Me levanto pronto, como cada mañana. Preparo rápidamente un desayuno cargado de verduras, y organizo lo que me tengo que llevar. Mi casa es grande, con muchas ventanas, casi tan grandes como puertas. Me gusta mucho la luz, y mis queridos insectos necesitan numerosos huecos por los que salir de la casa.
La verdad es que fabricarme mi propia casa tiene sus ventajas... A pesar de los inconvenientes de vivir en las afueras de Konoha, por tener que madrugar cada día, el esfuerzo es compensado. Mi hogar es tranquilo y apacible... Vivo cerca del nacimiento de un río, rodeada de enormes árboles. Estos terrenos pertenecían a mis padres, hasta que dejaron de vivir aquí. Yo los aproveché, y durante años trabajé duro hasta construir mi refugio.
Éste tiene la forma de una hormiga gigante. Ya sé que mis insectos no son hormigas, pero este tipo de hormigas se encuentra en numerosas ocasiones en simbiosis con el tipo de mis insectos, ya que éstos consiguen comida a cambio de su protección. Por lo que no podía haber elegido mejor forma para mi casa. Gracias a sus curvas, el agua de la lluvia resbala hasta bajo, sin causar problemas, y las ventanas quedan cubiertas por las patas. Casi parece que un día vaya a salir andando...
Después de un par de vueltas por las tres habitaciones de la casa, me aseguro de que no se me olvida nada, y salgo directa hacia los campos de entrenamiento, tal y como dijo el sensei Nataku.