Intentas dormir en tu cama para dejar descansar la mente de todas las emociones que has tenido a lo largo del día. La cama parece lo bastante cómoda, más de lo que cabía esperar viendole las trazas a la posada en la que os habeis metido. No obstante algo corroe tu mente, como un ratón enjaulado, dándole vueltas a todo lo que teneis entre manos. Por un lado está el interés que pueda tener Garzhal en esta región. Claramente, el sitio no es gran cosa, un pueblo pequeño y un gobernador tirano. No es ninguna novedad, esto está lleno de sitios igualmente gobernados. Pero en este estaba la pecurialidad de la magia. No había ningún tipo de magia conocida en este lugar, ya fuera arcana o divina. Sin embargo, Alice usaba la telepatía para comunicarse, al igual que Harkor.
Un resoplido te saca de tus pensamientos. Tus compañeros duermen profundamente mientras sigues dándole vueltas al asunto. La información al llegar aquí era muy poca, pero no obstante, se ha ido destapando algo de lo que estirarle a la madeja. Lo que temes es que la madeja sea demasiado grande. Harkor es impredecible y no sabes por donde va a escapar.
Click click
Algo ha golpeado la ventana de cristal de la habitación...
Fälkeborg se dió la vuelta en la cama, tratando de ignorar el sonido.
Es el viento, que mece una rama tan larga como para que el árbol golpee la ventana.
Cerró los ojos... ¡Y los abrió de nuevo! Como platos. A aquel nocturno repicar no le acompañaba ningún silbido del viento al soplar. Se giró de nuevo y miró hacia la ventana...
Es la uña del dedo índice de la mano derecha de la esposa de Harkor. No pudo hablar con nosotros estando su marido presente y caminó toda la noche para poder decirnos algo importante.
Se levantó. No sabía porqué, pero no despertó a los enanos aunque a ellos les incumbiera si se tratase de información. Era casi como si Fälkeborg quisiese aprovechar para verla a solas y seducirla. Tomó un lateral de la ventana, con la espalda pegada a la pared, y con la mano apartó muy despacio la cortina del dormitorio.
Por la ventana abierta entra un poco de aire frío de la noche y otra piedrecilla cae al suelo de la habitación con un ligero sonido opaco. Por el bajo de la puerta se puede ver una luz intensa que ilumina la puerta dejando el marco iluminado en tonos naranjas mientras la puerta se sume en la más profunda oscuridad.
No puede escoger todo. O atiende a la puerta o a la ventana. Pero hay una tercera opción, despertar a sus compañeros. ¿Despertarles porqué? Esa luz en el pasillo puede significar solo que hay un cliente trasnochador. Si la luz es más intensa de lo normal... el semielfo no sabría decir si es luz sobrenatural o se debe al contraste con la oscuridad.
Se acerca sigiloso hacia la puerta y la cierra con llave. Eso debería darle tiempo a reaccionar si alguien intenta entrar a la fuerza. También dará tiempo a los enanos. Ahora podrá centrarse en los guijarros. Sacar la cabeza bajo el cielo nocturno y tratar de ver quién le despertó.
Una figura envuelta en blancos ropajes está deambulando por el patio. Es bastante alta, más que cualquier humano, y más ancha de hombros que los elfos o los orcos. Su rostro va embozado por una gruesa tela de colores oscuros y sólo se ven sus ojos, unas finas rendijas iluminadas de color naranja y rojo que parecen dos pequeñas llamas encendidas. Esa mirada te traspasa la mente y observa en tu interior, o al menos es la sensación que transmite. De pronto se escabulle por los oscuros rincones del patio.
Unos secos golpes suenan la puerta de la habitación acompañado del resoplido de sueño satisfecho de algún enano.
Espera, no entendí muy bien. Esos golpes en la puerta... ¿es que alguien la golpea con sus nudillos para que le abra o es que forcejea con el pomo para abrir?
Es un estruendo, como si quisieran tirar la puerta abajo, pero la puerta no se mueve como la típica puerta de madera de patada y la tiro abajo. Es como si le estuvieran dando con un ariete.
¿Eeeeeh...?
El que aporreaba la puerta bien podría ser un tipo igual de grande que el que le advirtió. Tomó la espada y colocó la espalda pegada a la pared, junto a la puerta. Si aquel... loquefuese lograba entrar, el filo de Fälkeborg se lo llevaría por delante.
Lo sentía por los enanos, pero les tocaba hacer el papel de cebos. Cuando el intruso irrumpiese en el cuarto, lo primero que vería y el lugar al que se dirigiría sería ese par de camas con enanos dormilones. Y entonces... ¡zas! Tajazo por detrás y a traición.
Eso era la teoría. En la práctica, Fälkeborg se puso a rezar cuando el siguiente golpe a la puerta hizo temblar también los tablones en los que se apoyaba.
Ezra, protege nuestros hogares...
del mal que afuera se esconde...
Tú viniste de lejanos lugares...
y eres quién a mi rezo responde...
La puerta salta en pedazos, lanzando astillas por todas partes. El estruendo es monumental y los enanos se despiertan. Parche echa mano de su mazo mientras Kheros se levanta y en un acto reflejo levanta a pulso la cama para que le haga de parapeto.
En el pasillo sólo reina el silencio. Un reguero de sangre se va colando por el umbral y va realizando trazos en el suelo a medida que avanza. Parecen formas confusas hasta que finalmente se detienen. Ha dado forma a una palabra, aunque de forma un poco extraña
Y no necesitas que te diga que palabra ha formado la sangre xD
¿Ah? ¿Qué?
Trató de no buscar una explicación. Si la sangre forma palabras, será cosa de la magia, como tantos otros prodigios extraños en el mundo. Pero la magia no es posible, Garzhal lo había dicho, en este pueblo. Aún así no cayó en la cuenta al principio...
La mente de Fälkeborg le dió prioridad a otro detalle. Al origen de todos esos galones de sangre. Supuso que alguien estaba en peligro, con graves heridas y que le podría ayudar. Pero antes de que pudiera salir al pasillo y ver qué ocurría, la sangre que fluía terminó de dibujar la palabra.
¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
La palabra maldita, que no se atrevía a pronunciar desde aquella extraña visión. Dolía al leerla. El miedo le atenazó y no reunió valor suficiente para pasar por encima de Vërater, y cruzar la puerta. Estaba atrapado en esa habitación, como si la sangre produjese algún tipo de influjo sobre el trastornado guerrero. Se dejó caer de rodillas, sollozando.
Aún tenía la espada en la mano. Como si fuese parte de una receta que debe seguirse a rajatabla, el semielfo cumplió su papel en el ritual: pasó el filo de su acero por su muñeca y dejó gotear su propia sangre sobre Vërater.
Siempre me pasa que me meto demasiado en el papel... :)