Ese nombre... ¡¡¡ESE NOMBRE!!!
¿¡Por qué!? ¿¡Cómo!? Ese Nombre había brotado en su cabeza sin mas cuando el grito femenino rasgó el aire y la luz se apagó, dejando entrar a este mundo a una entidad oscura y lascivamente horripilante, asquerosamente baja y grotesca, digna de las más retorcidas pesadillas y oscuras deposiciones mentales de una mente enferma y sin esperanza.
Y esa criatura no tenía ni un ápice, no era ni remotamente tan oscura, obscena, grotesca, terrorífica, vomitiva, insultante y absoluta como aquella que evocaba el NOMBRE. Nada en el universo conocido o por conocer podía ser siquiera una fracción de la aberración cósmica de esa barbarie divina y primigenia.
La mente de Nambaryn Elbegdorzh se retorcía, se escondía y se agazapaba en los más inhóspitos recovecos de su ser, en zonas de su psique no sabía siquiera que su existencia fuera posible, mas nada era suficiente para huir de esa verdad acongojante. Sí, ahora lo recordaba: Nambaryn había aprendido el Nombre hace años, oculto en un libro que más tarde quemó por la osadía y repugnancia de contener semejante verbo endiablado, tamaña grotesquidad. El Nombre había calcinado su mente, robándole el sueño, persiguiéndole cada segundo hasta amenazar con destruir los pilares básicos de su cordura y dejarle como un guiñapo sollozante, una mera caricatura patética no ya de un ser humano, si no de un ser consciente en general. Por eso acudió a expertos y practicó toda suerte de rituales. Tras muchas drogas médicas y sesiones de electroshock e hipnosis, el señor Elbegdorzh creía haber eliminado la realidad de esa palabra de su mente por lo que le restase de vida, y por su bien, por las siguientes también si es que las hubiera.
Pero no. El Nombre no es algo que pueda ser expulsado así como así, y cuando la entidad invocada cruzó el velo de lo transmundano invadiendo la realidad, la sólida caja de negación que el asiático creía haber construido en su mente se quebró como cristal fino, dejando la putrefacción del Nombre chorrear hasta invadir cada pequeño rincón de su cerebro. Nambaryn casi lo notaba, como una asquerosa brea en el interior de su cráneo.
Debía resistirlo. Como fuera. Guardarlo en su interior y quizás, llegado el momento, escupirlo y maldecir con él toda la maldad que significaba, volver la obscena fuerza contra otro poder aberrante. Sí... Debía agarrarse a eso, a esa esperanza. Y quizás, solo quizás, si reunía el coraje para pronunciarlo podría librarse de él para siempre...
Del aberrante Nombre real de Azathoth...
Felicidades, ¡eres el Portador del Nombre! Es el equivalente al rol del Cuervo en el juego tradicional de HLdCN.
El Portador del Nombre cuenta con tres poderes, de los cuales solo podrá usar UNO y UNA SOLA VEZ durante toda la partida. Estos poderes son:
- Cambiar el voto de un personaje a otro. Ha de hacerlo antes de que terminen las votaciones de ese día.
- Cambiar la manera de votar que haya decidido el Líder.
- Quitar a un Líder electo y que este tenga que dimitir y decidir a quién pone.
A efectos on-rol el nombre no es una palabra que pueda expresarse en nuestro idioma. Cuando decidas usar uno de los tres poderes deberás decírmelo por esta escena y yo le daré efecto en la escena grupal. Nadie sabrá que has sido tú el que ha usado el poder del Nombre, nadie sabrá quien ha sido. Este poder a primera vista puede parecer nimio y con poco efecto, pero puede con facilidad cambiar el curso de una partida, así que úsalo con sabiduría.
Aparte de eso, esta escena permanecerá abierta toda la partida para cualquier duda que puedas tener.
Mucha suerte y buen juego.
Si me llega otro voto o alguien más vota a Emmanuel, cambio el voto de Leonor que estaba destinado a Emmanuel hacia el amigo Samuel.
No ha habido necesidad.
Cambio el voto del líder Emmanuel hacia Madeleine.