Partida Rol por web

El capitán Davenport mantuvo un respetuoso silencio y estuvo perdido en sus propios pensamientos. Con el rabillo del ojo vigilaba a Raúl, que a su vez lo vigilaba a él. No era un secreto que desconfiaban uno del otro, pero a él eso no le importaba. Ese traidor no serviría de mucho en caso de necesidad, confiaba más en las habilidades marciales de su moreno compañero y el bardo y en las habilidades mágicas de su hermosa compañera. No obstante Raúl era un mero guía y de poco más servía.

- Bueno, chicos - dijo Liam sentándose y frotándose las sienes con los dedos índice - habrá que organizarse los turnos de vigilancia, yo haré la primera guardia. Podemos hacer guardias de 2 horas, Raúl mejor que no haga ninguna guardia.

Para toda respuesta Raúl se encogió de hombros y pensó: "¡Tanto mejor!" Pues estaba ya cansado que le mandaran hacer trabajos y si no confiaban con el para las guardias al menos podría dormir la noche de un tirón.

Se tumbó en un rincón con los brazos detrás la cabeza y se acomodó lo mejor que pudo. Quizás imaginando que se encontraba bien lejos de allí.

La cocina no había sido muy animada. Iasana tenía intenciones de intercambiar algunas palabras con el muchacho para aplacarlo, pero ni el ánimo de él ni el suyo propio fueron propicios para una charla diplomática. Así que la mayor parte del tiempo transcurrió en silencio.

De la cena se podría decir otro tanto. Al parecer, los acontecimientos de la noche anterior habían calado hondo en los cinco y cada quien se encontraba en sus asuntos, sobre todo ella, preparándose para las tareas que debería encarar a continuación.

Cuando hubieron acabado la comida, llegó el turno de organizar.

-Por mi parte no hay problema. Yo pido la última guardia. Hay cosas que debo hacer y debo hacerlas esta noche, pero terminaré a tiempo para tomar mi relevo- críptica, se levantó de la mesa y fue en busca de un cuchillito afilado y de una de los aretes de la mujer y cuando volvió, comenzó a extraerle una de las gemas.

-Capitán, cuando todos hayan acabado la cena, deberíamos iniciar esa pira... cuanto antes nos ocupemos de eso, mejor.

Liam devoró la cena de un soplo. Esperó pacientemente a que los demás terminaran su plato sumido en sus propios pensamientos. Las palabras de Iasana les hizo regresar a la realidad.

- Sí, acabemos cuanto antes y refugiémonos en la seguridad de la cabaña - dijo levantándose - casi lo había olvidado.

Por un día que no lo habían gastado viajando, se habían deslomado apartando árboles caídos y en montar una pira funerária. Estaban todos molidos, pero el hecho de poder quemar el cadáver de la mujer ya alegraba a Jack. Su espíritu por fin descansaría, y los aventureros podrían dejar este problema de lado y centrarse en descansar y planificar el día de mañana.
-Ya haré yo la guardia central... Pero mañana no. Es la más pesada.

 Tras la cena se pusieron manos a la obra, tal como tenían planeado. Prendieron fuego a la pira en la que descansaban los restos de aquella mujer.

 Las sensaciones fueron en general confusas, si bien estaban satisfechos de quemar los restos se preguntaban qué había pasado realmente, qué había sucedido para que una mujer de alta cuna terminara convertida en una criatura del aberno. ¿Qué papel había tenído el hijo del lord en todo eso?

 En cualquier caso las llamas devoraron la carne corrupta y lamieron sus huesos hasta derretirlos llenando toda la zona con un hedor espantoso, que el humo de la madera era incapaz de ocultar... Cuando la pira parecía suficientemente controlada, como para que no se extendiera por el bosque o causara daños, el grupo se preparó para pasar la noche de nuevo en la cabaña, con la cabeza hecha un mar de dudas.

Nuño no se había esforzado mucho en buscar los troncos para la pira, y ni siquiera esta vez se había ofrecido a preparar la cena, y eso que le encantaba cocinar. Lo que si hizo fue entonar una canción, acompañado de su fiel laúd. Pues aunque no conociera a la dama que había intentado arrancarle los ojos, no hacía tanto, se sentía en la obligación de acompañar su alma hasta donde habitan los dioses.

El bardo empezó suavemente, arrancando melancólicas notas a las cuerdas del afinado laúd.

Cuando los primeros tonos melodiosos salieron de su garganta, su voz era tan dulce que parecía magia.

A pesar de que no se elevó ningún tipo de oración, la solemnidad del momento y la canción del bardo oficiaron de funeral. Cuando ya las llamas comenzaban a menguar, volvieron a la cabaña para descansar algunos y velar otros.

Una vez dentro, la maga preparó una tasa de la infusión que bebía cada noche y luego, buscó su manta para echarla en el suelo cerca del fuego y sentarse sobre ella. Mientras bebía su infusión, se puso a examinar la daga que hallara en el túnel. El objeto le provocaba incomodidad y temor, pero debía enfrentarse a él y estudiarlo y en ello invertiría sus horas de sueño. Realmente tenía una larga velada por delante.

Iasana jugueteó con la daga mientras tomaba su infusión y el resto de sus compañeros se dormían. Cuando estuvo segura de que así era, la maga se acercó al capitán que se encontraba de guardia para intercambiar unas palabras con él en voz baja.

-Capitán... Liam... en unos minutos comenzaré a realizar un conjuro que me permitirá averiguar qué clase de objeto es esta daga que encontramos allá abajo. Es un hechizo laborioso que consumirá casi todas las horas de la noche y me dejará bastante agotada, pero necesito hacerlo porque no me siento segura portando algo de esta naturaleza sin conocer sus poderes y alcance. Te digo esto porque mañana, cuando partamos, necesitaré dormir... he pensado viajar en el carro un rato, dos o tres horas... espero que lo comprendas- la mujer no pedía permiso, simplemente informaba. Podría haber seguido su accionar sin tener que hacerlo, pero consideraba que Davenport, como líder de la expedición designado por Torquemar, tenía que estar al tanto de sus movimientos. Después de todo, se trataban de un equipo.

-Una cosa más. Sé que no soy quién para entrometerme en tu forma de manejar a tus hombres... pero quería pedirte que no te pasaras con el muchacho. Si sigues tratándolo así mucho tiempo más, reaccionará como un perro apaleado y morderá tu mano cuando menos lo esperes. Puede que no te genere confianza, pero ahora mismo, él es parte de nuestro grupo. Ya somos pocos para ir contra el basilisco; por favor, no provoques que se vuelva el eslabón débil de esta cadena.- Nuevamente, su tono no fue suplicante. Exponía los hechos lisa y llanamente como los veía. En una jornada más estarían en el territorio de una de las bestias más peligrosas del mundo y la arcanista quería estar segura de que las espaldas de todos estarían bien cubiertas. Era simplemente una cuestión de confianza.

El capitán Davenport escuchó la hermosa canción del bardo, que fue un delicado bálsamo para sus oídos. La ligera presión en las sienes pareció suavizarse y el mal humor comenzó marcharse fundiéndose con el humo del fuego purificador. Escuchó las palabras de Iasana con atención y reconoció que tenía razón con respecto su actitud con Raúl.

- Intentaré ser menos duro, pero entiende también la situación, Iasana - replicó tras meditar sus palabras - necesitamos estar juntos y si nos falla, quizás eso signifique la muerte, tenemos que estar muy unidos si queremos salir airosos. 

-Así es capitán, debemos permanecer unidos. Y nos guste o no, el chico es parte de esta compañía. Tal vez, si no se siente un inútil, pueda ser un engranaje más. Dale una oportunidad... pero no le quites el ojo de encima tampoco- Aunque Iasana sabía que cada brazo iba a ser necesario para rescatar a Torquemar de la guarida del basilisco, tampoco estaba segura de que Raúl fuera alguien en quién confiar. No después de ver como reaccionaba cada vez que era el centro de atención. Sin embargo, tal vez hubiera una oportunidad para él y aún estaban a tiempo de dársela, por eso es que intercedía por el trapero.

-En fin... no debo dilatar más mis tareas. Estaré junto al fuego. Salvo que sea cuestión de vida o muerte, procura que no me interrumpan o tal vez no lo logre- con una sonrisa cansada, volvió a su anterior ubicación y adoptando la posición de loto con el cuchillo en una mano y el ámbar que había arrancado del pendiente en la otra, comenzó a recitar en voz apenas audible una salmodia arcana muy antigua.

Tras acabar su conversación con el capitán, la maga se acercó nuevamente al fuego. Estar cerca de las llamas la tranquilizaba y los temblores provocados por su frío interior disminuían notablemente. Mientras se preparaba para realizar el encantamiento, no pudo evitar fijarse en su taza vacía, que descansaba a sus pies. Las hierbas que utilizaba para preparar la infusión se estaban acabando. Si tenía suerte, podía estirarlas hasta dos raciones, pero la ansiedad que le provocaba el enfrentamiento con el basilisco, cada vez más cercano, ponía en duda su capacidad de tomar un té alivianado.

Suspirando, apartó a un lado aquellos pensamientos. Eso era algo que debería resolver más adelante. Ahora necesitaba concentrarse y enfocar toda su voluntad en el hechizo que iba a efectuar, un hechizo arduo, laborioso, muy extenso.

Tomó la daga en su mano izquierda y la piedra preciosa en la derecha. No era la idónea -lo que hubiera dado por un zafiro del tamaño de una lágrima aunque sea- pero iba a servir como canalizador. De todas maneras, si su voluntad no lograba imponerse a la magia que rodeaba aquella arma, de poco le valdría la gema que utilizara para ahondar en sus secretos.

Tras regularizar su respiración, Iasana cerró los ojos y en apenas un susurro comenzó a recitar las palabras del conjuro que le abrirían las puertas al conocimiento que tanto ansiaba. La letanía era extensa y debía pronunciarse con total precisión y por eso no tenía que meterse prisas. Sabía que alcanzar su objetivo la demoraría casi toda la noche, pero era un precio que estaba más que dispuesta a pagar por aquello que podía llegar a obtener.

 Iasana fue recitando las palabras de poder y las letanías que la pemitirían sumirse en el grado de atención suficiente como para poder agudizar sus sentidos lo suficiente como para que le fueran reveladas las propiedades de aquel singular objeto... ¿estaría acaso relacionado con la transformación experimentada por lady Anabel?

 Tras un tiempo, que no sabrías como quantificarlo, detectaste con facilidad la magia que envolvía el metal labrado de quella daga. Mientras examinabas la daga sentiste como estaba equilibrada, la ornamentación de esta no era un impedimento para su uso. Parecía que la magia la endurecía, haciéndola más letal y capaz de afectar a seres sobrenaturales... pero eso no explicaba el por qué de la transformación...

 Los minutos fueron alargándose hasta horas. Empeñada en buscar que otros poderes conteía la daga. Tras varias horas, terminaste por darte por vencida. Tal vez habías esperado más de ella. Alguna maldición o algun poder oculto... pero no era el caso. Tan solo una arma estupenda, mejorada por la magia, idónea para tenerla escondida en un dormitorio. Eso era todo.

La experimentada hechicera apenas notó como las horas se deslizaban a lo largo de la noche. Su tarea la tenía totalmente abstraída, intentando ahondar en aquel objeto de poder, sin lograr hallar lo que buscaba. Había podido desentrañar que la misteriosa daga había sido forjada exquisitamente, un arma de manufactura excepcional. Como toque final, había sido imbuida de magia, otorgándole mayor resistencia y efectividad, haciéndola poderosa incluso contra criaturas mágicas.

Pero nada de aquello indicaba que la daga hubiera tenido que ver con lady Monteplano y su particular condición. El arma parecía tan solo un costoso regalo que un amante, tal vez el mismísimo ser Hugo, le había hecho para que se sintiera más segura en los viajes.

Tras consumir casi toda la velada en busca de algo más, Iasana se dio por vencida, Ya llegaba el momento de su guardia y el agotamiento se hacía sentir. Con lentitud, dejó la posición de loto que había adoptado y estiró todos sus músculos, rígidos por estar tanto tiempo en la misma posición antes de relevar a Jack de su función.

Mientras transcurrían las dos últimas horas antes de la llegada del día, la joven mujer se quedó meditando acerca de lo que haría con aquella arma. En sus manos era nada más que un objeto inútil, pero no sabía a cual de los otros cuatro confiársela.

El capitán la querrá no más enterarse de para qué sirve, pero el que parece más diestro en combate es Jack. También está el bardo, que, aunque lo oculta, se nota que ha estado en muchas más batallas de las que admitirá. Sin embargo él no me parece de fiar... y por último está el chico, quien sin duda es el menos adecuado para llevarla... pero tal vez esa sería la muestra de confianza que necesita para volverse útil. Buf, no estoy en condiciones de decidir ahora. Todavía nos queda una jornada de viaje. Allí veré que hago.

Apartando a un lado sus preocupaciones, dejó que sus sentidos se fundieran con el medio, atenta a cualquier anormalidad, mientras su mente vagaba lejos, recordando otros tiempos y otros lugares de su vida pasada.

El hedor antinatural fué otro interrogante más al final de la vida de la mujer.

Una história que no se molestarían a explicar, por que al fin y al cabo nadie los creería. Pero lo bueno era que con la pira podían dar por acabado este asunto. Ya pensarían qué le explicarían al joven Torquemar... En el caso de poder salvarlo.

Después del espectáculo, los aventureros se retiraron a la cabaña y Jack se puso a descansar inmediatamente. En parte por que le tocaba el turno más pesado, en parte por que por fín podría conciliar el sueño.