El área común de este bunker abandonado es un espacio desolado y lúgubre, donde el paso del tiempo ha dejado su marca. El ambiente es oscuro y húmedo, con un olor a moho y abandono que impregna el aire. La decoración está desgastada y dañada, reflejando años de negligencia y falta de mantenimiento.
Los muebles que alguna vez fueron funcionales ahora están en ruinas, con tapizados raídos y desgarrados. Las camas están deshechas y cubiertas de polvo, como si hubieran sido abandonadas apresuradamente. Un reloj antiguo, una vez elegante, ahora está estropeado y su tic-tac ha cesado, convirtiéndose en un simple adorno sin vida.
En las paredes y en el suelo se aprecian manchas de sangre y manchas de fuego, lo que da la impresión de que el lugar ha sido testigo de eventos turbios y violentos en el pasado. Estas marcas perturban aún más la atmósfera ya sombría del bunker.
Las lámparas fluorescentes en el techo son la única fuente de luz, pero están en mal estado. Chisporrotean intermitentemente, arrojando destellos de luz intermitentes y emitiendo un sonido molesto constante. Su resplandor parpadeante crea una sensación inquietante y poco acogedora en el espacio.
Apartada en un rincón del área común, hay una pequeña cocina, pero su estado de deterioro es evidente. Los gabinetes están descascarados y desgastados, con puertas que se caen de sus bisagras. Los electrodomésticos están cubiertos de óxido y acumulación de suciedad, dejando en claro que hace mucho tiempo que no se usan.
La puerta del bunker, la única salida aparente, está completamente cerrada y sellada. Es pesada y robusta, como una barrera impenetrable que mantiene el mundo exterior alejado. Su aspecto descuidado y la ausencia de cualquier mecanismo de apertura sugieren que no ha sido abierta en mucho tiempo.
Echando un vistazo al exterior, esta parecía ser la decimo-octava persona en salir de las habitaciones; quizás los demás tuvieran miedo a abandonar la seguridad aparente que le daba el anonimato o quizás aún necesitaban un poco más de tiempo para adaptarse a lo que de ahora en adelante, sería su nueva vida.
Las personas que habían salido con anterioridad parecían haber salido de la (07.) Habitación η, (11.) Habitación λ, (01.) Habitación α, (05.) Habitación ε, (04.) Habitación δ, (02.) Habitación β, (13.) Habitación ν,(10.) Habitación κ,(09.) Habitación ι, (17.) Habitación ρ, (12.) Habitación μ, (08.) Habitación θ, (20.) Habitación υ, (16.) Habitación π ,(23.) Habitación ψ, (06.) Habitación ζ y de la (21.) Habitación φ, puesto que eran las únicas habitaciones que se encontraban abiertas y, ya de paso, estas personas se encontraban relativamente cerca de estas puertas, como si quisieran regresar a ellas en caso de peligro para escudarse de cualquiera que tuviera malas intenciones. Pero la pregunta se mantenía. ¿Qué pasaría ahora?. ¿Son amigos o enemigos?.
De la (19.) Habitación τ apareció una nueva persona más, al parecer poco a poco la gente estaba empezando a salir de sus respectivos cuartos para conocerse, algo que era intrinsecamente mucho más positivo, aunque a su vez mucho más peligroso pues ahora sabían de dónde venían. ¿Qué pasaría ahora?. ¿Es amigo o enemigo?.
Sacandome una zanahoria del cabello empiezo a mordisquearla un poco nerviosa, allí había demasiada gente desconocida como para poder estar tranquila, aunque la situación no era para estar tranquila tampoco.
Cuanta gente hay. Yo me llamo Ninjin Usagi y me gustan las zanahorias y las caricias. No me gustan las multitudes porque me recuerda a mi casa. Y creo que ya estoy hablando de más.
Saliendo de la habitación con paso alegre saco un caramelo y me lo como mientras no paro de sonreír a los que están en la sala sin mostrar preocupación por la situación.
Hi, cuties, ¿qué tal todos? Oh, pero qué conejita tan mona con sus zanahorias. Me llamo Ena Ahane, pero podéis llamarme Ena-chan.
¡Oye, Maestro!. ¡Ni se te ocurras acercarte a esas pecho-plano!
De hecho, ni a esas, ni al resto de esas busconas...
Viendo como todos parecían empezar a hablar y comentar cosas, Shinichi Kirimura también decidió presentarse, a fin de cuentas, este era el mejor momento para hacerlo, aprovechando que había tanto público y que, por otro lado no parecía que fueran a venir más, aunque aún hubiera habitaciones cerradas.
-¡Mi nombre es Shinichi Kirimura!. -Exclamó señalándose a sí mismo- ¡Espero que lo tengáis memorizado, pardillos!. ¡Y que sepáis que seré la estrella de este lugar!. ¡Así que si alguien tiene una guitarra que me la pase y os tocaré uno de mis temazos!.
Que tranquilos estaban casi todos para estar encerrados después de un secuestro. Sería cierto que a todos esos jovencitos les habían enseñado la asignatura especial para casos de "Secuestro y Obligatoriedad a Participar en un Battle Royale", con la norma de "No cuestionarse la moralidad y aceptar las demandas del secuestrado mientras deben asesinar a quien sea" para sobrevivir.
Asentí a las palabras del hombre religioso llamado Shin, sin perder la rectitud en mi postura. Esperaba que todos estuvieran abiertos a la colaboración... había muchas puertas y aún muchas sin abrir. Veo que hay jóvenes y jovencitas bastante fuertes aquí, es un alivio sentir que no hay pánico entre nosotros.
En respuesta a Kaito me quedé pensativa, era demasiado pronto para decir nada claro. Lamentablemente puede significar muchas cosas... aunque lamento pensar de que hay más de 4 personas peligrosas entre todos nosotros... o quizás me equivoque. El tiempo lo diría. El secuestrador nos pidió encontrar a los 4 enemigos de Sakurami City, cierto?
- ¡Hermano, hermanas, bienvenidos y bienvenidas!
Saludaría cual molesto predicador en las calles con gran ruidosidad agregada a los allegados demostrando buena voluntad. Por otro lado, no pudo negar verse cautivado por la elegancia y el desplante de la dama Yuugiri. Si es que a los hombres los hacían los modales, a las damas... ¡Pues bueno, las hacía totales, claramente! Y así, en un gesto que bordeaba lo coqueto aún para un hombre de fé, tomó desde su mano derecha algo enrollado, que era sino un colgante delgado enrollado varias veces sobre su muñeca y con esa misma pelotita pequeña no más grande que una canica, con suerte, con ese ojo que parecía verlo, saberlo y hasta poderlo todo, algo cómico en sí pero a su vez con un semblante (Semblante uniocular...) firme.
Tras hacer eso abrió el colgante a la mitad y sin más lo colocó en el cuello de la misma dama.
- Si no le molesta aceptar este gesto, es un objeto que se hace como artesanía elaborada en mi grupo, los Hermanos Silenciosos, antes conocidos como las "Hermanas del Silencio" -Pausó entonces y quién tuviese la fineza de percepción notaría un cambio de 1.31415 segundos en su semblante a algo distinto de su habitual alegría, que volvería a dicha de inmediato entonces.- Se lo otorgo, hermana Yugiri.
Por lo demás, concordaba con la valentía y efusividad de los presentes. ¡Que el Señor Supremo, Todo-Observante, que devoraba los pecados y rasgaba los miedos les guiase, sí! Eso esperaba honestamente el hombre de metro con ochenta y pocos centímetros y cabello algo caótico. Era así siempre, no podía ser peinado, solo cuidado debidamente.
Aquel día había sido largo, o quizás no... sea como fuera, todos los presentes que se habían atrevido a salir a la zona común se sentían realmente cansados, quizás fuera por las emociones fuertes o quizás fuera por las drogas que habían usado para dormirlos que volvían a hacer su efecto; sea como fuera, todos ellos concordaron en lo mismo: Era mejor dormir y ya mañana salir para ver qué hacer.
Por lo que uno, a uno, estos fueron regresando a aquellos ruinosos aposentos en donde se encontraban, con el misterio aún pendiente por resolver, pero con la conciencia tranquila de que podrían hacerlo si permanecían todos juntos y nadie era brutalmente asesinado en las próximas horas.