Partida Rol por web

Fausto asintió a las palabras de sus compañeros.

Continuemos entonces, seguro que hay más de estos a donde nos dirigimos.

El guerrero limpió su espada con las raídas ropas del orco muerto y se puso en marcha siguiendo el camino establecido.

Zurkor sonrió ante las sospechas del apotecario sobre la extraña curación de que había sido objeto el mago, pero no dijo nada. Ya su propia gente había recelado de el cuando mostraba sus poderes dragoniles y prefería no hacerlos publicos

- Bien hecho - aseguró a sus compañeros al ver la velocidad conque habían eliminado a los orcos - Solo que la próxima vez, dejenmé alguno a mi - bromeó al darse cuenta que no lo habían dejado participar en el combate

Avanzais por la descorazonadora carretera que va de Melvont a Refulgir, que apenas puede calificarse como una ruta de caravanas, y parece estar totalmente desprotegida. A pesar de ello, el primer día de viaje por este camino transcurre sin más incidentes, lo que hace que resulte tedioso. Anduvieron hasta que sus pies no podían más, y ahora que había caído la noche, iba siendo hora de montar el campamento y escoger las guardias para ese día.

Jed dejó caer el equipo pesadamente en el suelo cuando decidieron acampar. Se hacía viejo, sus cosas cada vez pesaban más. Con cansancio reticente sacó su libro de conjuros. Afortunadamente no tenía que estudiar demasiado, tan solo reponer los conjuros gastados y preparar un particulas más.

-Chicos, yo necesito una hora o así para preparar mis conjuros de mañana. Si no os importa, haré la segunda guardia, cuando haya acabado.

Jed alimentó a su halcón y le ordeno que descansara en las ramas más altas de un árbol cercano  para que avisara si veía algo extraño.

Yo haré la primera guardia.

Fausto se ofreció a ser el primero en hacer guardia. Era un hombre de pocas palabras. Acostumbrado a la vida solitaria se le hacía raro viajar con desconocidos por mucho que poco a poco les fuese conociendo.

El explorador tendía a adelantarse a los demás con la escusa de ir tanteando el terreno, pero la verdad era que no se hacía a la compañía. Y menos a la de aquel pequeñajo parlanchín. Necesitaba escapar de su continuo parloteo. Su aguda voz se había instalado en sus oídos de tal manera que incluso en la soledad le parecía escucharla dentro de su cabeza.

Mientras los demás se acomodaban dio un vuelta por los alrededores del lugar donde iban a acampar. Hizo acopio de ramas secas para mantener el fuego encendido en el caso de que así lo quisieran. Y buscó una rama de un árbol para hacer la guardia y pasar desapercibido al mismo tiempo.

- Entonces yo me quedo la ultima guardia - propuso Zurkor tras apoyar su guja en un afloramiento rocoso y estirar sus brazos.

Pese a que aún no era de noche, el mediano metió la mano en su morral y la sacó, sin siquiera revolver en su interior con una antorcha encendida en sus manos - Esto puede servir - murmuró mientras la acomodaba entre las piedras, tras subir un par de metros, cual una araña por la ladera rocosa al lado del camino. La antorcha fue acomodada con cuidado. Si alguien se acercaba sospecharía que había alguien de guardia, o por lo menos dormía en la altura. Sin embargo las mismas rocas no dejaban que la luz se observara a la distancia

- Si alguien nos quiere sorprender mejor que piense que hay alguien alli arriba - murmuró despues de descender nuevamente por las piedras, alejandose de la antorcha - Hagamos una fogata para cocinar algo - agregó mientras mostraba un pequeño conejo que que había atrapado mientras caminaba

... y así es cómo se hace un buen estofado de conejo salvaje. De otra forma, sabrá a gallina gorda y fofa, y esas no saben bien. Mi madre siempre decía que donde esté un conejo salvaje, que se quite lo demás. Eulendileas no había dejado de hablar todo el tiempo, excepto en aquellas ocasiones en que sus oídos escuchaban algo extraño, que se agazapaba casi en el suelo. Guau se acercaba, le daba un lametazo que le desestabilizaba y salía corriendo.

En esos momentos, Guau lloriqueaba. Tenía hambre, como su nuevo dueño. Guau olisqueaba entre las raíces, y de vez en cuando salía mordisqueando algo, pero no era suficiente.

Yo iré después de Jed. Guau me acompañará, ¿verdad que sí? preguntó a su perro, que estaba excavando en la tierra y no hacía ni caso.

Al pobre Demetrio le daba la risa tonta con los comentarios de Eulendileas, aquella bendita inocencia le permitía decir cosas como "conejo salvaje" sin ningún reparo entre soldados malpensados. Luego giró la cabeza al mediano al terminar de escuchar lo que decía.

- ¿No tienes provisiones, bisoño?

Rebuscó entre sus pertenencias, al principio sin hacer mucho ruido y luego con más fuerza, para cuando terminó sus ojos reflejaban una profunda vergüenza.

- Se me han caído ¿cómo es posible?

Cogió su instrumental médico y se pasó entre los que estaban todavía heridos, comentando mortificado la absoluta ausencia de provisiones en su haber.

- Cuesta creer compañeros que a estas alturas todavía uno pueda cometer errores de recluta. Espero haya algún puesto avanzado, caza o provisiones enemigas comestibles.

Mmm... empezó a registrar su mochila, sacando la lengua hacia un lado. Se escuchaban todo tipo de ruidos cada vez que movía el brazo, hasta que su cara cambió a la alegría

¡Sí, tengo comida! dijo, sacando unas raciones simples para unos tres días de su bolsa. Puso morritos de disgusto y frunció el ceño. Yo quería conejo salvaje, no esta birria

Si el master no te lo permite yo me resto otra y "convido"

Despues de todo tengo posibilidades de no necesitarlas algún día (por el forrajeo)... y además, que el curador te deba un favor siempre ayuda a la supervivencia (no, no la habilidad, sino la supervivencia en si misma ;-)