Partida Rol por web

El lobo-troll se levanta sobre sus cuartos traseros y se lanza contra el teniente con la intención de arrollarlo. Pero Derlan no retrocede. Al contrario, se lanza al ataque. Y la espada se hunde en el pecho de la bestia.

Aunque no lo suficiente.

Gritando a su vez y reuniendo todas sus fuerzas, el joven caballero logra frenar la embestida del monstruo, entre cuyas costillas ha quedado atascado el extremo de su acero, y que ahora no deja de lanzar zarpazos hacia adelante, pero ninguno de los cuales alcanzan su objetivo al no ser sus extremidades tan largas como la longitud del arma del teniente.

Sin saber cómo salir de esta situación, Derlan continúa soportando el peso del monstruo, pero entonces ve por el rabillo del ojo a su tío acercándose.

Con una expresión de dolor en el rostro, Petrer corre hacia el flanco del lobo-troll con su espada en alto, dispuesto a dar el golpe de gracia a su enemigo…

La estocada de Petrer atraviesa la gruesa piel del monstruo y consigue que su acero se abra paso a través de la panza, revelando sus entrañas.

El lobo-troll, malherido, se revuelve, lo que hace que Derlan sea capaz de liberar su espada por fin. Ambos hombres tienen acorralado a su enemigo, pero éste parece dispuesto a morir matando…

En un movimiento fugaz, tanto que es incapaz de reaccionar para evitarlo, las fauces de la bestia se cierran sobre el brazo libre de Derlan, que siente como los colmillos se le hunden en la carne.

El joven caballero grita y trata de liberarse, pero resulta imposible, el lobo-troll no suelta su presa. Y no lo hará hasta que consigan matarlo...

Peter ve el sufrimiento de su sobrino, el mismo por el cual se ha lanzado desde una altura considerable, sabe que si no tiene acierto puede que este pierda el brazo....y eso, para un guerrero es  peor que la muerte, asi que concentra sus fuerzas y cierra durante un segundo sus ojos, se concentra y lanza un potente y bien dirigido golpe a la parte baja del monstruo muy cerca de donde tenia la espada de su sobrino clavada para luego hacer una desgarradora herida de la cual comienzan a manar sangre e intestinos...

El lobo-troll cae pesadamente a un lado, desparramando sus entrañas sobre las hojas secas del suelo, y convulsionándose entre estertores de muerte.

Finalmente deja de moverse. Petrer reconoce ahora a la bestia. Se trata de la que hicieron huir hace unas horas. De alguna manera, las heridas que le causaron entonces han sanado de manera casi milagrosa, dejando sólo cicatrices rosáceas. Pero ahora ha muerto, y esta vez de manera definitiva. Su cabeza queda vuelta de lado, con las fauces abiertas y la lengua colgando entre los colmillos. La sangre sigue brotando de la espantosa herida abierta en su vientre, y el hedor a muerte que desprende es tan atroz que ambos hombres deben retirarse varios metros para poder respirar con normalidad.

A pesar de estar agotados, física y psicológicamente, el excaballero insiste en tratar de manera inmediata las heridas del teniente, que se quita entre dolores la armadura de cuero y la camisa para revelar las mordeduras sufridas en hombro y brazo. No disponen ni siquiera de agua para lavarlas, así que tienen que improvisar unos vendajes a partir de jirones de ropa para aplicarlos sobre las heridas con el fin de que dejen de sangrar. Medidas de emergencia que tendrán que aguantar hasta que puedan disponer de tiempo y recursos para tratar las heridas de mejor manera.

Cada vez que Derlan abre o cierra la mano izquierda, un fuerte dolor le recorre todo el brazo, pero por lo menos es una suerte que no haya sido herido en el brazo diestro, que es con el que maneja la espada. En cuanto a su tío, tampoco está indemne, y le confiesa al joven caballero que se arrojó del árbol durante su descenso al escuchar su grito de alarma. La mala suerte hizo que cayese mal, y ahora sospecha que tiene varias costillas rotas. Pero poco puede hacer Petrer excepto aflojarse las tiras de ajuste de la armadura de cuero en el pecho, ya que la presión le agudiza el dolor que siente al respirar.

El joven Stoneheart aprovecha estos momentos para confesar a su tío lo que ha vivido. Que cuando se le apareció el lobo-troll, no tenía la forma que conocen, sino la de un hombre. La de un hombre que después se transformó en cuestión de segundos en la bestia que ahora yace muerta a unos metros de distancia.

Petrer trata de digerir lo que su sobrino le cuenta. Las implicaciones que puede tener que estos seres sean capaces de caminar entre los demás hombres sin llamar la atención son terribles. Pero sabe que ahora mismo no es momento de reflexionar sobre este descubrimiento. Aún están muy lejos de hallarse a salvo.

Deben continuar su camino…

Derlan y Petrer siguen la ruta que marca éste último. Y es que, a pesar de no haber sido capaz de divisar desde la copa del árbol al que ha escalado la torre fortificada que están buscando, sí ha localizado la punta rocosa que sobresalía del resto del entorno y desde la que obtendrán una mejor visión del terreno circundante a kilómetros a la redonda.

Mientras se dirigen hacia allí, ambos hombres le dan vueltas a la idea de haber sido atacados por el mismo lobo-troll que consiguió escapar de ellos antes, y de lo que podría significar. ¿Tuvo contacto la bestia con otros antes de volver a por ellos? Si lo hizo, el enemigo ya sabe que con ellos dos no está el Prisionero. Si no lo hizo quizás todavía les estén buscando, en la errónea creencia de que el elfo huye junto a ellos.

Es imposible saberlo.

El terreno se torna entonces más empinado y más despejado de árboles. Y al poco son capaces de ver delante de ellos el promontorio rocoso que estaban buscando. Es como si fuera una especie de dedo de piedra que apunta hacia los cielos. No parece complicado de ascender, así que los dos Stoneheart comienzan a hacerlo sin dudarlo un segundo.

Una brisa fría les agita los cabellos en lo alto del dedo de roca.

Desde aquí tienen una vista privilegiada. Detrás de ellos, el valle arbolado se extiende casi hasta donde alcanza la vista. Es de donde vienen. Y es una visión increíblemente hermosa ver todos los matices de colores de las hojas coloreadas por el otoño. Rojos, amarillos, naranjas. Todos estos colores son resaltados al ser iluminados por el sol que continúa luciendo en lo alto de la bóveda celeste, sin ninguna nube que amenace con eclipsarlo.

La exuberancia del paisaje transmite tranquilidad y paz. No da la impresión de reflejar los terrores que ellos saben que se ocultan entre los árboles. Terrores que no han desaparecido, sino que continúan con una implacable cacería en la que ellos no son sino las presas.

Se vuelven. Delante, el bosque se extiende durante una gran extensión de terreno, antes de convertirse en una planicie despejada que llega hasta donde comienzan a elevarse formaciones montañosas que dan lugar a la cordillera que tienen ante sí en dirección norte. Una cordillera cuyas puntas se ven nevadas. Por suerte, la claridad del día permite una visión detallada a larga distancia, y los dos hombres dan gracias a ello, ya que si no hubiese sido así, difícilmente hubiesen sido capaces de divisar esa pequeña estructura que se encuentra en las lindes de la cordillera montañosa.

Una torre fortificada de la orden de los caballeros de Stumlad.

Su única posibilidad de supervivencia ante el mal que les persigue.

Si apuran la marcha podrían llegar hasta allí en cinco o seis horas. Quizás menos, quizás más. Depende del terreno. Y depende de la suerte. Y de que no encuentren dificultades en su camino. Podrían llegar allí antes de que caiga la noche, lo cual es vital para su supervivencia.

 El descubrimiento y la vuelta de la esperanza, de saber que tienen una posibilidad, les levanta el ánimo. Pero por otra parte, en lo alto del promontorio no hay ninguna señal que refleje que Orlant o Sertois hayan pasado por allí, lo que tendría que significar que ellos han llegado antes. Pero no hay nada. Y esto les vuelve a hacer pensar sobre que si el enemigo ha encontrado a sus compañeros y al Prisionero, quizás todo su esfuerzo al final no haya servido para nada.

Derlan se agacha al suelo y levanta un pequeño montículo de piedras. Una señal que quizás sus compañeros vean si llegan hasta aquí. El joven teniente lo hace, pero por alguna razón la esperanza de que sus compañeros lo vean no le parece muy realista. Su tío le da unas palmadas en la espalda para animarle y le ofrece la mano para levantarse.

Derlan acepta la mano de Petrer y se incorpora. Tío y sobrino contemplan juntos de nuevo su próximo destino: La torre.

¿Llegarán hasta ella?