Partida Rol por web

Tengo ciertas nociones sobre la "verdadera" historia de Sigmar, al menos tantas como pueden tenerse de alguien que murió veinticinco siglos antes de que ninguno naciéramos. Era un bárbaro no muy diferente de nuestro Gunther, que forjó su imperio masacrando a las tribus de sus enemigos y a las naciones goblins que pugnaban por unificarse.

Y también he escuchado acerca de cómo "ascendió" a la divinidad y lo lucrativo que resultó para el primer fanático que afirmó tal cosa. Sería un cínico si pensase que lo hizo para convertirse en Elector Imperial y en el consejero principal del Emperador, pero sería un ingenuo si no me plantease siquiera esa posibilidad.

En cualquier caso, si de algo sabemos los magos es de cosas inexplicables y de poderes que trascienden la naturaleza humana. ¿Quién soy yo para dudar de Ulric decidiera convertir a Sigmar en dios? Sus pensamientos son para mí tan incognoscibles como los míos para la mayoría de los mortales. De quienes sí dudo abiertamente es de determinados hombres de fe, como éste, que parecen más amigos del vino que del dios al que rinden culto.

Alder acompañó con cierto entusiasmo a Gemme hacia el templo, si bien no pudo evitar esbozar una media sonrisa ante la ingenuidad de la pelirroja en lo referente a su supuesto altruismo. Durante el camino el muchacho se entretuvo pensando en aquello. Él dudaba de que nadie rezase o ofreciese donativos por altruismo. Siemprese esperaba algo a cambio. La protección o el favor de un Dios, eviar su ira... Aquello no era altruismo. Pero sí que parecía que la clérigo actuase sin motivaciones egoistas, lo que le pareció especialmente tierno.

Una vez llegados al templo depositó su donativo y se mantuvo serio y en silencio mientras se realizaba su oración. No obstante, no tardó en aburrirse una vez terminado el trámite, pasando a dedicar su atención a tratar de calcular el valor de todo lo que atesoraba aquel edificio... Y luego él era el ladrón; estaba claro que la iglesia era un negocio de lo más rentable.

Adso explicó todo lo que sabía de aquel sitio y de la divinidad, era un tema por el que se sentía responsable de contar para el que quisiera escuchar debido a que había dedicado una buena parte de su vida al estudio religioso. Allí un hombre orondo y con olor etílico se presenta como el sacerdote queriendo que la muchacha le contara sus orígenes. Adso sonríe al hombre amigablemente y el estado del sacerdote lo deja un tanto desconcertado al principio. Pero luego amigablemente reconoce que la vida religiosa es muy solitaria y no todos se sientes satisfechos solamente orando y comiendo y durmiendo. Otros intentan llenarla con alcohol, mujeres aunque pertenezcan a la vida religiosa.

- Su nombre por favor, yo soy acólito de Morr pero como buen religioso también me siento conforme con los preceptos sigmarianos. Comentó el joven discípulo queriendo dar un buen ejemplo de él y a la vez que el sacerdote se presentara al grupo, para así crear un clima más cercano.

- ¡Oh! - Dijo llevándose la mano a su boca abierta en forma de "o". - ¿No me he presentado todavía? - Carraspeó. - Mi nombre es Gerolf Jentzsch. Soy el prior de este magnifico templo. - Se presentó ante Adso y también ante el resto. - Las iglesias de Morr y Sigmar van de la mano en muchos de sus preceptos y se necesitan de la una a la otra, si que es cierto.

Ser el prior de una iglesia como aquella, sin ser el cargo de mayor rango, si era el segundo. El abad era quien normalmente se ocupaba de los altos asuntos de la casa y sólo el prior en ausencia de éste, asumía sus funciones. No obstante, era evidente que estaban ante un hombre, que pese a su apariencia, se había ganado el respeto de la orden y que ostentaba un cargo de autoridad dentro de la misma.

- Curiosa afición la suya, Gemme or Cramoise. - Dijo asintiendo con la cabeza pensativo. - Nunca he entendido la manía que tienen algunos miembros de nuestra iglesia se salir a campo abierto en busca de su propia elevación. Un sacerdote debe estar en su iglesia, con sus fieles y predicando la palabra de Sigmar. - Sonrió. - Aunque también es bien cierto que en muchas ocasiones debemos abandonar a nuestras congregaciones para combatir que amenaza las fronteras de nuestro querido Imperio. - Sonrió.

Gerolf encendió varias velas que se encontraban junto al altar. Acto seguido se dirigió al sagrario agarrando una llave que pendía de un colgante en su cuello, la abrió y sacó un cáliz tapado por un paño, destapó la copa y acto seguido vertió algo de vino en su interior procedente de una jarra que también extrajo del sagrario. Acto seguido bebió su contenido de un sorbo y limpió la copa con el paño y volvió a dejarlo todo en el sagrario cerrando con llave.

- Gemme, ¿han almorzado usted y sus amigotes? - Le preguntó a la sigmarita. - Nuestras viandas son humildes, pero seguro que sacian su apetito si desean compartirlas conmigo.

- Lo cierto es que no, padre Gerolf. - Indicó sonriente a al prior del templo.

Tras esto, miró a sus camaradas para ver si se relamían como ella, porque no habían comido e iba siendo hora de llevarse algo al gaznate. Por otro lado, la sigmarita también gustaba de hablar con alguien del templo y nada menos que el prior del mismo. Un hermano que profesaba la misma religión que su propia deidad. Seguramente podrían charlar sobre los acontecimientos de la ciudad y algunos rumores. Además, nunca estaba demás tener aliados en el lugar. Y por último, el tema de la comida seguro que les vendría bien a todos y ninguno protestaría. Sería una buena parada antes de volver al alcantarillado local.

- Si me perdonáis. Iré a avisar a Gunther. El pobre se ha quedado en la puerta a esperarnos y es quién tiene más apetito de los cinco... - Murmuró yendo a recogerlo.

Cuando llegó en poco más de un minuto a la puerta del templo, recogió a Grunter para que invitarlo a seguirla, al interior del templo.

- Vamos, Grunther. Nos han invitado a comer. Repondremos fuerzas antes de volver a los subterráneos. Sígueme. - Le dijo con una sonrisa a su enorme camarada.

Gerolf, contento por que acepten su invitación, condujo al grupo a la parte trasera del altar, donde se encontraba la residencia de los monjes y clérigos de la abadía. Allí, un par de novicios estaban preparando la mesa para el almuerzo y sorprendidos al ver tantos invitados, se apresuraron a sacar más platos, más jarras y más vino, los cuales colocaron sobre una larga mesa central.

Gerolf ofreció a sus invitados asiento y les sirvió vino a todos ellos. No tardaron en llegar a la mesa una apetitosa ensalada de patata, así como salchichas con muy buena pinta, pan y queso. El prior se encargó de realizar los correspondientes rezos de agradecimiento a Sigmar por aquellos alimentos y una vez hecho aquello, de forma bastante breve para gusto de Gemme, dio el permiso para empezar a comer. 

Junto a ellos se sentaron los dos novicios que habían estado preparando la mesa, así como otros cuatro sacerdotes algo más veteranos. Todos ellos se dedicaron a comer en silencio. Todos salvo Gerlof, quien parecía muy interesado en conversaron con aquellas gentes tan dispares. Quizás tuviera demasiado tiempo libre en la abadía y ver rostros nuevos le había despertado las ganas de intercambiar historias con extranjeros.

- Y bien... - Dijo sonriente y con un enorme trozo de pan mojado en salsa, listo para meterse en al boca. - Nuestra bella sacerdotisa, perdone que lo diga pero es cierto, ya nos ha contado lo que ha venido a hacer a Bögenhafen, pero... ¿Ustedes¿ ¿Vienen también por la feria? ¿De que se conocen? - Inquirió.

Está claro que he juzgado precipitada y erróneamente a este buen sacerdote y cuando me equivoco soy el primero en reconocerlo. Es un hombre hospitalario y encantador que nos ofrece lo que más me gusta en la vida: comer y beber sin tener que desembolsar una sola moneda de cobre. Si a cambio quiere escucharme en confesión, ese es un precio que estoy bien dispuesto a pagar.

—Vinimos por trabajo y nos quedamos por placer —respondo despreocupadamente, mientras unto de mantequilla una buena rebanada de pan—. Nos contrataron para traer un cargamento de vino al Shaffenfest y hemos quedado tan prendados de la ciudad, de las festividades y de la hospitalidad de sus gentes que hemos decidido disfrutar unos poquitos días más de este marco incomparable. Y me alegro mucho de haberlo hecho porque si no, no hubiera tenido la fortuna de conocer esta abadía y a los buenos sigmaritas que tengo frente a mí.

»Por cierto, soy... —intento estrecharle la mano al agradable prior pero la tengo ocupada con la tostada sobre la que ahora estoy untando mermelada y me hago un pequeño jaleo. Termino teniendo que dejar la rebanada de pan sobre la mesa, no sin cierto fastidio—. Soy el gran Chester Clancy, uno de los magos más prominentes de Lyonesse, si no el que más.

Afirmo con presunción, confiando en que no conozcan a ningún otro mago bretoniano o, mejor aún, a ningún otro mago en general.

- Ya veo... - Dijo interesado realmente. - ¿Vino, eh? - Asintió varias veces con la cabeza. - El vino es una de las mejores cosas que el hombre ha inventado. - Dijo convencido. - Se fabrica en prácticamente todo el Viejomundo. ¿Han probado los vinos tileanos? - Preguntó inmerso en la conversación. - ¿Y los de Estalia? - Sonrió evocando su sabor. - ¡No se cuales son los mejores! 

Agarró si copa llena de aquel líquido color rojo purpúreo. Le dio un largo sorbo, paladeó y tras una sonrisa volvió a dejar la copa sobre la mesa debiéndose a sus invitados. 

- Me gustado probar una de esas botellas del vino que transportan. - Dijo muy serio. - ¿Lo creen posible? - Les preguntó esperanzado. - Por cierto, ¿dónde se alojan?

- Bueno Prior yo soy de aquí, así que mi alojamiento como el de sus acólitos, pero bajo el manto de Morr... Conozco a estos señores de la feria, pues algo sucedió: un goblin de tres patas se escapó de su jaula, y pronto estuvo de atacar con sus formidables colmillos a Chester, pero detuve su avance y lo devolvimos a su dueño. La criatura otra vez escapó debido a esos afilados dientes capaz de destrozar todo, y viéndola por la ciudad la perseguí es donde me encontré otra vez con este formidable grupo. Nos metimos entonces por los subterráneos de las alcantarillas para encontrarla, pero no hemos dado con la criatura. Y ahora aquí estamos visitando esta formidable catedral. 

- ¿Habéis estado en las cloacas? - Preguntó muy serio. - ¿Qué habéis visto allí abajo? - Preguntó entonces el prior muy seriamente. - Se oyen cosas... - Siguió hablando. - Verán... - Negó con un la cabeza. - Hace unas semanas desaparecieron dos miembros de mi iglesia. Trabajaban limpiando las cloacas. No hay ni rastro de ellos todavía. - Hizo una breve pausa. - Tambien desapareció una chiquilla. Qué lástima... - Murmuró. - Algunos dicen que hay un cocodrilo... - Resopló. - Otros lo atribuyen a... - Interrumpió lo que iba a decir. - Bueno... ¿Qué han visto?

- Desarticulamos a una banda de delincuentes que operan allí, pero no encontramos nada más, aunque según nos dijo el jefe es un lugar peligroso, deberíamos de inspeccionarla más a fondo, pero por ahora aquello está lleno de líquido viscoso que si caes en él se te revuelve el estómago. 

Para sorpresa de todos, Gunther acompañó la plegaria por la comida antes de siquiera tocar su plato, y una vez que se puso a comer lo hizo con una educación que no habían visto en almuerzos anteriores. - Ratas, muchas ratas, y Gunther cortar en dos. Y tipos que no querer dejar ir, y Ghunter cortar en dos, si haber codrolilo Gunther también cortar. - su tono era respetuoso - Tener que volver a buscar trespatas, asi que si codrolilo atacar, Gunther mata.

—Padre Gerolf, siedo como sois un gran entendido en vinos, sin duda os agradarán los caldos que maese Joseph Quartjin ha traído a la ciudad. Intentaré conseguiros una botella para regalárosla la próxima vez que nos veamos. Y trataremos también de averiguar qué ha pasado con vuestros desaparecidos feligreses. ¿Hay algo relevante que debamos saber de ellos que podría facilitar nuestra búsqueda?

»La muy honorable magistratura de Bögenhafen nos ha concedido generosamente una semana de alojamiento en la posada Al Final del Camino, pero es probable que nos quedemos más tiempo en la ciudad si hay gente que necesita de vuestros servicios. ¿Algún consejo que pueda darnos sobre quién podría ofrecernos alojamiento o un empleo?

- ¿Trabajo en Bögenhafen durante el Shaffenfest? - Preguntó sonriente. - Lo extraño sería no encontrarlo. - Desveló. - Eso sí, se trata de trabajo temporal y no demasiado bien pagado. El resto del año siempre hay trabajo en el campo, aunque dadas las vestiduras y el armamento que lucen, no creo que sea el tipo de trabajo que normalmente ustedes aceptarían. - Se encogió de hombros. - Aquí en la abadía cumplimos todas las funciones con nuestros clérigos y novicios, pero siempre estamos abiertos a acoger a nuevos miembros... - Miró entonces a Gemme. Evidentemente se refería a ella. - Verán... - Cambió el tono de su voz. - Son habladurías, pero hemos escuchado acerca de una secta del caos que opera en las cloacas. Evidentemente está información debe ser tratada con pinzas. No tenemos prueba alguna, claro... 

...pero siempre estamos abiertos a acoger a nuevos miembros... - Miró entonces a Gemme. Evidentemente se refería a ella.

Se sonrojó y sonrió a partes iguales, sin quitar la mirada del plato de comida que tenía delante. Aquello era una especie de alago de alguien que pertenecía a su misma orden. Por lo menos sabía que, llegado el caso, tendría donde dormir y realizar sus rezos y plegarias, y encima era con hermanos de su misma orden.

Pero la atención de todos los de la mesa se tornó más sombría y atenta al padre cuando este comentó sobre las habladurías sobre los desaparecidos en las cloacas y los motivos.

- ¿Una secta del caos? ¿Aquí en Bögenhafen? - Preguntó, aunque más bien fue un pensamiento que salió por su boca, no esperaba resputas.

- Esto es otro motivo más para volver a las cloacas. Tenemos pensado volver a investigar el paradero del goblin en cuanto comiéramos, cosa que ya hemos hecho gracias a usted, padre. Pero estas habladurías que nos comenta... Creo que es un motivo más para que investiguemos. ¿Podría decirnos en qué zona desaparecieron los sacerdotes? Me refiero a dónde estaban trabajando limpiando. Tal vez deberíamos empezar por ahí... - Comentó.

Adso viendo que sus compañeros habían cogido la iniciativa sobre la conversación se dedicó a escuchar, mientras comía y bebía no sabiendo cuando iba a ser la próxima vez que tendrían tiempo para aquello. Y más si iban a bajar a aquellas apestosas y repugnantes cloacas.

De repente tuvo una idea mientras comía: - Señor le quería pedir una cosa más... dado su rango en la iglesia de Sigmar, y sabiendo que los mejores cazadores de brujas provienen de esta orden. Le pediría, si vamos a trabajar para la iglesia de Sigmar, que me otorgue una autorización especial para ser cazador de brujas. 

- Sólo son habladurías. - Respondió el prior a Gemme. - Cosas que se escuchan entre feligreses. Aunque entre ustedes y yo, muchas veces no son más que invenciones. Aunque... - Se rascó la cabeza. - Que dos trabajadores de las cloacas hayan desaparecido... - Chasqueó la lengua. - Conocían bien el lugar. Es extraño, aunque podrían haber sufrido algún tipo de accidente. - Negó entonces ante la pregunta de Gemme sobre donde habían desaparecido. - Estaban trabajando en la zona sureste de la ciudad, pero si han estado allí abajo saben que es todo un laberinto. Podrían estar en cualquier lugar...

Fue entonces cuando llegó la extraña petición de Adso. Para ser cazador de brujas, la persona debía recibir una autorización especial de un sacerdote de rango superior perteneciente al templo de Sigmar, hasta allí todo bien, sin embargo, dichas autorizaciones no se concedían a la ligera. Algunos templos entrenaban a cazadores de brujas y les tenían en cierta medida controlados; otros concedían licencias a cualquiera que les pareciera cualificado o motivado. Los Cultos de Ulric, Verena y Morr también estaban autorizados a ordenar a sus propios Cazadores de Brujas, pero su poder e influencia no era comparable a los de Sigmar.

- Verá mi buen Adso... - Se acercó a él y posó sus manos sobre sus hombros. - Creo que debería hablar con sus superiores eclesiásticos antes que conmigo. - Le dijo muy serio. - No puedo conceder ese tipo de autorizaciones a la ligera y a usted no le conozco lo suficiente. Además, este tipo de autorizaciones suelen ser cosas del abad y no del prior. Pero seguro que si se esfuerza, puede llegar a convertirse en cazador. Actitud no le falta.

- Gracias señor, respondió el muchacho con una sonrisa ocultando su ofuscación. - Hablaré con mi abad, y le demostraré que puedo contra esos engendros acompañados por estos valientes y experimentados aventureros. Le comentó haciendo una leve inclinación de cabeza por el gesto amistoso que tuvo el prior con él. Después siguió comiendo hasta terminar el plato y la bebida.

Alder se limitaba a comer, escuchar y calla. Y a decir verdad las dos primeras cosas se le daban bastante bien, si bien en la segunda, cuando le interesaba, podía ser todo un experto.

Allí se estaba cerrando una suerte de trato y no veía necesario intervenir si no más bien escuchar con atención.

De su mochila sacó pergamino y un pedazo de carbón y empezó a garabatear sobre el mismo, tratando de plasmar el mapa mental que se habá hecho de las cloacas.

- De nada hombre... - Le dijo sonriente el prior a Adso. - Seguro que con esfuerzo y tesón, llegas a ser un gran cazador de brujas. No es tarea fácil no obstante y se trata de una vida solitaria, pero sin duda muy digna.