No iba a ser necesario que Daniel se lo dijera dos veces. Tan pronto como el joven franqueó el paso Elisabeth se precipitó fuera y se dispuso a atravesar la venerable biblioteca. Pero no hubo dado dos pasos cuando se dio cuenta de que Daniel no la seguía.
- Daniel, deprisa, no puede hacer nada por él ya. El destino que el profesor llevaba eludiendo tantos años lo ha encontrado por fin y hagas lo que hagas tú no podras cambiarlo. ¡Cierra esa puerta o déjala abierta, tanto da, pero muévete si no quieres unirte al sino de tu mentor! -
Elisabeth miró a la vasija que llevaba en sus manos y se dio cuenta que ella misma se estaba forjando un destino idéntico al del viejo profesor. Si huía con aquella vasija, fuera lo que fuera el dueño de su contenido la perseguiría hasta el mismísimo infierno. En ese momento decidió que no era la heroína que ella misma había soñado. Al menos no del tipo de heroína que se enfrenta a diario a los poderes del infierno. Quería ser feliz. Y bajo aquella premisa depositó la vasija que portaba en el suelo.
- Yo desde luego no quiero quedarme para compartirlo. - sentenció y se giró para darle la espalda a todo aquello y dejarlo atrás.
Con la mano en el picaporte de la puerta y el otro brazo ocupado con las vasijas, Daniel observó a la señorita Stauton con los ojos abiertos por la incredulidad.
-Pero ¿¡qué hace?! necesito su ayuda y no podemos darles lo que buscan...habrá que buscar la solución ¿no?-le gritó perdiendo todo atisvo de su buena educación y su toque de joven despistado. Tras echar un ultimo vistazo a la escalera cerró la puerta con un golpe del pie y se agachó junto a la vasija que había dejado la joven. Haciendo aspavientos y a punto de tropezarse con una esquina de la gabardina, la recogió y tras asegurarla entre sus brazos junto a las otras echó a correr en post de Elisabeth.
Elisabeth no se paró, pero sí aminoró el paso para dejar que el joven le alcanzara.
- ¿Buscar una solución? - Elisabeth esbozó una sonrisa irónica sin mirar a Daniel - ¿Para qué problema? ¿Para el de cómo paramos a una antigua fuerza del mal personificada en un sacerdote egipcio que lejos de estar pudriéndose en un sarcófago nos está dando caza como conejos? - se frenó en seco y miró directamente a los ojos del arqueólogo.
- Yo sólo veo una solución, dejar de participar en el problema. ¿Cual es su tesis doctor? - terminó con sarcasmo.