La visión de la izquierda era placentera, agradable, benigna, con un final feliz, lleno de amor, familia y amistad. Todo lo que una persona querría en este mundo. Di un paso hacia allí, esperando sentir esa felicidad. Solo tenía que gritarle a Therusia que volviera a poner el anillo en el dedo de la estatua de piedra para atar nuevamente a ella al espectro. Todo era tan perfecto...
Pero algo me hizo volver la mirada a la visión de la derecha. Oscuridad, pena, soledad... todo indicaba que sería un camino penoso y difícil y que al final de él solo esperaba la muerte. Seríamos olvidados e incluso vilipendiados, veríamos morir a amigos y familiares, no tendríamos nunca descanso... ¿Quién querría coger esa senda? Volví a dar un paso hacia la izquierda.
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Me paré en seco. ¿Iba a escoger una vida feliz sin Beran? ¿Le olvidaría tan fácilmente y borraría de mi recuerdo su cara? Quizá en el otro camino pudiera encontrarle y vivir una breve existencia juntos, aunque fuera efímera. ¡Y destruiríamos para siempre al espectro! Con un gran coste por nuestra parte, pero libraríamos al mundo de ese malévolo ser. Me quedé pensativa.
... ... .. .....
Giré en redondo y silbé a Caín, indicándole que me siguiera. Afrontaríamos esta decisión juntos e iríamos en busca de Beran, aunque eso significaba nuestra muerte, después de vivir un infierno. Avancé hacia la visión de la derecha con todo el coraje que pude reunir. ¡No dejaría de buscarle, nunca!
La grata sorpresa de ver las llamas encadenando el remolino de sombras que era el espectro en esos instantes fue rebasada por lo que debía ser eso que llamaban una epifanía. Las palabras de la enana parecían no sólo retumbar en el interior del fantasma sino en la misma estancia, haciendo añicos la propia realidad del galadhel. Mientras raudos virotes volaban en dirección al enemigo el tiempo semejaba detenerse para el elfo. O mas bien era él el que suspendía su existencia momentáneamente conforme alcanzaba a observar el resultado, incluso centurias después, de las ulteriores decisiones de este encuentro.
Lórien. Fue Lórien. La visión del devenir de las eras en el Bosque, sus gentes y lo que representa, lo que definitivamente tocó el espíritu del elfo. Lo que provocó que sus olivinos terminaran de enrojecer y generaran lágrimas de añoranza, amor y desconsuelo. Realmente no había pasado mucho tiempo desde que había dejado su hogar, pero las últimas experiencias aparentaban alejar esa partida. Deseaba reencontrarse con los suyos, departir con sus familiares sobre lo ocurrido e informar a la señora de lo acaecido durante el viaje. Deseaba volver y vivir en paz el resto de su larga existencia. Convertirse en un gran artesano del metal, empaparse de saberes escritos y hablados, crear poemas y canciones, hasta que sus humores irremediablemente le rogaran navegar hacia las tierras mas allá del mar, destino último de todos los descendientes de aquellos que vieron una vez la luz mas pura.
Volver a su antigua y casi enclaustrada vida sería lo mejor para él. Una vida en la que las mayores emociones llegarían de compartir con la comunidad experiencias, descubrimientos y creaciones. Sin duda sería lo mas sencillo y cómodo, pues había quedado claro que tampoco había nacido para combatir. Pero también sería lo mas egoísta. Porque, ¿y si era éste el foco del mal que generaba esos nubarrones alrededor de las montañas? ¿Y si, por muy bien sellados que dejaran estos ruinosos salones, conseguía alguien acceder a ellos? ¿O si la misma sombra se desatara por mero cúmulo de poder? Si dejaban este mal antiguo dormido nuevamente, es posible que mas adelante tornara a despertarse, de una u otra forma. Mucho, mucho mas adelante en el tiempo, mas incluso del que le pudiera restar a él en estos lares. Y sin embargo, mas allá del fin de su feliz experiencia vital en Endor los habitantes de Lórien podrían verse afectados por esa empresa no terminada. Y los de los Salones de la Montaña, y las comunidades de hombres y enanos que aún pudieran vivir alrededor de las Hithaeglir.
La otra opción prometía desazón, penuria y sufrimiento para los que la abrazaran. Era una historia lamentable, repleta de amargas derrotas y pírricas victorias. Una de esas con áspero final para los mártires anónimos pero feliz desenlace para el resto, pues el sacrificio de los que eligieran esa senda repercutiría en una mas probable paz para los que morasen las tierras bañadas por el Anduin mucho tiempo después.
Elegiría pues, con mucho pesar, la segunda opción. Escogería compartir penas con esas valientes damas humanas, que aunque mucho mas jóvenes que él le sorprendían una y otra vez, mostrándole nuevos conocimientos y emociones. Elegiría discutir y enojarse con una terca enana que no le tenía ningún aprecio, en vez de reír y poner en común el gozo por la vida con los suyos. Optaría por vivir épicas aventuras en lugar de disfrutar leyéndolas. La sorpresa de no saber donde llevará un nuevo camino en vez de la monotonía del continuo aprendizaje al amparo de una comunidad imperecedera.
De vuelta al momento presente, y con lágrimas en los ojos, Ithildir soltaría su espada y se lanzaría a abrazar a la obstinada enana para tratar de infundirle ánimo y compartir su aflicción. Con la antorcha y su mirada firmes en dirección hacia el volátil ser, apretujaría a Therusia hasta que todo terminase. Y luego, si le fuera permitido, continuaría acompañando a las féminas en sus peripecias hasta deshacer por completo el mal desatado, y los que apareciesen por el camino.
Por fin he conseguido desquiciar al elfo :D
Táchese todo lo de arriba. Definitivamente Ithildir le quema las barbas a la enana.
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Meneo la cabeza con extrañeza, pues mi escaso poder no debería permitirme ni discernir la más simple de las disyuntivas, pero realmente no había mucho con elegir.
Permitir que este Espectro o lo que sea "viva" de vuelta a su "lugar de descanso", con la posibilidad de que en un futuro vuelva a ser libre o asegurarse de su destrucción, o tal vez de su transformación, a cambio de un sacrificio que no quería que ocurriera. Malos augurios además, me parecían que acompañaban al sacrificio por si por sí sólo no me hubiera decidido.
Concentro mis pensamientos en la vulgar y anodina vida que pudiera ser, encadenando otra vez el espectro a la estatua de roca, con el anillo, pero esta vez, va a tener un sello adicional.
Por la piedra, el fuego, la madera, el acero.
Por las gotas de agua y el silbido del viento.Tres veces impongo esta maldición.
Que las gotas de agua modelen la piedra,
y encierren la estatua en una tumba caliza.
Que la estatua que aprisiona al espectro,
se recubra de ámbar y corácea cristalina.Que el viento penetre en la roca y retumbe en la montaña,
que la piedra tiemble como madera podrida y quede cubierto,
enterrando la estatua y a su ocupante bajo escoria pedregosa.
Que no hoye herramienta de acero ni lo deje al descubierto.Que las llamas del fuego sagrado ardan siempre vigilantes,
que la llama apague al frío espectro, que duerma eterno.
Que nadie pueda despertar a aquel que yace bajo piedras errantes,
que la magia de los hombres del bosque lo mantenga siempre quieto.
Dicho esto, coloco al pie de la estatua la lámpara. Vale, no es la Lámpara de Balthi y desde luego yo no tengo el poder de los antiguos para crear una réplica semejante, pero al menos, un tenue reflejo sí que puedo.
Y lo hago.
Ignoro si además, es una ilusión o de verdad hay alguna posibilidad de modificar el futuro, pero por si acaso no es una vana esperanza y un sueño insustancial, deseo algunos cambios más en la imagen de la izquierda en la que me aseguro de que salimos todos intactos y sin cambios que nos oscurezcan el espíritu de este lugar.
Tiempo ha de volver a este lugar, si hemos de solucionar algo que hayamos torcido. Pero como se suele decir, eso es otra historia. Luego me concentro en el presente, que ya vale de ensoñaciones y me enfoco en la realidad, pues aunque a veces los poderes caminen parejos en el camino de lo invisible y esotérico y lo terrenal, al final estamos en la Tierra Media.
Miro a mi alrededor.
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Invoco todos mis poderes que pueda tener acceso, Versos del Saber (para la magia), Astuta (para darle forma), Canción Restañadora (para curar nuestros daños no visibles), Conocimiento de las Montañas Nubladas (para conjurar los elementos) de la tumba de piedra.
Yedra se dirige hacia la estatua del enano y comienza a susurrar palabras en un idioma olvidado, coloca su mano sobre la mano extendida del Rey y busca la forma de volver a encerrar al Espectro en su sarcófago de piedra y metal.
Amaltea con lágrimas en los ojos mira a Therusia mientras llama a Caín a su lado, no quiere pensar en dejar aquí prisionero un mal que no será destruido. No quiere pensar en un futuro tranquilo mientras en su conciencia pesa una búsqueda no terminada. No... su mente tiene que plegarse a los deseos de su corazón y le susurra a la enana Atrápalo
Ithildir se olvida del paso del tiempo de su pueblo, ha sido tocado por la fuerte voluntad de unos hombres, mujeres en este caso, a los que en su día de forma equivocada consideró débiles y que ahora admira por lo difícil que resulta doblegarlos. Se olvida de las canciones de otros tiempos donde los héroes que dirigían a los elfos comandaban ejércitos contra enemigos abismales. Ithildir recuerda que tuvo visiones donde el mal era un humo negro dominando la montaña y ahora tiene delante la oportunidad de destruirlo quizá definitivamente en lugar de un encierro temporal. Pone su mano sobre Therusia que sufre conteniendo un anillo que le quema la mano.
Therusia grita. Aúlla de dolor. El metal helado quema su piel y le provoca un dolor que jamás había conocido. Lágrimas recorren las mejillas y terminan empapando la barba sucia y ensangrentada, los dedos tensos y rígidos como metal tiemblan como reflejo del sufrimiento que provocan las oleadas de espirales del cuerpo del Espectro que son absorvidas por el anillo. Pero de algún modo la mirada de la enana refleja confianza, más allá de toda lógica, más allá de la razón ella aguanta con la vista al frente mientras sus gritos resuenan en la sala.
La letanía de Yedra se hace eco de los gritos y parece que cada una de sus palabras estuvieran golpeando el metal y la piedra como si fueran martillos. Su voz sube y baja, baja y sube nuevamente llamando de vuelta al ser al lugar del que salió. Sentís sus versos como un canto primordial unido a la Canción que dió forma al mundo, sus palabras son poder y no hay forma de resistirse a su mandato.
Y el espectro se deshace, se deshilacha... La mayor parte de su cuerpo ha terminado dentro del anillo que ahora palpita dentro del puño de Therusia y otra parte, pequeña, ha vuelto a su prisión dentro del cuerpo del Señor Enano y la mano de Yedra, sudorosa, sigue golpeando rítmicamente la piedra y el metal que dan forma a la estatua. Therusia poco a poco vuelve a moverse, sus dedos agarrotados no pueden abrirse y cada pequeño avance le cuesta toda la energía de la que parece tener y aún asi después vuelve a moverse, despacio, muy despacio. Ithildir va a decir algo y por primera vez en su larga vida no haya las palabras adecuadas para reflejar lo que está viendo delante de él. El poder de las palabras de Yedra ha devuelto a su sarcófago pétreo al Espectro y a la vez la voluntad inquebrantable de Therusia apoyada por vosotros ha obligado al Espectro a volver al lugar donde ha reposado durante milenios y ahora su poder y su malicia han quedado rotos y separados, vencidos pero aún con una especie de novida que todavía no ha finalizado.
La sala queda en silencio. Therusia ha dejado de gritar. Yedra ha dejado de cantar. El silencio os envuelve. Nada más. En mitad de una enorme sala ahora cubierto el suelo de trozos de piedra negra, rodeada por columnas donde aún descansan los cadáveres de muchos enanos hay una enana arrodillada que sujeta con una mano el puño cerrado de su otra mano, junto a ella un alto elfo solo se ve capaz de colocar una mano sobre su hombro deseando poder liberarla de parte del dolor que está sufriendo. Se oye el sonido, llenando ahora el silencio, de Caín que se ha apartado de Amaltea, que intenta recuperar la respiración, y caminando con cautela llega hasta donde está Therusia y lame su cara limpiándola de sudor, sangre y lágrimas. Es el primer gesto de cariño del animal y no puede ser más sincero.
Yedra os mira desde el centro, apoyada por puro agotamiento a los pies del señor enano. No era éste el final que había esperado, pero es el que hay. Mira el puño cerrado de Therusia y sabe que ahora tienen un problema que resolver. Con trabajo,mucho trabajo, se pone en pie haciendo sonar sus huesos. Tenemos trabajo... mucho trabajo por delante para arreglar... todo esto dice mientras mira a su alrededor. La primera respuesta es un ladrido seco y fuerte. Ya hay un primer voluntario para el viaje que se avecina.
Los lametazos de Caín, aunque apestando a aliento de perro, fueron como agua fresca para una dolorida Therusia, que poco a poco, fue recuperando la respiración. Torpemente, pero muy agradecida, acarició al perro, que parecía estar dispuesto a unirse a donde fuese que tuviesen que ir. Algo que había estado poco claro antes pero que ahora, con la acción de Yedra era un camino aún más extraño. Sin levantarse, posó la mano sobre la del elfo, que había estado intentando apoyarla.
—Gracias Ithildir— dijo apretándola levemente. Quizás hubiese conseguido encerrar al espectro en el anillo sin su ayuda quizás no, pero claramente, había sido la mano del elfo en su hombro lo que había impedido que perdiese la cabeza en el proceso. A pesar de sus magulladuras y las heridas, la enana consiguió levantarse e inclinarse a modo de saludo respetuoso—. Sin tu presencia no hubiese podido aguantar. Tienes mi agradecimiento y si la aceptas, mi amistad.
Parecía que la enana estaba dispuesta a dejar atrás viejos resentimientos. El que ninguno de los allí presentes hubiese huido a pesar de que aquel ser no les perseguiría y a pesar de que había sido ella quien había removido al viejo espectro, le había llegado muy hondo. Ya conocía a las dos mujeres y había entablado amistad con ellas aquel invierno, pero lo que habían hecho era impresionante
—Gracias también a vosotras, Amaltea y Yedra, que vuestras flechas sean siempre certeras. Muchas gracias.
Therusia miró a su alrededor y volvió a sentir un escalofrío. Un escalofrío que quedó en nada en comparación con el que sintió al abrir la mano y ver aquel anillo de nuevo. No tardó en volver a cerrarla y suspirar mirando al techo. Tenían que descansar, pero no lo haría rodeada de cadáveres, tenían que hacer algo con aquello, pero no sabía como, buscar ayuda, avisar a elfos, humanos y enanos, pero ¿podrían volver al Salón del Bosque?
—Y ahora... ¿qué?
El espinoso silencio fue roto por palabras y ladridos de remiendo, junto con algún lametón. El galadhel quedó pasmado al escuchar por primera vez su nombre de la boca de la enana, seguido de aquellas otras palabras que en su opinión eran prácticamente imposibles de oír de un nogoth hacia alguno de su especie. Por unos instantes no supo que decir, y se limitó a mostrar una leve sonrisa. La ayudó a incorporarse antes de abrazarla de nuevo, esta vez de forma afectuosa.
—Eres testaruda como la roca de estas paredes, Therusia. Yo... siento no ser un diestro espadachín, pero te aseguro que voy a mejorar. Prométeme tú cuidarte un poco mas, y aprender a retroceder cuando sea necesario. Será un honor atesorar tu amistad, y extenderlo a las damas Amaltea y Yedra, si ellas están de acuerdo —contestó sonriente.
—No termino de comprender si era éste o no el foco del mal que comenzaba a dejarse notar alrededor de las montañas. Muchas cosas dejamos atrás, probablemente, mas ahora debemos volver y descansar. Prometo acompañaros en la ardua travesía que terminará por destruir este mal. Y os prometo que volveremos aquí, mejor preparados para limpiar la sombra de estas mansiones enanas. Vamos, apóyate en mí. Yedra, Amaltea, ¿os importa tomar las antorchas?
Pues si. Por mi parte ir al Salón de la Montaña es bien. Pero sigo sin tenerlo muy claro, dire. ¿Nos teletransportaríamos allí para comenzar la nueva aventura? ¿O la idea sería empezar tal y como estamos desde aquí y hacer del viaje de regreso la nueva aventura?
Ay...ayer estuve muy malito y hoy todavía no soy persona así que estoy de pensamiento lento y torpe.
Quiero hacer un post resumen/cierre
Ahora tenéis a un espectro encerrado en un anillo que de alguna forma tuvo el poder de destruir a esta ciudad de los enanos. Por desgracia el mal se ha dividido y la mayor parte está encerrada con Therusia y una pequeña parte en lo que era su sarcófago encantado (que al haberse quedado sin el anillo que parecía ser el sello tampoco sabéis que poder real tiene de contención)
Podéis volver al Salón de la Montaña a darle las tristes noticias a los enanos que allí quedaron, podeis ir a otro sitio en busca de respuestas...
Empezaremos la siguiente desde algún lugar civilizado que pueden ser los aposentos de Arnulf, el Salón o algún otro lugar. Curadas las heridas y recuperado un poquito (muy poquito) de esperanza.
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Tras colocar la lámpara colgando en las cercanías, con la luz desparramándose por la estatua y la estancia, termino los últimos encantamientos. Me queda una sensación agridulce, pues no está aprisionado al completo el espectro, pero al fin y al cabo, no está tan mal. Una nube de humo no puede ser dañada por una espada, pero puede su insustancial sustancia ser dispersada por un viento lo suficientemente fuerte y más o menos, hemos hecho algo parecido.
Luego examino a la enana, bien, parece que mi temor no se ha cumplido y la parte que queda confinada en ese anillo no es suficiente para que se haya transformado Therusia en otro espectro como temía. Quizás después de todo, se pueda destruir ese anillo y que Therusia sobreviva al proceso, al no tener el espectro todo el poder concentrado.
Luego recuerdo las palabras que he pronunciado y los versos del poder y...
- Deberíamos salir de esta estancia antes de que se derrumbe, - y sin más preámbulo tiro de la enana y elfo como si fueran dos niños pequeños, de camino a la salida.
- Vamos Amaltea, y Caín, salgamos de aquí. -
Mientras nos apoyamos los unos en los otros, pensamos en los siguientes pasos, pero claro, primero salir, luego descansar y luego ya se verá, paso a paso...
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Todo sucede muy rápido, tanto, que no logro retener todas las imágenes que mis ojos captan. Cuando todo termina, dejo caer mi arco al suelo y me doblo hacia adelante, apoyando las manos en mis temblorosas rodillas. Respiro hondamente varias veces, con los ojos cerrados. Cuando los latidos de mi corazón parecen bajar su frenético ritmo, me estiro y miro alrededor. ¡Hemos vencido al espectro! Pero no del todo. Miro a la pobre Therusia y un dolor interior rasga mi corazón. Me agacho y recojo mi arco, mientras que Caín se adelanta para lamerle la cara a la enana. Cuando logro dar unos pocos pasos, me doy cuenta de lo cansada que estoy. Los demás parecen estar igual o peor que yo, pero estamos vivos, cosa que me llena de alegría.
-"Está claro que a partir de este momento, nuestros destinos se han unido para siempre, amigas. Y sí, voto por irnos cuanto antes de aquí." Les dije, mostrando una amable sonrisa, cosa que no habían visto nunca en mi serio rostro.