Partida Rol por web

Camino con la señorita por el pasillo del vagón hasta llegar a su correspondiente habitación. Una vez me paro y dejo el equipaje, abro la puerta y le digo.

Esta es su habitación señorita, espero que sea de su agrado, para cualquier cosa no dude en pulsar el botón de llamada y le atenderemos. Que tenga un buen viaje.

- Muy amable... espere... -Rebuscó en su bolso hasta dar con su monedero del cual extrajo un par de monedas que tendió al amable encargado.- Tack, tack.

Una vez cerrada la puerta del compartimento, Greta se dedicó a colocar, pulcra y ordenadamente, los objetos que fue sacando de su maleta. La ropa bien colgada y colocada en el pequeño armarito, sus enseres de higiene y maquillaje en el pequeño habitáculo destinado a su aseo, un par de libros en el estrecho escritorio adosado junto a la ventanilla... y por fin, cuando la maleta quedó vacía, la colocó en el portaequipajes sobre el cómodo asiento.

Entró en el pequeño baño para refrescarse un poco y contemplar su imagen en el espejo. Se volvió a colocar el sombrerito y una vez que consideró que estaba lo suficientemente aceptable de presencia, se decidió a salir del compartimento. Era temprano y aún no había desayunado, así que lo mejor que podía hacer era ir al vagón restaurante a por una buena taza de té caliente. Antes de salir cogió uno de los libros por si acaso no había nadie con quien mantener una conversación.

Henry agradeció a la señorita aquellas monedas que le tendió en la mano, le di las gracias sonriente y me marché.

Muchas gracias señorita, que tengas un buen viaje.

Te incorporabas en tu habitación, tras estar escuchando palabras y más palabras sin ninguna solución clara de todo lo que estaba ocurriendo.

Pero unos paso escuchas, esos pasos se dejan de escuchar al detenerse en tu puerta. Cuando escuchas como llaman a tu puerta.

¿Quién será?...

La enfermera se había retirado a su compartimento un tanto cansada de las palabras de sus compañeros de viaje, ¿por qué les costaba tanto dejar al detective hacer su trabajo? Desde luego que ella también estaba asustada, saber que un asesino andaba suelto por el tren no era algo para tomar precisamente a risa, pero de poca ayuda sería si entorpecía la labor de Monsieur Poirot yendo de un sitio a otro buscando posibles pruebas que a saber a quién podían incriminar.

Ya era tarde pero sabía que sería incapaz de dormir, así que cogió su libro de poemas y se sentó a leer, intentando concentrarse en los bellos versos allí plasmados, pero su mente no dejaba de vagar una y otra vez hacia el resto de pasajeros preguntándose quién de ellos había sido capaz de realizar tan desalmado crímen como era quitarle la vida a una persona.

Unos pasos en el pasillo la pusieron en alerta y su corazón comenzó a golpear con fuerza contra su pecho cuando oyó que alguien llamaba a su puerta. ¿Quién podía ser? ¿Acaso alguien requería sus servicios?

Despacio se acercó a la puerta y la entreabió lo suficiente para poder mirar a quien había interrumpido su lectura y sus pensamientos no sin antes preguntar.

- ¿Quién es?

- Hola querida, soy la Señora Mubbard ¿Puedo pasar un momento?-le dijo la adorable desde el otro lado de la puerta.

La señora Mubbard era un incordio y a veces bastante desagradable, pero poseía una buena educación y no pasaría a la habitación de la enfermera sin que ella le diese permiso.

Había observado el comportamiento de la señora en el restaurante y la enfermera se daba cuenta que aquella mujer no era de las que desistieran fácilmente, si había ido a buscar algo no pararía hasta conseguirlo.

- Señora Mubbard... ¿se encuentra bien?

Greta abrió completamente la puerta del compartimento para dejar pasar a la mujer, indicándole con la mano que tomara asiento.

- ¿Necesita algo de mí?

La señora Mubbard entro en la habitación cerrando la puerta tras de sí con su mejor cara de inocencia. 

-Hola querida, verá sé que es usted enfermera y la verdad es que últimamente me noto las piernas muy hinchadas- se dejó caer con dificultas enfrente de Greta- Uyy, perdona hija. Me preguntaba si podrías recetarme algo para bajar la hinchazón, mi médico me dijo que debía tener las piernas en alto, pero entre unas cosas y otras no he podido descansar mucho. 

La enfermera enarcó una ceja al oír las motivaciones de la mujer, la cual se había sentado cómodamente y daba aquellas explicaciones tan poco... creíbles. Lo poco que Greta la había observado se había dado cuenta que aquella anciana era una mujer de armas tomar y una excusa tan pobre como aquella sólo podía significar que lo que le pediría sería mucho más importante. Aunque... quizás sólo quería hablar.

- Desde luego poner las piernas en alto es una gran ayuda para su problema. -Le dediqué una sonrisa amigable haciéndole creer de esa forma que me creía perfectamente su excusa.- Yo no soy médico, no le puedo extender una receta, pero... espere...

Di media vuelta y me puse a revolver en el gran neceser que llevaba en mis viajes, además de los útiles habituales de aseo y belleza solía llevar también algunos medicamentos y pomadas que me podían ser útiles.

- Tome... esta pomada a base de extractos de menta le aliaviará ese cansancio de piernas. No se preocupe... puede quedarse con ella. Haga unas friegas antes de acostarse y coloque algo a los pies de su colchón elevándolo, verá que bien descansa esta noche.

Le tendí la pomada para que la cogiera y me quedé la quedé mirando con una encantadora sonrisa esperando a que la Sr. Mubbard diera el siguiente paso y me contara a qué había venido realmente o... esperando a que se fuera.

La señora Mubbard aprobechó que la enfermera se dio la vuelta para buscar la pomada que le dio para mirar a su alrededor sin moverse de su sitio.

Después y con gesto inocente le sonrió y aceptó el unguento.

- Muchas gracias hija... Pero lo de descansar, la verdad es que no sé si podré conciliar el sueño. Todo eso del asesino del pobre señor Rochett, me tiene muy alterada. Con sólo pensar que puede haber un asesino entre nosotros- reprimió un escalofrío- es que no me deja estar, sobretodo si pienso en mi pobre hija... que ya tiene bastante con tener al marido que tiene- tosió levemente para cambiar de tema- ¿Y usted que piensa de todo esto, querida? ¿Cree que mesie Poirot tiene resuelto el caso?- la miró usando todas sus artes de actriz y de vieja inofensiva, pestañeo incluido. 

A mí me vas a engañar con esa cara de buena... sí claro... La enfermera había tratado con demasiada gente como aquella como para que su expresión de inocencia la engañara pero aún así se mostró educada y cortés, dando a entender que no se había dado cuenta.

- Creo que aún es pronto para resolver el caso ¿no le parece? De todas formas, al contrario del resto de pasajeros, opino que sólo estamos entorpeciendo la labor del detective. La fama de monsieur Poirot le precede y no creo que sea algo para ignorar, quizás sus métodos no sean ortodoxos, pero la prensa habla maravillas de sus aciertos... por algo será.

La miró por unos instantes valorando si sería buena idea llamar al servicio para que les sirvieran alguna infusión, pero seguramente eso entretendría más a la mujer. No tenía muchas ganas de acabar escuchando los improperios que tuviera que soltar sobre su yerno.

- Desde luego que es difícil convivir en un tren cerrado sabiendo que hay un asesino entre los pasajeros, pero un motín ahora sólo ayudaría a dicho asesino a que se saliera con la suya. Esa es mi modesta opinión... A veces quien más voces da y más jaleo hace es porque quiere ocultar algo y desviar la atención hacia otros puntos. -Se alisó la falda en un gesto bastante típico en ella.- Y usted ¿tiene alguna teoría al respecto? ¿Sospecha de alguien?

Por favor... que no me diga de su yerno...

Lo que consigues ver es, una habitación ordenada y todo colado en su sitio. Nada sospechoso que se salga de lo normal, ni una sola prueba que puedas usar para incriminarla en suceso.

El equipaje esta en el armario, tienes sus cosas en la mesita de noche, con la cama sin deshacer. Lo ves todo en orden.

Observa mientras charlas con la señora Mubbard, que su mirada se va perdiendo más allá de tu mirada y de sus palabras. Como si quisiera ver que hay en tu habitación para poder incriminarte, ¿quizás? o para alguna otra cosa...

No era la típica mirada de una persona mayor que quería controlarlo todo y saberlo todo ella, no, era mirada de inspeccionar ella misma toda tu habitación de arriba a abajo.

La señora Mubbard escuchó atentamente a la enfermera manteniendo su expresión de inocencia, parecía que aquella muchacha era un hueso duro de roer, no parecía ocultar nada aunque ambas mantenían diferentes posturas con respecto a Poirot y sus métodos.

- Señorita Ohlsson, conozco la reputación de mesie Poirot, además de vieja se que las pruebas no deben ensuciarse y esas cosas, pero según tengo entendido todo buen detective que se precie suele interrogar a la gente para contrastar las pruebas materiales con los testimonios de los sospechosos potenciales y... en este caso todos los somos. Lo que yo no entiendo es como mesie Poirot no ha hablado con nadie ni siquiera con Hector, la persona más allegada al pobre señor Rockett... Con respecto a los sospechosos... pues la verdad es no tengo mucha idea, por eso he venido a hablar con usted. Dos mentes piensan mejor que una, de momento lo único que puedo hacer son descartes. Mi hija no... su marido tampoco- arrugó el ceño cuando pronunció esas palabras- Hector...es odvio que no, el caballero que vende lápices es guapo, no creo que sea él, aunque quien sabe... De momento no puedo poner la mano en el fuego por nadie. 

Greta se dio cuenta que la señora Mubbard observaba todo su compartimento con demasiada atención, parecía que su mirada, claramente acostumbrada a escudriñar todo a su alrededor, diseccionaba todo lo que veía y lo que se ocultaba a sus ojos... bueno, eso seguramente su imaginación haría el resto.

- No le voy a negar que es un poco extraño que aún no nos haya interrogado a todos, ya que hay que tener en cuenta que todos somos sospechosos. Incluso una dulce anciana como usted... -No era su costumbre ser tan incisiva pero si la señora la consideraba a ella sospechosa tenía que darse cuenta que Greta podía sospechar perfectamente de ella también.- ... podría ser capaz de asesinar a alguien si se lo propone. Desde luego no quiero que me lo tome a mal, por supuesto que no la considero culpable, pero ahora mismo todos somos sospechosos. Y sí... tal como usted dice, el detective ya tendría que haber comenzado a interrogarnos a todos... Está perdiendo demasiado tiempo investigando en el compartimento del fallecido.

La observó por unos instantes pensando en sus palabras y en quién podía ser el asesino. La enfermera aún no había tenido tiempo de analizar lo poco que sabía, más que nada porque no conocía al resto de pasajeros más que lo poco que habia coincidido en el vagón restaurante.

- Cualquiera de nosotros podemos ser el asesino aunque he de confesar que no me imagino quién de nosotros lo ha podido hacer... Supongo que no sirvo para detective.

Le lanzó una sonrisa que claramente significaba que no tenía más que añadir al tema, a no ser que la señora Mubbard quisiera seguir elucubrando.