La batalla había finalizado, tanto Marie Curie como los otros científicos, tales como Darwin, el Clon de Einstein y el Doctor Freud fueron secuestrados después de haber sido derrotados por los Nazis. Incluso se llevaron consigo a Winston Churchil. La victoria por parte de los científicos que iban en contra de los Nazis Temporales desapareció en un instante... aunque había sido un constante acto de erosión contra la moralidad de los presentes... Pero...
¿Qué tenían que decir los supervivientes?
Copérnico observó la masacre que había producido. Tantos grandes científicos demócratas muertos a sus manos y a las de sus compañeros nazis, aunque la verdad es que la mayoría de los inocentes se habían matado entre ellos.
-¡Por Helmchen y Steinkopf! Porque sus discusiones nos apartaron del foco de los inocentes mucho tiempo -brindó Copérnico, echando un nuevo trago de su copa de carajillo. Aunque el sabor de esa copa se le hacía amargo. Le daba lástima que Maxwell y Watson no estuvieran con ellos para celebrar la victoria, y también se mostraba apenado por la muerte de Alan Stern, pues aunque este no fuera nazi, le había resultado un hombre muy simpático-. Rosalind, ha sido un placer colaborar juntos en esta gran cacería de científicos demócratas. No habría imaginado una mejor compañera. Estoy seguro de que el Führer nos recompensará como es debido.
-¡El gran Copi se despide aquí! -proclamó, con una sonrisa propia de alguien que anunciaba algún tipo de pasta de dientes y que, según Copérnico, lo hacía irresistible a ojos de todas las damas.
Rosalind comenzó a reír a carcajadas al ver a los científicos muertos. Desde detrás de su copa de whisky lanzó una siniestra y superior mirada a los caídos, mostrando una expresión divertida que nada tenía que ver con su tranquila apariencia anterior.
- Pobres científicos, hasta el final no se dieron cuenta de que estaban perdidos - dejando la copa de whisky sobre la mesa se acercó a Pasteur y le colocó el brazo sobre el hombro mirando al científico - vamos, Helmchem, deja de usar a mi pequeño Pasteur, es mi marioneta no la tuya. Si quieres mandar un mensaje de amor a la señorita Noether dásela en persona, ya te la hemos mandado para allí. Pero sí hay algo que tengo que decirte, gracias por toda la ayuda prestada a los nazis, tus desastrosas teorías y necias palabras nos han hecho el trabajo mucho más fácil.
A la inglesa le había parecido gracioso que en ningún momento se hubieran dado cuenta de que Pasteur era diferente, pues sus heridas en ningún momento habían sanado, al contrario que con Maxwell. Era tan sólo una carcasa vacía manipulada por ella.
- Buen trabajo, Pasteur, has sido una adorable marioneta.
Bajo las órdenes de la mujer, el cadáver hizo una reverencia.
- Por supuesto, señorita.
La sonrisa de la mujer se acentuó.
- Lo que decía, adorable - se dirigió a su silla, volvió a coger su copa y lo levantó brevemente brindando por los muertos - por ustedes, caballeros, pero muy espcialmente, por nuestros compañeros caídos y nuestros gran Reich.
Por último, miró a Copi y levantó nuevamente la copa hacia él y bebió.
- Y por supuesto, por mi gran aliado Copi, sin el cual esta victoria nunca hubiera sido posible.
Pasteur abrió los ojos muy grandes, se llevó las manos a la cabeza y miró a los lados. Aquello era real. Su boca formó una sonrisa y luego se abrió grande, e incluso más grande. Y más aún.
—¡Se los dije! ¡Se los dije! —exclamó mirando a los dos únicos vivos restantes, mientras reía jocoso y lleno de satisfacción—. ¡Noether mentía! ¡JA! ¡Yo tenía razón! ¡Yo siempre tengo razón! ¡No era inmortal después de to-
—Y con un leve chasquido final por parte de Rosalind Franklin el cuerpo de Louis Pasteur cayó al suelo, inerte y muerto. O quizás siempre lo hubo estado, a fin de cuentas, la forma en la que cayó, parecía más propia a la de un muñeco de ventrílocuo al que le habían cortado las cuerdas de forma repentina mas que un asesinato propiamente dicho.
Tanto Nicolás Copérnico como Rosalind Franklin abandonaron la instalación atravesando el portal que los Nazis habían creado, habiendo acabado con todos y cada uno de los científicos ahí presentes, al igual que habiendo logrado secuestrar a los que se habían opuesto a las fuerzas de choque.
Saliendo debajo de una de las mesas, Nikola Tesla mira a su alrededor todo el espectáculo dantesco de científicos muertos que había a en el suelo, encima de las mesas, en las columnas, en las paredes, e incluso alguno que otro volando en el espacio exterior dando vueltas alrededor de la estación espacial en la que se encontraban.
¿H-Hola? ¿H-Hay alguien ahí?