Miro fijamente a Maurice mientras escucha lo que le dicen al otro lado de la línea, sin poder contener mi impaciencia. Finalmente, veo que el rostro del detective no presagia nada bueno mientras cuelga el teléfono. Tal y como me temía, alguien sabe que estamos aquí.
- ¿Amenazado de muerte? - repito con tono de incredulidad - ¿Para qué demonios nos amenazan de muerte si casi nos dan un balazo en la cabeza ayer?
Examino con aire crítico la habitación.
- Habrá algo que no quieren que encontremos, pero... ¿el qué? ¿Un puñado de cenizas? - digo con tono irónico señalando los ceniceros, para intentar controlar mi miedo. Si saben que estamos allí, podrían estar esperándonos a la salida para matarnos.
- Aquí parece que no hay nada más, a no ser que se te ocurra qué puede ser lo que "es suyo" - miro a Maurice a ver si da señas de reconocimiento - Yo sinceramente no tengo ni idea.
Perdón por el retraso, pero he estado super ocupada y además ando medio mala. Intentaré seguir más el ritmo a partir de ahora.
En cuanto escuchaste aquella perturbadora voz entraban ganas de salir pitando de allí. Aunque poco pudísteis descifrar de aquel mensaje quedaba claro que alguien quería interponerse en vuestro trabajo Pero ¿por qué? Sin más demora, medio a la carrera, salísteis del mugriento hotel.
El dueño del edificio os vió salir, pero simplemente se limitó a subir los pies a la mesa de nuevo. Cuando la Srta. Meredith dijo que esperaba que os gustara las sensaciones fuertes parecía no equivocarse, aunque su tono de voz nunca sonó tan literal. En cualquier caso seguro que era una investigación en la que cualquier detective o fotógrafa moríria de invidia por vivir la experencia. Pero sin duda, todo tenía un límite.
Con temor y precaución encarrílaste las ruedas de la camioneta hacia el hotel de nuevo. El tiempo había mejorado, y las calles, aunque húmedas por el frío y la nieve parecían algo más animadas que el día anterior.
Tras tres cuartos de hora, llegaste de nuevo al hotel. El camión de la cisterna aún seguía descargando combustible en la caldera a un lado del edificio. Eran buenas noticias.
El conserje os vió llegar. No os esperaba tan pronto.
Tranquila Cassio., no te preocupes. Me parecía raro no verte postear y me preocupé.
Espero que ya estés mejor.
Iba vestido con su inseparable mono de trabajo y encima llevaba puesto un gran chaquetón viejo y algo sucio. Solía emplearlo para hacer tareas de mantenimiento por el exterior. Al veros llegar se quitó los guantes de trabajo y os recibió con una gran sonrisa.
-Vaya, no esperaba veros tan pronto por aquí. Ni si quiera he tenido tiempo de preparar algo de comida... ¿Va todo bien?
Como ven, esta noche podrán dormir con el ambiente algo más caldeado.-
- Si, todo va de cojones - dijo Maurcie bravucón. No podía olvidar la tardanza del conserje en el tiroteo y no podía dejar de pensar que aquel tipo tenía un lado oculto que no le gustaba un pelo. - Ya era hora de que hubiera calefacción. Es el primer hotel de cinco estrellas que veo que tiene estos problemas. - Seguía lanzando puyitas a su interlocutor más que nada para tratar de olvidar la fantasmagórica voz del teléfono que a su vez le recordó a la de la niña de su habitación. Allí estaba pasando cosas muy raras pero Maurcie no creía en los espíritus ni en gilipolleces por el estilo, debía ser una mala pasada de su cerebro acelerado...si, debía ser eso. - Nos gustaría hablar con Erik...tengo unas cuantas preguntas que hacerle sobre esta puñetera misión.
Asiento ante las palabras de mi compañero, un tanto distraída. No puedo dejar de pensar en la habitación que acabamos de dejar y en el mensaje que nos han dejado: algo les pertenece. ¿Pero el qué? En todo el maldito cuarto no parecía haber nada de interés, a excepción del periódico cuya hoja había sido arrancada vaya uno a saber por qué. De todas formas, siento una creciente curiosidad por el artículo del periódico en cuestión. Es de los años 40, ¿qué demonios pasó entonces que tenga repercusión o interés hoy en día?
Niego ligeramente con la cabeza para intentar concentrarme en la conversación, ya que Maurice como siempre no está haciendo gala de unos espectaculares modales.
- Nos gustaría hablar con Erik, en efecto. Nos dijo que hoy nos tendría listo un viaje que debíamos hacer - le digo con tono más amable al conserje para paliar el efecto de las palabras del detective.
Aquel hombre al parecer mantenía una cierta preocupación por sus huéspedes. Había prometido que arreglaría la caldera, y en menos de dos días había conseguido un camión de gasoil para casi todo el invierno. Y eso tal y como estaba el tiempo por Islandia no era una tarea sencilla. Sin embargo, en vez de sentiros cómodos y contenidos, no pudisteis más que incomodaros. El conserje era un hombre muy cortés, muy educado. No obstante aquella postura no os parecía real.
-Creo que no le falta razón señor Stolker. Uno puede quedarse congelado aquí fuera, y todo por hacer los cuartos. Se echó a reir frotandose las manos ya que él también se veía reflejado dentro de aquel chiste. Escuchó a la señorita Bernie y volvió a colocarse los guantes.
Yo tengo algo de trabajo todavía. Erik, acaba de entrar. Dijo que venía con el estómago vacío... Así que si tienen algo de hambre, pueden prepararse algo ustedes mismos, sin cortarse. La cocina ya saben donde está.-
Tras escuchar el comentario del conserje sobre los cuartos Maurcie no puedo más que decir en tono irónico: - Lo siento mucho, estoy a punto de llorar. Pero no se preocupe ahora vamos y nos perparamos nosotros el desayuno, puede que después me ponga un puto delantal y también haga las habitaciones. - El investigador estaba flipado con aquel hotel de cinco estrellas...pensó que era como ir a un buen puticlub y tenerte que hacer tú una paja. La autogestión, en ambos casos, no gustaba a Maurice- Vamos Bernie, a ver que se cuenta Copito de Nieve. - Y se encaminó hacia la puerta de la cocina.
No puedo evitar poner los ojos en blanco ante las palabras de Maurice. Es cierto que todo el asunto del hotel resulta muy inusual, pero no le vendría mal un buen lavado de boca. Parece que de cada tres palabras que suelta, dos tienen que ser tacos en un tono malhumorado.
Avanzo tras él en dirección a la cocina, sin mirar al conserje con una cierta vergüenza. La gente sin modales me saca de quicio.
Una vez en la cocina abro la puerta esperando ver a Erik allí, y también algo de comer.
- ¿Podremos ir ya a visitar el Oddissey? - le pregunto en voz baja a mi compañero.
- Primero quiero hablar con el blanquito para que me explique un poco más sobre lo que estamos metidos. - Aseveró mirando de soslayo a la muchacha. Lo que menos le apetecía en aquel momento era volver a salir a aquel infierno congelado que eran las calles de la ciudad. Pero sabía que nadie había hecho una buena investigación con el culo pegado a un brasero. - Después iremos a ver si podemos echarle un ojo al Oddissey. Después de comer, claro. Pese a tener las magdalenas dando vueltas en su estómago, Maurice volvía a tener hambre. Es el frío - pensó tratando de convencerse.
Jack soltó una carcajada de esas de hombre buenachón mientras volvía a enfundarse los guantes. Os dijo que no os molestárais por él, que ya se preparía algo más tarde. Aunque viendo todo el trabajo que tenía por delante, seguro que aquel hombre agradecería vuestra cortesía.
Sin más, se despidió y alcanzásteis la puerta del hotel. Alcanzásteis el hall de entrada. Allí, una ola de calor os recibió. El contraste con la temperatura exterior fue grande. Sin embargo, fué de agradecer. En frente, quedaban aquellas imponenentes escaleras que daban a las habitaciones. Y a los lados diferentes puertas, todas cerradas excepto la de la cocina.
Aquella cocina se encontraba muy bien ordenada y limpia. Quedaba decorada con diferentes baldosas y baldosines que daban un aspecto más bien primaveral. Los muebles eran de madera vieja y tanto las paredes como el techo de color blanco. La nevera quedaba empotrada junto al fregadero y estaba decorada con una pizarra con la lista de la compra apuntada del día anterior. En definitiva era un cocina soñada para cualquier ama de casa, y amantes de la cocina como el conserje.
Un olor a jazmín os dio la bienvenida. Erik, se encontraba de espaldas frente al fregadero, rellenándose un vaso de agua...
Cuando entro en la cocina no puedo evitar sentirme más a gusto que en el resto del tétrico hotel. Tiene una pinta francamente agradable, a lo cual contribuye ese olor a flores.
- ¡Qué cocina más bonita! - opino en voz alta con aprobación. Después me percato de la presencia de Erik y le dedico una sonrisa mientras me cruzo de brazos - Buenas, Erik. Por fin te encontramos, teníamos bastantes ganas de saber qué ha sido de lo del barco...
Maurice soltando una bordería en tres, dos, uno... me digo para mis adentros.
Una cocina como la de cualquier casa, - pensó Maurice mirando la lista de la compra - en un hotel de cinco estrellas. Chasqueó la lengua con desaprobación y miró a Erik fijamente. El albino parecía tener sed pues se estaba llenando un vaso de agua en el fregadero. Maurice recordó como en una película el protagonista llenaba el fregadero de agua y metía la cabeza de uno de los malos para hacerle un interrogatorio. El investigador pensó que si le hacía eso a Erik quizás empezase a contar verdades, sin ocultar información...sin mentir. No obstante, renegó de la idea enseguida pues sabía que incluso su compañera le tenía estima a aquel tipo. El que te salvé fui yo, estúpida. - pensó mientras la miraba de soslayo.
Antes de que pudiera hablarle, Bernie se adelantó. Cuando terminó de hablar Maurice solo dijo: - Del barco, de la investigación y de esos tipos. Queremos respuestas.
El joven hizo un leve respingo al escuchar un par de voces a su espalda. La primera voz, femenina le resultó ligeramente familiar lo que le llevó a darse media vuelta. Su rostro delataba que se había llevado un pequeño susto. Tuvísteis que esperar a que apurara el vaso de agua para escucharle.
-Me... menudo contrratiempo. Casi me da un infarrto. No os esperraba verros tan prronto.
Se limpió la boca con una servilleta de papel, carraspeó y con la actitud de cualquier quinceañero saltó al mármol de la cocina para sentarse sobre el. Ya tengo el transporrte que les prrometí, podemos viajar esta misma noche si lo prrefierren. Aunque les aconsejo que lo hagan mañana temprano. El frrío es menos tiritante a esas horas...
De esos tipos, no se nada. Perro es probable que sean quiénes sean estén trratando de llegar allí cuanto antes. Así que serrá mejor que se decidan rrápido.-
Las palabras de Erik me inquietan. No había pensado en la posibilidad de que pudieran seguirnos el rastro hasta el barco, pero ahora que lo decía resultaba evidente. Habían conseguido incluso localizarnos cuando estuvimos husmeando en su habitación: esos tipos aficionados a esnifar incienso parecen estar en todos lados.
Miro a Maurice.
- Si partimos esta noche, por la mañana ya habremos avanzado un buen trecho. Puede que incluso ya estemos allí. Además, si esos tipos también están al tanto de que se ha encontrado el barco, y por algún extraño motivo que no sabemos también están interesados en él... No sería agradable encontrárnoslos - razono en voz alta. Observo fijamente al detective - A mí no me da miedo el frío, aunque si quieres, podemos quedarnos y esperar a mañana.
A mi no me da miedo el frío - repitió para sí mismo en tono irónico Maurice. Aquella muchachita enclenque lo estaba retando de alguna forma. Ahora él no podía decirle que le apetecía probar la calefacción arreglada de auquel hotelucho con un chocolate caliente en las manos y dormir tranquilamente. Si lo hacía parecería un maricón delante de ella y del albino y nadie piensa que Maurice Stolker es un marica de esos.
- Si, por supuesto, partimos esta noche. - Y voy a ir en calzoncillos. Pero antes me voy a preparar algo. Stolker no se iba a quedar con las ganas de beberse el puñetero chocolate hirviendo.
Erik os miró con cierta incertidumbre. Quizá es porque no se esperara veros tan empeñados en viajar esa misma noche. Pero en cualquier caso no era el tipo de persona que le gustaba tirar por tierra los planes de otros.
-Muy bien. Más vale que cogan todo lo que tenga para abrirgarse si no quieren quedarse como dos cubitos de hielo. Os espero en media hora en la furgoneta. No tarden.-
De un salto bajó al suelo de nuevo y, medio a la carrera, salió de la cocina para, probablemente, preparar los últimos retoques del viaje.