Partida Rol por web

Contra todo pronóstico, Gemme logró escapar de la trampa mágica de Gideon. Éste pretendía cegarla y dejarla aturdida, pero la voluntad de Gemme, volvió a vencer a la del arcano. Gideon apretó los puños terriblemente enrabietado al ver que nuevamente, su conjuro había fallado.

- ¡Cógeme Alder! - Gritó la sacerdotisa antes de saltar.

La sacerdotisa, con una gracia casi etérea, se lanzó al aire en un intento audaz por alcanzar el bote. La luz de la luna iluminó su resplandeciente armadura mientras ascendía, pero la sincronización de su salto resultó más compleja de lo esperado. A pesar de sus esfuerzos, la distancia entre ella y el bote aumentaba, y la gravedad la arrastró inexorablemente hacia abajo.

El sonido del chapoteo rompió la quietud de la noche cuando la sacerdotisa, ahora menos grácil, cayó al agua. Las ondas distorsionaron la imagen del reflejo lunar. Aflorando rápidamente, la joven comenzó a nadar alcanzando rápidamente la embarcación, pero siéndole imposible alcanzar la cubierta, ya que la distancia con el nivel del mar era insalvable para ella.

En ese preciso instante, dos cultistas alcanzaron velozmente el dique y corrieron hasta su extremo. De un grácil salto ambos alcanzaron la cubierta y lograron mantener el equilibrio, situándose junto a Alder.

- ¡Suelta eso! - Le dijo uno de los encapuchados a Alder.

- ¡Rendíos! - Les ordenó el otro.

- ¡Gemme, no! - Gritó aterrado el espadachín.

No tenía una cuerda a mano para lanzársela a la sigmarita y con aquellos dos cultistas delante, que se interponían entre él y el agua del río bögen, no podía agacharse para tratar de alcanzar a la sacerdotisa. Pese a que había enfundado ya la espada corta para ofrecerle la mano a Gemma, no había enfudado la espada larga.

- ¡Atrás! - Gritó justo antes de lanzar un espadazo contra uno de los cultistas. El corte rasgó sus vestiduras y con ello, le provocó un profundo corte en el torso.

Si lo que está sucediendo no fuera tan trágico, sin duda la escena que estamos viviendo me resultaría cómica. Con el propietario del barquito contemplando con asombro cómo nos llevamos todo lo que tiene y el consejero Steinhäger, chapoteando en el muelle.

Sospecho que el agua aquí no debe tener mucha profundidad, a juzgar por el hecho de que Gemme no se hunda como una piedra arrastrada hacia abajo por el peso de su equipo. Por desgracia, antes de que podamos socorrerla, dos polizones saltan a la nave incautada impidiéndonos ayudar a nuestra amiga en apuros.

Retrocedo hacia la entrada de la bodega, buscando algo que arrojarle a la sigmarita. Una cuerda, un flotador, lo que sea...

Adso golpeó a uno de los cultistas que habían logrado saltar sobre la barcaza. El impacto de su puñetazo le fracturó la maníbula dejándolo totalmente inconsciente. Aquel hombre se desplomó cayendo a la fría agua del Bögen. Fue entonces cuando el otro encapuchado trató de acuchillar a Alder si bien éste, logró esquivar el ataque no sin dificultad.

Acto seguido, cuatro de los cultistas saltaron dirección a la embarcación. Tres de ellos lograron alcanzar el bote, aunque al haber poco sitio, dos acabaron también en el agua, junto al cuarto que ya luchaba por no hundirse. Otros dos se abstuvieron de saltar, quedando en el dique alzando el puño en señal de enojo.

Mientras todo eso pasaba, Gunther seguía en el suelo, ajeno a todo aquello y perdiendo la vida. En esos momentos, ya nadie se acordaba de él, pues tenían otras cosas en las que pensar. Posiblemente si salían con vida de aquella, tendrían tiempo para rezar por su alma...

- ¡Ja, ja! - Sonrió Quartjin al ver como la embarcación comenzaba a alejarse del pantalán y ganaba la suficiente ventaja como para que los cultistas que no habían saltado ya a la barcaza, no fueran más una amenaza.  - ¡Lo estamos consiguiendo! - Dijo esperanzado, casi como si no pudiera creerlo.

Acto seguido corrió al otro lado de la embarcación armado con la larga vara con la que acababa de hacer palanca contra el dique. La sumergio en el río y topó contra el suelo que en aquella zona no era demasiado profundo. Hizo de nuevo palanca, haciendo avanzar la embarcación hacia el centro del río.

Para ese entonces, Chester ya se había hecho con una soga suficiente como para lanzársela a Gemme y poder izarla.

Gideon apretó los dientes viendo el desastre que estaba suponiendo aquella persecución. La mayoría de los cultistas a su disposición parecían como moscas que habían caído en una sopa, intentando evitar sumergirse en el caldo. Lo que prometía ser una noche inolvidable para sus propósitos se transformaba en una pesadilla, resultado de una serie de coincidencias catastróficas.

- ¡Bastardos! - Gritó enfurruñado mientras agarraba una ballesta que hasta ahora había permanecido oculta bajo su ropa y cargaba un virote, presto para apretar el disparador.

- ¡Gemme nada, nada! - Le alentó Alder.

Acto seguido lanzó un zarpazo con su espada larga, que causó un rasguño en el rostro de uno de los cultistas y acto seguido clavó su espada corta en el costado del encapuchado.

Gemme no es que fuera la mejor nadadora del Viejomundo, sin embargo, la necesidad apretaba y tras fallar en su salto al barco, tenía que hacer un último esfuerzo. Braceó todo lo que pudo con y con todas sus fuerzas. Los cultistas, que caían uno tras otro a su lado, delante y detrás, salpicando y desplazando grandes cantidades de agua. Pese a todo, Gemme avanzó sin apartarse de la barcaza.

- ¡Lo estoy consiguiendo! - Pensó incrédula. 

- ¡Una cuerda! - Gritó con todas sus fuerzas, trando de que su voz se escuchara más que los múltiples chapuzones que no dejaban de sucederse.

- ¡Gideon sácame de aquí! - Gritaba Franz desede el agua.

El consejero se mantenía a flote sin demasiada dificultad, sin embargo, necesitaba de algún asidero para tratar de regresar a tierra firme. 

- ¡Usted, ayudeme por Sigmar! - Le dijo al barquero.

Sin embargo, el hombre de la ropa de cama no parecía escucharle. No dejaba de mirar como su barcaza se alejaba hacia lo más profundo del río, seguida por un sinfín de personas vestidas de negro que habían decidido darse un chapuzón y de una pelirroja que pese a que portaba una resplandeciente coraza, estaba logrando alcanzar la nave brazada a brazada.

Sin dudarlo un instante, arrojo la cuerda que he encontrado en dirección a Gemme, por encima de las cabezas de los cuatro contendientes que todavía luchan en cubierta. Más vale que Alder y Adso se den prisa en librarse de sus adversarios, porque yo solo no tengo ni la más remota posibilidad de sacar a la acorazada sigmarita del agua.

Por un lado, es una suerte que nos movamos tan despacio, porque le ha permitido a Gemme darnos alcance hasta ahora. Pero, por otro lado, es desesperante porque cualquiera puede adelantarnos desde tierra firme y llegar al Lauretta antes que nosotros.

Ojalá hubiera algún modo de despistarlos, pero casi todos mis trucos y mis mejores ideas ya las he gastado esta noche. 

Adso fracturó la mandíbula de uno de los cultistas dándole un puñetazo con toda su técnica en el mentón... A continuación una oleada de cultistas asalta el barco y sin hueco caen... Solo dos consiguen estar adentro uno para Alder y otro para él. La escena no podía ser más emocionante con las pulsaciones latiendo al cien por cien. Ahora Adso se encontraba con el dilema de ver si él y Alder podían con dos de aquellos cultistas... 

Los cultistas no se achantaron y siguieron atacando a los intrusos que habían tratado de desbaratar sus planes y que habían matado no solo a algunos miembros de la secta, si no que también habían hecho lo propio con el consejero Teugen.

Uno de ellos, el que ya había sido herido, lanzó un ataque contra Alder, que éste con suma destreza, pudo desviar con su espada corta y evitar ser trinchado. El otro atacó a Adso, aunque su intento fue muy mediocre y el monje tan solo tuvo que desplazarse levemente a un lado para evitar la embestida.

Mientras tanto, los encapuchados que se encontraban en el agua, siguieron nadando hacia el barco, alcanzando tres de ellos a Gemme y quedando un cuarto algo más retrasado. Fue entonces cuando se le echaron encima, tratando de agarrarla para hundirla en la fría agua del río.

Gemme reaccionó sin dudarlo demasiado y mientras pataleba con sus piernas agarró su martillo con ambas manos, pues había soltado su escudo que yacía en el fondo del fondo del canal. Descargó un poderoso golpe contra el primero de los cultistas que se le echó encima. El golpe fu terrible, haciendo que su cráneo se deformase y el joven que lucía la túnica oscura, comenzó a hundirse en el Bögen.

Los otros nadaron hasta rodear a la pelirroja y finalmente se abalanzaron sobre ella. Gemme pudo zafarse del abrazo de uno de ellos, pero no así del segundo, quien se situó sobre ella, impidiéndole seguir nadando y comenzando a hundirla hacia el fondo.

Jospeh, contra todo pronóstico, sacó su fiel armónica de su bolsillo y se la llevó a la boca, haciendo sonar unas breves notas. Justo entonces comenzó a entonar una melodía que llenaba de valor a quien la oyese.

En la vida hay momentos oscuros,
pero el sol siempre vuelve a brillar.
Aunque las sombras intenten opacar,
la fuerza en ti te hará brillar.

Gideon armado ya con su ballesta, apuntó y disparó contra Alder. Sin embargo el virote fue a incrustarse en la espalda de uno de los cultistas, aunque por fortuna para él, no penetró demasiado profundo en su piel.

- ¡Maldición! - Blasfemó el demonologista desde el pantalán.

Gemme luchó tenazmente por mantenerse a flote. Con un esfuerzo descomunal, logró apartar al cultista que la aferraba, liberándose de su abrazo asfixiante. Acto seguido, propinó una poderosa patada bajo el agua, impulsándose con determinación para alejarse de sus perseguidores. En un instante, con movimientos ágiles, alcanzó la barcaza y logró agarrar el cabo que Chester le había lanzado. El mago notó la tensión de la soga, alguien la había agarrado.

- iIzadme, rápido! - Suplicó la sigmarita.

Alder no dudó en embestir contra uno de los cultistas, su espada cortó el aire con determinación. El filo se hundió sin piedad en el cuerpo del hombre, quien, en un instante, se precipitó al agua del río, sumiéndose rápidamente. Sin pausa, Alder clavó su espada corta en el muslo del último encapuchado que permanecía en la barcaza.

- ¡Salta al agua o muere! - Trató de intimidarle.