Al final parecía que había un acuerdo. No era muy alentadora la perspectiva de hacer de recadero, pero en un principio la recompensa valía el esfuerzo. O eso esperaba Jack.
El marino empezaba a estar cansado de la sed de oro de la que se había alimentado esos últimos años. Reconocía que últimamente se dedicaba al contrabando más por la pasión por el mar que no por el beneficio. Y ya hacía mucho que no tenía agua salada a la vista.
Apartó estos pensamientos de su cabeza y se centró en la oferta.
-¡Tenemos un trato! Nosotros le traemos tu "regalo" a esa rata... Y luego nos dices dónde estar el joven -el marino asintió convencido y volvió a meterse en el agua para preparar la caja, que les ayudaría en su viaje de vuelta- Eso sí -y se volvió serio a Krause- Si nos la juegas... ¡Date por muerto!
Jack aguantó fijamente la mirada a los ojos del esclavista durante un par de segundos, luego volvió su atención al improvisado bote y actuó como si no hubiera dicho nada.
Y así fue como los compañeros, sin tener que lamentar la muerte de ninguno de ellos, partió del cubil de la bestia con una sensación extraña. Por un lado no se habían tenido que enfrentar a la bestia, capaz de convertirlos en piedra, y salvo las heridas que habían recibido en el combate con los esclavos, estaban relativamente bien. Pero en su interior, el no haber logrado dar con su objetivo, el heredero petrificado, les había dejado mal sabor de boca. Pero por suerte podrían cambiar el regusto en la posada de las Cinco Jarras, y degustar los pasteles de Hanna y paladear el vino de Octavio.
Mejor aprovecharlo... pues id a saber lo que el destino les deparaba.
Fin
(De la primera aventura)