Braccio y Hans, tiradas de Escuchar (PER)
Tirada oculta
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 84 (Fracaso)
Tirada oculta
Motivo: Escuchar al otro lado
Tirada: 1d100
Dificultad: 15-
Resultado: 9 (Exito)
Ya tenía lo que andaba buscando así que no ganaba nada dándole mejor vida a aquel infeliz, pues sería bastante cobarde de mi parte clavarle mi acero a un desarmado y gimiente que no había hecho otra cosa que esconderse. Agarré las llaves y volvime a donde las celdas, abriendo la del hombre que andábamos buscando, el tal Mauro, ayudándolo a salir de allí.
Mientras espabilaba a los mis compañeros para que salieran rápido de allí y viendo que contábamos con un hierro menos por culpa de la pérdida del alemán, pareme unos minutos a abrir el resto de celdas para así conseguir el revuelo suficiente que nos diera tiempo de llegar de una pieza, unos más que otros, a la calle.
- Rápido... fuera todos.
Estaba claro, al menos para tus oídos (sólo los tuyos). El ala oeste se había levantado... ¡El cuartelillo de Alguaciles! ¡La Casa de la Villa rugía! Muchos pasos venían corriendo, ¡decenas tal vez! El traqueteo de botas era inminente. Pronto... ¡pronto alcanzarían la entrada de la Cárcel!
Sin duda alguna que podríais salir de allí con el Mauro apoyado, pero por los pasos y el estruendo que ya vendrían entrando por la entrada de la cárcel, y en breves irrumpirían en el patio para tomar las escaleras a vuestra espalda... ¡¡¡Atrapados!!!... ¿¿¿Atrapados???
pareme unos minutos a abrir el resto de celdas para así conseguir el revuelo
Aclaro:
Probar las llaves en cada celda y para cada uno de los reos llevaría cierto tiempo (algunas cárceles poseen la misma cerradura, pero no todas... (ya véis que hay un manojo de llaves) y hay bastantes celdas, por lo que habría que hacer dos o tres comprobaciones por cada cerradura como mínimo, exceptuando las coincidentes por pura casualidad). Abrir a Mauro te supone un pequeño tiempo que puedo concederlo (y lo concedo), pero no a todos... Quizá deberíais pensar porqué lo de la negrita.
Quizás no me expliqué bien, con lo de todos fuera me refería a mis compañeros y a Mauro.
No puedo editar para aclararlo
Yacía en medio de la mierda del lugar, con lágrimas en los ojos, después de echar por la boca del estómago todo lo que nos habían dado en la taberna. A más, no dejaba de oler a cerdo quemado. Digo puerco por decir, pues era carne de alemán la chamuscada. La algarabía de los presos me dolía en oídos y testa, casi desmayándome. Aún no sé cómo pude coger la mano ¡Ay mi mano! Me había servido tan bien, tantos años, que fodíame en demasía dejarla en aquel lugar. Así que tirela en el maletín, lo cerré como pude y agarrando el espadín me apoyé en la hoja para incorporarme.
Desde mi posición vi como mi amigo no había clavado su acero en el cuerpo del carcelero, aquel furcio malnacido causante de nuestras desgracias. Eso no me gustó nada, que bien debía aquel tonto ir al infierno a charlar con Caronte, que le diera un paseo en barca. Iba yo a quemarle vivo con la tea ¡Maldita sea!. Pero fue ver a Tomás salir con el manojo de llaves y entonces apercibirme del ruido de pies viniendo de la Casa de la Villa. ¡Diantres! El ruido iba a traer más espadas a luchar contra nosotros. Con un ademán de mi filosa aparté al de la cicatriz de la celda de al lado:
- ¡No hay tiempo, Herr Tomás! ¡Vienen a por nuestro pellejo! ¡Van a entrar por el patio! ¡BUSQUEMOS OTRA SALIDA, POR EL AMOR DE DIOS! ¡TIENE QUE HABER OTRA!
Y es que estaba seguro que venían decenas de hombres a por los tres malajes que habíamos entrado allí como San Pedro por su Iglesia. Miré al hombre que mi compañero había sacado de la celda. Era el que valía su peso en oro, no cabía duda.
- Yo defiendo al caballero, Tomás. Dadme las llaves y ponéos junto al italiano, que sois el doble de útil que yo. - lo dije con rabia, como riñendo, ya que no tenía más emociones en mí más que aquella.
Le pregunté tanto al reo que me ayudó con la mordaza como al Mauro mientras buscaba con mi mano buena la llave para sacar mi viejo samaritano de la celda. ¡Qué coño que no merecía estar allí!
- ¿Hay otra salida? ¿Sabéis? ¡Hablad o nos atravesarán con la vizcaína antes que cante el gallo!
Intento abrir al que me ayudó si Tomás me da las llaves... un tiempo razonable para la situación que nos ocupa. Si no encaja la tercera o cuarta llave lo dejo por imposible. Depende un poco si nos dicen que hay otra salida...
Tenía razón el alemán no podía perder el tiempo en la faena en la que me había metido sin pensar mas sabiendo la que nos podía caer encima. Teníamos lo que habíamos venido a buscar y con eso ya era suficiente.
- Ahí las tenéis, si conseguis sacar a ese de ahí podéis luego tirar las llaves dentro de cualquier celda, y que sean ellos los que se busquen la vida.
Movime como perro enjaulado buscando cualquier vía de escape que nos fuera útil mas no me pareció ver ninguna que nos pudiera servir. Si habíamos sido descubiertos, algo que después de aquella algarabía parecíame lo más lógico, tendríamos que salir luchando. Pero no serían ni dos ni tres los que vendrían ahora sino muchos más y con el alemán además de cojo ahora manco, poco podríamos facer.
Motivo: Otear
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 75 (Fracaso)
Andaba ahora, a diferencia de antes y de sobre todo el duelo espadil, poco lúcido Tomás. Nada veía aquí y allá que cárceles, celdas, sangre, cuerpos y nada más... Aunque notaba la presión por eso que decía Hans de que venían más alguaciles, que el cuartelillo anexo estaba a la cárcel. Hasta los reos, cualesquiera de ellos, sabrían que poco tardaría en llegar alguien allí (aunque fuera un simple vocero) a ver qué pasaba, puesto que cualquier alarma de revuelo habría sido dada ya hablando en cierto...
¿Hay otra salida? ¿Sabéis? ¡Hablad o nos atravesarán con la vizcaína antes que cante el gallo!
¡Hayla! -dijo el tipo que le dio la mordaza a Hans, que apretaba con sus manos los barrotes que sostenía-. ¡Sacádme! ¡Sacadme ya! ¡Os puedo guiar!
Y en ésta guisa andábase la situación, que con Braccio aún delante del último al que había dádole matarile en medio Salve, la inminente irrupción de media Casa a punto de llegar, y aquel puñado de reos vitoreando la rebelión y desacato de "un médico y sus belicosos ayudantes", que Hans, con una sola mano, comenzó a juguetear con el aro del manojo, y a pasar de llave en llave, como probando suerte a los dados, cuál de ellas haría abrir la celda de aquel que pedía libertad.
La mano del alemán, temblaba ¡Ay! ¡Y cómo! ¡Que parecía aquesta, pasando entre llave y llave, la nervisoa entonación de un primerizo de las métricas evocando los versos del buen Lope en el corral del Príncipe...! Finalmente, tras probar una, dos, ¡tres veces, por Cristo!, que la cuarta encajó como debía, y tan bien le sentó aquello tanto al barbero como al reo, pues ese sonido no era sino la suave nota que prepara el comienzo hacia la libertad...
La llave giró, la puerta abrióse y el reo salió. Mauro no decía nada, sino que estaba apoyado en Hans (éste habíalo sujetado con el brazo de la cauterización, como pudo). Cuando el reo estuvo a la altura de su liberador, sujetó a Mauro y pudo sentir, al igual que Hans, la sangre casi como emanando de los latigazos y presiones a las que habia sido forzado.
¡Ahí vienen! -dijo el maltrecho tipo liberado mirando cómo se reflejaban ya la luminaria de las antorchas en el dintel de la entrada de la cárcel, sin verse aún a sus corchetes portadores-.
No actualizo más, a la espera de nuestro "italianini" ;)
- ¡Andiamo!. - Fue lo único que atiné a decir mientras desenfundaba mi bocas de fuego. Agora tocaba huir; correr et escupir plomo, nada de bravuconadas et fintas de espada. Esperaba que el reo non se hubiera marcado un farol y realmente supiera un mejor camino por el que huir...
El italiano sacó una de sus pistolas, toda ella bien cebada y lista para la acción; mas el preso liberado, ayudado por el brazo bueno de Hans, ordenó a todos dirigirse prestos hasta la habitación del alguacil mayor... Allí estaba el carcelero, que rezaba con temor por que hubieran vuelto para darle la Pascua, y con la manos en la cabeza (con más miedo que vergüenza) salío de allí, y ya no lo vísteis si escapó por la entrada de la cárcel o qué hizo...
El preso era un tipo mayor, muy mayor, y decir que era sexagenario no era sino poco acertar, que prácticamente era anciano, a la manera y edad que hacen uso del buen vivir los mejores reyes, que curiosamente son los menos combatientes... Pese a su paso "cojitranco", mucho más pronunciado que el de Hans, dió descanso a Mauro en la silla del despacho (sujetándole incluso para que no se desplomara) y enseguida ordenó al resto que retirárais la mesa de madera.
¡¡Púmm!! ¡¡ZAS!! BBOOOOMM, ¡¡BOOOM!! -numerosas pisadas hacía un traqueteo muy preciso, y no eran sino las claramente deducibles pisadas que cualquier bota despide como sonido al bajar escalones...-. Vuecencias no lo vieron, pero alguno de los reos consiguió el manojo de llaves alargando el brazo por los barrotes, abrióse a sí mismo y ganó unos segundos de libertad; y tan sólo unos segundos, puesto que parejas de corchetes, arcabuces en mano y roperas en la diestra, emplomaron al fulano, y adjudicaron filosa a modo de advertencia al resto, que coreaban casi al unísono motivados por la euforia de una posible huida.
Nada más retirar la mesa, vísteis una argolla en el suelo, justo en el centro de una tabla cuadrangular, encajada en las baldosas anexas del suelo. Tras tirar de ella, ésta abrióse para arriba, y la negrura de la noche madrileña entró en la Cárcel de la Villa, pues nada más mirar hacia abajo notásteis frío y falta de luz (al igual que sienten los últimos viandantes de la Imperial y Coronada, los más pérfidos matasietes a punto de sesgar tripas o cuello, o los duelistas más tardíos citados tras un par de tapias altas...). E como decimos, que su interior era oscuro y descendente, y había un salto de una vara y casi media.
¡Vamos, vamos! -instaba a la prisa el viejo-. ¡Éste túnel nos conducirá, ja ja! Por cierto... -decía mientras avanzaba en vanguardia, tanteando las paredes del túnel-, mi nombre es Lázaro, Lázaro González.
Y pese a que Mauro llevóse algún golpe en la cabeza (pues andaba no del todo cabal), os introdujísteis por la abertura, para luego cerrar la trampilla.
Era hora de escapar.
Escena cerrada