba  hinchando pecho y levantando la cabeza cada vez más en señal de valentía y sobrada competencia...-Incluso tuve que esquivar varias trampas mágicas que estuvieron a punto de acabar conmigo... pero...pero... Al final logré llegar a los aposentos de Egarthis. Bueno, la verdad es que no eran los de Egarthis en realidad.... eran los de la suma sacerdotisa los que estaba ocupando el sacerdote. Lo supe enseguida por el orden y gusto en la decoración de la habitación... El grupo de impacientes aventureros empezaba a desesperar viendo que Togo se iba por las ramas -Está bien , está bien... Tengo una noticia buena y una mala. ¿ Cual queréis os desvele primero? .... - La paciencia de Alé estaba ya a punto de desbordarse - Vale, vale...-Togo tragó saliva y agachó un poco la cabeza para pronunciar no sin esfuerzo y cierta vergüenza –uuuhhhmm… No tengo las joyas... Pe..pe…pero Tampoco las tiene Egarthis... - prosiguió con premura y subiendo el tono de su inocente voz  para no dejar reaccionar al resto-  NI siquiera están  en Trantam... Ya os dije que se las habría llevado la sacerdotisa y así ha sido. Al parecer forman parte de un amuleto que necesita de esas alhajas para ser completado y se las ha llevado a no sé qué lugar lejano a terminar algo, algún tipo de misión… cometido… cosa…
 El mediano tomó su saco Hobbit y echó mano de él buscando algo. –Lo sé porque lo leí aquí, esto es lo que encontré – Y después de sacar varias piedras de honda, una campana, alguna ración seca y ropa variada, Togo extrajo varios libros, concretamente tres -Los tenían bien guardados , ocultos tras una estantería, pero no hay escondrijo que se me resista - Pronunció sonriente intentando quitarle hierro al asunto - Junto con alguna cosa más -  Y mientras sacaba de su pequeño saco sin fondo alguna daga, saquillo vacío, flauta y demás objetos sin importancia, el pequeño apartó varios  viales bien cuidados que parecían perfume, una estatuilla plateada con forma de cuervo y – Eh, Señor Carsson…. Esto le va a gustar....¿ Dónde está el señor Carsson? – Dijo mientras sacaba con cuidado un par de botellas de Brandy.
- Los otros dos tomos son una especie de libro de cuentas y una especie de registro de las riquezas conseguidas por el Templo desde su fundación. Reginar, aquí están las pruebas para incriminar a los razmitas en un montón de delitos – Dijo mientras tomaba con sumo cuidado el tercero de los libros con claros signos de envejecimiento – trátalo delicadamente, Está bastante estropeado, pero explica cómo conseguían sus riquezas a base de chantajes, ventas de esclavos y un sin fin de maldades más.

- Bueno, después de esto ¿Me dejaréis acompañaros en vuestra siguiente aventura…? He sido muy obediente…

Quien con niños se acuesta meao se levanta.- Era una frase bastante manida entre los que frecuentaban el templo del Su Venerable Senectud. No era un secreto que a Alé los niños le daban tirria y Togo no era una salvedad. Atendió con toda la paciencia de la que pudo hacer gala a todas sus explicaciones. La mente del joven mediano era rápida y sagaz pero se dispersaba como la del niño que a ojos de Alé era.

- ¡Ufff!- Exclamó la Pitonisa al ver salir objetos y objetos del saco de lo más triviales y sin ningún valor para su misión.- ¡No tienes las joyas!- Apretó los rechonchos puños con fuerza haciendo que se volvieran más pálidos aún por la falta de circulación. - Falsa sacerdotisa, ¡maldita sea!- No era culpa de Togo, eso lo tenía claro Alétheia sino de esa furcia.- Lo sabía. Os lo dije.- Repuso cuando Togo explicó lo del amuleto del cual las reliquias de Kassen formaban parte.- Déjame ver eso.- Alétheia examinó por encima los libros verificando que lo que decía Togo era cierto pues no se fiaba. Cuentos de niño le parecían a ella las fantasiosas historias del mediano. Lo más seguro es que, gracias al revuelo que habían montado ellos, su camino hubiese estado expedito y sólo hubiera tenido que alargar la mano para coger los libros de la mesa de Egarthis. Pero cómo lo hubiera hecho daba igual, el caso es que era un éxito, aunque fuera parcial.- Buen trabajo, Togo. Sí, muy obediente.- Esta vez. Porque Alétheia no olvidaba la vez que se la había jugado para salvar al panadero haciéndoles perder su única vía de escapatoria. Le revolvió el cabello como solía hacerle y sonrió con dulzura mientras guardaba los tres tomos.- Estos tomos irán a Kassen.- Sentenció mirando a Réginar sin dejar lugar a objeciones por su parte.- Allí en el templo los estudiará el Padre Prasst y haremos copias de ellos.- Se imaginaba tras la celebración de su regreso pasando largas temporadas transcribiendo los textos como había hecho en el templo de Razmir. Le pediría a Tanyl ayuda para ello, seguro que estaría encantado de ayudar.- Si lo que dice Togo es cierto aquí corren el peligro de que los monjes los recuperen. Con las copias que hagamos, y que os haremos llegar, desmontaréis sus triquiñuelas y recuperaréis la ciudad. Ahora debemos pensar en nuestra partida.

Réginar recibió con júbilo las noticias de los hallazgos de Togo, con esos libros podrían desenmascarar a todos aquellos implicados en el ascenso al poder de los Razmiritas y conocer quién les aportaba ayuda desde las estancias del gobierno.

Si es así como gustas, Alétheia, - contestó elegantemente Réginar,- así se hará pero, por favor te lo pido, déjanos leer al menos parte de esos libros de cuentas. Ahí, como ha dicho Togo, se encuentran nombres que son de vital importancia para nosotros, pues sólo conociéndolos podremos expulsar de Tamran a quienes desean nuestra ruina y comenzar a restablecer la tranquilidad en la ciudad. - Señaló la mochila donde la Pitonisa había guardado los libros. - Has de comprender que vuestro viaje hasta Kassen no va a ser un asunto de horas, os llevará días llegar allí, y mucho más tiempo transcribirlos. Cuando queramos tener noticias de quiénes se ocultaban tras el telón...puede que ya sea demasiado tarde para darles caza. ¿Comprendes?

Réginar se mostraba preocupado por los libros concernientes a las actividades ilegales que el templo había llevado acabo en la ciudad pero no así sobre el tercer libro, el más desgastado, el cual tenía más parecido con un diario. En él, tal y como apuntaba el mediano, había varias notas que supuestamente habían sido escritas por la misteriosa sacerdotisa. Entre ellas, la que más había llamado la atención de Togo era la última anotación realizada hacía poco más de dos dekhanas atrás, la cual rezaba así:

Ahora que he completado el amuleto debo volver la vista hacia la Ciudad de la Muerte Dorada con el fin de terminar lo que comenzamos hace tantísimos años. Hoy más que nunca estoy convencida de que Kassen fue un estúpido por insistir en que abandonásemos semejantes riquezas, pero la verdad es que tengo que agradecerle que lo hiciese. El tesoro servirá para enriquecer al Dios Viviente, con lo que me aseguraré de que Él nunca muera. Tal es el precio de la inmortalidad. Debo volver a la Isla del Terror y no puedo decir que mi viaje no vaya a estar carente de peligros. 

Que Razmir me proteja.

La elfa escuchó toda la historia atónita y coincidió con su oronda amiga. -Sin duda hay que informar al consejo de los hallazgos de Togo.- decía -Pero Tamran no puede esperar tanto, déjales que vean los manuscritos Alétheia.- apoyaba a Reginar que tanto les había dado. La mente de la elfa iba a las reflexiones de la sacerdotisa y su interés por las joyas. -Quizás hemos infravalorado el valor de la joyas y su poder...- dijo algo pensativa. Y no era para menos -El poder que desencadenó en el templo de la llama pudo ser fatal, suerte que llegamos a tiempo.- En las manos de Rhylen aún estaba la espada de Assar. El grupo liderado por Alétheia entonces pudo detenerle. La magia de las joyas aún inundaba la estancia y su poder desató la presencia de Kassen. Aquellas joyas tenían un gran poder, cuando la elfa atravesó el pecho de Assar notó como ese poder fluía, tanto que conectó a Hostawen con Ehlonna. Y su regalo, Rakna, un lobo que les había atacado unas noches antes. Ahora majestuoso, el lobo se erguía enorme y poderoso, antaño no era más que un lobo raquítico que perdía pelo. Aquel poder debía ser grande para que los razmiritas lucharan tanto y urdiesen aquellas tramas. Su siguiente paso estaba marcado. volver a Kassen e informar. Además Hostawen debía reencontrarse con Ehlonna en el bosque de Fangwood.

- Eh, TÚ, vamos… acércate y échame una mano a encontrar algo que llevarnos a la garganta… ¡ESTOY SEDIENTO, JODER!.

Con aquellas palabras, Rhylen se hacía con los servicios de Nael en la búsqueda y captura de algo que beber y celebrar tan importante victoria. El hombre de Reginar dio un respingo, y sin rechistar sino más bien todo lo contrario, comenzó con la búsqueda, muestra de que estaba tan interesado o más que el propio Rhylen por darle un trago a algo.

- ¡Aquí está! ¡JÁ! Te lo dije, muchacho… Tengo un sexto sentido para estas cosas…, dijo sacando pecho. - Vamos, ¡abrámoslo!, comentó eufórico mientras golpeaba el barril de cerveza. Tan pronto estuvo abierto, fueron pocos los segundos en los que la primera de las jarras comenzó a caer por la tráquea del veterano guerrero. – Glub,Glub,Glub… Aaaaassssshhhhh, BRRRRUUUEEEEEEHRP…. ¡¡¡COJONUDA!!!, ¡Otra!, clamó devolviéndole a Nael la jarra completamente vacía. Aquella sería la primera de muchas. Tenían mucha cerveza para beber y un gran espectáculo por delante con Togo como protagonista.

Tras llenar su tercera jarra, llegaba el momento de disfrutarla con más calma mientras Togo comenzaba a exponer todos sus hallazgos. Rhylen y Nael se sentaron sobre la barra y desde la lejanía, aunque sin perder detalle, comenzaron a escuchar entretenidos al mediano.

- Ja, Ja, Ja, reía divertido cuando Togo se iba por las ramas y comenzaba a poner en riesgo la paciencia de sus oyentes. -¡¡MUAHAHAHAHAHAAAAAAHAHAHA!!, reía hasta el punto de llorar mientras golpeaba sin temor a hacerle daño a Nael, - ¿¿¿Has visto eso, ¡¡¡¡HAS VISTO!!!???, repetía mientras señalaba el saco de Togo y la cantidad de zarrios que salían de allí… - Ainsss… Ese jodido mocoso acabará conmigo… acabará conmigo, lo sé…, comentó a la vez que se limpiaba lagrimas como puños de sus mejillas.

- ¡¡¡ESE HA SIDO EL MEJOR HALLAZGO, SIN DUDA!!! ¡BRINDO POR ELLO!, respondió alzando su jarra cuando Togo hizo referencia a las botellas de Brandy.

Tras concluir, el corrillo formado alrededor de Togo comenzó a debatir sobre qué hacer con los libros encontrados. Rhylen, quizá hubiese intervenido o quizá no, el caso es que en aquellos momentos no le interesaba en absoluto el resultado de aquella conversación. – Estoy seco… ¿te sirvo otra, muchacho?.... eh, eh, ehhhh... ¡muchacho!... ¿otra? preguntó a Nael, al que se le veía algo mermado ya por tratar de seguir el ritmo del viejo balduriano. 

A Tanyl, un jóven semielfo recién iniciado como mercenario, le había encantado trabajar con aquel grupo. Habían sido efectivos pese a no haber hallado lo que habían venido a buscar. Y lo más importante, se lo había pasado en grande. No le habían puesto trabas al uso de su magia como lo habían hecho aquellos vejestorios de la Torre de Hechicería. Así que decidió, para sí mismo, que si continuaban con el contrato para la búsqueda de aquellas reliquias, una vez hubiesen informado a Kassen, seguiría sin dudarlo.

El hechicero miraba el botín que habían recabado sin mucha codicia. Su interés era otro no el monetario. Pero al ver el medallón de protección que se había comido sus misiles mágicos, su cara mostró cierto interés.

- Me quedo con esto si no os importa...

Ya totalmente relajado y seguro de que no vendrían más enemigos por el momento, sacó a Fuzuli de su petate para que fuese a buscar comida o lo que se le antojase.

Felicitó a Togo por su gran trabajo (en realidad les había evitado lo más engorroso) y mostró su conformidad cuando dijeron de ir a Kassen a informar inmediatamente.

Togo - llamó la atención del mediano, aprovechando una pausa- ,¿has encontrado algo quizás de ese tal Razmir? Quiero decir, si se trata de un 'Dios Viviente', ¿dónde vive? A lo mejor tenemos que enfrentarnos a él y sería mejor informarnos un poco, creo yo.

- ¡YA BASTA , SR. CARSSON!- Elevó la voz la Pitonisa con un tono autoritario y de enfado.  Estaba claro que Rhylen se merecía un premio por su increíble hazaña pero todavía no habían ganado.-  Aún tenemos que salir de aquí, ¿recuerda?- Tenían que sabotear el barco de la guardia y para eso un viejo borracho indiscreto no era lo mejor. Eso sí, el regreso de Togo facilitaba enormemente la tarea. Hasta le daban ganas a Alétheia de mandarlo a él solo a hacer el trabajo. ¿Por qué no? ¿No había logrado infiltrarse en los aposentos de la Suma Sacerdotisa del Dios Viviente? Escuchó con atención las objeciones de Réginar y los buenos consejos de su amiga.

- Sí, claro. Puede echarle un vistazo. Tienes hasta que debamos partir.- Ya se podían poner manos a la obra. A pesar de que su actuación había sido vital para que pudieran salir del Templo, Alétheia no se fiaba de aquel grupo de rebeldes liderado por Réginar. Hasta la llegada de la comitiva de Kassen no es que hubieran tenido mucho éxito. Si les dejaba los libros y los monjes lograban reagruparse estaba segura de que acabarían recuperándolos. Sacó los tomos y se los cedió a Réginar mientras ella estudiaba las notas.

- La Ciudad de la Muerte Dorada e Isla Terror...- Posó su gordo culo en una de las sillas.-¿A Alguno os suena de algo?- Preguntó a sus compañeros y a Réginar. Las preguntas de Tanyl también atormentaban a Alétheia. ¿Acaso no era un dios falso , ese Razmir? Le urgía llegar a Kassen para poder informar de todo aquello al Padre Prasss y recibir su sabi oconsejo.

Rhylen encogió el cuello sobre los hombros tan pronto la voz de la pitonisa se elevó por encima de todos a modo de escarmiento.

- ¡Cojones!...¡¡Es verdad!!, el puto barco…, exclamó tras golpearse la frente con la palma de la mano. – Tienes razón… hay que ponerse manos a la obra…, dijo dando la razón a su compañera. – Toma…, termínatela tú…, dijo entregándole la jarra de cerveza a medio terminar a Nael. Acto seguido, el veterano guerrero, se subió correctamente los pantalones y comenzó a caminar hacia sus compañeros con el brillo característico en sus ojos de cuando lleva alguna copa de más encima. - ¡Que coño!, prorrumpió  frenándose en seco. Rhylen se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos pisando con fuerza el suelo de la taberna. - ¡Trae aquí!, agarró de nuevo la jarra de cerveza y de un trago la dio por acabada. – BRRRRUUUEEEEEEHRP!!, ¡Ahora sí!... podemos irnos…, sentenció mientras se limpiaba la boca satisfecho. 

La elfa miró sorprendida como Alétheia domaba al veterano guerrero, para la exploradora el viejo Ryrri era un hueso muy duro de roer y casi lo daba por perdido. Sin embargo, la oronda pitonisa del débil parecía lo suficiente autoritaria para que sus palabras expulsasen cualquier atisbo de maldad y despertar la verdad en los corazones más inhóspitos. Como estudiosa de la naturaleza la escena le hizo brotar una medio sonrisa, lo más cercano que había estado Hostawen de la felicidad desde hacía mucho tiempo. La presión que se auto exigía hacía que no disfrutase y casi quiso tomar una cerveza con el viejo paladín que le había arrancado aquella sonrisa, pero no sería bajo aquellas circunstancias. No le llevaría la contraria a la dama del débil, cuando su compañera con movimientos ágiles se acercaba y se aproximaba a Hostawen esta le dijo -Sorprendente...- iba a continuar su exposición cuando Alétheia ya estaba sumergida en la lectura para descifrar sus próximos pasos. Una pregunta sumergía a la exploradora en una profunda reflexión -hmmm La ciudad de la muerte...- meditaba por si hubiese escuchado alguna vez de esta ciudad. Hostawen había memorizado algunas cartogradfías.

-¿Y por qué no volvemos en el Neblina Negra? - pronunció Togo con inocente ingenuidad. 

La respuesta negativa de Togo frente a la pregunta de Tanyl sobre si había encontrado algo relacionado con la identidad de Razmir dejaba estancada la investigación por ese lado: en ningún sitio aparecía algo que pudiese aportar una pista sobre el autodenominado Dios Viviente. ¿Sería realmente un ser de carne y hueso? De ser así, ¿cuán grande sería su poder? Conseguir que se elevase en honor a su figura no sólo un templo sino toda una religión con cientos o miles de seguidores no era algo baladí. No podía ser un mero charlatán, tenía que haber algo más.

Si ya de por sí, sólo con las dudas que surgían tras las incógnitas enumeradas anteriormente, la idea de destruir o enfrentarse a Razmir era cuánto menos abrumadora, más lo sería el hecho de conocer que aquella sacerdotisa, Iramine, ya contaba con las piezas necesarias para forjar un misterioso amuleto. ¿Qué nuevas maldades quedarían a su alcance con aquel artefacto? ¿Habría tiempo aún para detenerla? Sólo los Dioses lo sabían.

Con Reginar sumido en la lectura de los libros, sus hombres escondiendo los cadáveres de los caídos durante la lucha, y con una extraña celebración por la victoria llevada a cabo por Nael y Rhylen, los compañeros tuvieron tiempo para tomar un descanso reparador que supo a gloria. Había sido una noche muy larga, tanto como los días desde que abandonasen el muelle de Kassen, hacía una dekhana escasamente.

Poco a poco, prácticamente a cuentagotas, fueron llegando más hombres pertenecientes al círculo íntimo de amistades del explorador. Traían noticias de todo tipo pero, si en algo coincidían, es que el templo estaba deshecho, descabezado, sin ninguna guía que dirigiese los esfuerzos de sus hombres. Pocos quedaban ya para defenderlo, pues sus más ilustres y peligrosos miembros, véase Egarthis, Krant y los muertos que estaban siendo depositados en el salón, entre los que se hallaban varios heraldos y hasta un sacerdote, habían caído bajo el peso de las armas de los compañeros de Kassen. Muchos serían los que huirían provechando el desconcierto reinante en las calles, o que se camuflarían entre la población una vez llegase hasta ellos la noticia de que Egarthis había muerto. Los actos llevados a cabo durante esa noche no dejarían indiferentes a nadie en la capital de Nirmathas, su eco llegaría a los puntos más lejanos del reino e incluso a la nación enemiga: Molthuni.

Cuando Reginar hubo terminado de anotar todos los nombres y actividades relevantes con los que poder desenmascarar a los cómplices del ascenso de la orden dentro de Tamran, devolvió los libros a Alétheia con una sincera y amplia sonrisa, la primera así en mucho tiempo.

Gracias, no sabéis todo el bien que nos habéis hecho. - Miró al resto de componentes de la expedición. - Nunca os olvidaremos de vosotros y de aquellos que os enviaron hasta aquí. Kassen recibirá nuestras gracias en cuanto consigamos estabilizar la situación aquí, podéis contar con ello.

El explorador hizo una señal a Nael y a varios de sus hombres para que se acercasen tras lo cual les dirigió unas palabras en privado durante las cuales estos únicamente se limitaron a asentir.

Nael os sacará de aquí esta misma noche. - Hizo un alto y sonrió. Parte de sus hombres salieron a la carrera del local quedando junto a él únicamente Nael. - He hecho correr la noticia de Egarthis, el Sumo Sacerdote de la orden, ha muerto, así como el resto de su camarilla. Cuando llegue el amanecer la cacería de ratas vestidas con traje será un trabajo arduo pero que llevaremos a cabo con la mejor de nuestras sonrisas. - Hizo un gesto para señalar a su subalterno. - Ahora que sabemos los nombres de los soldados que estaban recibiendo sobornos por parte del templo para hacer la vista gorda, Nael os llevará hasta las puertas protegidas por guarniciones libres de toda mancha de corrupción. Allí se os entregarán los caballos que os llevarán a casa. Creemos que es mejor ahora que lo hagáis por tierra pues así estaréis lejos de los peligros que el lago Ercanthan pueda teneros reservados.

Aquella solución era la única que les aseguraba el ponerse en marcha de camino a Kassen cuanto antes, ya que El Neblina Negra, tal y como Togo había sugerido, se encontraba actualmente fuera de Tamran, llevando en su camarote a Wenton Grompus y a su familia, y se desconocía cuándo regresaría.

Poco tardaron los compañeros en ponerse en marcha los que les permitió salir de la ciudad mucho antes de que el amanecer insinuase siquiera su llegada tras el horizonte. Para cuando los primeros rayos del sol acariciaron sus espaldas, las murallas de Tamran no eran más que una silueta grisácea y difuminada en la lejanía.

Muchas jornadas tenían por delante hasta alcanzar la pequeña villa de Kassen y muchas más hasta llegar a lo que tanto Togo como Hostawen habían identificado como la Isla del Terror, una isla supuestamente desierta en el lago de origen glacial Lanza de Hielo, situado al norte de Lastwall. Ir hasta allí sería la única forma de saber si de verdad aquel era el destino de la sacerdotisa Iramine. Era algo muy arriesgado pero, es lo único que tenían.