Partida Rol por web

​España, La coruña, Catedral de Santiago de Compostela

Corren tiempos convulsos.

Demonios, magos y otras criaturas fuera de la cabida del Reino del Señor pululan por las tierras con mayor facilidad que nunca antes, especialmente los primeros: los registros ocultos a los que has tenido acceso indicaban unos niveles muy inferiores de la presencia de esos seres durante el siglo anterior, pero ahora parece que cada dos por tres se descubren nuevas formas en las que se han infiltrado en la sociedad mortal, y eso es lo que aún puedes calificar como un "cancer benigno" para la misma, puesto que aunque son menos numerosos, también se han multiplicado los casos de "ataques terroristas", "explosiones de gas", "actividades de sectas" y otras justificaciones para encubrir matanzas terribles o cadenas de secuestros perpetradas por monstruos.

Hoy acudes a "rezar" a la Catedral de Santiago. Las comillas son porque, si bien lo más probable es que tu Fe te incline a ello, hay un motivo que te ha conminado a venir a este lugar concreto. Accedes al interior con tu acreditación, que te permite pasar hasta un claustro cerrado al público, prebendas de un fiel Siervo de la Iglesia. En él, encuentras que hay dos figuras rezando: en la primera fila, por la izquierda, un hombre encapuchado que mantiene su cabeza gacha, y en la tercera por la derecha una coronilla canosa que conoces bien. Te descoloca la presencia de la persona en la primera fila, pero aún cuando no hay nadie, cuando las reuniones son de este tipo sabes que prima el disimulo. Es tan simple como arrodillarte al lado del hombre a quien reconoces, uno de los cargos medios dentro del Real Consejo de Órdenes Militares de España​ que ha supervisado tus operaciones en múltiples ocasiones, el Obispo Juan Carlos de Iria. Un hombre entrados los 60 con varias marcas de combates pasados, y que tras una lesión grave a los 53 años, estuvo a punto de perder la movilidad pero se recuperó "por un milagro", así que por esto y otros méritos pasados se le facilitó acceder al cargo de Obispo mientras sigue colaborando con las Órdenes, y escuchar lo que diga más recoger un dosier de información.

- ​Saludos, Hijo... Me alegra ver que también vienes a hincar la rodilla con humildad.​ -musita en tu dirección, y sólo con ese cruce de palabras guías tu vista frente a tus rodillas, encontrando el dosier que esperabas, una carpeta de escaso grosor de color marrón, disimulada entre las maderas del banco frente a ti.

Es información de tu próximo destino, a saber qué ésta vez...

Angel Rafael entra depositando sus armas en un armario escondido a la entrada de la catedral con cerradura habilitado a tal efecto. Aquel era un lugar de reunion habitual para los miembros al servicio del Consejo Real de Ordenes Militares. El pertenecía al Cuerpo Inquisitorial, no eran muchos los miembros, pero si extremadamente especializados en su oficio.

Antes de acudir a su cita su fe le instaba a arrodillarse frente a Dios, asi que pasó los primeros 5 minutos rezando en la zona publica. La catedral de Santiago era archiconocida y la afluencia de gente era constante, pero la paz interior que reinaba en él y no le costó conectar con aquella voz en su interior. Consciencia o guia divina, cada uno le llamaba de una manera distinta, pero era aquella que toda persona lleva dentro y la ayuda a elegir el camino correcto. Dando las gracias se santiguó antes de entrar.

El claustro era bastante mas reducido que la zona publica de la catedral. Alli se encontró con quien le habia citado el Reverendisimo Juan Carlos de Iria. Tras su llamada se situa junto a el musitando un Padre nuestro, se santigua nuevamente y agarra el dossier que encuentra a sus rodillas. Nuevo destino, nuevo objetivo. 

Guarda el dossiert en el interior de su capa, cruza las manos y lanza una mirada furtiva hacia donde se situa el tercero en discordia, tratando de reconocerlo ahora que tenia tiempo de fijarse en el.

Cuando te arrodillas en la capilla principal, alguna gente te mira con algo de curiosidad dado que al ser un lugar tan turístico no se suele hacer, pero al estar inmerso en tus rezos y no hacer nada por molestarte, no les prestas mayor atención hasta terminar.

Rato después, en el claustro privado, tomas el dossier cuando te dan una pista sobre su localización, y lanzas una mirada suspicaz al encapuchado. Es poco educado, cuanto menos, estar encapuchado bajo techo, tanto más en un recinto sagrado. No es una figura particularmente corpulenta, así que lo único que en verdad destaca es una luz que sale de su capucha... ¿Está usando un teléfono móvil o alguna otra especie de aparato?

En cualquier caso, ladea la cabeza en tu dirección suavemente cuando lo miras, como si se hubiese percatado de tu escrutinio aún sin mirarte, y entonces separa las manos unidas en actitud de rezo y las introduce dentro de sus mangas. Te fijas en que son manos largas y finas, con una piel bastante clara y tersa, que introduce en las mangas antes de un análisis más detallado, y entonces se gira en dirección contraria para acercarse a la puerta por el lateral del Claustro, en vez de por el centro.

Algo le picaba en la nuca cuando miraba a aquel desconocido. No sabia por que, pero le daba una sensación rara. Se santiguó antes de despedirse de su superior y guardo su dossier bajo el brazo y se encamino hacia el desconocido. Cuando estuvo lo bastante cerca le poso una mano en el hombro y le musitó en un susurro.

- Disculpe... la grabación con apoyo lumínico esta prohibida dentro de la catedral.

La persona a la que detienes justo antes de abandonar el claustro gira muy ligeramente la cabeza en la dirección en la que está tu mano sujetándolo, sin descubrirse.

- ​​Afortunado pues soy, hermano, de no haber faltado a las normas de este sagrado lugar.​ -replica con una voz tranquila y amable, tanto que resulta en cierto modo te tranquiliza a ti también, predisponiéndote en cierto modo a creer que habla con la verdad.

Moviéndose despacio, ves que separa una o de los laterales de la prenda que lo cubre, como una túnica, y por cómo se mueve la otra dirías que se dirije a una suerte de bolsillo interior de esta o algo semejante. Es complicado estar seguro dado que te da la espalda, pero confías en que a una criatura profana le costaría mucho estar en este lugar y en que, aún en ese caso, los dones que Él te ha concedido te protegerían de todo mal, además de lo lentos que son sus movimientos, que parecen buscar no alterarte. Al poco, sobre su hombro derecho asoma una carta. Está firmada nada menos que por su santidad el papa Francisco, y reza lo siguiente en un escueto párrafo:

​El portador de esta misiva tiene autorización plena para recorrer todo lugar perteneciente a la Iglesia Católica y a todo menester ha de ser tratado con el mismo respeto que se ofrecería a un Cardenal.

 Es difícil confirmar que está escrito "de su puño y letra" dado que nunca lo has visto escribir como tal, pero la firma desde luego sí que la reconoces, así como el sello papal, y la propia carta emana una muy leve aura sagrada.

Los ojos de Rafael se abrieron de par en par al reconocer el sello papal. Devuelve rapidamente el papel y cruzando una mano sobre su pecho realiza una semireverencia.

- Mis mas humildes disculpas, su Eminencia Reverendisima, no sabia que su Santidad habia encomendado a nadie una misión en estas tierras.

Se levanta mostrandose nuevamente.

- Mi nombre es Fray Angel Rafael, porfavor no dude en llamarme para cualquier menester que requiera. Cualquier enviado de su Santidad es invitado de honor en nuestra casa.

El hombre recoge el papel aún sin mirarte , guardándoselo nuevamente ahora sin tanto cuidado en sus movimientos, aunque no por ello se vuelven nerviosos o acelerados, sino simplemente más fluidos que cuando lo sujetabas por el hombro, suponiendo que ya no tienes ninguna sospecha sobre él, o al menos no tantas como antes.

- ​La humildad trae la sabiduría, dicen las escrituras.​ -responde con tono calmo- ​Te noto atribulado, como si estuvieses a punto de emprender un viaje físico, espiritual o ambos.​ -¿quizás sabía de antemano lo del dossier, sabe que lo has cogido sin mirarte, o en verdad ve algo más allá?- ​Cuando las sombras se precipiten sobre ti, recuerda la frase de los Corintios: Cuando uno de ustedes tiene una queja contra otro, ¿se atreve a ir a juicio delante de los injustos en lugar de los santos?​ -te dice con tranquilidad, dejando que recuerdes el final de la cita por ti mismo y su significado.

Tras esas extrañas palabras, retoma su camino con paso tranquilo para abandonar la catedral.

Las palabras de aquel hombre aun resonaron en su mente unos momentos despues de que este se marchara. La verdad es que la curiosidad de lo que podia estar haciendo alli le picaba en la nuca, pero era hora de retomar sus deberes, aunque antes creia menester cumplir con las obligaciones del cuerpo y decidio ir a tomar un almuerzo a una cafeteria cercana donde sabia preparaban unas empanadas deliciosas.

Asi pues se encamino hacia la misma abandonando la catedral, no sin antes dedicar una genuflexion a su Señor crucificado, vigilante desde el abside de la catedral.

El hombre que atiende la cafetería te dedica una sonrisa amistosa cuando te acercas, reconociéndote al pedir y ofreciendo algo de charla ligera. Podría ser un desayuno insustancial, de no ser por una voluptuosa joven de unos 18 años de edad que atrae tu atención. Tiene unos rasgos orientales pero indudablemente hermosos, pelo negro largo que ahora mismo lleva recogido en una cola de caballo por una cinta amarilla. Te habías percatado de ella al entrar, estaba leyendo un libro y tenía un café a medias en frente, pero no puedes evitar tener la sensación de que te estaba observando. No obstante, cuando miras de nuevo, te das cuenta de que ha dejado un billete de 5 para pagar su consumición y entonces se prepara para irse... No solo es pensar que te estuviese observando, hay algo raro en ella, pero sabes que tampoco puedes ir molestando a civiles sin motivo.

Aquella picazón... no era la primera vez que la sentía, su instinto le instaba a seguir a aquella joven que habia visto. Sin embargo ya habia tenido suficientes equivocaciones por un dia con aquel Monseñor... ¿Que haria un enviado de Su Santidad en aquellas tierras?

Miró una vez mas a la joven antes de que se marchara. No, no debia seguirla, aquello era lo correcto, quizas estaba un poco paranoico.

Dando un bocado mas a su empanada. Tras unos segundos pensandolo sin embargo no pudo evitarlo y pagando su almuerzo salió de la tienda, quizas no era correcto del todo seguir a aquella chica, pero habia algo en el que le decia que debia de hacerlo y acordandose de las palabras de Santiago el Justo.

"A aquel, pues, que sabe hacer bueno y no lo hace, le es pecado. "

Puede que se estuviera equivocando o puede que no al sentir aquella punzada, pero seguirla de lejos sin que lo notara no estaba mal, al menos unos minutos, para comprobar que simplemente estaba algo paranoico.

Tras un rato de dudas, finalmente optas por seguir a la chica. Por fortuna, no se ha apresurado, porque ves que está apenas a unos metros de la puerta con un teléfono en la mano, respondiendo algo con rostro amable a un transeúnte. Demoras tu salida para no ser detectado y solo escuchas:

- ...no soy de la zona, pero según esto solo tiene que andar dos manzanas en aquella dirección y torcer a la derecha. -su perfecto español te inquieta un poco con ese rostro asiático, puesto que por tu adiestramiento sabes que los demonios hablan con fluidez todos los idiomas.

La chica prosigue su camino, abstraída al principio mirando el teléfono, aunque no tarda más de un par de minutos en guardarlo. La calle por la que andáis no está poblada, entonces notas con claridad una pequeña dosis de energía mágica emanando de ella, y ves que camina con una mano al frente hablando con alguien.

- Sí, debe de estar listo... Supongo que no se demorará mucho, creo que es para mañana por la mañana... Yo iré con Hyodou y mañana me teleportaré... Están bien, no te preocupes.  -sigue hablando mientras avanza, torciendo para entrar en un callejón que, por tu experiencia, no lleva a ninguna parte.

"¿Me teleportare?"

¿Como que teleportarse?... Un sentido extraordinario le alertaba de que aquello no era normal. Demonios... solo unos enviados de Satan podian realizar tales artimañas... Tras santiguarse y encomendarse a Miguel el Arcangel se llevo la mano al cayado desenvainando la hoja camuflada y la besa antes de encaminarse tras aquella bestia.

"Y dijo: El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el cuerno de mi salvación, mi altura inexpugnable y mi refugio; salvador mío, tú me salvas de la violencia. Invoco al SEÑOR, que es digno de ser alabado, y soy salvo de mis enemigos."

Rezaba encomendadose a Dios mientras que se echa a andar por el callejon persiguiendo a la muchacha.

Convencido ahora de que esta vez tu instinto no te ha fallado, persigues a la chica escuchando esa extraña frase, tras lo que te decides a perseguirla al callejón desenvainando tu espada, ves el acero bendito refulgir con fiereza mientras avanzas. Tan pronto como entras ves su mano cubierta de magia de origen demoníaco, apunta al suelo donde estaban comenzando a aparecer letras en lenguaje demoníaco y distintos sellos. Por tu experiencia, lo reconoces como un ritual de teletransporte, aunque a pesar de todo no llegas a pillarla desprevenida.

- Ara ara*, ¿no podías simplemente repasar el informe y preparar tu viaje? -te dice la muchacha con una radiante sonrisa. ¿Alguna clase de súcubo tentadora o algo similar? Hay algo que te dice que no es tan simple- No tienes la fuerza para vencerme, exorcista. Eso que tienes en las manos es una espada bendita, ni siquiera una de las sagradas. -compone una sonrisa divertida al respecto- Apuesto a que tu Fe es inquebrantable y todo eso, pero, ¿te importaría dejar que me vaya sin más? Así te ahorro recibir unas cuantas quemaduras que te estén molestando en el viaje. -tiene una sonrisa confiada y algo amable, aunque sientes que no es falso del todo lo de no querer molestarte sin más.

Alrededor de la mano desocupada surgen unos rayos de color blanquecino, y eso te paraliza un momento, no por el hecho de que sean rayos sino que... ¿Es energía sagrada eso que estás sintiendo?¿Una ilusión podría hacerte notar eso?¿Quién es esta chica?

Angel Rafael se quedo unos segundos expectante ante la muchacha que aparecia frente a el, no tendria mucha mas edad sin embargo habia algo... un aura alrededor de ella que la hacia notar y la marcaba como Dios marcó a Caín. La muchacha comenzó a hablar, parecia que habia sido ella la que le habia estado observando a el, sin embargo aquello no lo amedrentó lo mas minimo.

Poniendose en guardia levantó la espada en alto.

- ¡No trates de confundirme con tu lengua demonio! ¿Que haces aqui y como sabes quien soy?

Era la pregunta logica, mientras tanto comenzó a invocar sus poderes elevando versiculos en susurros.

"...Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad..."

La chica pone gesto de molestia al notar que comienzas a preparar energía sagrada para golpearla, lanza su descarga sagrada a una velocidad que no te esperas, una corriente que mezcla energía eléctrica y sagrada a partes iguales*. El rayo te impacta en la pierna izquierda y lo sientes recorrer todo tu cuerpo, pero lo principal es que la pierna se te ha dormido casi por completo, haciendo que cojees y sientas que va a ser muy molesto tratar de llegar hasta ella.

No obstante, su mano izquierda sigue trazando el gesto de teletransporte, lo que te da una idea de que su concentración debe ser considerable.

- Soy una Reina, exorcista, diría que tu nivel no puede sobrepasar el de un caballero novato, yo me retiraría antes de... -se relame los labios lo que le confiere un aspecto sádico al mirarte como un gato a una presa fácil- Que te pase algo. -concluye.

Un grito ahogado nació en la garganta de Angel Rafael antes de apoyar la espada en el suelo cuando el rayo le alcanzó la pierna dejandolo parcialmente cojo. Definitivamente sabia que no ganaría aquella batalla, al menos no solo y en Él podia confiar. Al menos hasta reunir suficiente poder.

Recuperando un poco mas la postura, coloca la espada apoyada en el suelo frente a el usandola de baston.
 

- "Muchos son los dolores del impío, pero al que confía en el SEÑOR, la misericordia lo rodeará." -dice el sacerdote al tiempo que un velo de luz blanca caia sobre el cubriendolo y a su alrededor se formaba un circulo perfecto tambien de luz- Demonio, contesta a mis preguntas ¿Quien eres y que haces aqui?

Puede que no pudiera destruirlo, no era tan necio. Pero puede que consiguiera suficiente información.

La muchacha sonríe al ver que no atacas, y ves cómo el ataque que usó antes, el rayo sagrado, vuelve a acumularse en su mano, amenazante, aunque no hace intención de lanzártelo de nuevo. El símbolo de teletransporte se sigue completando en el suelo con considerable velocidad.

- Comprobaba si eres apto. -responde, lacónica- Te alegrará saber que has aprobado... -comenta divertida, imaginando que el no entender te molestará.

¿Comprobaba si era apto? ¿Apto para que? ¿Apto para quien?

Pasó su espada de mano a mano un par de veces antes de vovler a hablar.

- ¿Y quien me evalua?

Aun no le habia contestado a aquella pregunta y quizas era la mas importante.