Dejando de lado los restos del demonio Drashin, erradicado definitivamente de este mundo, los caballeros se reúnen alrededor del cuerpo del Prisionero.
Girshael parece descansar en paz. Ojalá ellos también gozaran de la misma serenidad que muestra el pálido rostro del elfo. Pero no es así. Porque saben que al final, el enemigo ha logrado su propósito: silenciar al desertor, evitar que cumpliera su tarea de revelar los espías que se ocultan en su misma patria. Traidores que sirven al Rey Dios haciéndose pasar por leales súbditos de Stumlad.
A pesar de todo, es mucho lo que han descubierto. Información que deben llevar a su país cuanto antes. Hay una guerra en ciernes contra el enemigo definitivo de la humanidad, el Rey Dios, y ahora saben que no todos sus adversarios vendrán desde las Montañas Kehalas. Algunos se encuentran entre sus propias filas.
Puede que Girshael haya muerto. Pero ellos continúan con vida. Y hay una misión todavía por cumplir.
Las razones para llevarla a cabo pueden ser distintas para cada uno de los cuatro caballeros: Honor. Deber. Lealtad. Supervivencia. Pero lo verdaderamente cierto es que la forma de ver el mundo para estos cuatro hombres ha cambiado para siempre. Son de los pocos que saben del horror que se avecina, pero también saben que ese horror puede ser combatido y derrotado.
Quedan preguntas, por supuesto. ¿Quién era Girshael? ¿Cuál fue su historia? ¿Por qué pasó de ser un servidor del Rey Dios a un desertor a favor de los enemigos de su Amo?
¿Tiene familia? ¿Hijos? ¿Una mujer que le espera en alguna parte?
¿Alguien llorará su muerte?
No tienen respuestas. Ahora, sólo pueden continuar adelante, esta vez sin la compañía del elfo.
Envuelven el cuerpo de Girshael en su propia capa, y para cuando terminan de hacerlo les sorprende un punto de luz en la distancia que se aproxima hacia ellos.
Una figura surge de la noche, portando una antorcha en alto…
La luz de una antorcha en la noche se acerca hacia donde los caballeros se encuentran congregados.
Es la luz que Sertois y Orlant vieron en las montañas, la luz que portaba aquél que atacó el destacamento de orkos que les esperaba al norte, y que ha matado a muchos de ellos. Sea quien sea, es un aliado, no un enemigo.
Y ahora por fin van a conocerle…
La figura que se les aproxima es humana, pero poderosa. Un hombre joven, fornido y con una altura de casi dos metros. No se trata de un hombre del norte, sino más bien de un bárbaro de las regiones del este de Valsorth. ¿Qué hace alguien como él aquí, tan lejos de su hogar?
El bárbaro se protege con una armadura de cuero tachonado, manchada de sangre, pero no de la suya, sino de oscura sangre orka. Sus botas también son de cuero endurecido, pero aparte de estos ropajes, los brazos y las piernas no los lleva cubiertos, permitiendo ver unos extraños tatuajes que recorren su cuerpo: franjas azules por toda su piel, incluyendo el rostro, enmarcado por unos ojos marrón claro y un pelo rubio, casi blanco, que lleva largo, con los extremos de sus puntas trenzadas. A su espalda porta un espadón de acero y dos jabalinas cruzadas. Todas las armas cubiertas de sangre enemiga.
Caballeros de Stumlad… por fin os encuentro…
El extranjero habla su idioma, con apenas un leve acento. Su expresión es una mezcla de cansancio y alegría. Parece exultante.
Cuando los cuatro caballeros le exigen que se de a conocer y que les explique cómo es que les estaba buscando, el bárbaro responde.
Mi nombre es Corm, hijo de Korn, del Clan del Hacha de Hielo…
Señala entonces al cielo, desde donde aparece una gran águila blanca, que se posa con elegancia en el suelo.
Ha sido ella la que me ha guiado hasta vosotros.
La gran ave permanece indiferente ante los asombrados caballeros, pero su mirada y su atención parecen centrarse en el cadáver de Girshael. Por increíble que parezca, se diría que los ojos del águila reflejan una infinita tristeza mientras contemplan al malogrado elfo…
Siguiendo al tatuado bárbaro, que abre paso usando la antorcha para guiarlos, los caballeros se internan en el paisaje cada vez más montañoso. Junto a Corm abre el grupo Sertois, seguido de Derlan, que proporciona ayuda a Petrer para caminar. Orlant es quien va en último lugar, cargando con el cuerpo del elfo.
La gran águila blanca vuela en lo alto, invisible para ellos en la noche, pero por alguna razón, se sienten vigilados por ella, protegidos por ella.
Corm asegura llevarlos a una cueva próxima que les servirá de refugio. Un lugar donde dispone de víveres, agua y fuego para calentarse. Un lugar donde podrán reponerse, descansar, tratar sus heridas, y desde donde tomar rumbo hacia Stumlad.
El bárbaro les explica que un hermano suyo está en esa cueva, y que será él quién les explique la razón por la que han ido en su busca, en busca de los caballeros del norte. Y a pesar de lo extraño de la situación, los cuatro hombres sienten que este joven tatuado es de fiar, que, de alguna manera, comparten el mismo objetivo final…
…
Menos de una hora después, Corm se interna en la boca de una estrecha caverna, seguido de los caballeros, manteniendo en alto la antorcha para saber por dónde pisan. A medida que se adentran en la roca horadada en la montaña, la cueva se ensancha por momentos.
Los cuatro hombres sienten que están a punto de que se les revele una nueva respuesta, pero eso no quiere decir que sea una respuesta amable, ni fácil de asimilar…
El “hermano” de Corm no es lo que se esperan.
Unks, hijo de Korn, del Clan del Hacha de Hielo, es un miembro de la raza de los gigantes azules procedentes de las Colinas Terasdur. Ninguno de los caballeros había visto hasta ahora a uno de estos seres y su reacción es, como mínimo, de sorpresa y asombro.
Sentado sobre una roca, como si fuera un trono, el gigante, que cuando se ponga en alto superará los tres metros de altura, posee un cuerpo fibroso, y un rostro serio e imperturbable como el de una estatua. La luz de la fogata en mitad de la cueva arranca destellos a su azulada piel. Los ojos grises les miran con fijeza, y su pelo largo y suelto, negro como la noche, le enmarca los duros rasgos faciales. Lleva el pecho desnudo, y sólo viste unos pantalones y unas botas de piel.
A su lado, apoyado en una pared, descansa un enorme martillo de guerra. El arma de este ser. Tan grande y pesada que ninguno de los caballeros sería capaz de utilizarla ni siquiera usando ambos brazos.
Unks no entiende su idioma, y es Corm quien le traduce las palabras de los caballeros y le pide que les traiga aquello que los dos hermanos quieren mostrarles. La razón por la que buscaban contactar con la Orden de Caballería de Stumlad.
En silencio, el gigante azul se levanta y se adentra en la oscuridad de la cueva, dejando sólo al bárbaro con los hombres del norte. Por fin los caballeros pueden descansar unos momentos. Acercarse a la hoguera para entrar en calor, sobre la cual chisporrotea la pierna de un ciervo cazado recientemente. Cerca, el rumor del agua indica que en la misma cueva hay un manantial en el que podrán saciar su sed y lavar sus heridas.
Minutos después, el gigante azul vuelve del interior de la caverna.
Con él trae algo grande que deposita cerca del fuego. Algo que apesta a corrupción.
Los caballeros se acercan para verlo mejor: Es una calavera. Una calavera reciente, a la que se le ha raspado la mayor parte de la carne y los músculos. Una calavera enorme.
Y aunque nunca han visto uno, los caballeros lo reconocen inmediatamente, sintiendo escalofríos recorrerles el espinazo. Reconocen el ser de pesadilla al que pertenecía este cráneo. Un ser surgido de las leyendas, de la historia antigua, de los cuentos de hadas que no terminan bien…
Un dragón.
Kehalas… La palabra es pronunciada por el gigante con solemnidad, respondiendo a la pregunta de dónde han encontrado esto.
En enormes cavernas subterráneas. Explica Corm con más detalle. Muchos de ellos. Quizás cientos. Enterrados en el hielo… Su rostro muestra espanto al recordarlo.
Los orkos los están desenterrando. Los están despertando…
El silencio que sigue a estas palabras permite a los caballeros darse cuenta de lo que esto significa. Que la situación a la que se enfrentan es mucho peor de lo que se hubieran podido imaginar. Que no sólo Stumlad, sino todo Valsorth y todos los pueblos que lo habitan se enfrentan al fin de la vida tal y como la conocían.
Y que no les queda apenas tiempo para prepararse para el regreso del Reino de la Sombra.
La mañana siguiente, antes incluso de despuntar el sol, salieron de la cueva y se dispusieron a continuar su viaje hasta Eradun a través de las montañas.
Stumlad y el Rey necesitaban conocer las noticias que ellos llevaban.
Y no partirían solos. Corm y Unks les acompañarían en calidad de testigos, y como representantes de los gigantes azules, o Hijos de Orn, como ellos se llamaban a sí mismos.
Pero antes de partir quedaba una última cosa por hacer.
Excavaron la tumba en una ladera donde la tierra no era tan pedregosa. No les llevó demasiado tiempo.
Alguien recordó que era costumbre funeraria de los elfos el ser enterrados en el suelo. Volver a la tierra. Seguramente Girshael lo hubiese agradecido.
Pero sucedió algo inesperado. Al colocar el cuerpo en el hueco excavado, algo cayó del mismo. Una funda de piel para documentos. Y al abrirla encontraron una hoja de pergamino, arrancada del tomo que reposaba en el atril, en las estancias de los caballeros, en la Torre.
En el pergamino una escritura apresurada, la del elfo, que redactó esta postrera misiva, este último mensaje póstumo para que fuera leído por los caballeros de Stumlad tras su muerte.
Unas últimas palabras…
...
Una vez cubierta la tumba, todos ellos permanecieron unos momentos frente a ella, en silencio.
Y al no encontrar palabras que decir, leyeron las que Girshael dejó para ellos…
Estimados caballeros,
Escribo estas palabras con urgencia, mientras la Torre sufre el asalto de las fuerzas de mi hermano, esperando que les sean de ayuda en caso de que sobrevivir esta noche. Ahora que sé que yo no podré ver un nuevo día, por lo menos me aseguraré que Drashin comparta mi fatal destino.
Contaré lo que sé: Dos espías permanecen infiltrados desde hace años en el Reino de Stumlad. Dos de los pertenecientes al grupo que llamamos los Trece, los más leales sirvientes del Rey Dios. Aquellos que se ocuparán de preparar su retorno.
Su magia les hace invisibles a los ojos humanos, dándoles una apariencia distinta a la que verdaderamente poseen, y así han logrado suplantar a dos personas: Una de ellas es un miembro de la familia real. La otra es uno de los seis Maestres del Consejo del Rey.
No podré ser yo quién revele la identidad de estos dos espías. Tendrán que hacerlo por su cuenta y con sus propios medios, pero han de saber que existe una manera de romper la magia que oculta su verdadera naturaleza: El fuego puede hacerlo. Envolver en llamas a estas criaturas las dejará expuestas ante los ojos de todos…
No me queda tiempo para más. Sólo puedo desearles suerte en su peligrosa empresa. Sé que mi historia termina aquí, pero la suya sólo acaba de empezar.
Respetuosamente,
Girshael Luzdeotoño
P.D.
He leído el relato de los caballeros que guardaban este puesto, y de la enfermedad que los diezmó. No fue un hecho fortuito. Tengan cuidado con el anciano de gris. Su ruta le llevaba hacia el oeste, hacia Stumlad…
Es un día frío, pero luminoso. El sol reconforta a los vivos después de lo larga que ha sido la noche.
Hace horas que el grupo formado por cuatro hombres, un bárbaro y un gigante azul abandonaron la tumba sin nombre. Pero alguien queda allí.
La gran águila blanca, posada sobre la tierra aún suelta.
A través de sus ojos de ave contemplo el lugar donde mi hermano reposa. Al final tomó la decisión correcta, la decisión más difícil… Y pagó con ello con su propia vida. A pesar del dolor que eso me produce, me siento orgulloso de él.
Con un poderoso aleteo, la majestuosa ave alza el vuelo hacia el cielo azul. Alto, cada vez más alto, dispuesta a seguir al grupo que se dirige hacia el oeste, hacia Stumlad, para acompañarlos en su viaje, y a los peligros y a los retos a los que se enfrentarán cuando lleguen a su destino.
Ellos portan la llama de la esperanza.
Ahora lo que deben hacer es propagarla…
Comunidad Umbría se enorgullece de haber presentado…
Una partida para: El Reino de la Sombra
Galthor como Derlan Stoneheart, teniente de la Orden de Caballería de Stumlad
Sabueso como Orlant Crow, sargento de la Orden de Caballería de Stumlad
Anarpa como Petrer Stoneheart, excapitán de la Orden de Caballería de Stumlad
Maivelaer como Sertois Marr, explorador de la Orden de Caballería de Stumlad
Dirigida por Drágalin
El Reino de la Sombra: Prisionero
(25/10/2013 – 01/08/2014)
Y próximamente…
El Reino de la Sombra: Los Ausentes
Septiembre 2014