La respuesta a mi pequeño incentivo no se hace esperar, y Calvin empieza a subir la intensidad de sus movimientos, haciéndome echar la cabeza hacia atrás. Profiero un sonido a medio camino entre un ronroneo y un gruñido, largo e ininterrumpido, alterado únicamente por las acometidas de mi amante que lo hacen crecer y decrecer rítmicamente. Joder, qué bien. Tendré que acordarme más a menudo de que a veces está bien salirse de la zona de confort. Aunque, ¿para qué vamos a engañarnos? Seguramente, cuando esto termine, no me acordaré ni de la mitad de cosas que estoy pensando.
Es curioso pensar eso. Ahora, mirando a Calvin directamente a los ojos, a ese precioso esmeralda, me siento incomprensiblemente lúcido, despierto. Mientras me folla sin compasión, poso mi zarpa en su torso, deslizándola ligeramente hacia arriba para sentir el roce de su pelaje, su hermoso pelaje. Viéndolo tan de cerca, me fijo en que su blanco, ligeramente azulado como un glaciar, tiene un matiz muy distinto al mío, de un tono más parecido al marfil. Intento guardar este momento en mi recuerdo, mi mano acariciando su cuerpo perfecto, mis pensamientos al hacerlo, mi apreciación, y me pregunto si me acordaré de este preciso instante dentro de dos años, de diez, de veinte, si recordaré haber sentido, haber pensado, haber observado exactamente las cosas que estoy sintiendo, pensando y observando justo ahora.
Mi sonrisa se ensancha cuando Calvin manifiesta su placer. Lo observo con una expresión de calma casi flemática, deliberada.
—¿Sí? —le contesto en un tono bajo, relajado, con las inflexiones ascendentes de la excitación sexual—. ¿Te gusta verme así, gozando como una perra? ¿Así te gusta tenerme? ¿Un macho grandote, fuerte, totalmente rendido? Ahhh… —Vuelvo a dejar que mi cabeza caiga hacia atrás, exponiendo mi garganta, cuando Calvin toca algo en mi interior que me hace verlo todo blanco, experimentando una sensación de placer absoluto—. Ahí, justo ahí… No pares, tío…
Mis manos agarran ambos lados de la cabeza de Calvin y tiran de él hacia mí. Quiero sentirlo cerca, más que nunca. Joder, todo es tan… tanto, que me temo que no seré capaz de aguantar mucho más. Un ligero fogonazo de pánico cruza mi mente; no quiero decepcionar a mi amigo acabando demasiado pronto. Contrólate un poco, Snæbjörn. De modo que cierro los ojos, intentando dejar la mente en blanco y abstraerme de las abrasadoras sensaciones que amenazan con arrojarme por el precipicio del orgasmo, y dejo que Calvin me folle un rato; sin embargo, soy incapaz de ignorar el sonido de sus caderas golpeando las mías, sus sonidos de placer, y sobre todo, su polla dándome una y otra vez exactamente en ese punto.
Demasiado.
—¿Sabes qué? ¿Qué tal si…? —Me revuelvo un poco, e inmediatamente me río, llevándome una mano a la cara. Joder, estoy sudando como un cerdo—. Perdona, es que hacía mucho, mucho tiempo que nadie me follaba así. Y es genial, pero no quiero echarlo todo a perder, ya sabes… Corriéndome enseguida. —Vuelvo a reír, sintiendo un poco de pudor ante mi admisión—. Y no quiero incumplir mis promesas. Así que, ¿te parece si cambiamos?
Dejo la pregunta en abierto, por si Calvin tuviese alguna sugerencia.
Mis ojos están completamente fijos en el oso polar, que yace en el sofá mientras lo sigo follando con intensidad. Ronroneo mientras su mano acaricia mi pecho y estómago. El blanco de su mano se fusiona con el blanco de mi pelaje, una visión realmente hermosa y sigo moviendo las caderas mientras penetro al oso polar.
Ante sus palabras, lo único que puedo hacer es asentir, mi cerebro en ese momento no era capaz de formular las palabras. Sus gemidos cuando doy en el punto adecuado, me animan a que siga dándole allí, deseando hacerle ver las estrellas y hacer que sucumba al placer y al deseo.
Con sus manos empuja mi cabeza cerca de la mía y mis ojos verdes estaban pegados a sus preciosos ojos azules. No podía apartar la mirada y tampoco quería hacerlo. Era casi como si nos estuviésemos hipnotizando el uno al otro, entrando en un mundo de placer desenfrenado. Suelto varias exhalaciones mientras follo a Snæbjörn con más desenfreno.
Me notaba cada vez más cerca de correrme dentro de Snæbjörn, quería preguntarle si le parecía bien o si eso mejor prefería que no. Pero antes de poder siquiera formular la pregunta, escucho al oso polar, sus palabras me ayudan a volver a la realidad. Parecía que él estaba también a punto de correrse. Lentamente reduzco el ritmo y logro asentir. -Si, me parece bien...-logro responder volviendo a la realidad. Tras una pausa logro lentamente sacar mi polla del interior de Snæbjörn, aunque un poco a regañadientes, ya que me sentía tan bien dentro del oso polar.
Le doy un tierno abrazo y un beso en los labios y le miro a los ojos. -¿Cómo me quieres?-le pregunto al oso polar.
Para hacer honor a la verdad, no me hubiese importado lo más mínimo si Calvin hubiese decidido follarme hasta que nos corriésemos los dos. El problema es que no sé si eso es lo que realmente quiere, lo que espera. Y con todo, cuando le sugiero que se detenga, no puedo evitar sentir cierta preocupación por si le hubiese cortado el rollo. Quizá piense demasiado, pero, por algún motivo, estoy resuelto a que esto, sea lo que sea, salga bien.
Por suerte, Calvin está de acuerdo. El modo en que me abraza y me besa cuando ya ha salido de mí me hace sentir algo especial. Me hace sentirme… en casa, si eso tiene algún sentido. Sonrío en el momento en que me pregunta cómo lo quiero.
—Feliz —le contesto sin pensar, y le doy un suave toque en la nariz con el dedo, como si estuviese apretando un botón—. Te quiero feliz, contento, a gusto. —Me apoyo en el sofá para incorporarme, quedándome sentado frente a él, mirándolo a los ojos. Me siento momentáneamente al borde de un precipicio, uno al que deseo caer, pero que al mismo tiempo me da vértigo. Un precipicio frente al que solo he estado una vez en mi vida. Esta podría ser la segunda. Pero, ¿no es muy pronto? ¿Cuándo es el momento adecuado? ¿Cuándo ha pasado el tiempo suficiente como para que podamos dar cierto nombre a las cosas? El pensamiento me aturde ligeramente—. Me encantas, Calvin. Y me gustaría muchísimo demostrártelo.
Mi mano se acerca a la hermosa melena de mi hermoso compañero, y la toco de un modo diferente, delicado. Mis labios se aprietan en una sonrisa que tiene algo de melancólico; me pregunto si sabe lo que quiero decir. Me pregunto si yo mismo lo sé. Me pregunto si importa. Cerrando los ojos, inspiro profundamente y me tumbo de costado, sujetando a Calvin con suavidad para que me acompañe y quede tumbado delante de mí, frente a frente. Entonces, lo abrazo. Lo abrazo cálidamente, de tal manera que no quede nada de espacio entre nosotros, que no exista manera posible de estar más juntos salvo ser la misma persona. El pensamiento fugaz de que quisiera rodearlo y meterlo dentro de mí para que nada pueda hacerle daño pasa por mi mente, liviano como un colibrí que se posara para volver a alzar el vuelo. Mis labios buscan los suyos y lo beso tan lenta como profundamente, sin prisa, sintiendo en mi interior una ola gentil aunque implacable de mil cosas al mismo tiempo. Me separo de él para mirar sus ojos, primero uno, luego el otro, y poso mi mano en su su mejilla, presionando suavemente, queriendo que me lea, que lo comprenda.
Estoy perdido.
—Quiero hacerte sentir muy bien.
Lentamente, me llevo la mano a la boca y empiezo a lamerla, deteniéndome especialmente en humedecer mis dedos hasta dejarlos brillantes por la saliva. Luego, despacio, sin dejar de mirar a Calvin a los ojos, hago descender mi mano entre sus muslos, levantando un poco su pierna para tener mejor acceso a su abertura. Justo antes de llegar, me detengo.
—¿Quieres?
Me sentía a gusto abrazando y besando a Snæbjörn. Me sentía seguro y cómodo con él, algo que no sentía desde hace mucho tiempo. Incluso cuando estábamos en silencio me sentía muy cómodo con él. Esperaba poder seguir viendo al oso polar después de esto y que esto no acabase en un simple revolcón.
Mis mejillas se sonrojan con su respuesta. -Eso ha sido muy bonito-le digo con sinceridad, sin ningún tono de burla. Había sido una respuesta muy bonita y me había conmovido. Se sienta a mi lado y yo apoyo mi brazo sobre su pierna, acariciándola con ternura. Mis ojos no se apartan de los suyos ni de su gentil y hermosa sonrisa. Podríamos quedarnos así y estaría en el cielo. Con sus siguientes palabras, siento alegría y alivio, porque era una señal de que Snæbjörn quería pasar más tiempo conmigo también. Mi brazo pasa de su pierna a su hombro y le sonrío. -A mi también me encantas Snæbjörn. Y espero tener más momentos para demostrártelo-le respondo sin perder la sonrisa.
Un suspiro de paz sale de mis labios cuando acaricia mi melena con ternura. Lo sigo rápidamente cuando se tumba y nos envolvemos en un cálido abrazo. En sus brazos me sentía querido y seguro, no quería separarme del oso polar. Nos besamos con gentileza, nuestros labios formando una cálida y suave unión, el tiempo no importaba pues podíamos disfrutarnos así todo el tiempo que hacía falta. Mi mano acaricia la suya cuando toca mi mejilla, le sonrío con ternura. Asiento ante sus palabras. Sabía que me iba a hacer sentir bien. Confiaba plenamente en Snæbjörn.
Observo como lame su mano y luego esta se dirige a mi muslo, listo para prepararme como yo lo había hecho antes con él. Un temblor recorre mi cuerpo, con ganas de seguir. Le doy un beso en su barbuda mejilla y mis manos juguetean con la barba de su barbilla. -Lo deseo-respondo, levantando mi pierna, dándole acceso completo.
No puedo quitarle los ojos de encima a Calvin, embriagado por la placidez y la intensidad con la que recibe mis caricias y besos, por cada uno de sus pequeños estremecimientos, las esporádicas contracciones de su musculatura… Y ante todo, su mirada, esa mirada que me desarma, esos ojos que me beben con sed, que me desean y me hacen sentirme digno. Entonces me pide que me lo folle, y la manera en que lo pide hace que me entren ganas de reír y a la vez me excita inimaginablemente; su cara tan bonita me inunda de afecto.
Muy lentamente, sin brusquedad alguna, uno de mis dedos explora su orificio, acariciándolo suavemente y trazando círculos con una presión creciente hasta que, con suma delicadeza, entra en él, tomándose su tiempo. Notar el anillo de músculo apretarse en torno a mi dedo húmedo me hace estremecerme de deseo, reavivando mi erección. Acercándome aún más a Calvin, lo miro desde apenas unos centímetros de distancia y lo beso, con mucha amabilidad pero al tiempo intensamente, como si mi beso quisiera hablarle, demostrarle. Me muevo despacio dentro de él, añadiendo poco a poco más diámetro, asegurándome de que esté preparado y buscando el punto exacto que abra todo lo que su maravilloso cuerpo es capaz de sentir. Respiro en su piel, mirándolo con intención muda, besándolo tiernamente, acariciando su rostro y su cabello, mimándolo como él merece.
Cuando siento que toda tensión desaparece, retiro mi mano de su interior con igual delicadeza. Temblando ligeramente, sin apartar los ojos de él, tomo uno de los cojines del sofá y lo coloco tras él, empujando suavemente su pecho para que se tumbe sobre su espalda, de modo que sus caderas queden levantadas sobre el cojín. Dejando escapar largamente el aire de mis pulmones, sigo su cuerpo, colocándome sobre él. Siento un leve vértigo, como si lo que está sucediendo fuera un poco por delante de mis pensamientos, como si no tuviese todo el control, y no puedo evitar pensar en todas las veces que he recorrido este mismo camino, un camino que siempre ha acabado de la misma forma. Pero esta vez quiero que sea distinto. Quiero ser suficiente para él, sea lo que sea que quiera o espere de mí. Quiero darle todo lo que puedo darle. Quiero ser lo mejor que pueda ser para él, por él.
Mi brazo levanta una de sus piernas, dejando que su corva descanse en la flexura de mi codo. Afianzando las rodillas para tener más apoyo, alineo mis caderas con las suyas, dejando que la cabeza de mi miembro presione suavemente su entrada. Lo beso con un ardor lento, desde las entrañas. Quiero estar tan unido a él como pueda estarlo. Apoyando mi frente húmeda de sudor en la suya, hago un pequeño gesto de asentimiento.
—Si molesta, avisa. Por favor...
Muy despacio, empiezo a empujar. Voy deslizándome todo lo lentamente que puedo hacia su centro, y joder, la sensación es abrumadora. Me siento estrechamente abrazado por todas partes, y mi mano libre tantea el sofá buscando la suya, tomándola en cuanto la encuentro, entrelazando mis dedos con los suyos. El esfuerzo por no perder el control me hace jadear, expulsando aire caliente en la cara de Calvin, y me voy deteniendo cada poco para darle tiempo a ajustarse a mi considerable grosor. Siento toda la piel levantada, y cada roce, cada contacto, cada ligero movimiento me intoxican. Levanto su mano enredada en la mía y la beso casi con descuido antes de volver a apoyarla en el sofá, para a continuación besarlo en los labios con un abandono febril.
—Abrázame… ah —le susurro al oído en cuanto su cuerpo ha recibido completamente el mío. Cierro los ojos con fuerza, notando los restos del sudor acumularse en las arrugas que se forman en mis párpados, el escozor de la sal. Me quedo inmóvil durante unos segundos, deleitándome en la sensación de pertenencia, de perfección, de estar donde debo estar—. Abrázame y no me sueltes…
Besándolo con pasión, con hambre, empiezo a moverme en su interior en movimientos lentos y largos, abrasadores, mortificantes, y me siento enloquecer. La mano del brazo que soporta su pierna aprieta con fuerza su muslo, mientras la otra se hunde en el cabello de su nuca. Voy buscando mi ritmo, acariciando su torso con el mío, haciéndole cosquillas allí donde mi pelaje roza el suyo, al tiempo que lo penetro profunda y firmemente, aunque despacio; no hay forma posible en el mundo de que pueda estar lo bastante cerca, lo bastante dentro. Continúo besándolo, sin apartarme en ningún momento de él, como si su piel fuese mi casa. Alternando mis besos más tiernos con los más sucios, los más cariñosos con los más lascivos, experimento una oleada creciente de sensaciones cada vez más difíciles de controlar, arrastrado por una marea desbordante, y casi sin darme cuenta, mi ritmo va intensificándose, mis movimientos cada vez más rápidos, cortos, eléctricos.
Nunca me había sentido tan bien.
Me encantaba la manera con la que Snæbjörn me miraba a los ojos. Era una mezcla de deseo y ternura que me derretía y me hacía sentir mariposas flotando por todo el cuerpo. Adoraba sus caricias, me encantaba el cariño que usaba en cada una de ellas. Me sentía bien en los brazos del oso polar y deseaba poder hacerle sentir como yo me sentía con él.
Puedo sentir como su dedo acaricia mi trasero, un cosquilleo recorre mi cuerpo mientras le miro con paciencia, esperando a que empezase a explorar mi interior. Una pequeña sensación de dolor me invade por la intrusión, había pasado un tiempo desde la última vez que me follaron. Me centro en los ojos azules de Snæbjörn, acaricio su suave pelaje lo que ayuda a que me relaje y finalmente el dolor desaparece y puedo soltar un par de suspiros. Su beso ayuda a que me calme más y lo devuelvo con la misma intensidad. Un par de gemidos escapan durante el beso mientras Snæbjörn se toma su tiempo para explorarme y prepararme. Mis manos acarician su barba, devolviendo sus mimosas caricias con el mismo cariño.
Tras un rato retira sus dedos de mi interior y dejo que me mueva en la posición que él quiere. Levanto las caderas mientras coloca una almohada debajo. Adoraba los esfuerzos de Snæbjörn por hacerme sentir cómodo y a gusto. No me muevo en ningún momento, los nervios y el deseo me habían detenido brevemente mientras observaba al hermoso y enorme oso polar. Finalmente vuelvo a sentir mi cuerpo cuando Snæbjörn levanta una de mis piernas. Me abro todo lo posible para darle todo el acceso y consentimiento. Estaba preparado. Asiento con una sonrisa a sus palabras, pero confiaba en el oso polar.
Siento su miembro contra mi entrada y suelto un par de jadeos, podía notar la temperatura de mi cuerpo aumentar. Finalmente empuja y puedo sentir la punta de su polla entrando dentro de mi. Un gemido sale de mi boca. Era realmente grande. Mis brazos rodean el cuerpo de Snæbjörn por instinto. Suelto un par de jadeos, mi aliento golpeando el rostro del oso polar que me miraba con un deseo y un cariño que me conmovían.
Mientras mueve sus caderas contra mí, nos besamos con una ardiente pasión. Apenas me costaba mantener los ojos abiertos ante todo el cúmulo de sensaciones que me invadía. Puedo sentir sus manos sobre mi cuerpo y yo respondo de la misma manera, mis manos recorren su espalda, alternando entre juguetonas caricias y ligeros tirones sobre su pelaje, pero con cuidarlo de no hacerle daño. -Dios...Snæbjörn...sienta tan bien...no pares...-logro decir tras separarme brevemente de sus labios y con los ojos entreabiertos.
Nunca me había sentido tan bien.
Quisiera que este momento no se acabase nunca. Jamás en mi vida me había sentido tan completo, tan seguro de nada. Nunca me he considerado especialmente listo o bueno en nada, y cualquier talento o cualidad especial que crea tener palidece ante la genialidad y la brillantez de las personas que siempre me han rodeado, por no hablar de su dedicación. Me esfuerzo todo lo que puedo en encontrarme y en ser una buena persona, en mirarme a la cara en el espejo y poder decirme que estoy contento conmigo mismo y con mis decisiones, pero a duras penas logro mantener a raya las características más desagradables de mi carácter. Pero, ¿en esto? ¿Cuidar a Calvin? ¿Hacerlo feliz, en la medida en la que él quiera? En eso podría ser el mejor, si él me lo permitiera. No me cabe la menor duda.
Quizá no sea uno de los pensamientos más habituales que suele tener la gente en mitad del sexo, o tal vez sea lo más natural cuando conectas de verdad; en cualquier caso mi mente se repite una y otra vez las mismas palabras, «eres lo bastante bueno», «puedes hacer algo bien en tu vida», «puedes ser el mejor para él»; y ya ni siquiera me molesto en tratar de averiguar cuál es el sentido de esos pensamientos o por qué están viniendo a mí ahora. Mis ojos bucean por su cara, atentos a cada pequeño movimiento casi indetectable, buscando sus ojos con insistencia, estoy aquí contigo, y me afano en encontrar la mejor manera de tocarlo, de moverme, de mirarlo, de sonreírle, para que se haga una idea de aquello a lo que ahora mismo no sabría o no me atrevería a poner norme, una idea que mis palabras serían totalmente incapaces de articular en estos momentos. Mi mente gira sin parar, imaginando multitud de situaciones que no sé si son apropiadas ni me importa, en las que me veo a mí mismo calentando sus manos con mi aliento en una noche lluviosa, o asistiendo junto a él a un concierto de jazz, o a los dos paseando por el bosque con unos ridículos gorros de lana y unos jerséis aún más ridículos, bebiendo chocolate caliente. Y follando. Follando sin parar por todas partes, a cada momento. De repente ya no soy capaz de pensar en nada más; mi cuerpo se rinde al impulso del momento, y rindo todo el control, moviéndome con desesperación, con un ansia que nunca puede ser saciada a pesar de que cada vez me siento más y más cerca del filo.
—Voy a correrme… —consigo decir entre mis embestidas, mis besos y mis gruñidos de placer, a medio camino entre el anuncio y la advertencia, por si Calvin tuviese alguna objeción. Quien tenga algo que decir, que hable ahora o calle para siempre.
Ojalá estos momentos con Snæbjörn no acabasen nunca. Me sentía bien y completo con el oso polar. Quería pasar más tiempo con él. Una parte de mi se imaginaba quedando más veces con Snæbjörn. Cenando juntos, viendo una película en el piso abrazados, saliendo a pasear cogidos de la mano, presentándole a mi hermana y a mis sobrinos...y muchas más cosas. Mis ojos apenas están abiertos pero están haciendo todo lo posible para mantenerse fijos en el hermoso rostro de Snæbjörn.
Mis caderas se movían al mismo ritmo frenético que el oso polar marcaba. Mi polla estaba restregándose contra el musculoso estómago de Snæbjörn, disfrutaba de todas las sensaciones que me estaban recorriendo y me inundaban al mismo tiempo. Podía notar que estaba cerca de correrme. Entre besos y gruñidos, Snæbjörn me avisa que él también está a punto. Lo único que puedo hacer es asentir, dándole permiso para que llegase al clímax dentro de mi. Yo tampoco podía aguantar más.
Profundamente sumido en el éxtasis, Calvin asiente, dándome permiso para acabar; el modo en que me abraza, en que arquea sus caderas para estar más cerca de mí, me dice que no quiere que me retire. Curiosamente, es la manifestación de ese deseo lo que me arroja por los aires de cabeza a mi propio clímax. Nuestros cuerpos se sacuden al mismo tiempo, como alcanzados por un rayo que nos hubiese partido por la mitad, y veo extasiado cómo su torso se arquea con abandono, cediendo a las oleadas de placer que nos desbordan a ambos. Es la cosa más hermosa que he visto jamás, como un ángel abriendo sus alas y aprendiendo a volar, y de repente lo veo todo blanco, y un gruñido rasgado asciende desde mis entrañas para convertirse en un rugido que ni me molesto en intentar silenciar. Abrazo a Calvin con todas mis fuerzas mientras me siento azotado por un orgasmo real, de los que ya ni sé cuánto tiempo hace que no tenía, y me derramo en su interior como si se me fuera la vida. Nuestros cuerpos tiemblan con las réplicas del terremoto que acaba de sacudirlos, hasta que la tormenta pasa.
Joder.
Jadeando, beso a Calvin con toda la delicadeza de la que soy capaz sin ahogarme, y ruedo a un lado despacio, atrayéndolo suavemente hacia mí para que ruede conmigo, quedando los dos frente a frente, mirándonos. Levanto una pierna para cubrir con ella a Calvin, cuidadosamente, en un intento inconsciente de resguardarlo del frío, y acariciándolo con el mismo gesto. Lo miro a los ojos, extasiado, únicamente respirando, tratando de recuperar el aliento. Sonrío, acariciando su nariz con la mía durante varios segundos.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sido eso? —pregunto, haciéndome el sorprendido. Luego adopto una expresión más seria, aunque sin perder la sonrisa—. Joder. Ha sido… —No tengo ninguna palabra que se acerque a describir toda la montaña rusa de sensaciones tanto físicas como emocionales que he atravesado, así que me quedo en silencio, trazando círculos con la punta del dedo en el pecho de Calvin, contemplándolo con embeleso—. Es usted increíble, señor Calvin Morse del departamento de Contabilidad. —Me río quedamente, negando con la cabeza con suavidad. Luego vuelvo a observar al león con una intensidad diferente, mordisqueando ligeramente la cara interna de mis labios, y acaricio tiernamente su cara—. ¿Estás bien, Calvin? Espero que hayas disfrutado tanto como yo.
Me quedo callado, mirándolo, escuchando cualquier cosa que quiera decirme, o simplemente su respiración en caso de que prefiera guardar silencio.
Snæbjörn va aumentando el ritmo una vez le doy mi consentimiento. Gemidos salen de mi boca a medida que los movimientos del oso polar me hacen ver las estrellas. Puedo notar como me abraza con todas sus fuerzas mientras alcanza finalmente el clímax y se corre dentro de mí. Yo no aguanto más y con un grito que casi parece un rugido, termino corriéndome, manchando de semen nuestros estómagos. Me sentía como flotando mientras mi cuerpo caía abandonado por el deseo y temblaba por todas las sensaciones que me invadían.
Tras un tiempo que parece una eternidad logro abrir los ojos y respiro con jadeos. Mis mejillas están sonrojadas por el calor y noto el sudor de mi frente. Snæbjörn me besa temblorosamente, también había sido muy intenso para él y hago lo posible por devolver el beso. Rodamos y acabo encima del enorme oso polar, aprovecho para abrazarme más a él y sonreír mientras siento el firme y peludo cuerpo del oso polar.
Me río con las palabras del oso polar y mantengo la sonrisa. -Muchas gracias, usted también ha estado fantástico-respondo con una sonrisa. -Si, estoy bien, me has hecho sentir realmente bien Snæbjörn-le aseguro mientras le doy un tierno beso en los labios. No quería separarme del oso polar y esperaba que éste quisiera quedarse más conmigo. Cojo el puro y por suerte seguía encendido, no me apetecía moverme mucho para buscar las cerillas. Me lo llevo a los labios y doy un par de caladas, echando el humo a nuestro alrededor.
Me acerco a su oído y primero le doy un tierno beso antes de susurrarle. -¿Que te parece si te enseño a hacer los aros de humo?-le pregunto con un susurro recordando la promesa en el coche. Así hacíamos algo mientras recuperábamos fuerzas. Luego podíamos tomarnos un baño de burbujas o podía cocinar algo para los dos. Pero por ahora quería estar en el sofá con Snæbjörn.
Los besos y caricias de Calvin me mantienen en un bienestar casi sedante. Soy consciente de todos los puntos en los que nuestros cuerpos se tocan, y no siento absolutamente ninguna extrañeza o incomodidad ante el hecho de estar así con alguien a quien apenas acabo de conocer. No sé exactamente qué es lo que ha pasado, qué es lo que está pasando, pero ni podría ni querría evitarlo. Es casi como si todo fuese en una dirección predeterminada, como si yo fuese solo una bala en pleno aire, disparada en el momento en que mis ojos vieron a Calvin por primera vez, sin ningún control sobre el lugar donde voy a impactar. Y por extraño que parezca, esa falta de control es, en cierto modo, reconfortante. Por una vez en mucho tiempo, siento que realmente puedo dejar de pensar y dejar que las cosas simplemente pasen. Calvin ríe, yo río con él. Habla, pero a decir verdad, solo soy consciente a medias de lo que está diciendo. Sus ojos, su sonrisa, el ritmo de su respiración, me dicen tanto o más que sus palabras.
El león fuma una calada del puro que yo ya ni recordaba que existía; no puedo evitarlo y le doy otro beso. Me pregunta si quiero que me enseñe a hacer aros de humo. Estoy a punto de responderle que quiero que me enseñe el mundo, pero algo me detiene. En su lugar, opto por una respuesta más segura, menos expuesta:
—Enséñame todo lo que quieras. Estoy seguro de que me encantará. —Me acurruco a su lado, con un gruñidito largo que se parece a un ronroneo, y no por primera vez, me pregunto qué es lo que está pasando para que me comporte así—. Oye, quiero preguntarte algo. ¿Cómo es que eres tan cariñoso? ¿Eres así con todos, o solo en casos especiales?
Bien, a medio camino entre el elogio y la provocación, y además, a lo mejor hasta puede que muerda el anzuelo y pille la insinuación velada. Casos especiales. ¿Soy un caso especial para ti, Calvin, sea lo que sea que eso signifique?
Me siento completamente relajado en los brazos de Snæbjörn, adoraba como me acariciaba y besaba y como reaccionaba a mis caricias y besos. Hacía tiempo que no me sentía así con nadie. Sonrío al oso polar, mis manos acarician su pecho. Éste se acurruca más mi lado, puedo sentirle tan cerca de mi. Nunca pensé que el día fuese a acabar de esta forma, pero me alegro mucho de que las cosas fuesen en esta dirección.
Le miro un poco ante su pregunta y no pierdo la sonrisa. -Solo con la gente especial y que me gusta de verdad-le respondo un ligero sonrojo en las mejillas. No esperaba haber tenido un flechazo tan rápido, pero no podía evitarlo. Me gustaba mucho Snæbjörn, desde el momento en que me saludó antes de hablar con él. Esperaba que el oso polar sintiese lo mismo que yo. Le doy un ligero beso en la nariz sin apartar la mirada de Snæbjörn.
Asiento cuando dice que le puedo enseñar cualquier cosa. -Perfecto entonces-le respondo con una sonrisa. -Primero tienes que llenar tu boca de humo, luego pon la boca como una o, tal que así-empiezo a explicar mientras le enseño la boca, me sonrojo al recordar que quería ver mi boquita en el coche. -Por último cuando vayas a echar el humo, empuja tu lengua hacia adelante, manteniéndola apuntando hacia abajo-una vez termino mi explicación, me llevo el puro a los labios y le doy una calada. Exhalo unos cuantos aros de humo que flotan a nuestro alrededor. -¿Te ves listo para probar?-sugiero con una ligera sonrisa mientras le paso el puro.
La respuesta de Calvin a mi pregunta me hace sentir calor en el pecho, y río al notar cómo me recorre una oleada de alivio. Y de esperanza.
—Vaya, ¿así que te gusto de verdad? —pregunto con picardía—. Yo pensaba que solo te había gustado lo justo para… —Y vuelvo a reír, sin terminar la frase—. ¿Eso quiere decir que te gustaría seguirme conociendo?
Ya está. Lanzado. Tampoco es que espere que me diga que no; no quedaría bonito, aunque fuese por quedar bien. Pero ahora mismo estoy tan contento y en paz que nada podría estropearlo. Además, no nos engañemos, todas las señales parecen indicar que aquí podría haber algo. Algo más, algo… bonito.
Me quedo mirando atentamente a Calvin mientras me muestra cómo hacer aritos de humo, y tengo que esforzarme mucho para no interrumpirlo con un beso solo para fastidiar. Aunque dudo que le fastidiase realmente. Sonrío a su pregunta de si me siento preparado para intentarlo.
—Pásalo —pido, tomando el puro de sus manos. A continuación hago el intento más torpe de aros de humo, que más bien parecen amebas flotantes. Tampoco es que ayude el hecho de que, por algún motivo, parezco incapaz de dejar de sonreír o incluso de reírme—. Pfff, esto es muy difícil.
Con un gruñido, me doy la vuelta en el sofá, quedándome bocabajo, apoyado sobre los codos para levantar un poco el tronco superior y poder mirar a Calvin, admirando su belleza. Me encanta verlo así, relajado, feliz, sintiéndose seguro, y descubro que quiero hacer que se sienta seguro durante todo el tiempo que pueda.
—¿Qué acostumbras a hacer después del trabajo, para divertirte?
Me río un poco ante las provocaciones de Snæbjörn. -Si, me gustas mucho y de verdad-confieso, el rubor no se marchaba de mis mejillas. -Y me gustaría seguir viéndote...espero que tú también pienses lo mismo-le digo un tono de esperanza en mi voz. Esperaba alguna respuesta que confirmara que yo no era el único con estos sentimientos ahora mismo.
Observo con calma como el oso polar se lleva el puro a sus labios e intenta...el peor intento en hacer aros de humo que había visto en mi vida. Aunque la verdad es que estaba bastante mono intentándolo, no podía evitar sonreír mirándolo con adoración. -Bueno, la práctica hace la perfección-le digo con una sonrisa. Cojo el puro y le doy una calada, echando un par de anillos de humo que golpean la cara de Snæbjörn. -Y cuando logres hacerlos bien, puede que te ganes una fantástica recompensa-le digo con un guiño y una pícara sonrisa.
Me muevo para acomodarme junto a Snæbjörn y ambos nos miramos a los ojos. Momentos como estos eran realmente agradables. -Bueno, la mayoría de las veces paso el rato en mi piso leyendo, disfrutando de un buen puro y de agradable música de jazz. Otras veces me gusta pasear o ir a tomar algo en un lugar tranquilo. Cuando puedo intento pasar tiempo con mis sobrinos-le explico con una sonrisa. -¿Que hay de ti, que te gusta hacer cuando terminas el trabajo?-le pregunto con total interés.
Una vez más, Calvin me enternece con su contestación a mi pregunta. Me lo quedo mirando a los ojos, sonriendo en silencio, durante unos segundos. Aún no me lo creo.
—¿Cómo puedo tener tanta suerte? —pregunto, acariciando el precioso rostro del león, una visión a la que me podría acostumbrar sin demasiados problemas—. Claro que sí, Calvin. Tengo toda la intención de no perderte la pista. ¡No te escaparás fácilmente de mí! —Y me lanzo sobre él, abrazándolo con fuerza y sacudiéndolo un poco, presionando mi cabeza contra la suya.
Mi breve práctica de malabarismos fumatorios no va demasiado bien que digamos, pero no podría importarme menos. Sin embargo, la promesa de Calvin de una recompensa me hace recuperar rápidamente el interés.
—¿Una recompensa? —pregunto, con una sonrisa que es un reflejo de la suya—. Pues a ver con qué me sorprendes, porque se me ocurren muchas, muchas cosas. Me pregunto si sabrás acertarme el gusto…
Estoy convencido de que sí.
Escucho atentamente a Calvin mientras él me explica sus formas habituales de relajarse. Levanto una ceja cuando me habla de sus sobrinos.
—Oh, ¿así que tienes sobrinos? ¿De qué edades? ¿Se parecen mucho a ti? —quiero saber—. La verdad es que a mí una de las cosas que más me gustan y me relajan es ir a pasear a algún sitio que tenga verde. Sobre todo cuando he tenido un mal día y siento que se me cae el piso encima. Y cuando no tengo ganas de hacer nada de nada, escribo mientras escucho música. Y bueno, antes iba al cine, pero ya hace tiempo que no. Pero me gustaría volver a ir. —Sonrío—. ¿Te gustaría ir al cine conmigo un día de estos?
-Yo también me pregunto lo mismo-respondo ante su pregunta. Me sentía realmente afortunado de conocer a Snæbjörn y que todo estuviese yendo de maravilla. Dejo que me acaricie con ternura, me sentía relajado y seguro con sus caricias. Su respuesta hace que mi corazón lata a toda velocidad, me alegraba ver que estábamos en la misma página. Me río cuando me abraza con fuerza. -Descuida, no pienso irme a ninguna parte cielo-digo sin perder la sonrisa en ningún momento.
Me río al ver que mi pequeño incentivo había funcionado y sonreía con una adorable picardía. -Bueno, ya veremos que recompensa te ganas una vez domines el arte de los aros de humo-digo con una pequeña risa, no pierdo en ningún momento el tono provocador. Mi mano acaricia su perfecta barba mientras me llevo el puro a los labios y doy un par de caladas.
-Si tengo dos sobrinos-respondo contento. -Víctor y Emma ambos acaban de cumplir los 8 años hace poco-explico al oso polar. -A veces pueden ser un poco trastos, pero la mayoría de los niños son así a esa edad. Son muy buenos chicos, estoy seguro de que os llevaríais bien-digo con una sonrisa. Me gustaría que Snæbjörn conociera a mi hermana y a los pequeños, seguro que se llevarían todos muy bien.
Le escucho con interés mientras habla de sus intereses. Recuerdo que en el coche me contó que escribía historias cortas de terror. -Tengo curiosidad por leer alguno de tus escritos, espero que un día de estos puedas dejarme leer algo-le digo con una sonrisa. Snæbjörn me habla del cine. -Me encantaría ir al cine contigo-le respondo con una tierna sonrisa. La idea de pasar el rato en el cine junto a Snæbjörn me parecía completamente perfecta.