Partida Rol por web

Esta vez el garrazo se lo llevó en el costado, después de intentar proteger zonas más vitales del cuerpo. Pero quizá solo gracias a que Agatha se metió de por medio llamando la atención del animal fue que se salvaría de ataques más graves. De nuevo, utilizó todo lo que estaba en su mano para sanar a quienes veía en mayor peligro; realizando la misma acción que antes con su vara, junto al sonido de las campanas.

-Dos menos.- Digo en un murmullo, manteniendo la cuenta de los enemigos que finiquitaba. Era un juego tonto que heredé de mis primeros años de servicio, una mala manía que no podía ser más insignificante en momentos donde nuestra vida estaba en juego.

Mi concentración se mantuvo en el grupo pese a la criatura que ahora mismo, de forma más que literal, estaba apunto de morderme los talones. Mi posición aún era buena y posiblemente podría mantenerle un rato más a ralla, además de que el combate se estaba terminando de todos modos. Sin embargo, mientras más combatíamos, no podía evitar sentir más dudas. 

-¿Por qué no se largan?- Musité. Fuego, metal, sangre, la perdida absoluta de su ventaja numérica... Y no tenía pinta de que se fuesen a marchar. Por desgracia esa distracción temporal hizo que casi me mordiesen. Definitivamente mi intento de ayuda a Saphir tendría que esperar si quería salir vivo, por lo que pronto disparé dos flechas a insistente animal que no paraba de saltar hacia mi. 

Por mi parte, veo que la situación empieza a estar controlada. Y es que una chica de taberna no podría esperar mejor compañía que estos magos y esta gran guerrera.

— Buen golpe, Kallista ¡Y Raven, agacha la cabeza!

Empiezo a concentrarme en la punta de mi cetro. Algunos creen que cuando lanzas un hielo lo que haces es lanzar energia de frio. Pobres ¿Es que no saben que el frio no es una energía, sino la falta de calor? Bueno, supongo que para la mayoría de la gente común no necesita saber más.
Lo que conjuro es una LEY. La negación del frio. Los magos usamos nuestra voluntad no para 'traer' energía ¡Nuestra palabra vuela, siendo la ley que altera el mundo!

Aunque lo que todos vean es como creo un orbe azul en mi bastón, y lo lanzo contra el lobo que está acosando al arquero.

— Va̭͉ṣ͈͔͓͖̩ F̹͖̗̻͉ri͓͉̥̰͖̗o̻̙̻̹̩ !!

Como en toda batalla, las cosas se podían dar vuelta fácilmente. Aunque estabamos en desventaja numerica, pronto logramos volver la situación a nuestro favor pero no era razón para bajar la guardia. Aún con la guardia en alto no pude esquivar las dentelladas y garrazos que desgarraron mi piel desprotegida. El sabor de mi sangre parecía ser suficiente para que esas fieras quisieran venir por más. El dolor fue tan intenso que solo pude ahogar mis gritos mordiendo con fuerza mi labio hasta que también se manchó de carmesí. " Si gritas, asustarás al resto" me repetí con la respiración entrecortada y los ojos nublados. Afortunadamente para mi Saphir aplacó pronto mi dolor, lo supe por sus gestos y por el alivio que sentí, así como el hecho de que algunas de mis heridas se cerraron. 

- Gracias- musité mirando con aprobación a la sacerdotisa. 

Mi espada dejó un surco en el suelo en lo que yo tomaba impulso para atacar. Los rayos de Mortimer cayeron antes de que mi espada lo hiciera por lo que decidí acabar con aquel que se veía en mejor estado. Ataqué por el costado del animal solo para mirar de reojo a aquel que atacaba a Saphir y Agatha

 Por otro lado Agatha no fue la única que quedó con la boca abierta cuando Lavinia mostró esas habilidades ocultas que jamás imaginé que tenía. 

- Lavinia, protege e Saphir. Raven se las puede arreglar bien solo.- dije luego de ver como su bastón se iluminaba dirigiendo un rayo helado al lobo enemigo a los pies del árbol dónde el arquero se encontraba.

Un aullido lejano entre los árboles alerta a todos los lobos del lugar, que alzan sus orejas con prontitud y adoptan poses defensivas antes de intentar huir. Los demás lobos de la manada consiguen escapar a duras penas, algunos más heridos que otros. Incluso uno parece haber perdido una pata, a juzgar por cómo huía de uno de los hombres armados de la comitiva, que había cercenado su miembro con un hacha de leña. 

No obstante, no tanto es así para los que se enfrentaban al grupo, pues estos, aunque consiguen poner distancia de por medio, son acribillados por la magia, las flechas, los embates y el hielo en conjunto. Sus cuerpos caen lánguidos al suelo, rodeados de sangre, electricidad estática y neblina. Los aullidos de los pocos lobos que quedaban resonaron a través de la espesura, indicando lo que a todas luces había sido una incursión demasiado osada incluso para un grupo de animales salvajes tan bien nutrido como ellos.

Sin embargo, las pérdidas se contaban en ambos bandos también. La mayoría habían salido heridos de poca gravedad, o presentaban profundos cortes y mordeduras que, si bien eran peligrosos, no supondrían una amenaza para sus vidas. Pero sí que había habido unas cuantas bajas. Un chico había saltado de una de las carretas para correr hacia el que parecía su padre, desfigurado en el suelo por un bocado que le había arrancado un ojo y parte de la mejilla. Una de las mujeres había sido desgarrada por el abdomen, y sus intestinos se habían desparramado por el suelo. Para ellos dos no había nada más que hacer que otorgarles un entierro digno.

— No lo entiendo... Los lobos crepusculares no suelen atacar así como así - explicó entre jadeos, guardando su daga ensangrentada en su cinto con un más que visible temblor. — Deben de haber sido movidos por algo para enfrentarse a un grupo de personas tan grande. Y más aún estando armados. Son bastante listos para ser bestias salvajes. Creo... - Agatha murmuró por lo bajo, mirando hacia todas partes observando el caos que se había formado alrededor. Al ver la escena de la mujer destripada se llevó una mano a la boca, girándose incapaz de contener las arcadas.

— Necesito pensar... - dijo tras expulsar el contenido de su estómago sobre el suelo, pálida como la cera. Se subió a la carreta donde anteriormente descansaran Mortimer, Lavinia y Amet, que aún continuaba inconsciente. — Quizá es pedir mucho, pero... ¿podéis ayudarles? Necesitarán ayuda para... bueno - dejó la frase en el aire, encogiéndose sobre sí misma con los brazos abrazándose las rodillas antes de cerrar los ojos. Estaba claro para lo que necesitarían ayuda aquellas pobres almas después del ataque que habían sufrido.

"Entiendo" le digo a Agatha, quedamente.

Sin dudarlo, me voy hacia el pobre niño que ha saltado de la carreta, el que está con su padre, e intento consolarle

"Tranquilo, chico ¿Cómo te llamas?" le digo "Tu padre ha sido un hombre increible. Nos ha salvado la vida a todos. A todos" remarco, intentando alejarle del lugar.
Quiero que el chico recuerde a su padre como alguien bravo, no como un cadaver al que le falta medio rostro.

Eso, y de paso dejarle a los demás el marrón de cavar tumbas, mientras yo uso mis trucos de camarera de posada para intentar calmar a los supervivientes.

Saphir se tomó unos minutos para recomponerse de la tensión del momento. Tanto ajetreo letal en solo un par de días la estaban dejando bastante mermada, además de sus heridas. Intentó reponerse de estas con sus milagros. Agarró la vara con ambas garras y cerró los ojos; moviéndola en círculos, se procuró una rápida cura para sí misma. La carne del brazo y el costado se repusieron hasta casi repararse del todo.
Miró aquella escena con una mezcla de asco, pena y apatía. "Dos trabajos que nunca terminan", pensó al ver los heridos y muertos. Luego, a lo que mencionaba Agatha no le puso objeción. Se dirigió aún algo dolorida a ocuparse de los cortes de garra y mordeduras con las pocas energías que le quedaban, canalizando su fe para sanarles del todo, o al menos con vista a que mejoraran lo más rápido posible y se evitaran infecciones. Pasaría a revisar también a su Lavinia, Mortimer y Kallista — que estaban en peor condición — haciendo lo mínimo por mejorarles. Después de eso intentaría ayudar cavando, aunque su escualida complexión no haría que el trabajo fuera mucho más rápido. Por último dedicaría unas oraciones a las almas de los caídos, pero sin buscar interponerse entre el dolor y las creencias de los tafeldianos, por lo que las dejaría para sí una vez las inhumaciones estuviesen hechas.

-¡Eso largáos chuchos!- Con la huída de los lobos poco me falta para caerme de la carreta, pues la ira me lleva a perseguirlos. Piernas cortas, pescante alto... mala combinación. Surpiro en el suelo de la misma cuando siento la curación que me envía Saphir, la heroína del combate sin duda alguna. -Gracias.- Y procedo a tratar de verme el reflejo en alguna superficie reflectante... como un cucharón. Con el alma dividida.

Una cicatriz bien chula podría estar bien. Pero si es fea mejor ninguna... a ver como ha quedado...

Ni soy capaz de arrastrar los cuerpos de los caídos ni desde luego voy a cavar una tumba. tampoco se me da bien tratar con niños... en poco puedo colaborar. A menos... Me asomo fuera de la carreta.

-Eh... ¿Preferís quemarlos en una pira en vez de enterrarlos? Será más rápido y... es decir... nadie se va a acordar de donde están las tumbas como para venir de visita o algo, aquí perdidos en mitad del bosque. Los puedo quemar en un momento...

Cuando los lobos que los atacaban cayeron o huyeron Kallista hizo el ademán de seguirlos para rematarlos. Sin embargo a los pocos pasos cambió de opinión, en su lugar limpió la sangre de su espada cuidadosamente analizando los daños recibidos.

- Tienes razón Agatha, no se mucho de animales, pero si se que haber visto esas Manticoras sobre nosotros antes del ataque no fue una coincidencia.- la mirada de la soldado parecía perdida en algún punto inexacto del bosque pero solo por el tiempo que le tomó dejar impecable la cuchilla de su espada bastarda.- Descansa Agatha, haz luchado bien hoy. Todos lo han hecho.

La calidez en su voz y mirada habían vuelto, aunque estas solo sirvieran para cubrir la preocupación que sentía. Se sentó un momento para recibir las atenciones de Saphir. Nuevamente la calidez de la magia cerraba sus heridas, detenía el sangrado y disminuía el dolor en su desprotegido cuerpo.

- Sin ti no hubieramos sobrevivido- dijo a la sacerdotisa con una leve sonrisa. Aún le quedaban algunas heridas y golpes pero no se permitía mostrarse debil ante quienes la rodeaban, ya que ello solo los preocuparía.- Ahora ya se que siente un cangrejo sin su caparazón.

Se levantó y arrastró los cadaveres de los lobos que estaban menos fritos para que los aldeanos los carnearan y tomaran lo que pudiera servir para alimentar al grupo. Estaba cuidando en exceso sus maneras, a diferencias del combate dónde solo se concentraba en los resultados y la eficiencia, ahora creía que lo que necesitaban todos allí eran palabras amables y modales suaves.. Escuchó lo que Mortimer proponía, por lo que se acercó a él, con seriedad pero sin que sonara a regaño agregó...

- Una fogata llamaría la atención de quienes sea que estén en los alrededores. Además murieron luchando merecen un reconocimiento apropiado.- Se agachó para poder bajar la voz y que solo Mortimer la escuchara.- Estas personas han perdido mucho y tener la oportunidad de al menos despedirse es lo menos que les debemos, incluso si olvidan dónde están las tumbas, el saber que existen les traerá paz en sus días oscuros.

Volvió a levantarse y en voz alta agregó...

- Los que todavía puedan moverse busquen piedras, ramas y hojas- fue a por una pala para empezar a cavar un agujero poco profundo.- No tenemos tiempo para cavar un agujero lo suficientemente grande para que las bestias no lo profanen, pero las rocas evitarán que los animales carroñeros accedan a nuestros difuntos tan fácilmente. 

Dicho eso se concentró en cavar mientras pensaba en una forma de mantener alejados a los enemigos.

-Se marchan.- Murmuro para mi mismo, recalcando lo evidente mientras observaba a los animales marchar en retirada. Luego de comprobar mis alrededores, finalmente descendí del árbol y comencé a recoger las flechas incrustadas en los cadáveres de los animales, dejando mientras tanto que la adrenalina del combate se dispersase poco a poco. Eventualmente acabaría acercándome a la carreta, mirando tanto a Mortimer como a Saphir. 

-Gracias por tu apoyo, Saphir. Y... Tú también lo hiciste bastante bien.- Asentí a mis palabras, mirando a Mortimer. La magia nunca había sido algo que entendiese especialmente bien, pero... Solo podía estar seguro de que todo habría sido bastante diferente sin el apoyo de ellos.

Acabaría notando el par de cadáveres humanos que quedó a raíz del ataque, suspirando. En medio de esa batalla tan caótica me habrían faltado manos para entregar una mejor cobertura a todos, pero aún así era algo pesado de ver. Suspiré, con cierto cansancio, mirando entonces a Kallista cuando esta comenzó a moverse con las cosas. Apreté los labios, pensando en quedarme callado, pero al final... No pude evitar meterme.

-Kallista... Mortimer tiene razón. Tú misma dijiste que una tumba no impedirá que los animales los profanen.- Miré al cielo al decir eso, frunciendo un tanto los labios. -Además... No creo que las mantícoras tuvieran que ver con el ataque... Y si es algo más grande y peligroso vamos a estar en problemas como no comencemos a movernos ahora-

Llevé mi mano a la cabeza, buscando mi pañuelo... Y al no notarlo suspiré. Lavinia aún lo tenía. -Sé que tus intenciones son buenas, el problema es...- Señalé a mi alrededor con el dedo. -La situación no es la mejor ahora. Podrán despedirse mientras el fuego arda... Es mejor que la perspectiva de que las bestias terminen lo que comenzaron.-

Poco a poco todos empezaron a moverse de nuevo, lentamente, de forma pesada. Sus rostros estaban abatidos, y el silencio reinaba entre todos los presentes, a excepción de un par de llantos y murmullos aislados. Lavinia seguía consolando al niño, quien lloraba quedamente entre sus brazos intentando hacer caso a sus palabras y no mirar más el cadáver de su padre mientras lo alzaban en brazos entre dos. 

Los cuidados de Saphir también ayudaron a que algunos se sintieran mejor entre los más heridos, los cuales sonrieron amargamente, cerrando los ojos y asintiendo para sí, profundamente agradecidos por la ayuda de la samhín. Incluso aunque no les conociera, la extranjera les había ayudado en todo lo que había podido desde el minuto uno de su encuentro, y eso era algo que nadie de los presentes jamás olvidaría. La solidaridad era una llama poderosa que ardería por siempre en sus corazones al recordarla.

Poco a poco se dispuso todo para enterrar a sus muertos, junto al mismo árbol que había utilizado Raven como cobertura para los lobos. Dejaron reposar a los dos cadáveres junto al tronco, dedicando unas plegarias silenciosas al cielo durante unos minutos que parecieron eternos, mientras el grupo debatía la decisión.

Agatha salió del carromato con los ojos algo hinchados y rojos. Claramente había estado llorando, de hecho aún tenía la voz algo congestionada cuando habló, respondiendo a las dudas de los no tafeldianos.

— Dejadlos que los entierren. Es costumbre en nuestra ciudad. Incluso si los carroñeros los encuentran... - murmuró, tragando saliva al imaginar la posibilidad. — Deben volver a la tierra de la que surgieron - explicó simplemente, mirando instintivamente a Saphir, como si solo con ello pudiera entenderlo, quizá por la educación religiosa que había recibido por su parte. 

Parecía querer decir algo más, pero al mismo tiempo se podía ver la indecisión en su cara, viendo cómo todo estaba en medio de un funeral improvisado. Dejó que los demás hicieran antes de decir nada, observando silenciosamente cómo los hombres y las mujeres de la caravana cavaban sendos hoyos en la tierra, cerca de las raíces del árbol. Una vez los cuerpos estuvieron enterrados, cubiertos por una capa de hojarasca y piedras para hacer que todo pareciera más natural y ocultar su emplazamiento, un niño de apenas unos cinco o seis años se acercó con manos temblorosas y paso dubitativo a las tumbas con dos palos. Como buscando la aprobación que quería, preguntó con la mirada antes de clavar ambos palos en cada tumba. Un gesto que, si bien sería inútil, nadie impidió tampoco.

— Vamos, ya nada nos queda que hacer aquí, en breves nos pondremos en marcha. Aunque hay otra cosa... - murmuró Agatha finalmente, rompiendo su silencio para dirigirse luego a Lavinia. — Creo que tu tío está despertando.

Asiento al niño. Y de hecho, hago algo más.

Busco una piedra, una bien grande, y -si bien con algo de ayuda- la dejo en forma de lápida.
Luego con un par de hechizos hago un par de golpes, dejando un par de marcas, con forma de Ankh. El símbolo de la vida.

Abrazo una vez más al niño. La diferencia de tamaño hace que simplemente lo agarre cerca de la cadera
"¿Cómo te llamas, pequeño?"
"Puedo enseñarte algo de magia, o tambien a usar la espada. Pero te digo: No vuelvas a este lugar hasta que seas un hombre. Hasta que puedas valerte. Hasta que seas más fuerte de lo que somos todos, ahora"

"Cuando tengas esa fuerza, podrás volver ¿De acuerdo?"

Cuando Agatha me dice eso, el corazón me da un vuelvo. El ansia del combate me habia hecho olvidarlo todo durante un momento. Pero quizá, sólo quizá, si la familia está junta podamos volver a seguir adelante. Levantar una nueva posada si hace falta.
Mientras estemos todos juntos, aun hay esperanza

"¿Dónde está?" le musito, y dejo que me guie hacia Amett "Por favor, llévame con él"

- Una tumba es lo que merecen, quizás no lo entiendan porque no son vuestros muertos- declaró con pesadez, dejando claro por el tono firme de su voz que no cambiaría de opinión. Sin levantar la mirada siguió cavando las tumbas, pronto con más ayuda.- Además como dije el fuego alertaría a los enemigos de nuestra ubicación exacta y del hecho de que seguimos vivos.

No podía saber si Raven tenía razón sobre las manticoras, pero nunca había creído en las coincidencias. Agatha dio fin a la discusión sobre con los fallecidos. Por supuesto las costumbres de Tafeld debían respetarse, sin importar cuan lejos estuvieran de casa. Cuando terminaron y aquel niño puso las simbolicas varas sobre las tumbas, seguido de Lavinia que hizo lo propio para crear una lapida, Kallista solo juntó sus manos a manera de rezo, aunque no le rezaba a ninguna deidad en especifico, más bien fue su forma de despedirse de los caídos en batalla.

- Ven no tomó tanto tiempo.- dijo acercandose al grupo.- Ahora podemos partir y ha dado tiempo de carnear a los lobos.  

Seguía preocupada se le notaba en el ceño fruncido el cual ensombrecía la amable expresión que intentaba forzar para dar seguridad a quienes le rodeaban. Temía por el estado de Lavinia que había recibido incluso más heridas que ella, tambien le preocupaba que tan exhaustos estaban Mortimer y Saphir, ya que aunque no entendía del todo sus habilidades místicas, imaginaba que aquella magia no salía de la nada. Temía sobre todo que su pecho no fuera suficiente para recibir las flechas metaforicamente hablando y la idea comenzaba a abrumarla otra vez.

Mortimer guardó silencio mientras cavaban las tumbas y enterraban a los muertos, quitándose el gorro incluso. Si preferían hacer eso a una pira era elección de aquellos que sintiesen algún interés por los muertos. No era el caso del mago negro, claro, no los conocía ni sentía nada por ellos, lo cual... en realidad le hacía sentir algo inútil en esos momentos. Quien lo iba a decir, un lalafel que preferiría tener que luchar contra dos lobos más que estar mirando un funeral de gente desconocida.

Por eso el ofrecimiento a facilitar la pira, pero no pudo ser. Acaba siendo una situación demasiado íntima para él, así que se retira buscando algo en lo que ayudar. Al final, lo encuentra. Aunque jamás se hubiese imaginado optando por algo así.

Debo estar empezando a perder la cordura.

Sin comentarlo con nadie, un pequeño secreto* sigue caminando hasta acabar junto a Kallista.

-Si todo esto de... ya sabes...significa que seguiremos juntos y tal, tenemos que comprarte una armadura bien gorda. Igual entre todos juntamos suficiente.

Reconoció con asentimientos los agradecimientos de todos, como acostumbraba por su talante reservado.
Luego, durante los funerales, captó la simpleza del acto. Que quizá fuera lo más apropiado, no solo para evitar rezagarse, sino también para que asumieran cuanto antes lo inevitable.
Tras escuchar el comentario de Agatha, agachó la cabeza como respuesta. Meditó sobre lo que estaba pasando mientras oraba. Y es que, aunque era algo aún incierto, todo aquello se le estaba atragantando por momentos. Quizá el doble por esa falta de certeza. Al menos los misterios de su panteón divino eran más claros cuando este marcaba a alguien con una enfermedad incurable, nacía en una casta inferior o perdía las ganas de vivir. Pero el Cristal no exigía ningún sacrificio, ni tampoco daba consejo. Solo esperaba que caminaran y confrontaran lo que les deparara el camino. Hoy eran lobos, mañana mantícoras y la siguiente... solo esperaba tener la fuerza de voluntad suficiente para no sucumbir al horror de la incertidumbre.
Al abrir los ojos ya no quedaba nadie rodeando las tumbas. Entonces abandonó su pose penitente y retorció el báculo para empezar a marchar hacia algún carro que quedara medio libre. Una vez en movimiento, aprovechó para descansar lo que pudo en lo que quedaba de viaje.

-Eso no tiene nada que...- Fruncí el ceño, sin llegar a terminar la frase más claramente ofendido por las palabras de Kallista. Aún así, preferí simplemente guardar silencio y no mantener una discusión innecesaria que, además, Agatha terminó de sepultar. Iría tras de Kallista para comenzar a cavar las tumbas y acabar con el asunto cuanto antes, negándome a delegar toda la responsabilidad sobre ella a causa de sus heridas.

Una vez el trabajo estuviese hecho entregaría mis respetos en silencio y me mantendría allí, alrededor de las tumbas, esperando a que todos se marchasen y limitándome a asentir a Kallista con un gesto leve de asentimiento. No tenía nada especialmente importante que hacer allí, ni tenía especial apego con los muertos como para tener que quedarme a hacer más de lo que ya fue hecho, pero... Era necesario esperar por la única persona a la que se le podría ir el tiempo rezando sin más.

-¿Ya despertaste?- Le dije a Saphir desde detrás, apoyado en un árbol, con tono socarrón, aunque luego mirándola con cierta consternación cuando ya ambos comenzábamos a movernos hacia una de las carretas. -¿Estás bien? Se te nota algo dispersa.- Busqué entre mis ropas y acabé sacando una de esas cantimploras con esa infusión de hierbas. Estaría helada, pero... Era mejor que nada. Se la ofrecí. -Bebe un poco, eh... No tiene alcohol, por si eres de esas.- 

Me froté la nuca. No tenía idea de las creencias de Saphir, o si le impedían beber o no. Solo que creía en... Algo. Tanto o más abstracto como el cristal que guiaba nuestro camino.

La atención del hombre la pilló desprevenida. Más cuando se había pasado quién sabe cuanto enterrada en sus pensamientos.
—Estoy bien, no os preocupéis —Sacó una sonrisa tímida con la que frenar el interés de Raven, y cuando le ofreció su cantimplora hizo un gesto como para negar el trago, pero lo cierto es que le aliviaria la sequedad. La tomó con su mano libre y miró el interior sin mucho detalle antes de beber, como perdiéndose un instante.— Es... gracias, Raven. Me vendrá bien. —Un trago pareció bastarle por el momento. Se la devolvió y prosiguió junto con él hasta montarse en una de las carretas.

Kallista estaba sentada en una de las carretas cuando Mortimer se acercó, limpiaba y vendaba sus heridas restantes. Le hizo un lugar al Lalafell junto a ella para que se sentará. 

- Creo que tienes razón, me siento algo desnuda sin mi armadura, se había vuelto una segunda piel para mi. - pensó en el asunto del dinero y se dio cuenta de que no tenía nada, había salido del pueblo con lo puesto- espero que los demás tuvieran más suerte que yo, no tenía ni un céntimo encima cuando sucedió todo, que hay de ti Morti? Quizás cuando lleguemos a la capital encontremos una manera de reunir fondos.