Nº 3: Puerta de Guadalajara
Nº 4: Puerta Cerrada
Nº 7: Puerta de Moros
Nº 9: Alcazaba o Almudena
Nº 12: Plaza de San Salvador
Nº 6: Plaza de la Paja
Iglesia de San Pedro
Extramuros
La nuestra muy grande Villa Imperial y Coronada, es así...:
Madrid está situada entre las montañas de la Sierra de Guadarrama y la llanura Manchega. El paraje es cruce natural de rutas, caminos y cañadas, lo que ayuda a que la Villa esté bien provista de todo lo necesario: Del sur le llegan el pan, el vino, el aceite y otros abastos, mientras que la sierra le ha dado desde siempre caza, ganado, piedra, leña, viento y agua. Estos dos últimos elementos son los que más fama dan a la Villa desde tiempos inmemoriales: los saludables vientos de la Sierra mantienen la Villa limpia del contagio de la terrible peste y las aguas subterráneas de Madrid son tan abundantes que hay en la villa más de setenta fuentes urbanas Al oeste de la Villa discurre un río, el Manzanares, en tiempos medievales llamado Guadarrama, como la sierra dónde nace. Pero dicho río tiene tan poco caudal que sirve sólo para regar las huertas vecinas.
La Villa está rodeada por una tapia o cerca, construida en 1625 por orden de Felipe IV. En su interior se encuentran cuatrocientas cincuenta calles, diecisiete plazas, trece parroquias, veinticuatro hospitales, treinta y seis conventos, cuatrocientas tabernas y nueve mil quinientas casas, en las que habitan más de 130.000 almas. La Corte tiene serios problemas para alojarlos con cierta dignidad. Por ello promulgó, en 1606, la ley denominada Regalía de Aposento, según la cual todos aquellos dueños de casas que tuviesen más de un piso debían ceder gratuitamente una o varias habitaciones a los cortesanos que el municipio le asignase. A este tipo de edificios se les denomina comúnmente de aposento, y hay censadas 1.470 en todo Madrid.
Es normal que el forastero que nunca ha visto nuestra Villa reciba una primera impresión muy negativa: Los palacios de nuestra nobleza son muchomás sobrios que los de otras partes de Europa, y gustan más de construir grandes caserones que suntuosos palacetes. Escasea el cristal, que es lujo caro, y muchas de las ventanas se recubren con papel. Eso sí, casi todas las casas con posibles guarnecen sus ventanas con rejas de hierro. Pero lo que peor impresión causa son las calles: la mayoría carecen de empedrado, lo que provoca barrizales en invierno y polvaredas en verano. A esto hay que añadir el hecho de que Madrid carezca de alcantarillado. Por orden gubernamental las porquerías deben guardarse en casa hasta las once de la noche, hora en la que, al grito de ¡agua va! pueden arrojarse por las ventanas... Así se va formando en las calles una sólida amalgama de barro, basura y porquería, en la que se pueden encontrar perros, gatos y hasta caballos muertos que nadie retira, salvo cuando la calle está ya realmente intransitable. Por ello es tan aconsejable el uso de carruaje, caballo o al menos silla de manos, ya que pisar semejante engrudo equivale a destrozarse el calzado en poco tiempo.
Si el visitante aún tiene deseos de salir de noche, sirvan un par de recomendaciones más para desanimarle: el único alumbrado que hay por las calles es el de alguna vela o candela dispuesta ante la hornacina de un santo o una virgen, y aún esto muy de trecho en trecho. Además, las casas no están numeradas. De noche no ronda nadie bueno por las calles. Madrid es acogedora, porque está acostumbrada a los forasteros. No en vano buena parte de su población ha acudido a ella a raíz de ser declarada Corte de las Españas... Pero los que llegan a la Villa con intenciones poco honradas, que se guarden, pues no por ser acogedora es la capital de las Españas poco severa: De la seguridad de las calles, así como de juzgar y castigar a los delincuentes se encargan los Alcaldes de Casa y Corte, cuyo número es de ocho. Su sede, desde la que imparten justicia, es la Cárcel de la Corte, y sus ejércitos son el centenar largo de Alguaciles de la Villa que patrullan por toda la población. Se les conoce popularmente como La Ronda, y es famoso su grito de guerra y a la vez petición de ayuda: ¡Justicia al Rey!
El otro órgano de gobierno de la Villa es el Concejo de Madrid, encargado del abastecimiento, administración y buen hacer de la Villa. Los enfrentamientos entre el Concejo (considerado corrupto) y los Alcaldes (teóricamente honestos) son moneda corriente, y el forastero hará bien en no tomar partido en sus reyertas, ya que, como todo matrimonio mal avenido, ninguna de las partes implicadas soporta las injerencias de terceros.
Las distracciones en la muy grande capital de las Españas, son...:
Bodegas y Bodegones
Corrales y Comedias
Pasear y darse un verde.
Los Autos de Fe
Corridas de Toros
Y por último, otras distracciones (que más bien diremos "vicios") de esta muy grande Villa nuestra...:
Mentideros
Casas de Juego:
Prostitución
Batirse en duelo
Galantear monjas